La cinta alemana de la directora Caroline Link es una delicia. El manejo del cine que exhibe es evidente desde el inicio de la cinta.
Comienza con un montaje alterno entre el escenario africano en Kenya y el escenario europeo en Alemania. De inmediato surgen los contrastes entre ambos lugares mientras se presentan a los personajes principales.
Un matrimonio judío joven con una hija ha decidido emigrar a Africa para escapar de la Alemania nazi en enero de 1938. El padre (Walter Redlich) se ha adelantado y su esposa Jettel (Juliane Köler) y su hija Regina viven aun en Breslau.
Jettel está rodeada de sus parientes, de clase media acomodada, quienes resienten las presiones nazis pero creen que las cosas se compondrán en el futuro y Hitler será frenado. Walter no tiene esas ilusiones y ha preparado la salida de su familia hacia un continente desconocido.
Este es el punto de arranque de una película que brilla por los matices de psicología, el cuidadoso uso de los lenguajes, una puesta en escena impecable, la alternancia y mezcla de culturas que se tocan pero no se fusionan, el manejo del punto de vista femenino en la observación de personajes y riqueza visual.
Es una película muy lograda en el estilo clásico de lo que es el cine, donde narración, historia y manejo cinematográfico es de primera. A diferencia de experimentos fílmicos (gratuitos o planeados), innovaciones cinematográficas (logradas o fallidas), En algún lugar de Africa muestra los excelentes alcances artísticos del cine clásico, cosa que ya se extrañaba en las pantallas mexicanas.
No en balde esta cinta ha sido reconocida con el Oscar a la Mejor Película en Lengua Extranjera, en la entrega de este premio en 2003.
El primer punto a subrayar en favor de la película de Caroline Link es el uso de los lenguajes en condiciones de igualdad en la pantalla, sin discriminar a ninguno. Por el argumento, basado en la novela homónima de Stefan Zweig, varias culturas toman contacto entre si y se mezclan aunque no se aceptan del todo.
El respeto a la obra hace que en pantalla estén presentes cuatro idiomas. La población africana habla swahili y los blancos lo van aprendiendo a lo largo del tiempo. La familia Redlich se considera alemana y judía, pero no son religiosos, por lo que se sienten unidos a la patria y lengua de Goethe y Schiller, por lo que hablan alemán. También hay presencia del yiddish entre los personajes de la comunidad judía. Finalmente, como la acción trascurre en Kenya, la sociedad habla inglés, ya que en ese momento histórico el territorio era colonia inglesa.
El excelente manejo de los idiomas, que se mezclan y aparecen de acuerdo a las circunstancias de la historia, hacen que los personajes muestren rasgos propios que denotan también su psicología y situación particular.
Los lenguajes son sólo uno de los puntos que resaltan en una cinta equilibrada que entreteje muy bien todos sus elementos.
La estancia en Africa y los acontecimientos de la Segunda Guerra afectan a los miembros de la familia Redlich de manera diferente. Uno de los grandes aciertos de la cinta es mostrar estas situaciones y profundizar en los cambios existenciales con matices de luz y sombra.
La primera impactada es Regina. Demasiado pequeña para recordar bien Alemania (y su cultura), la niña es la primera en adaptarse al nuevo ambiente africano. De hecho, la convivencia diaria hace que su infancia transcurra entre la cultura blanca de los colonizadores ingleses y la negra africana original, con sus ritos, creencias y costumbres.
La adaptación de Regina la lleva a tener amigos tribales que le enseñan su medio ambiente. Entre ellos destaca Owuor.
Este personaje es un puente para entender la influencia africana sobre los Redlich. El puente es humanista: hay diferencias culturales, pero miedos, alegrías y conocimiento pueden ser compartidos por todos en la lucha diaria por la adaptación. Su mejor alumna es Regina; entre los dos personajes se establece un lazo de cariño que marca a ambos. Pero Owuor también modifica las percepciones de Walter y Jettel. En ese sentido, el espectador tiene que seguir de cerca el rol de este personaje en la trama de la película.
Volviendo a Regina, la chica pasa por varios cambios y despunta su adolescencia en Africa. Pero ella es blanca y forma parte de dicha comunidad, a pesar de que dentro de la misma hay muchas diferencias tangibles. No puede pues "fusionarse" con la cultura tribal negra de Kenya. El momento de cambio es el de la educación formal. Regina ingresa a un colegio inglés.
