15 septiembre 2015

Lejos de casa / Bread and Roses, de Ken Loach

Francisco Peña.


De nueva cuenta son ojos extranjeros los que se encargan de contar parte de nuestra historia mexicana en pantalla.

Algunos cineastas mexicanos, unos perdidos en su mediocre mundo particular al que creen universal y que demandan pleitesía crítica incondicional (Ripstein y Cann), otros que se adentran en el mundo urbano con excelentes resultados (Sistach), por diferentes motivos han dejado a un lado el problema lacerante de la emigración a los Estados Unidos (hasta años recientes, por ejemplo, en el documental, como La Bestia, de Ultreras, o La Jaula de Oro).

Sin embargo, las historias de esos hombres y mujeres sin voz no han caido en el vacío. Han sido rescatadas en pantalla por cineastas extranjeros.



Lo que da vergüenza al ver una buena cinta como Lejos de Casa / Bread and Roses, de Ken Loach, es que el cine mexicano no sea capaz de exponer las historias que nacen en su propio suelo, y mucho menos contarlas con la sencillez y fuerza que tiene esta cinta.

Loach cubre la historia de Maya (Pilar Padilla) que sale de México a Estados Unidos en busca de una vida mejor, y se enfrenta a las realidades sociales "del otro lado", más allá de los narcocorridos y anécdotas folklóricas fronterizas.

Loach capta con precisión la cultura fronteriza, la que oscila entre el español y el inglés, la que sufre entre la corrupción a la mexicana de los polleros y la gandallez disfrazada de ciertos sectores anglosajones.


Desde los primeros minutos vemos como los migrantes sobreviven en los recovecos creados por el choque de estas dos culturas manifestadas en sus peores aspectos.

Por ejemplo, a Maya le impiden bajarse de la camioneta que la transportó a Los Angeles porque su hermana no puede pagar la cuota completa a los polleros. Tiene que arriesgarse a ser violada y escapa por pura astucia a la mexicana.

Sin juzgar, Loach pone sobre la pantalla las situaciones cotidianas de quienes buscan sobrevivir del otro lado. Su primer trabajo es en un bar para mexicanos pero no soporta el ambiente. Le pide a su hermana Rosa (Elpidia Carrillo) que le consiga trabajo en la compañía de limpieza de oficinas en la que trabaja.


Y se encuentra que la corrupción que conocía en México se extiende de manera informal más allá de las fronteras: por colocarla en el trabajo, el capataz chicano le exige el salario del primer mes pagado en dos partes.

Pero mientras encuentra corrupción en la autoridad también halla la solidaridad de las compañeras de trabajo, especialmente entre otros latinos y con los negros. Solidarios al ser todos objeto del mismo tipo de explotación.

En una secuencia que no rehuye el humor visual, Maya protege de los guardias de seguridad a Sam Shapiro, representante del sindicato, quien busca que los empleados de limpieza de ese edificio se unan a su causa.


A partir de ese momento, Loach hace un film que parece un plano de diseño para llegar a una huelga, y muestra una manera de canalizar la lucha de clases que se esconde en el enfrentamiento de trabajadores contra patrones.

Si ese es el método correcto o no de expresar dicha lucha de clases queda a juicio del espectador. Algunos pensarán que es suficiente avanzar así, de acuerdo a las circunstancias generales; otros la sentirán insuficiente y reformista, más apegada a la tercera vía del socialismo inglés o a las cuotas de poder dentro del partido demócrata norteamericano. En cualquier caso el espectador decide y Loach expone.


El gran acierto de Loach es entreverar la lucha política con la vida cotidiana de quienes se ven afectados por ella, más allá de interpretaciones puramente ideológicas, intelectuales, redentoristas o de líderes iluminados. En ese sentido, la combinación cotidianeidad - lucha social está muy lograda.
El planteamiento del líder Shapiro ante los trabajadores es frío en los números. En 1982 los trabajadores de limpieza ganaban 8.50 dólares por hora y tenían seguro social. Diecisiete años después, en 1999, ganan 5.57 y no tienen prestaciones.

