Esta cinta particular de Ettore Scola muestra la maestría del cineasta para contar en pantalla una historia. Plasma también su capacidad para manejar todos los elementos que intervienen en el cine y su madurez como cineasta.
Contada en un tono sencillo, bajo, con tintes de comedia, Concorrenza Sleale / Competencia desleal no tiene la brillantez de El baile, o la calidad melodramática de Un día especial. Tampoco hace intervenir el cine dentro del cine como en la magnífica Nos amábamos, o la fascinación cinematográfica de La Cena. Pero no desmerece en nada dentro de la filmografía del cineasta.
Simplemente Ettore Scola cuenta en forma precisa un melodrama político y pone en la pantalla toda su habilidad para contarlo. No hay fuegos pirotécnicos, lo que hay es una mirada observadora, rica en detalle, en carácter, para mostrar como la política afecta la vida de los hombres.
Para empezar, hay que olvidar de inmediato el sangrón título de Enemigo, querido enemigo asestado seguramente por la distribuidora. Hay que volver a Competencia desleal porque marca el eje sobre el que se mueven los personajes durante la mayor parte de la cinta, y que explica también el cambio de sus relaciones hacia el final.
La anécdota se centra en dos familias italianas, una católica y la otra judía. Mientras la mayoría de los miembros de ambas familias sostienen buenas relaciones, los jefes se enfrentan entre sí al tener comercios vecinos en la misma calle.
El sastre Umberto tiene una tienda fina de trajes, en cambio Leone tiene una mercería que trabaja con productos en serie más baratos. El resultado: Umberto sufre económicamente por lo que considera una competencia desleal en el comercio de Leone.
Parte de la cinta se narra en el inicio desde el punto de vista de los niños. Son vecinos que comparten edificio, escuela y juegos. De su pequeño mundo Scola se abre al universo que se concentra en una sola calle romana donde viven todos los personajes.
En esta parte inicial Scola plasma su habilidad cinematográfica moviendo la cámara por la calle, dentro del tranvía. Retrata las conversaciones callejeras mientras la cuidada recreación del ambiente transcurre en tercer plano de los encuadres. Así, queda fijo el ambiente de preguerra, ya que la historia ocurre en 1938.
Estas pequeñas escenas de ambientación también sirven para establecer las relaciones entre los personajes. Mientras los jefes de familia están separados por la competencia comercial, el resto vive relacionándose sin problemas. El hijo mayor de Umberto es novio de Susana, las dos madres comparten preocupaciones semejantes, los niños juegan y hacen la tarea juntos.
El planteamiento no carece de tintes de comedia. Scola la usa para plantear situaciones cotidianas, diarias, que no llamarían la atención normalmente. Por ejemplo, Umberto cambia su aparador y pone nuevos letreros; justo al día siguiente Leone ya tiene su aparador también con cambios e inclusive aprovecha los letreros de su competidor en su propio beneficio.
Sin embargo, la presencia de la política y el poder fascista se insinúa constantemente. Scola usa los mismos recursos que empleó en Un día particular / Una giornata particolare (1977). Utiliza el radio, la música, las gentes que van a un desfile, el vestuario de algunos personajes. El fascismo permea ciertos puntos de la vida diaria pero su presencia en ella aun no es total, quedan ciertos espacios libres pero los personajes aun no son conscientes del hecho.
Todo sucede con relativa normalidad, con excepción de la competencia desleal comercial que va enturbiando cada vez más las relaciones entre las dos familias.
Scola se vuelve a centrar en los ambientes familiares en ocasión de fiesta. El pretexto para asomarse a la familia judía es un cumpleaños que termina en un pequeños concierto familiar. Con diálogos certeros, unos pocos para cada personaje en la escena, el director dibuja bien su ambiente y sus personajes. El ente familiar judío no ha sido tocado por el fascismo y aun vive con cierta normalidad.