Pero dentro del colegio inglés blanco es separada en algunas actividades por ser judía (aunque sus padres no sean religiosos, sino que extrañan la cultura centroeuropea alemana). Aun así, la misma cultura inglesa, con los prejuicios de la época, reconoce en Regina a un ser capaz. Esto queda demostrado en la conversación de la niña con el director de la escuela, que no puede evitar dos o tres frases discriminatorias hacia los judios; pero termina entendiendo las capacidades humanas de Regina y le entrega un libro de Dickens.
Por otro lado, aparte de Owuor, Regina tiene sus amigos tribales. Asiste a la iniciación de uno de ellos, está en los ritos de las mujeres, tiene contacto con la fauna del lugar.
En síntesis, Regina es el crisol humano donde todas las culturas involucradas (alemana, africana, judía e inglesa) depositan varios elementos para su formación existencial. Uno de los grandes logros de la cinta es mostrar su situación con gran sensibilidad humana y plasmar que, a pesar de las diferencias, Regina es capaz de hacer (y representar) ese crisol cultural.
En ese sentido, quien mejor se adapta a los cambios de la vida, con todas sus dificultades, es Regina. En el punto contrario se encuentra su padre Walter. Su inteligencia lo lleva a detectar el peligro de permanecer en Alemania y actúa en consecuencia. Habla swahili, controla bien la granja encomendada, se desempeña bien en Africa, pero no puede olvidar sus profundas raíces alemanas y familiares. A pesar de que superficialmente se adapta, no lo logra en el fondo y vive con el deseo de regresar. A esto se suma el hecho de lo que le ocurre poco a poco a los parientes judíos en Alemania.
El camino que se inicia en la Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht) hasta Auschwitz se narra en forma elegante pero contundente. Walter oye los acontecimientos generales por radio y recibe cartas de los parientes. La persecución abierta se inicia con la Kristallnacht, pero Walter recibe noticias de primera mano de su padre y de la familia de su esposa. La imposibilidad de escapar, las cartas que hablan de las creaciones de los ghettos y, al final, una breve postal de la Cruz Roja ("Nos mandan a Polonia. no nos olviden") y la carta de un desconocido que cuenta como fue asesinado su padre.
Este recurso literario está usado en forma brillante por la directora, que introduce estos cambios en la vida de sus personajes para ver sus reacciones. Las cartas y el radio son los vehículos pero Caroline Link remarca como afectan a la familia Redlich.
De vuelta con Walter, él pasa por un proceso social preciso según muestra la cinta. Es recluido con otros judíos alemanes en campos al estallar la guerra por órdenes de los ingleses, pero es liberado por la intervención de la comunidad judía en Kenia. Sin un papel en los acontecimientos decide enrolarse en el ejército inglés que combate a los japoneses en Birmania. Finalmente se le presenta la disyuntiva de regresar a Alemania y ayudar en la reconstrucción de lo que sería la República Federal Alemana.
Por otro lado, frente a Walter, está el perfecto adaptado al medio africano: Susskind. Es quien menos ha olvidado la herencia judía (reza, celebra Hannukah, etc.), pero es quien más ayuda a que la familia Redlich se adapte al medio. Pero sus raíces ya están en Africa y no en Alemania: emigró en 1933 y no hasta 1938, conoce a los ingleses y vaticina su comportamiento, tiene buena relación con Owuor. Esa guerra no es su guerra, se ha adaptado a su medio.
Pero la visión femenina de la directora Caroline Link se aprecia con más certeza -en su indudable habilidad artística y cinematográfica- en los personajes de Regina y Jettel. De Regina ya hemos hablado. Basta subrayar que entre Regina y Jettel se cubren etapas importantes en la vida de las mujeres: niñez y adolescencia en Regina; juventud y madurez en Jettel.
Con una empatía envidiable y con el pleno control de los medios del cine, Caroline Link hace de Jettel el personaje central de su película. A ella dedica sus mejores esfuerzos y sensibilidad. Su proceso de adaptación a Africa es el más largo y doloroso y por ello el más representativo de la Humanidad.
