Francisco Peña.
El cine israelí – judío tiene presencia en las pantallas mexicanas gracias al Festival Internacional de Cine Judío en México que, cada año, presenta lo más representativo de la multiculturalidad del estado de Israel y de la comunidad judía internacional.
El esfuerzo de Luis Perelman, director del Festival, y de su equipo de trabajo, aunado a la colaboración de la exhibidora Cinépolis, ha permitido que la cinefilia mexicana tenga contacto con el rico caleidoscopio de esta cinematografía. A través de estas películas, el público mexicano enriquece su visión de Israel y son marco para conocer las distintas identidades que viven en su sociedad.
Dentro de la programación que se exhibe en 2014, abordo la película CUPCAKES / CANCIÓN PARA EL CORAZÓN, del director Eytan Fox.
En una primera aproximación, la cinta es una comedia ligera que se desarrolla en el ámbito urbano del Israel más moderno. En esa zona social y geográfica delimitada, Eytan Fox hace una cinta deliciosa donde aparecen varios de sus amores culturales y, de manera honesta, también algunos de sus “placeres culpables” como cinéfilo y consumidor de cultura pop.
Todo cinéfilo tiene sus “placeres culpables”: películas, libros, programas de televisión, canciones que son populares (pop) pero que no son bien vistas o, de plano, son rechazadas por un segmento social intelectual. Ante esta situación, el cinéfilo letrado guarda su “placer culpable” para sí mismo, mientras que la clase media o media baja no cuestiona el producto cultural y lo sigue abiertamente. Este fenómeno es notorio en Europa, en especial con los festivales musicales.
Si esto aún ocurre en esta década del siglo XXI, a finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo XX este fenómeno cultural pop era más notorio. Es el caso de los festivales internacionales de música como Eurovisión o festivales nacionales muy conocidos como San Remo, en Italia. Alrededor de ellos se forjaron leyendas pop internacionales como Romina Power y Al Bano, Abba, Ricchi e poveri, e incluso desfilaron figuras como el recién fallecido Lucio Dalla o la leyenda rusa de t.A.t.U.
Es este universo pop el que Eytan Fox recrea en Cupcakes / Canción para el corazón.
La narrativa de ficción del film se ubica en un momento donde sólo había una cadena de televisión, y la participación de Israel en el “festival Universong” aparece como un acontecimiento nacional, que paraliza al país frente a los televisores en la noche del evento musical.
Fox recrea ese ambiente pop, pero con una perspectiva actual que lo lleva a entretejer temáticas actuales como la diversidad sexual y de género, presentadas en una envoltura de caramelo muy atractiva pero que deja espacio a la reflexión posterior. Así, el homenaje pop, la tecnología actual, y las problemáticas sociales se mezclan en una combinación no muy usual: la comedia.
Casi siempre, las cintas que abordan la diversidad sexual y el género se inclinan de forma natural al drama. Las situaciones reales de discriminación, que van desde el manejo discriminatorio del lenguaje hasta el crimen de odio o el genocidio, son dramáticas, lo que permite su transvasamiento al cine con mucha fluidez. En cambio, como siempre lo han sabido los grandes cómicos fílmicos (Chaplin, los hermanos Marx, Woody Allen, por ejemplo) es más difícil plantear desde la comedia una observación o crítica social. Claro, cuando funciona la comedia, esa película puede ser más corrosiva e impactante ante el público que muchos dramas que tocan los mismos temas.
En este caso, Fox usa la escenografía de una cultura pop para colocar dentro de ella situaciones actuales que viven las personas gay, las lesbianas y mujeres heterosexuales. El resultado es una comedia ligera que funciona, tanto como comedia en sí misma, como herramienta para impulsar la igualdad y la no discriminación a mujeres y personas homosexuales.
En el desarrollo de su narrativa, Cupcakes da por sentadas ciertas situaciones que ocurren de forma natural y sin cuestionamientos en la película. Situaciones que en otras sociedades o, incluso, en otros ámbitos de la sociedad israelí serían muy cuestionadas o incluso prohibidas /perseguidas. Por ejemplo, uno de los personajes principales es un joven gay que es maestro en un kinder, que convive libremente con las niñas y niños –lo adoran- e incluso les presenta números musicales travestido como cantantes femeninas muy conocidas.
