Francisco Peña.
La película de Dominique Deruddére fue una de las cinco nominadas para el Oscar a la Mejor Película en Lengua Extranjera 2001. Otras candidatas que se han proyectado en México son Amélie y Tierra de Nadie.
Al ver Quiero ser famosa, sus logros y debilidades, se entiende por que las otras dos cintas son superiores y resultaron más beneficiadas por la nominación.
La cinta es una comedia de situaciones más que de personajes, con excepción del padre Jean Vereecken (Josse de Pauw) y su hija Marva (Eva van der Gucht).
La trama nace a partir del deseo parterno de convertir a la hija en una estrella pop del canto. Obviamente, las capacidades iniciales de Marva son deficientes, pero eso no es obstáculo para que la chica también comparta el mismo sueño.
La familia se embarca entonces en una serie de concursos de aficionados a la imitación de estrellas famosas, donde se espera que la chica sea “descubierta”.
Es en este punto en que la comedia aborda la interesante subtrama del ambiente de la cultura pop en dos vertientes: los sueños de los fanáticos y las tranzas de los medios.
Lo interesante de Quiero ser famosa es su visión cómica al entrelazar los dos ámbitos de la cultura pop de una manera inesperada; su debilidad es que, después de plantear una interesante combinación, la cinta resbala hacia situaciones estereotipadas que le impiden sacar jugo a sus dos personajes principales. De hecho, no consigue burlarse de lo que ha es en si misma una burla.
El planteamiento interesante es que, por un encuentro fortuito, Jean secuestra a Debbie (Tecla Reuten) la estrella pop del momento. Su propósito es que su hija Marva tenga una oportunidad en el medio artístico, debutando con una canción compuesta por él mismo. El vehículo para lograrlo es el manager de Debbie.
Pero las cosas se complican cuando el mismo manager descubre que el secuestro es la forma perfecta de promocionar a Debbie y captar la atención de los medios. En esa tranza colaboran televisión, radio, listas de popularidad: en síntesis, todos los escaparates de la cultura pop comercial.
Por otra parte Marva vive inmersa en la cultura pop, aunque es consciente de que no llama la atención por su figura regordeta y su falta de talento, que la lleva a fracasar una y otra vez en los concursos de aficionados.
El guión se complica al alimentarse de lugares comunes que diluyen la intensidad de la comedia. Los secuestradores son torpes (pero no se saca mucho jugo al hecho), la estrella pop se enamora del secuestrador más joven, el manager intenta seducir a Marva, manager y televisora ponen trampa a Jean para lograr más audiencia, etc. De hecho, el final feliz es previsible como un concurso de Eurovisión.
Lo que aligera la cinta, a pesar de sus situaciones estereotipadas y su obvio final feliz, es la visión del director y su puesta en escena.
La visión del director tiene matices de buena observación del ambiente de los fanáticos de la cultura pop, a mitad de camino entre la imitación, la parodia y el humorismo involuntario. Así plasma pinceladas de Freddie Mercury, Otis Redding, Madonna y figuras locales.
Pero dichas pinceladas también enriquecen el carácter de sus dos personajes principales: el padre más soñador y la hija más realista; pero ambos inmersos en un sueño de trascender en la vida basado en los valores de la cultura pop: reconocimiento, prestigio, posición y dinero obtenidos sólo por la vía del triunfo musical masivo.
Como contrapunto narrativo está la estrella pop Debbie – Els, que en la cima del Top Ten está sola, sólo quiere un novio tierno, trabajar con los automóviles y abandonar la fama por una vida más tranquila.
También el director muestra la relación entre el manager cínico y Jean en su faceta del compositor soñador. El manager en su cinismo es capaz de sacar jugo a las situaciones más adversas y aprovecharse de las debilidades psicológicas de quienes desean obtener la fama.
Si la mirada de Dominique Deruddére enriquece con detalles a sus personajes, y a su visión cómica – crítica del negocio de los medios, su puesta en escena le ayuda a plantearlos con solvencia cinematográfica.
Por ejemplo, plantea la voracidad y superficialidad de los medios usando los mismos recursos: los diálogos de los conductores de noticieros, los cortes informativos, los festivales de canciones, el descubrimiento de nuevas estrellas, las pantallas divididas, las transmisiones en vivo y a control remoto, las cabinas de transmisión, etc. Además, usa esos medios con una frescura realista que le permite dar golpes de buen efecto cómico en su comedia.
Cuenta además con dos actores que llevan la mayor parte de la carga narrativa, y que trabajan muy bien los matices de los personajes: Josse de Pauw como Jean y Eva van de Gucht como Marva. Sin ese trabajo actoral, los lugares comunes del argumento hubieran sido insoportables. Gracias a ellos los personajes se vuelven verosímiles dentro del universo de la película aunque son predecibles y desechables, como la misma cultura pop a la que se refieren.
La película funciona como una comedia ligera de tintes comerciales, con buenos apuntes en algunas situaciones. Su éxito se debe a que su factura está alejada de los clichés hollywoodenses, por lo que por oposición a éstos se siente fresca.
Por desgracia no termina por cuajar como película debido a que sus cualidades de observación se enfocan a situaciones narrativas muy conocidas, y un final que se ve venir desde lejos.
Si Deruddére hubiera inventado situaciones más ingeniosas, hubiera profundizado más en las contradicciones de la industria del espectáculo, en los sueños de los fans, la sátira se hubiese intensificado.
Si se hubiese dado este caso quizás Deruddére festejaría la posesión de un Oscar.