Francisco Peña
En 1989 ocurrió un capítulo más de la confrontación entre el fundamentalismo islámico y la cultura occidental: la proclamación del decreto religioso o fatwa que condena a muerte al escritor indio Salman Rushdie por escribir Los Versos Satánicos, libro considerado blasfemo por autoridades musulmanas radicales.
El caso de Rushdie ejemplifica las funciones opuestas que la cultura cumple en una sociedad teocrática y en una laica. Para el fundamentalismo musulmán toda actividad humana debe estar sujeta a su concepción particular del Islam. Mujeres, hombres, sexo, matrimonio, comercio, arte, literatura, todo está codificado en la sharia, ley fundamental que rige la conducta humana y que se desprende del Corán, su libro sagrado.
Para el Occidente laico que sostiene la clara separación del Estado de cualquier iglesia, las libertades individuales y los derechos humanos son fundamentales. La libertad de expresión y de imprenta no son concesiones gratuitas sino resultado de arduas luchas sociales.
Salman Rushdie, nacido en Bombay, India, en 1947, vivía cómodamente en Londres y gozaba de fama literaria cuando escribió Los Versos Satánicos. Esta novela es una sátira en la tradición literaria de Los viajes de Gulliver (Jonathan Swift) o Tristam Shandy (Lawrence Sterne). Sus dardos se enfocan a muchos ambientes sociales. La inmigración india-pakistaní a Inglaterra, dividida entre los sueños de los pobres de una vida mejor y las pretenciones de una clase media que busca borrar su acento extranjero; el racismo latente de los anglosajones; la confrontación entre minorías inmigrantes; la violencia de la policía inglesa; frustraciones existenciales, emocionales y sexuales de los individuos inmersos en la sociedad británica, son sólo algunos de los puntos que expone la novela.
A pesar de que toca estos temas, los fundamentalistas islámicos condenaron al libro sólo por factores religiosos, que contienen los elementos más fantásticos y lo emparentan con el realismo mágico latinoamericano. Los personajes principales son Saladín y Gibreel (Gabriel). El primero es un inmigrante que rechaza su cultura india y su religión islámica; el segundo es un actor famoso del cine indio, que se especializa en el género "teológico" ya que lo mismo encarna a dioses hindués como Rama que a Buda.
Rushdie convierte a sus personajes en demonio satánico y en el arcángel Gabriel. Bajo esas dos personalidades los relaciona con ingleses, inmigrantes y comunidades religiosas. Rushdie estaba consciente de que las partes satíricas sobre el Islam podían causarle problemas, por lo que (en la página 272 de la edición estadounidense de Viking Press) se cura en salud. En boca de un personaje secundario dice que no se trata de una blasfemia, no es un crimen contra el Islam; la ficción es ficción, los hechos son los hechos, se trata de una obra que es un cuento moral como si fuera una fábula.
El libro contiene sátiras envueltas en un velo de fantasía que apenas las disfraza. Habla del profeta Mahound (Mahoma), del surgimiento en Jahilia (La Meca) del culto de Alá, que era sólo uno de los 360 dioses y diosas que se adoraban en la ciudad. Mahound es un profeta rencoroso y fanático, engañado por Satán para buscar un compromiso con la adoración de otros dioses. El resultado es que Mahound no hace concesiones en el armado de la nueva religión. En el capítulo IV, Ayesha, está la sátira de un Imán o líder religioso islámico que es la caricatura de Jomeini. El Imán habla del deseo de poder en nombre de la religión y el amor, pero se le crítica porque lo que se esconde en el fondo es el Odio, especialmente a la mujer como depositaria del poder político real.
Este punto lo desarrolla Rushdie de manera recurrente en su novela. El poder real, aunque sea detrás del trono, es femenino; las mujeres son más fuertes que los hombres al enfrentar ls vida. Por eso, una de las escenas más duras del capítulo VI, Regreso a Jahilia, es cuando Hind, la gobernante de la ciudad y símbolo de la libertad sexual femenina, se humilla y recibe el perdón de Mahound. Perdonada porque se somete públicamente al profeta y exclama, por única vez en el libro: No hay más Dios que Alá y Mahound es su profeta. Lo que importa es la sumisión a la regla masculina, sugiere Rushdie.
Hay pasajes donde las doce esposas del profeta se comparan con doce prostitutas, que usan los mismos nombres en su trabajo sexual para producir fantasías en clientes. Se crítica que se permita que los musulmanes puedan tener cuatro esposas, pero que el arcángel Gabriel le autorice al profeta doce.
El ayatola Rujolah Jomeini, líder espiritual y político de la revolución islámica de Irán, que en 1979 había expulsado al Shah Reza Pahlevi de ese país a un exilio que incluyó a Cuernavaca, México, tomó cartas en el asunto.
En febrero de 1989 Jomeini expide una fatwa contra Rushdie, un edicto religioso que nadie puede alterar ni cambiar. "Quiero informarles a todos los musulmanes en el mundo que el autor del libro titulado Los Versos Satánicos, que ha sido compilado, impreso y publicado en oposición al Islam, el Profeta y el Corán, así como los editores que estaban concientes de su contenido, han sido sentenciados a muerte. Llamo a todos los musulmanes a que los ejecuten con rapidez, donde quiera que los encuentren, para que ninguno se atreva a insultar las leyes islámicas. Cualquiera que muera en este camino será considerado mártir, Dios mediante".
Desde entonces Salman Rushdie vive oculto, protegido por la policía inglesa. En 1991, Hitoshi Igarashi, el traductor del libro al japonés, fue asesinado en Tokio; el traductor al italiano fue apuñalado y golpeado en Milán; en 1993, William Nygarrd, el editor del libro en Dinamarca, fue herido en Oslo por disparos de pistola. Rushdie abjuró de su libro y declaró ser un musulmán practicante. En 1998, el gobierno moderado iraní prometió al gobierno inglés que no impulsaría el cumplimiento de la fatwa; pero en 2003 el lider radical Alí Jamenei confirmó que la sentencia está vigente y nada ni nadie puede cambiarla.
Los líderes moderados del Islam han deplorado esta situación. Alegan que por encima está el principio musulmán del respeto a la vida humana y que, al igual que el cristianismo y el judaismo, no hay lugar para el terrorismo en el Islam. Pero señalan que al igual que las otras dos grandes religiones monoteístas, el Islam tiene seguidores que violan su código de ética y asesinan en su nombre.
Los hechos confirman esta idea. Con el paso del tiempo se ve que la invasión de Irak por parte del gobierno de Bush contiene serios elementos de fundamentalismo cristiano, que corren por debajo de las razones expresadas para "justificar" esa guerra (no aparecieron armas de exterminación masiva, no hubo conexión Bagdad - Al Qaeda). Fundamentalismo igual de peligroso que el islámico, pero de una escala mayor de magnitud militar.
Los extremos aprisionan cada vez más a la población del planeta, empeñados en que todos vivan sometidos a un solo tipo posible de conducta: cero tolerancia para la opinión diferente, intransigencia total frente a quien es distinto. Como muestra basta un botón... o varias víctimas: una novela proscrita, un escritor condenado a muerte, traductores asesinados, jóvenes iraquies que rechazan tanto a Saddam Hussein como a la invasión del ejército estadounidense. Pareciera que los verdaderos versos satánicos quieren arrebatarnos la palabra, nuestra palabra plural y viva.