El espectáculo musical del maestro transcurre sin protestas, los infantes lo disfrutan, y no hay protestas paternas… mucho menos actos discriminatorios o que atenten contra la vida del personaje. No hay más que unos pocos comentarios homofóbicos leves, ya que la cinta plantea que la homofobia desciende gracias al conocimiento del Otro que es diferente pero aceptado de forma natural, a un clima social igualitario. La homofobia aparece en algunas frases de personajes heterosexuales, que se deben más a equivocaciones de los personajes mismos que a prejuicios o estigmas, y de la cual piden perdón de manera inmediata.
En esta atmósfera se desarrolla la anécdota de la cinta. Un grupo de vecinas de un edificio de departamentos establece una amistad cercana. Forman un grupo de cinco mujeres y el joven maestro gay. Como muchas comedias, cada mujer representa un aspecto de la femineidad y de un desarrollo profesional - emocional particular: la suma de todas es la que da fuerza al mensaje de género.
Este caleidoscopio femenino lo forman Yael, exreina de belleza y abogada corporativa, que tiene una relación donde se le ve más como trofeo –por cuerpo- que como profesionista; Keren, una tímida geek bloquera, que muestra su verdadero valor sólo en el mundo virtual; Dana, ayudante de la Ministra de Cultura, inmersa en su carrera política pero sola, en espera de un compañero; Anat, la de mayor edad, pequeña empresaria de repostería; finalmente, Efrat, cantautora alternativa que desprecia el pop, lesbiana con una relación estable con una chica negra, pero frustrada porque su carrera musical no despega.
A ellas se une Ofer, el joven maestro gay que no oculta su condición, pero que resiente que su pareja gay no salga del clóset, no haga pública la relación entre los dos, ni lo presente con sus padres y amigos, ni le dé abiertamente el lugar que le corresponde ante todos.
La anécdota arranca cuando el esposo de Anat la abandona, cansado de no tener el respeto y el crédito igualitario en la empresa familiar. El abandono no es por machismo sino por la desigualdad en la pareja donde Anat lleva el liderazgo indiscutible. En una reunión de los amigos, Anat se desploma emocionalmente: “Soy vieja y fea?” Como en las películas pop estadounidenses o españolas de las entonces jóvenes Rocío Dúrcal, Marisol y la mismísima niña Ana Belem (chequen el dato en su filmografía… como penitencia lleva años cantando La Puerta de Alcalá), se reúnen a su alrededor, y entre todas y Ofer improvisan allí mismo una canción para levantarle el ánimo. Hacía el final, la escena con la canción acompañada por la guitarra de Efrat es captada en video con un celular…
Días después, cada una de las chicas se entera por los medios que “su canción” será la representante de Israel en el próximo concurso UniverSong. Este destino inesperado de su palomazo musical se debe a una broma del joven gay Ofer. En una reunión con su pareja, escucha el consejo de que la canción es buena y debería concursar. Ofer, sin decirle nada a ellas, envía el video e inscribe la canción… para su sorpresa resulta seleccionada. Las mujeres se reclaman –todo en comedia- y, poco a poco, casi todas deciden participan como grupo musical, con excepción de Dana, la asistente de la Ministra de Cultura (otra apasionada del festival musical).
De golpe, se encuentran en el ojo del huracán mediático. Reciben el apoyo de la Ministra y tienen la asesoría de los expertos en el mundo del espectáculo para montar su canción. Inmerso ya en la comedia, Eytan Fox muestra cómo las concepciones de los “asesores” van borrando la frescura y autenticidad del grupo y la canción, hasta convertirlos y transformarla en una parodia. En medio de los gags y las visualizaciones del cambio cómico de lo auténtico a lo ridículo, Fox no omite darle varios “laminazos” a la industria del espectáculo, a su progresiva esclerotización donde el modelo estadounidense predomina hasta que lo israelí casi desaparece.
El grupo se rebela ante el troquelamiento de la industria cultural para conservar su autenticidad. Los ejecutivos aceptan que se presenten en Universong con sus propias ideas, vestuario y coreografía.
En este proceso y hasta el fin del film, Eytan Fox se acerca a sus personajes para darles riqueza y más aristas emocionales. El resultado es el entretejimiento de situaciones sociales de igualdad y no discriminación en la historia.
Cada una de las mujeres ve alterado su entorno por su participación en el festival. Aún con el tono de comedia de la cinta, tienen que afrontar sus miedos, sus racionalizaciones ante el qué dirán, la alteración de sus relaciones sentimentales.
