ANTECEDENTES
Luego de nueve años de no dirigir un largometraje, David Gruener regresa con una película ácida y de excelente humor negro para demostrar que su capacidad cinematográfica, como los buenos vinos, mejora con el tiempo.
IDEA RECTORA
Gruener crea una película ácida donde la corrupción ha invadido hasta el tuétano todos los estratos de la sociedad mexicana. A partir de que a un hombre “se le ocurre morirse en domingo”, se desatan toda una serie de situaciones anormales. Al final, este cadáver se convierte en símbolo de la corrupción social de todos los involucrados en su cremación.
GUION
El guión de Antonio Armonía está estructurado con una cronología lineal, pero su riqueza se basa en las acciones paralelas de sus personajes principales: un joven de clase media que debe deshacerse del cuerpo de su tío y el dueño pobretón de una funeraria de tercera clase. Diálogos ingeniosos y bien escritos captan el habla real de nuestra sociedad sin caer en falso naturalismo (“la vida dura lo que una cogida”), que se combinan con una observación muy aguda de las conductas que enriquece el perfil de los personajes. La fuerza de la historia permite a Gruener centrarse en la realización.
PUESTA EN ESCENA
Gruener combina los elementos cinematográficos con maestría. El resultado es una puesta en escena de buena calidad, sin altibajos. Primero recrea los distintos ambientes (casa de clase media, funeraria, calles, feria) donde los personajes se mueven de manera natural: la simbiosis es perfecta, personajes y acciones son el resultado natural de su ambiente social. Hay que sumar la dirección de actores, que controla gestos, entonaciones y expresiones faciales en un rango verosímil, seguramente con base en observaciones previas de Gruener, muy acertadas, de distintos medios sociales. El resultado: son personas de carne y hueso con las que convivimos a diario (que podemos ser nosotros mismos en situaciones límite).
ACTORES
La selección del elenco fue muy atinada. La relación actor-personaje fluye de manera natural en la mayoría de los participantes. Por ejemplo, basta citar el trabajo de Maya Zapata (Ana, la Zombie). Encarna a una joven de clase popular con buenos matices que van desde la frialdad y el desapego hasta la histeria. Los actores principales manifiestan este rango actoral muy preciso al servicio de sus papeles, sin desbordamientos o mutismos innecesarios.
MÚSICA
Uno de los grandes logros de la película. Por una parte, la supervisión musical de Lynn Faenchstein es magnífica: la música no sólo colabora certeramente a los ambientes en que se desarrolla la trama sino que se convierte casi en un comentario. Es una de las vías principales para que el espectador se involucre a profundidad con la cinta. La música original, de Gabriel González Menéndez.
FOTOGRAFÍA
Guillermo Granillo (Cilantro y Perejil, El crimen del padre Amaro) refrenda su calidad plástica. Con el uso de tonos ocres, verdaderamente polvosos, la cámara se mueve o encuadra con precisión al servicio de la historia. Destaca el manejo de los close ups, relacionados íntimamente con el trabajo gestual de los actores.
IDEA PERSONAL
La historia está muy relacionada con el estado actual de la sociedad mexicana. Dos hechos centran toda la trama: al joven le da flojera testificar la cremación del cadáver de su tío, el dueño de la funeraria se dedica a la venta de cadáveres.
En medio se descubren todas las tranzas, que abarcan desde la alta esfera política y van bajando en cascada por policía, delegaciones, médico forense, familia de clase media y familia popular. Nada funciona correctamente, nada es como debería ser: la necesidad diaria impone la corrupción a todos… pero los que la generan andan arriba. Los de en medio la soportan, los de abajo la sufren o la aprovechan arriesgando la vida.
Morirse en domingo destruye las apariencias sociales al mostrar situaciones alternativas que se sienten más reales. Gruener muestra su capacidad porque no le tiembla la mano al momento de plasmar las miserias interiores y exteriores de la corrupción, cáncer inoperable de la sociedad mexicana. Mientras tanto, el único que no es corrupto –el cadáver- se pudre mientras pasa de mano en mano.