Maya le entra a la lucha social impulsada por la situación y por la atracción amorosa que siente por Sam Shapiro. Pero se enfrentan al pragmatismo cotidiano de Rosa, que desconfía del movimiento y contesta también muy a la mexicana: "¡Orale que tengo muchas cosas que hacer. A la chingada!". Lo que se esconde es la realidad de todos los días: ¿Quién le da de comer a su familia?

Pero, ¿qué hacer cuando la cotidianeidad se estrella contra la realidad arbitraria? Maya ve como por un simple retraso su compañera Juana es despedida. Esto la hace reaccionar y llamar a Sam. En una junta, Sam explica que la manera de presionar a la compañía de limpieza es acosar a los inquilinos del edificio.


Desde este momento, Lejos de casa / Bread and Roses se hermana al cine europeo de enfoque social. Basta recordar una cinta que se exhibe en ocasiones a través del Canal 11: I compagni (1963), de Mario Monicelli, actuada por Marcello Mastroianni. Ambas cintas narran el plan de una huelga y su ejecución, las repercusiones entre los trabajadores, lo que es posible e imposible de acuerdo a las circunstancias.

Una diferencia entre las dos cintas, que marca también los cambios en el mundo entre 1963 y el 2000, es que la cinta de Monicelli se centra en el organizador de la huelga, que es un hombre; Loach apunta su mirada a una mujer trabajadora, Maya. No será la única diferencia. En la cinta de Monicelli se da un fracaso pero se entrega la estafeta de la lucha para vencer en otra ocasión. El movimiento de Maya triunfa aunque ella no recibe los beneficios.


La mecánica de resistencia laboral frente a la represión patronal queda marcada cuando el supervisor les informa que sabe de la junta e inclusive les enseña un esquema dibujado por Sam. La empresa aprovecha las necesidades inmediatas de algunos trabajadores para sembrar la desconfianza entre ellos: ¿Quién es el traidor? Los despidos y las protestas se desencadenan.

La posición activa de los trabajadores de limpieza expande el conflicto a varias esferas. Por el lado patronal, el administrador es acosado en un restaurante, un trabajador que quiere estudiar leyes se abstiene, en una fiesta del sindicato (donde Maya baila con Sam) el esposo de Rosa se desploma por diabetes y no hay dinero para curarlo.

A lo largo de estas situaciones, Loach entrelaza las situaciones personales de los trabajadores. Un ejemplo de cómo entreteje lucha social - vida personal es Rubén. El trabajador ha conseguido una beca para estudiar leyes en una universidad y sólo le faltan 1500 dólares para inscribirse; si no tiene problemas en el trabajo podrá juntarlos y lograr su proyecto de vida personal.


Pero el movimiento lo rebasa. Sam planea introducirse en una fiesta privada de los dueños del edificio que reune a estrellas de cine y funcionarios de altura. Los trabajadores le dan acceso y hacen la protesta directa.

Loach no es un utopista, ni un inocente, ni un fanático de las ideologías. Es lo suficientemente pragmático para mostrar en su cinta que el movimiento de los trabajadores de limpieza de un edificio está perdido si no se conoce su existencia. Por eso remarca la presencia de los medios de comunicación en el lugar de los hechos. Si no se difunde la situación estarían derrotados casi automáticamednte; con la difusión masiva no se asegura el triunfo pero aumentan sus posibilidades.


¿Qué es mejor entonces? ¿Usar en beneficio propio las contradicciones de una sociedad o enfrentarla directamente sin concesiones? La respuesta la tiene cada espectador, aunque es obvio que Loach aboga por la primera posibilidad.

El resultado del numerito en la fiesta privada es que todos los trabajadores son despedidos. Y de nueva cuenta Loach entreteje las situaciones cotidianas con la humanidad de sus personajes. Para salvar a Rubén que necesita dinero, Maya comete un asalto y le entrega al joven la inscripción ya pagada en la universidad, pero lo rehuye emocionalmente. Está enamorada de Sam Shapiro.

¿Pero quién vendió a los trabajadores? Rosa, la hermana de Maya.