Yael descubre que sólo es una mujer trofeo para su amante, que no la valora profesionalmente y decide plantarlo; Keren descubre que su persona virtual si ayuda a la gente y encuentra una alma tecnológica gemela en el mundo real; Dana se niega a participar, pero luego ayuda al grupo e impulsa la autenticidad, a la par que descubre a un posible compañero en el chofer de la Ministra; Anat encuentra el apoyo de su familia; Efrat, con el giro a la autenticidad, descubre el éxito, el valor de sus composiciones y la satisfacción de compartir su música. El caleidoscopio apunta a la mejoría con base en la solidaridad femenina en grupo.
Ofer también atraviesa por su propio proceso personal. Aunque sufre un poco la homofobia de los padres de su pareja –de baja intensidad en comparación a otras cintas-, escucha que ellos no se oponen a la relación, incluso no quieren separarlos… pero les piden discreción –ocultamiento- porque su pareja es el heredero de una fortuna industrial… y una relación gay pública puede ser mala para los negocios. El joven industrial acepta la oferta de sus padres. Claro, Ofer la rechaza porque implica no sólo permanecer en el clóset/armario, sino que su pareja no le da su lugar emocional, sentimental y socialmente: no vale tanto como para arriesgar la comodidad en la que vive.
Ante estos retos personales y profesionales, el grupo decide unificarse y participar en el festival que se celebra en París.
La llegada del grupo a la capital de Francia es un símbolo de la búsqueda de la igualdad. Dejan todos sus problemas en un paréntesis y recorren la ciudad. Cada personaje se pone un par de lentes de distinto color y, poco a poco, el cinéfilo nota que cada lente, cada color, forma el conocido Arcoíris, símbolo de la diversidad sexual, que se expande para abarcar también la igualdad de género.
El final, o sea el resultado de la participación del grupo en Universong queda para que las y los cinéfilos lo descubran en pantalla o DVD…
Pero lo que si hay que remarcar es el mensaje entreverado en la trama.
Toda la anécdota y las subtramas femeninas, gay y lesbiana se desarrollan en un contexto donde la igualdad y la no discriminación ha permeado a la sociedad en general. Es obvio que Fox expone su historia en la atmósfera más liberal que existe en Israel, en la zona geográfica costera cuyo eje es Tel Aviv. Hay otras zonas geográficas de ese mismo estado donde viven otras comunidades que piensan distinto, que son más conservadoras, que no ven con buenos ojos a la comunidad LGBTTTI ni las actitudes feministas o de igualdad de las mujeres.
Ante esta realidad, el discurso fílmico de Eytan Fox en Cupcakes es aspiracional y propositivo.
Aspira a que una visión liberal del Otro, de su multiculturalidad, se extienda a otros sectores sociales.
Para ello, su propuesta consiste en mostrar como mejora la vida de toda la comunidad –incluida la de las personas más conservadoras- si se adoptan valores que giran alrededor de la Aceptación, de la Igualdad, de la No Discriminación. El vehículo de comunicación es el cine y la comedia. Muchas de las situaciones planteadas en el film son más “entendibles” y vivenciales para el público si se presentan cómicamente. De esta forma, la Aceptación se muestra de forma cotidiana, aterrizada ya en las vidas individuales y no como discurso académico estéril porque la mayoría –simplemente- no lo entiende.
Si es posible mostrar EN CINE una situación de Aceptación, que da pie a la No Discriminación, entonces en el imaginario, emociones e intelecto de las y los espectadores surge la certidumbre de que esa misma situación también puede ocurrir EN LA REALIDAD. La idea de que una sociedad así pueda existir a nuestro alrededor se vuelve factible. Esa es la propuesta del film de Eytan Fox.
Es ese cambio cultural al que aspira Eytan Fox en Cupcakes. Aspira a que la discriminación –del discurso de odio y “hagstags” insultantes en redes sociales hasta crímenes de odio- no sea un techo de cristal invisible casi imposible de quebrantar. Aspira a que la Igualdad y la No Discriminación no sean techo sino el Piso Mínimo de Convivencia Diaria entre todas las personas, independientemente de género, sexualidad, edad, etnia, lengua y apariencia física… Piso Mínimo que de fluidez a las relaciones individuales, grupales y sociales… para que la vida de todas y todos tenga un tono cotidiano de comedia y alegría, no más de drama y sufrimiento.
Por eso, sólo por eso, el Cine por la Igualdad es imprescindible.