19 noviembre 2015

La película que (¿nunca?) vino del cine

¿Por qué vemos de inmediato Harry Potter, nos inundan con Eclipse y tardamos en ver El listón blanco? ¡Ah, esas distribuidoras!


Francisco Peña.

Creemos que el cine es diversión, arte. Error: antes y después de la pantalla es industria que mueve millones. Recordamos actores y actrices, directores, escenas, lo que sentimos al ver películas, pero atrás hay corporaciones internacionales, productoras, distribuidoras, cadenas de cine que determinan que vemos o no vemos.



Pa’ colmo somos Región 4 en cine mundial y Región 1 para cascajo hollywoodense. Quiénes reparten la baraja en el póker del cine son las distribuidoras y “bisnes son bisnes”: somos público target, mercado, taquillómetro, números negros o rojos… y en el mercado fílmico mundial no tenemo$ mucha importancia.

Sólo la rifamos en Películas Evento como Crepúsculo con estrenos el mismo día que Anywhere, USA. Parece que las distribuidoras consideran que sí somos mercado digno sólo para que nuestras adolescentes den grititos al parejo que las estadounidenses ante vampiros prerrafaelitas y hombres lobo con el torso desnudo que se disputan el amor de una gringa descerebrada. Para lo demás Región 4.


Las cadenas exhibidoras apalabran fechas dependiendo de las películas que ofrecen distribuidoras con el poder de mover estrenos porque entre ellas juegan su propio dominó. “Si me cuadras en noviembre Potter, yo muevo Iron Man a la segunda semana de diciembre y somos “amigochas”; claro, mientras no me ahorques la mula de seises la tercera semana con tu Hombre Araña 6 cuando yo quería estrenar mi Batman 4 antes de Navidad porque, ya sabes, los mexicanos se queman sus aguinaldos en una semana”.



Para el resto no miden consecuencias para terceros. ¿Ejemplos? Sí hay, sí tenemos.



La mujer que vino del mar / Ondine (Neil Jordan, 2009) es una buena cinta de Irlanda-EU estrenada allá desde abril de 2010. En páginas web de cuatro exhibidoras importantes ya tuvo NUEVE fechas programadas y ¡nigüas de estreno! Se anunció para junio 2010 (1), luego la pasaron al 24 de septiembre (2), pero “no les latió” y la mandaron al 19 de noviembre (3); ¡chín!, con Potter en puerta la mandaron al 17 de diciembre (4) pero quizás pensaron que ni quien la viera en pleno Guadalupe Reyes. Ahh, entonces mejor para el 14 de enero de 2011 (5), pero, no, no, ese mes los mexicanos “se la viven en la cola del empeño”: mejor para el 25 de febrero (6). No, no, no. El 27 de febrero es el Oscar y vamos a inundar los cines con las cintas ganadoras para que el público entre a las salas como bueyes en estampida. Mejor al 17 de marzo (7), pero no “porque las del Oscar aguantaron de más”. El 1 de abril (8), antes de Semana Santa “porque hasta el gato se va a la playa” o mejor el hasta 29 “porque van a regresar sin varo y atascados de arena hasta las orejas…” (9). De plano, mejor para el 6 de mayo de 2011 "que ya pasó el festejo del 5 de Mayo" (no en Puebla, sino !en Estados Unidos! donde festejan la Hispanidad persiguiendo a los ilegales de Arizona que se atreven a hacer una taquiza en la calle).


“El problema es que no tiene estrellas” (sólo Colin Farrell y la chava –guapa- es Alicja Bachleda (1983), actriz polaca ¡nacida en Tamaulipas, México!). “Es una película irlandesa, o no tiene acción, o es muy romántica, o no hay sangre a litros, o no se van a excitar”. ¿Pretextos? Su “pecado” es ser una excelente cinta, inteligente, sensible, con un problema humano interesante y ecos mitológicos. Nada que interese a los adolescentes pedorros gringos en que Hollywood quiere convertirnos a todos en el mundo.


Lo que publicaron los periodistas en 2010 ya no sirve, el DVD gringo ya salió ($450 pesos) porque allá la estrenaron. La piratería chilanga la retiró de sus puestos. ¡En serio! En el metro Taxqueña la quitaron porque, según me explicó Don José Luis (amo y señor de piratería de cine en los andadores de la UNAM), ¡los piratas sí están informados de las fechas de estreno antes que los mismísimos cines y les conviene quitarla!


La solución es nuestro dinero: pagar para apoyar un cine comercial inteligente y negárselo al cine estúpido. Así las distribuidoras comprenderán que hay otro público muy diferente al adolescente gringo “TragaJochos”, que sí merece su tiempo en pantalla, que sí les deja ganancias como para merecer respeto y gozar esa buena película que (sí) vino del cine.