Francisco Peña.
Esta cinta es una de las que más puede desconcertar al público de la Muestra. Quizás su presentación debió reservarse para el siguiente Foro Internacional de la Cineteca por sus características innovadoras, su ritmo lento y porque, finalmente, es una obra que abre y cierra un estilo en sí misma.
La película del sueco Roy Andersson está moldeada sobre patrones surrealistas tanto en la construcción de sus imágenes y ambientes, así como de algunas de sus situaciones narrativas más relevantes.
En primera instancia lo que destaca es el ambiente expresado en toda la cinta en escenografías, encuadres, manejo del color, actuaciones. Todo va enfocado a crear un mundo surrealista en donde priva el absurdo, las asociaciones y algunos toques de humor negro. Pero lo que es evidente es la construcción plástica, que remite las imágenes de la cinta a la pintura más que al universo del cine.
De golpe, nombres de pintores como René Magritte y Giorgio de Chirico o de escritores como Kafka sobresalen junto con el de Luis Buñuel. Roy Andersson crea entonces en la pantalla un gran lienzo pictórico por donde discurren sus personajes. Basta ver su manejo del color a lo largo de la cinta, que recuerda más las preocupaciones de “línea, color, forma” que “montaje, cámara y acción”.
Además, su manejo de la cámara, encuadre, actuaciones y maquillaje refuerzan esta impresión plástica. El estilo que predomina a lo largo de la cinta es una cámara fija, con movimientos pausados de los actores –maquillados muy pálidamente- y diálogos dichos sin muchos matices. De hecho, es notorio que la perspectiva de los encuadres busca evidenciar lo pictórico por encima de lo cinematográfico.
A esta impresión contribuyen también el manejo del tercer plano de cada encuadre, donde lentamente entran o desaparecen figuras –que no personajes como tales-. O el manejo de una banda sonora que puentea las secuencias, y de la cual no siempre se ve su origen en pantalla pero que colabora en gran medida a las atmósferas de la cinta.
En síntesis, en lo que se refiere a las formas cinematográficas, Canciones del segundo piso es la antítesis de lo que pregona Dogma 95, por decir un ejemplo. Más bien, el film crea un mundo cerrado en sí mismo en su estilo visual, que es innovativo pero que al ser tan asfixiante termina por autoencerrarse.
Por lo tanto, va a ser difícil que otros cineastas se basen en el estilo visual de esta película para readaptarlo en obras posteriores. Canciones desde el segundo piso abre y cierra un ciclo al mismo tiempo.
En cambio, en las situaciones narrativas que plantea, se nota un esfuerzo por reelaborar preocupaciones surrealistas, kafkianas y de humor negro. Algunas muy logradas y otras que se pierden en la acumulación de detalles.
Entre las primeras está la secuencia del mago y el voluntario del público, los atascones de tráfico casi perpetuos (que son imágenes realistas que se quedan cortas en comparación a la Ciudad de México, donde también nadie conoce el origen del caos vial, mucho menos las autoridades locales).
Otra destacable es donde el incendiario cachondea a su mujer dejándole las nalgas tiznadas con ceniza mientras declara sus angustias existenciales y matrimoniales. También es recordable la secuencia de los gritos callejeros a Suzanne, mientras la susodicha hace el amor con un amante celoso.
Entre las escenas fallidas están las visitas al poeta loco Estanislao, la mayoría de las crisis de pareja planteadas, el empleado despedido luego de 30 años, el hombre famoso que cita a Goering y otras más.
Pero lo destacable es la reelaboración de algunas preocupaciones e imágenes cuya raíz está en el universo de Luis Buñuel.
Andersson, a diferencia de Ripstein, confronta el surrealismo religioso con una aparente normalidad y el resultado son imágenes ácidas y críticas emparentadas con lo mejor de Buñuel (lo mismo sucede con ciertos diálogos): por ejemplo, la venta de los Cristos por el año 2000 y que termina en fracaso.
Pero la secuencia que mejor condensa la lectura y reelaboración que Andersson hace de Buñuel es el sacrificio ritual de una niña frente a todos los representantes de las “fuerzas vivas” de la sociedad sueca, y el posterior festejo en un bar.
Canciones del segundo piso es al mismo tiempo surgimiento y cierre de un estilo en cine, que no es fácil de digerir, pero que puede llamar poderosamente la atención del cinéfilo. El riesgo que afronta es que, durante 120 minutos se concentra tanto en sí mismo hasta depurarse en sus más mínimas expresiones, que puede ser rechazado por los espectadores; o peor, no trascender más allá de esta cinta en las obras posteriores de otros cineastas.
Canciones del segundo piso. Producción: Danmarks Radio, Nordisk Film & TV Fond, Roy Andersson Filmproduktion, SVT Drama, Svenska Filminstutet, Phillipe Bober. Dirección: Roy Andersson. Guión: Roy Andersson. Año: 2000. Fotografía en color: István Borbás y Robert Komarek. Música: Benny Andersson. Edición: Roy Andersson. Intérpretes: Stefan Larsson, Jöran Mueller, Lars Nordh, Fredrik Sjögren. Duración : 120 minutos. Distribución: Latina.