El 13 de febrero la actriz cumplió años y celebró su aniversario. Su rostro y películas también son para siempre.
Francisco Peña.
Kim Novak es, junto con Jean Harlow y Marilyn Monroe, una de las rubias platinadas más famosas en la historia del cine. Curiosamente ninguna era rubia platino natural: Harlow portaba una peluca cortesía de Max Factor, Novak y Monroe fueron resultado del mejor peróxido del mercado. Eso no fue obstáculo para que, a finales de los 50, Kim compitiera con Marilyn por ser el “símbolo sexual rubio” del cine norteamericano.
No fue el único punto donde sus carreras se cruzaron. El nombre verdadero de la actriz, nacida el 13 de febrero de 1933 en Chicago, Illinois, es Marilyn Pauline Novak. Cuando Columbia la contrató el jefe del estudio, Harry Cohn, le cambió el nombre para no enfrentarla directamente con Monroe. No sólo le puso Kim sino que cambió toda su imagen: la volvió rubia, la mandó a la escuela de actuación de Benno Schneider y la impulsó en pantalla. Cohn la quería para reemplazar en taquilla a Rita Hayworth y competir con Marilyn. Para la joven modelo de 21 años, hija de un ferrocarrilero checoeslovaco y de una maestra de historia, fue una oportunidad inesperada; semanas antes era sólo una modelo apodada “Miss Refrigerador” por promocionar esos aparatos.
La cámara descubrió en Kim Novak una ambigüedad que embrujó al público masculino. Al mismo tiempo era sensual e insegura, desprejuiciada e inocente, con un cuerpo deseable pero lejana y fría. El director Richard Quine, que trabajó con ella, definió su secreto: “Kim reúne dos cualidades proverbiales. Da la idea de ser, al mismo tiempo, una dama en la sala y una puta en la cama”.
Con una filmografía de más de 30 cintas, llega al estrellato con El hombre del brazo de oro (1955, Otto Preminger) como pareja de Frank Sinatra. Confirma su calidad en Melodía inmortal (The Eddie Duchin Story, 1956, George Sydney) donde acompaña a Tyrone Power cobijada en una banda sonora de culto y colección. También filmó la comedia Me enamoré de una bruja (Bell, book and candle, 1959, Quine) y el remake de Servidumbre humana (Of human bondage, 1956, Ken Hughes) en el mismo papel que hizo Bette Davis en 1934. En 1986-87 actuó en Falcon Crest como Kit Marlowe (una broma personal porque fue el nombre que Cohn le quiso imponer antes de pactar el de Kim Novak).
La actriz se volvió eterna con Vértigo, dirigida por Hitchcock en 1958, en el doble papel de Madeleine Elster/Judy Barton. Es una de las mejores en la galería de rubias que Hitch (“todos los actores son ganado”) torturaba en el set para crear sus obras maestras. En 2003, cuando cumplió 70 años, los cinéfilos le enviaron cientos de correos electrónicos desde el sitio web MacGuffin dedicado al director. Para ella fue una sorpresa: “Me conmovieron mucho. Con mi actuación siempre traté de comunicarme con el público, tocarlos, así que me complace su interés por mí en Vértigo”.
En esa ocasión aclaró su relación con Hitchcock y contó un detalle para los fans. “Quería que vistiera un traje gris, brasiere y zapatos negros. No quise hacerlo y pensé que no importaba pero era justo lo que él deseaba. Le dije que me sentía desconectada entre la cabeza y los pies con ese traje y zapatos. ‘Está bien. Cuando hagas a Judy no lleves los zapatos. Cuando hagas Madeleine, póntelos con el traje’. Yo quería que me escuchara y lo hizo, así que dije ‘OK’. Ser Judy fue maravilloso: llevaba los senos sueltos, mis zapatos cafés, me sentía segura y libre. Pensé que podía lograr que el traje, los zapatos y el brasiere me sirvieran como herramientas para moldear a Madeleine. Funcionó. El vestuario me molestaba, sabía que no era yo misma y me sentía forzada a ser Madeleine, lo que resultó perfecto para el personaje y mi actuación en Vértigo. Hitchcock tenía razón”.
Hoy ya alejada de Hollywood, Marilyn Pauline Novak ha hecho las paces con la fama: “Vivo en el campo, así que casi nadie me reconoce. Durante un tiempo estuve muy resentida con Kim, el objeto sexual, pero ya no me importa. Nos hemos vuelto amigas e inclusive le pido consejos de belleza en ocasiones. Yo sigo adelante mientras ella vivirá en pantalla más que yo, quizás para siempre”. Tiene razón… como los diamantes…