Jettel, ubicada en la clase media judía, vive inmersa en la cultura centroeuropea. Esta acostumbrada a la cultura alemana y judía bajo la tendencia "asimilatoria" que buscaba la adaptación y el borrar las fronteras culturales sin perder el sello de la cultura judía. Al respecto, de manera similar había segmentos de la comunidad judía que vivían de esa forma en Polonia, Francia, Inglaterra, Holanda, etc. Las diferencias religiosas no se exaltaban sino que se mantenían en los límites de la convivencia diaria humana con los gentiles.
Al llegar a Africa no se adapta a la nueva cultura y añora volver (la compra de un inútil vestido de noche, la presencia de la vajilla familiar de porcelana, su distanciamiento de Walter). Jettel es pues la europea que se ve obligada a iniciar una nueva vida en un medio que considera atrasado y hostil.
El punto representativo surge de nuevo con el manejo de los lenguajes. Mientras Owuor trata de adaptarla enseñándole swahili, Jettel es refractaria e insiste en tratar a Owuor como un inferior, un sirviente: ¡quiere obligar a Owuor a que aprenda alemán!
La conciencia intelectual y humanística de Walter saca a la luz lo que le ocurre a Jettel y se lo dice: trata a Owuor en la misma manera discriminatoria en que los nazis tratan a los judíos. No son las mismas maneras pero la semilla de la esencia está implícita. Jettel cambia de inmediato.
A partir de este punto, la mirada femenina de Caroline Link envuelve al personaje de Jettel (y de Regina, claro) y muestra una serie de detalles en pantalla que surgen del medio femenino. Jettel y Regina encuentran su lugar en el mundo no sólo a partir de una condición de emigradas sino también de mujeres que se enfrentan a la vida desde su propia condición.
Ante la ausencia de Walter, Jettel madura rápidamente. Se interesa por la cultura tribal africana a partir de sus voceros (Owuor, las mujeres de la aldea cercana, la misma Regina que la introduce a los ritos de la aldea desde el lado reservado a las mujeres, que además tienen sus propios desarrollos culturales).
Del rechazo evidente del medio africano, Jettel pasa a la adaptación y cariño por el lugar en que vive A TRAVÉS DEL CONOCIMIENTO DE LA VIDA DEL OTRO QUE ES DISTINTO. Su paulatina educación emocional e intelectual está teñida también de elementos y reacciones femeninas, que sólo el ojo artístico de Caroline Link podía plasmar en pantalla.
En ese sentido, si se comparan las visiones de los personajes femeninos de las películas Piedras (del español Ramón Salazar) y En algún lugar de Africa (de Caroline Link) surgen matices y diferencias muy interesantes. Cada uno es capaz de mostrar algo novedoso sobre estos personajes pero desde distintos puntos de vista.
Salazar es simpático, es decir, quiere y tiene cariño por sus personajes "pero no se puede poner los zapatos de ellas", aunque tiene apuntes muy interesantes que enriquecen la visión sobre las mujeres. En cambio, Caroline Link es empática pues si puede colocarse en su lugar; esto le permite, a partir de mostrar ciertos rasgos femeninos especiales, plasmar una especie de visión "desde adentro" que también es muy rica y reveladora.
De regreso con Jettel, Link pone a su personaje a vivir en medio de las diferencias culturales (pero no humanas) y da valiosos detalles. Marcamos algunos de ellos:
Logra que Owuor la ayude a traer agua del pozo, cuando la costumbre africana es que sean las mujeres las encargadas de la tarea. Owuor lo hace en medio del pitorreo de las mujeres negras. Pero allí comienza un mutuo conocimiento entre Owuor y Jettel que desemboca en una alta estimación de uno por el otro.
Jettel deja de discriminar la cultura negra ("Una niña blanca no es una niña negra", le dice a Regina) cuando enfrenta las noticias de la Noche de los Cristales Rotos, cuando ve que su esposo mata antílopes ("Sólo quería que tuvieras tu maldita carne", le dice Walter), y poco a poco desaparece su actitud.
El último resabio es cuando los ingleses llevan a las mujeres a concentrarse a Nairobi. Mientras Owuor se despide cariñosamente de Regina y hablan de un antílope recien nacido, Jettel le espeta a Owuor como despedida: "¡Cuida nuestras cosas!".
Nairobi es el primer contacto de Jettel con la multietnicidad y multiculturalidad. En sus calles ve palpablemente el mosaico racial y cultural del Imperio Británico (eso si, aún separaditos).
