18 noviembre 2015

Estación Central / Central do Brasil, de Walter Salles

Francisco Peña.


La película de Walter Salles Jr. ha recorrido el mundo cosechando aplausos desde que ganó el Oso de Oro del Festival Internacional de Cine de 1998 a la Mejor Película. A partir de ese momento ha recolectado premios y reconocimientos.

¿Qué es lo que distingue este film brasileño de otras cintas iberoamericanas para causar todo este revuelo? ¿Qué logró Walter Salles? En pocas palabras: un excelente melodrama de primera categoría.



La cinta está dirigida de una manera ágil y dinámica; los personajes están dibujados con precisión. Estos simples rasgos que indican que la película está bien narrada están ausentes en muchas producciones latinoamericanas que resultan fallidas por carencias, desequilibrio entre sus partes o simplemente porque son demasiado largas para la historia que cuentan.

Una de las virtudes de Estación Central es contar bien su argumento, en una forma clara y accesible. A partir de este dominio de la forma, Salles llega a tocar los sentimientos de sus espectadores. Salles hace buena la idea de que para innovar radicalmente hay que dominar primero las formas tradicionales.

Desde este punto de partida Estación Central muestra otra de sus virtudes al cimentarse en el medio social brasileño, de donde extrae a sus personajes, por lo que estos presentan matices y rasgos interesantes y genuinos.


De esta manera Salles crea una cinta equilibrada entre su dominio del cine y una historia sólo en apariencia sencilla. El resultado es refrescante porque la película transmite una vitalidad que es cada vez más difícil de encontrar. Además, no se avergüenza de manejar los sentimientos ni de que los personajes den señas de lo que sienten.

Estos puntos, entre otras cosas, es lo que se ha reconocido internacionalmente a Estación Central / Central do Brasil.

A partir de una anécdota sencilla de pocos personajes pero con matices y complejidades, Salles enseña un Brasil con fuertes tensiones sociales. El punto de arranque es una terminal donde se entretejen miles de historias y encuentros. De entre todas las posibles Salles escoge la de la vieja maestra Dora y el niño Josué.


Dora es una escribiente pública que usa su conocimiento para hacer las cartas que los analfabetas quieren enviar a sus parientes, amores y conocidos. Vive diariamente un desfile de sueños, tristezas, amores y traiciones creados por muchos seres humanos.

Una de las cartas que le toca escribir es la de Ana, la madre de Josué. Allí se plantea rápidamente el núcleo del problema del niño: quiere conocer a su padre y a sus hermanos.

Dora escribe, escribe y escribe cartas muy parecidas a la de Ana, pero ninguna se envía; son destruidas o guardadas según los juicios arbitrarios de Dora y una vecina. Así surge el primer rasgo de Dora en un juego de características que la acercan a un personaje picaresco.


Dora no es ni buena ni mala sino picaresca... está llena de mentiras, dobleces, avaricia y pequeñas mezquindades. Quiere sobrevivir en un mundo amoral, hostil, donde lo que se persigue es una nueva televisión; no le importa ser inmoral, cometer pequeñas fechorías o fraudes, ni tampoco cerrar los ojos ante crímenes sociales mayores que ocurren frente a sus ojos, como la ejecución de un ladronzuelo a manos del mafioso que se encarga de la seguridad informal de la estación por una cuota diaria de todos los ambulantes.

Pero Dora tampoco está totalmente desgastada por dentro. La historia de Estación Central es la de la transformación de Dora de un personaje seco y egoista a uno más humano y responsable.

Por el otro lado se encuentra Josué, inteligente y despierto. Ante la muerte accidental de su madre por un accidente de tránsito, el niño se aferra al único y delgadísimo hilo que lo une a su padre en medio del caos de la ciudad: la carta que su madre dictó y la escribiente que la realizó.


Con este planteamiento, Salles hace que sus dos personajes se enbarquen en un viaje de la ciudad al "sertao" brasileño, pasando por sitios religiosos, desiertos y estaciones de autobuses provincianas cada vez más pequeñas y pobres. A través de el viaje de regreso al "hogar" de Josué, el espectador contempla un mural de Brasil lleno de contrastes, donde brilla la riqueza cultural de sus habitantes.

Estos contrastes interactúan con Dora y Josué lo que realza la relación mutua. A partir del medio social es que se pueden entender mejor las distintas "traiciones" que Dora le juega al niño a lo largo de toda la cinta, como son:


1. Le oculta la carta dictada por la madre (pero lo recoge de la calle y lo protege del mafioso "protector").
2. Lo vende a traficantes de niños por dos mil dólares, según ella para una supuesta adopción futura, pero que oculta quizá tráfico de órganos o, posiblemente, explotación sexual de menores y pornografía infantil (pero se arrepiente de su acción y lo rescata de ese medio).
3. El abandono en estación de autobuses para rehuir su responsabilidad con el niño (pero paga para que el chofer lo lleve a su destino, o consigue un nuevo transporte para seguir el viaje).
4. El manejo oculto del dinero ante el niño (pero que termina gastando en un recuerdo mutuo).