En lo que es una escena de antología, las dos posiciones ante el hecho de la lucha social se enfrentan en una álgida discusión entre las dos hermanas. La escena funciona a plenitud por varias razones.

En primer lugar, Loach es muy coherente al filmarla casi totalmente en español. Es natural que las hermanas discutan en su lengua madre y no en una lengua extranjera recientemente adquirida. Suelta algunos diálogos en inglés para que impacten con su fuerza al "otro público" que puede ver su cinta. Pero el diálogo en español corre con una fuerza inusitada, con una naturalidad desgarradora, en donde la descripción verbal es contundente y no requiere de visualización.

En segundo lugar, es el momento clave de Rosa. Elpidia Carrillo brilla en la pantalla por su capacidad actoral al expresar su personaje. Es un momento de justicia cinematográfica para esta actriz mexicana nacida en Michoacán en 1963.

En momentos, el diálogo se convierte en el monólogo de Rosa, que cuenta sus experiencias como puta en Tijuana, como cada noche sin descanso tenía que acostarse con blancos, negros, hombres de todo tipo, para enviar dinero a casa; como tuvo que acostarse con el supervisor Pérez para conseguirle su trabajo a Maya, etc. Las cicatrices emocionales de Rosa afloran con todo su dolor.

Por todo lo anterior, el melodrama con tintes políticos del cineasta Loach tiene varios rasgos interesantes de calidad.

1.- La capacidad de recuperar la cultura popular y darle su sitio en la vida cotidiana de la gente. No la idealiza, no la desprecia; le da su lugar y la deja fluir como algo natural que forma parte de la vida de la gente (el radio, los bailes, etc.). Entreteje la cultura con la vida social de sobrevivencia día a día y la muestra como algo vivo.



2.- Las ideas, métodos y situaciones de corte político se encarnan en los problemas diarios de la gente. Deducir intelectualmente lo que ocurre es tarea del espectador. Los momentos de reflexión de los personajes son propuestos como algo que surge de la cotidianeidad, de la situación que sufre el Otro.

3.- El estilo visual de las imágenes, la edición y la puesta en escena están al servicio de la narración, misma que no está exenta de humor.

Así, una cinta que sirve como "blueprint" para organizar una huelga, funciona porque lo hace surgir en forma natural a partir de las situaciones descritas y no al revés. Frente a un acontecimiento social se busca una solución, no se implanta desde arriba de acuerdo a manuales preestablecidos. Con todo y su corte político la cinta es fresca y funciona bien para sus fines.


Bread and Roses / Lejos de casa funciona muy bien para el ámbito latinoamericano y mexicano porque aborda un tema vivo y actual en nuestras sociedades. Logra hacerlo por la maestría de Loach que lo aborda desde sus orígenes. El cineasta no llega con ideas preestablecidas de mandarín iluminado, con recetas ideológicas que no emanan de los acontecimientos concretos. Se limita, nada más y nada menos, que a oir primero a los que no tienen voz, para poder después ser un vocero auténtico.


LEJOS DE CASA / BREAD AND ROSES. Producción: ARD, Alta Films S.A., B.I.M., BSkyB, Bac Films, British Screen, Channel Four Films, Cinart, Degeto Film, Filmcoopi Zürich, Filmstiftung Nordrhein-Westfalen, La Sept-Arte, Parallax Pictures, Road Movies Filmproduktion, Tornasol Films, Westdeutscher Rundfunk, arte, Rebecca O'Brien. Dirección: Ken Loach. Guión: Paul Alberti. Año: 2000. Fotografía en color: Barry Ackroyd. Música: George Fenton. Edición: Jonathan Morris.

Con: Pilar Padilla (Maya), Adrien Brody (Sam), Elpidia Carrillo (Rosa), Jack McGee (Bert), Mónica Rivas (Simona), Frankie Davila (Luis), Lillian Hurst (Anna), Mayron Payes (Ben), Maria Orellana (Berta), Melody Garrett (Cynthia). Duración: 110 mins.. Distribución: Gussi Artecinema