15 noviembre 2015

Suciedad y la furia, La / The filth and the fury, de Julien Temple

Francisco Peña.


El documental británico de Julien Temple resulta tan excesivo visualmente como la música del grupo The Sex Pistols, que creó el movimiento del rock punk.

No se trata de una condena del documental, sino que este refleja en su estilo el caos y la meteórica carrera del grupo de rock inglés. De allí que ciertas características, actitudes y posiciones del grupo se transfieran a la cinta y a su estilo visual.

Sin embargo, a nivel narrativo, La suciedad y la furia / The filth and the fury corre cronológicamente desde la fundación de The Sex Pistols como grupo a su disolución y la muerte de Sid Vicious, uno de sus integrantes.



También la labor de investigación y recopilación del material (film, video, dibujos animados, entrevistas a los miembros del grupo, otras películas, etc.) que conforma el documental es impresionante por el tipo de imágenes recabadas. Es en la edición, donde el material se selecciona y recibe el orden final donde el punk entra con toda su fuerza, y se expresa sin cortapisas en La suciedad y la furia.

El documental comienza con el contexto político – social de la Inglaterra de los años 70. Es el caos social que se manifiesta en huelgas y una difícil situación económica, cuya causa –argumenta Temple- es la falla de los gobiernos laboristas de izquierda que se olvidaron de los trabajadores.


En ese caldo de cultivo, en una sociedad rígida de poca movilidad social, los jóvenes no tienen opciones cuando nacen en las clases más desprotegidas. Ese es el caldo de cultivo social de donde surgirán The Sex Pistols para ser los líderes involuntarios de todo un movimiento juvenil de rechazo a las estructuras sociales establecidas.

“Cuando te sientes sin poder, tratas de tomar un poco, para ganar algo de autoestima” es la frase que resume la frustración social, la semilla de la anarquía y el rechazo de instituciones que sella la actitud punk.


Las imágenes de Temple anuncian desde el inicio cual será la tónica visual y de edición que seguirá durante los 108 minutos que dura el documental. Una especie de “caos” visual aparente sostiene un punto de vista: el punk está vigente a pesar de la desaparición del grupo. La actitud beligerante es válida porque las condiciones no han cambiado.

Para sostener su tesis, Temple recurre a todo tipo de materiales, para puntualizar con humor negro, sorna y desparpajo los momentos que vive la sociedad ante la amenaza del grupo (y los que van autodestruyendo a sus miembros al interior). Ejemplos de este juego es el uso de intercortes en la edición de fragmentos de Richard III y Hamlet, ambas de Laurence Olivier.

De hecho, equipara a The Sex Pistols y a Johnny Rotten en especial con Ricardo III, uno de los malvados más interesantes de Shakespeare, con una mordacidad corrosiva de primera clase.


Luego del planteamiento social, Temple entrevista a los miembros del grupo, que hablan de lo que les gustaba entonces en el rock: Bowie, Roxy Music, T-Rex, Alice Cooper, el ska. El deseo de tocar los llevó a robarse equipo y a reunirse en la tienda de Malcolm.

Malcolm McLaren, que se convertiría en un exponente clásico del manager transa, tenía una tienda de ropa de sadomasoquismo (látex y esas ondas) a donde los jóvenes iban a pitorrearse de los clientes. Todo esto lo ilustra Temple con imágenes comerciales de este tipo de ropa. Estamos en agosto de 1975, a cuatro años de la separación del grupo pero no de la muerte del movimiento punk.

El sarcasmo visual se ve reforzado con materiales visuales de la época: comerciales, noticieros, el clima. De esa forma Temple confronta la “normalidad” expresada e impulsada por los medios oficiales contra la realidad de imágenes documentales del grupo, de sus conciertos. En este punto de confrontación visual, también hay que remarcar la confrontación en el lenguaje: los medios son propios, los punks contruyen las mentadas más sensacionales y, de hecho, tienen razón: ese también es el idioma inglés.


