David Guzmán.
Pocas veces se puede experimentar una sensación tan placentera como el descubrir algo por uno mismo. La emoción puede ser tan genuina que podemos sentirnos como niños experimentando sorpresa ó fascinación; puede incluso generarse sobrecogimiento y curiosamente fue esta la sensación que me generó descubrir la música del compositor polaco Zbigniew Preisner (1955) una lluviosa tarde de la ciudad de México hace casi 15 años, cuando en un viejo cine proyectaban Tres Colores: Azul del fallecido cineasta Krzysztof Kieslowski. Y es que sabía realmente muy poco de la cinta; casi entré por accidente…un accidente que jamás pensé me marcaría para la posteridad y es que ver casi al inicio del film a Juliette Binoche salir de una alberca y escuchar los acordes de un sonido que estremece me obligó a replantear todo lo que conocía como música para cine.
Esa música
En Tres Colores: Azul esa música adquiere connotación protagónica. Es un personaje más, a ratos el principal. Dota al film de una personalidad avasalladora. La Binoche nos comparte su tristeza pero la música de Preisner la magnifica a niveles que provocan desgaste emocional. Se siente en las vísceras. Mi sobrecogimiento es tal que jamás espero coronar este mar de sensaciones de manera magistral: Julie (encarnada por Binoche) intenta terminar la magna composición musical que –supuestamente- su esposo no concluyó cuando se le atravesó la muerte. Un dedo femenino recorre una partitura mientras los sonidos de “Song for the unification of Europe" acuden repentinamente al sutil llamado. Coros, flautas, piano y órgano emergen violentamente, mientras una voz femenina nos quebranta, al menos en la secuencia final cuando el tema completo se escucha en todo su esplendor.
Algo tiene la música de Preisner (como la de Michael Nyman, la del casi mítico Vangelis, Yann Tiersen ó de Philip Glass) que eleva de nivel cualquier film que sonorice. Es común pues encontrar en la filmografía de Preisner títulos que rayan la excelencia: Eurora Europa ó El Jardín Secreto de Agniezka Holland, Decálogo, Tres Colores y La Doble Vida de Verónica del mencionado Kiesloswki son sólo unos cuantos ejemplos que dan cuenta de ello.
De todos es conocida la dupla que formó Preisner con su coterráneo Kieslowski, para muchos la etapa más fructífera del músico. Los momentos conseguidos en los filmes del director son únicos y permanecen fuertemente enraizados en la memoria colectiva. Para muestra la secuencia que mencioné de Tres Colores Azul ó el baile de las marionetas (Puppets) y el momento de la muerte de Veronique (Irene Jacob) en La Doble Vida de Veronica en pleno escenario (Van Den Budenmayer); la tragedia en el lago de El Decálogo 1 (Lake) ó el desfile de modas en el que una inquieta y preciosa Irene Jacob busca con mirada impaciente al viejo abogado encarnado por Jean Louis Trintignant (Finale) en Tres Colores Rojo.
Aquellos que han profundizado en sus trabajos discográficos deberán leer mi recomendación como mero brochazo para los no iniciados. En lo personal, recomiendo: Preisner’s Music, un concierto grabado a 130 metros bajo la Iglesia Wieliczka en su natal Polonia logrando un sonido y acústica sin igual –créanme escucharlo se convierte en una experiencia casi espiritual- en el que el compositor nos obsequia un hermoso recorrido por sus composiciones más significativas y en donde su soprano de cabecera Elzbieta Towarnicka hace gala de su magnífica voz; una voz dolorosa y de inmenso potencial que hoy hace inimaginable pensar en otra artista interpretando. Voz desgarradora en el tema Labyrinth ó en Sky del mismo disco, hay que escucharla para dar crédito.
Elzbieta Towarnicka
Ante la repentina muerte de Kiesloswki en 1996 y como homenaje póstumo, Preisner compone Requiem for my Friend, una serie de melodías que exhalan tristeza y belleza al mismo tiempo. Aunque de difícil escucha para el oído no habituado, es satisfactorio encontrar nuevamente la voz de Towarnicka y en este disco en particular es sencillamente sensacional encontrarse con todo el abanico de posibilidades que a lo largo de su carrera Preisner ha explorado: Coro de niños, la sinfónica de Varsovia, nuevamente el piano, flauta y órgano; sacro coctel que encuentra su punto máximo en los temas Ascende Huc, Veni et Vidi ó Lacrimosa, además del emotivo cántico de un niño en el tema que cierra el disco: Prayer; de verdad conmovedor.
Pareciera sin embargo que con este broche de oro Preisner disminuye su presencia en la escena musical y en consecuencia en el cine, al menos en los niveles de brillantez con los que participó en las películas de Kieslowski. En México incluso, es difícil acceder ya no se diga a películas en exhibición, sino a los dvds de los últimos filmes que ha musicalizado. Pero cuando pareciera que el mundo se pregunta ¿qué ha sido de Preisner? aparece un disco magnífico en el que la ex vocalista del conjunto portugués Madredeus, Teresa Salgueiro acompaña a Preisner en este nuevo viaje llamado Silence, Night & Dreams; la Salgueiro no es Towarnicka y su voz se deja sentir más aguda de lo acostumbrado pero el trabajo trasciende por lo diferente y porque finalmente Preisner siempre será Preisner.
T E X T O S