En Nairobi también Jettel tiene que enfrentar la realidad. Para que su esposo sea liberado necesita trabajo; ella tiene que ceder un favor sexual con un sargento inglés para lograr la liberación. Con dolor personal Jettel se va adaptando a su situación.
A esto se le suma el hecho de querer socorrer a una anciana negra que va a morir, y que su familia ha sacado al descampado para que las hienas se la lleven en la noche. Su reacción europea es ayudarla a SU manera, pero entiende la imposibilidad y, ante algunas mujeres de la tribu, cede a la costumbre tribal.
El salto cualitativo de Jettel a su adaptación final a Africa se da cuando ella se encarga de la granja. Tiene la responsabilidad del mando pero ahora ya acepta la sabiduría africana encarnada en Owuor. También recibe los galanteos platónicos de Susskind. El remate es la conversación entre Regina y Jettel sobre la sexualidad de ambas y la situación de su matrimonio con Walter.
Es precisamente esta conversación donde la mano maestra de Caroline Link (en guión y realización) se ve en forma evidente. Este encuentro entre mujeres, con diálogos precisos pero cargados de sobreentendimiento, devela porque la directora ha hecho una magnífica cinta teñida de empatía (y no sólo eso, su manejo de las diferencias culturales también es deslumbrante).
Para mostrar las dificultades con Walter, a quien ama y es su compañero, pero también es Otro individuo diferente, Caroline Link no recurre al feminismo militante, sino a la afirmación de lo femenino como algo propio y altamente respetable.
Esta parte, también esencial a la película como son el manejo de las diferencias culturales y los idiomas entre otras que hemos señalado, se plasma en el regreso de Walter del frente de guerra. Mientras hacen el amor Jettel y Walter, él le cuenta lo que le pasó a la familia en Alemania, el hecho de que todos estén muertos, pero al menos que ella tenga la certidumbre ("Polonia significa la muerte") de la despedida final de su madre y hermana.
El desarollo de la relación también se anota desde los ojos de Jettel, desde la óptica femenina. Hay peleas pues ambos tienen diferentes puntos de vista sobre que hacer en la postguerra: él quiere regresar a Alemania, ella quiere -vueltas que da la vida y la adaptación- permanecer en Kenia (incluso con la oferta de Susskind de ser su nueva pareja si esa es su decisión, pero respetándola si ella prefiere a Walter).
Las dificultades entre la pareja se resuelven en la escena de la plaga de langostas que invade los campos de la granja de Jettel (excelente secuencia que involucra a Regina, a la comunidad tribal, a Owuor...) en la que ella participa mientras está embarazada de su segundo hijo con Walter.
En algún lugar de Africa es un melodrama intenso que recuerda al espectador que el género es digno y está vivo. No se trata de un melodrama venido a menos por la proliferación de sus parientes televisivos, menos intensos y más adulterados por las necesidades del rating.
Es un melodrama muy rico y valioso porque es el medio por el que se expresa un humanismo vivo y real. Además, las diferencias culturales, que no se borran pero que son salvadas por un conocimiento y respeto por lo que es el Otro, le dan un vigor y atractivo muy especiales.
Frente a En un lugar de Africa, hay que ser honestos y decir que el panfleto fílmico El crimen del Padre Amaro no tenía oportunidad de ganar el Oscar a la Mejor Película de Lengua Extranjera en la entrega en marzo del 2003. Es evidente que la misma nominación era ya el reconocimiento adecuado para el film mexicano.
La cinta alemana de Caroline Link es vital y humana sin ser estruendosa, provoca la interacción emocional e intelectual con su público, respetándolo y respetándose en forma evidente.
Hacía ya tiempo que una cinta que llega a México, que maneja con gran habilidad los cánones del cine clásico, lograba plasmar tal cantidad de riqueza de contenidos; perio además, hecha con una solvencia cinematográfica y fílmica deslumbrante.
EN ALGUN LUGAR DE AFRICA - NOWHERE IN AFRIKA - NIRGENDWO IN AFRIKA. Dirección: Caroline Link. Año: 2001. Guión: Caroline Link, basado en la novela homónima de Stefanie Zweig. Fotografía en color: Gernot Roll. Música: Niki Reiser. Edición: Patricia Rommel. Intérpretes: Karoline Eckertz (Regina), Juliane Köler.