El grupo se conjunta y empieza a “tocar”. Mientras los otros grupos buscan el hit parade –y no decían nada a los chavos, que los tachaban de dinosaurios, aderezado con la imágenes camp de Temple en este punto-, sólo The Sex Pistols producen “la música más honesta en 15 años”.

El éxito es arrasador. The Sex Pistols compendian y dan salida a toda la inconformidad, social, rebeldía y negación de los valores establecidos. Paralelamente, sus actitudes se extienden como aceite en el agua entre la juventud desposeída: la manera de vestir, las actitudes de Rotten, el cuestionamiento total: ha nacido un nuevo movimiento.

De inmediato, los medios amarillistas encuentran la veta de explotación por los escándalos de The Sex Pistols. El momento clave es una entrevista por televisión. Medios y sistema se oponen ya abiertamente al movimiento punk y a los corrosivos Sex Pistols.


Pero desde el inicio de la cinta los miembros del grupo dan testimonio de las fuerzas que lo desintegraron: las distintas personalidades chocaron por impulsos personales, pro proyectos de vida distintos, por las tranzas financieras de su manager Malcolm y por las presiones sociales, tanto del sistema como de sus propios fans.

Las presiones sociales y el rechazo del sistema se encarnó en los distintos contratos que firmaron con las disqueras. Allí destaca el caso de EMI, de A&M, de Virgin. Todos querían ganarse una lana con el punk, con los Sex Pistols, pero lo que tenían en la mano era verdadera dinamita. El sistema tenía miedo, un miedo real. Resultado: las disqueras botaron al grupo lo más pronto posible.

The Sex Pistols grabaron en Virgin “God save the Queen”, que se volvió una especie de himno alternativo, donde se decía claramente que no había opciones para vivir en Inglaterra. “El país se volvió hostil”, aclara Rotten. De golpe, la canción llegó al #1 del Hit Parade, pero el lugar apareció en blanco sin mencionar ni la canción ni al grupo. Paradojas de la industria cultural: venga el dinero, pero no se mencionan las verdaderas polémicas.


Las giras en Inglaterra se cancelan. Tienen que hacer tocadas sorpresa en clubes pequeños. Al manager Malcolm nunca “se le ocurrió” sacarlos a tocar al extranjero…

“God save the Queen” es el momento clímax de The Sex Pistols. A partir de allí entran en decadencia.

Temple se aleja un poco de lo social y se acerca al grupo para ver sus contradicciones y su proceso de autodestrucción encabezado por Sid Vicious, que se convierte en heroinómano a instancias de su novia “importada” Nancy Spungen. “El Goth llegó con la heroína”, crítica en su entrevista Johnny Rotten.

Temple revisa con claridad que ocurrió también con el punk. Se volvió más moda que actitud y fue captado por el sistema, que empezó a ganar dinero. Rotten amplia el punto al marcar que los jóvenes olvidaron que podían formar una cultura: “la onda es ser uno mismo; los punks lo echaron a perder con la uniformidad”.

Temple

Temple no afloja el paso con sus golpes visuales. Entre conciertos tomados en los formatos más variados, va narrando la caída del grupo. La transa financiera, el aislamiento de Rotten por su personalidad- El escándalo por la muerte de Nancy Spungen y el famoso concierto de San Francisco son los puntos finales de The Sex Pistols.

La actitud punk no desapareció con el grupo, y a partir de ella se han generado en los últimos años otros movimientos juveniles, pero ninguno con la fuerza y explosividad del original.

En ese sentido, la frase que queda al final de este caótico pero extraordinario film condensa lo que fueron The Sex Pistols y el movimiento punk original: “Sólo lo falso perdura”.

La suciedad y la furia / The filth and the fury. Producción: Channel Four Films, Nitrate Film, The Sex Pistols Residuals, Anita Camarata, Amanda Temple. Dirección: Julien Temple. Año: 2000. Edición: Niven Howie. Intérpretes: Paul Cook, Steve Jones, Johnny Rotten Lydon, Glen Matlock, Malcolm McLaren, Nancy Spungen, Sid Vicious. Duración: 108 minutos. Distribución: Cineteca Nacional.