Dora (Fernanda Montenegro) oscila siempre entre el egoismo, la soledad y el cariño incipiente hacia el niño. Así, mientras más se encariña con Josué más va modificando su conducta y sentimientos: de las traiciones y abandonos pasa a una alianza con el niño y ambos pueden sobrevivir en el "sertao" y culminar el viaje.



Los rasgos picarescos de Dora no desaparecen pero si su egoismo. Gracias a Josué, Dora recobra una ética personal y se aproxima a una moral compartida. Ya no destruye las cartas que escribe sino que entrega personalmente la más importante.

Este personaje picaresco perdería mucho de su riqueza de luces y sombras si no hubiera sido actuado por Fernanda Montenegro. Los premios y nominaciones que ha recibido como Mejor Actriz están plenamente justificados por su trabajo en esta película.


El mismo proceso que vive Dora también ocurre en Josué porque va de la desconfianza total al cariño, e inclusive llega a proteger y a acariciar a Dora como una especie de "abuela".


Dora descubre que las cartas que escribe si son importantes, que muchas vidas están en juego, y que ella ocupa un lugar clave en el proceso de la comunicación humana. Esta conciencia le devuelve sus rasgos humanos.

Por su parte, Josué reencuentra lo que queda de su familia y reconoce, también, que puede amar y ser amado. De alguna manera puede volver a vivir su infancia en compañía de sus hermanos.


Los cambios de Dora y Josué ocurren sobre un eje que comienza en la ciudad, deshumanizada y hostil, y que termina en un campo pobre pero humano y solidario. El viaje emocional de Dora y Josué corre sobre estos rieles: de la indiferencia social de la ciudad violenta al calor del "sertao" que, no por pobre, deja de ser más solidario.

En ese sentido Estación Central es rica en imágenes para describir su mural de Brasil. Propone la verdadera solidaridad humana y los sentimientos como medios para enfrentar una ciudad deshumanizada por el gigantismo y los problemas económicos, que se encarna en los pequeños robos, la economía subterránea y la corrupción total que juega, en este caso, con la vida de los niños.


Esto es más claro en la segunda parte de la cinta donde los personajes van recibiendo ayuda para llegar a su destino. Son las "mañas" citadinas de Dora las que los ponen en peligro, en contraposición a la actitud más abierta de los habitantes del "sertao".

Aparte de las imágenes y la dirección, Salles usa la herramienta creativa de la edición para remarcar la diferencia de los dos ambientes y el cambio de sus personajes. Las partes citadinas están caracterizadas por un montaje ágil y áspero, centrado a los rostros; se usa una edición más pausada conforme se entra a las ciudades provincianas y se destacan más los ambientes naturales. Estos dos ritmos no chocan sino que son complementarios.


Estación Central es digna de los reconocimientos que ha obtenido porque es el resultado de un trabajo cuidadoso de dirección. que guarda un delicado balance entre todos sus elementos. Además, su economía del relato es muiy atractiva: sus escenas y secuencias tienen una duración exacta porque no les sobra ni les falta tiempo en pantalla para decir lo que tienen que decir.

Finalmente, la cinta de Salles, como se dijo al principio, es un excelente melodrama. Tiene la virtud de no ocultar los sentimientos sino apelar de nuevo a ellos con una visión fresca. Este no es, de ningún modo, el más pequeño de sus valores cinematográficos.



Estación Central es una película que merece ser vista. Es un claro ejemplo de que el cine iberoamericano está vivo porque parte de sus vivencias regionales para llegar a una problemática que comparten muchos seres humanos en este mundo.

ESTACION CENTRAL / CENTRAL DO BRASIL. Brasil. PRODUCCION: Videofilms, MACT Productions, Riofilme, Le Studio Canal +, Martine de Clermont - Tonnerre, Arthur Cohn. DIRECCION: Walter Salles, Jr. GUION: Joao Emanuel Carneiro y Marcos Bernstein, basado en una historia de Walter Salles Jr. AÑO: 1998. FOTOGRAFIA EN COLOR: Walter Carvalho. MUSICA: Antonio Pinto y Jacques Morelembaum. EDICION: Felipe Lacerda y Isabelle Rathery. INTERPRETES: Fernanda Montenegro (Dora), Vinicius de Oliveira (Josué), Marilia Pera (Irene), Soia Lira (Ana), Othon Bastos (Cesar), Otávio Augusto (Pedrao), Matheus Nachtergaele (Isaías), Caio Junqueira (Moisés). DURACION: 108 minutos. DISTRIBUCION: Columbia - Buenavista.