Scola no deja de dar muestra de su pirotecnia cinematográfica en momentos muy comunes en la vida de las gentes. Establece un plano secuencia, sin cortes y en una misma toma, donde la chica Susana baja las escaleras de un edificio, se acerca a su novio, le da un beso y vuelve a subir. La cámara capta sin interrupciones un gesto muy humano de la muchacha: escapar un momento de casa para besar al novio y volver de inmediato.
Pero de nuevo Scola hace intervenir a la historia sin tener que mostrarla directamente. Usando la parte por el todo (la radio, las banderas, etc.) habla de la visita de Hitler a Roma en 1938. Es el mismo día en que ocurre, dentro del universo narrativo de la obra del cineasta, Un día particular. En esta cinta actúan Marcello Mastroianni y Sofía Loren. El es un homosexual y ella una mujer, confinada por el fascismo a ser máquina incubadora y ama de casa. Dos personajes marginados por la ideología machista del fascismo italiano en una obra maestra del realizador.
Pero antes de este trastocamiento mortal de la vida de dos familias por la visita de Hitler a Roma, Scola marca el clímax del conflicto particular entre ambas. Harto de la competencia desleal de Leone Melchiori, Umberto pierde los estribos y lo insulta: "Un judío será siempre un judío". El hecho separa a las familias.
Pero el insulto tiene una raíz comercial y no política ni racista. El posterior curso de los acontecimientos generales hará que Umberto tome una posición muy distinta con Leone.
La visita de Hitler, que no se ve en pantalla, tiene graves consecuencias políticas en la vida diaria de los personajes. La visita del líder nazi acelera en Italia la adopción de las leyes racistas contra los judíos, promulgadas en Nuremberg en 1935, que los marginó por completo de la vida política, económica y artística (por ejemplo, Comedian Harmonists, de Violsmaier, 1997, Alemania). Scola muestra EN los detalles cotidianos, las situaciones que pasan día a día, CÓMO estas leyes y su aplicación envenenan la vida diaria poco a poco hasta hacerla insoportable.
El director muestra claramente, paso a paso, la aplicación de las leyes de Nuremberg en Italia. Primero se prepara a la población en general con los medios de comunicación ("la gran raza aria y la pequeña raza hebrea" cabecea un periódico), luego se aplican las leyes poco a poco (registros, decomiso de los radios de propiedad de judíos), después se quitan permisos para ejercer profesiones (profesor de universidad) y actividades (relojero).
Los espacios para la población judía se cierran poco a poco en forma asfixiante.
Las dos familias se dan cuenta del cambio y se solidarizan mutuamente para tratar de conservar retazos de una vida normal. En forma decidida, quien libera esos gestos de solidaridad hacia la familia Melchiori es precisamente Umberto. Las mujeres oyen juntas ópera por radio, los novios sufren y se pelean, el tío Angelo (Gerard Depardieu) se queja de la suerte de un colega profesor judío.
Pero es Umberto quien se niega a colocar en su negocio un letrero ("Este es un establecimiento ario") y le vende telas a una vecina judía para un nuevo vestido frente a la mirada atónita de su dependiente, quien le había negado el servicio antes. Incluso por la postura que asume pierde a uno de sus mejores clientes.
Pero aunque esta solidaridad es valiosa en el campo emocional poco puede hacer contra la aplicación de las leyes. El niño Lele deja la escuela, Leone sufre atentados contra su tienda y la autoridad fascista se burla. El cuñado de Leone se vuelve fascista, el niño Petruccio deja de dibujar.
En síntesis, a pesar de ayudarse mutuamente, la vida normal está hecha pedazos para ambas familias. Comienza un camino que los separa sin remedio: uno lleva a sufrir la guerra en Roma con todas las consecuencias de la ocupación nazi (Roma, cittá aperta, Rossellini, 1946), y el otro termina en los campos de concentración (La vida es bella, Benigni, 1997).
Las claves de la película de Scola, donde se centra su interés, son dos.
La primera clave que interesa al realizador italiano es plasmar el paulatino deterioro de la vida normal por la aplicación de las leyes antisemitas de 1938 en Italia. Lo hace subrayando los detalles, las reacciones humanas, los silencios y las sonrisas. Lo hace también presentando las relaciones entre los personajes.
Mientras el noviazgo de los jóvenes se derrumba, nace una amistad entre los jefes de familia que poco antes era impensable. La conversación en la cama de Leone, donde Umberto se vuelve cómplice del vicio de fumar de su competidor, muestra un rasgo inestimable de humanidad.
También aparece Umberto le da una cachetada a su mujer por insultar injustamente a sus vecinos judíos.
En el proceso diario de solidaridad con la familia Melchiori, encabezado por Umberto, ambas familias se humanizan al conocerse mutuamente. Todos somos muy semejantes en el fondo a pesar de las diferencias religiosas o ideológicas, y la convivencia es posible mientras los valores humanistas predominen en el trato diario.
Por eso ambas familias se asemejan en las tomas del final, donde cada quien tiene su espejo humano en el Otro. El sentimiento de pérdida es mutuo. La degradación de una familia (o de una cultura particular y los rasgos que la definen) empobrece a todas las demás familias (y culturas humanas diversas a la primera).
Con este enfoque, no puedo dejar de reiterar el fiasco que representa la cinta El amanecer de un siglo / Sunshine (1999), del húngaro István Szabó, protagonizada hasta la náusea por Ralph Fiennes que hace tres papeles. El problema de esta película particular es que está dirigida a un público de comunidad europea y tiene que ser "políticamente correcta". No ofende a nadie y es aséptica. Por eso, las leyes de Nuremberg, su promulgación y efectos se despachan con rapidez y superficialmente.
De allí lo valioso de la cinta de Scola. La actividad persecutoria que desatan unas leyes injustas se observa a detalle en sus consecuencias más sencillas y aterradoras: la destrucción de la vida diaria de personas comunes y corrientes.
La segunda clave que interesa al cineasta es mostrar los caminos cotidianos que toma la solidaridad humana. No se trata de los movimientos masivos de resistencia sino de los gestos humanos cotidianos que palian la persecución. No la solucionan ni la frenen, pero hacen que cada día que pasa sea un poco más soportable en medio de la angustia y la incertidumbre.
El aun poder oir la radio, el escuchar música, el tener una conversación con un amigo, el compartir un cigarro, el poder hablar de los mutuos problemas familiares, permite que las personas conserven un poco de dignidad. Son el último dique personal ante la deshumanización ejecutada por la ideología política.
En ese sentido los gestos amistosos de Umberto y su familia, que plasma el cineasta en pantalla, son valiosos. Entre ambas familias se establece algo tan sencillo (y tan difícil de lograr) como una corriente de estima, de comprensión de la mutua humanidad.
Concorrenza sleale / Competencia desleal no es la cinta más "brillante" de Ettore Scola, pero si una de las más humanas. Por este hecho no desmerece en nada frente al resto de su obra cinematográfica y, de hecho, la enriquece.
ENEMIGO, QUERIDO ENEMIGO / CONCORRENZA SLEALE. Producción: Filmtel, Medusa Produzione, Telepiú, Franco Committeri. Dirección: Ettore Scola. Guión: Fulvio y Furio Scarpelli, Ettore y Silvia Scola. Año: 2001. Fotografía en color: Franco di Giacomo. Música: Armando Trovaiolli. Edición: Raimondo Crociani. Con: Diego Abantuono (Umberto), Sergio Castellitto (Leone), Gérard Depardieu (Angelo), Jean-Claude Brialy (abuelo Mattia), Claude Rich (conde Treuberg), Claudio Bigagli, Anita Zagaria. Duración: 110 mins.. Distribución: Cine, Video y Televisión.