15 marzo 2015

La Comida Erótica aún sobrevive... con una pizca de cine

Francisco Peña.

Nos “comemos” a nuestra pareja, sentimos “hambre” de sus caricias, sus labios saben a “miel” pero, ¿qué tanto jugamos con la comida y el erotismo?

Comida y eros están ligados desde que la humanidad tiene memoria, pero ahora se ha perdido algo de esa magia con la vida acelerada de hoy. De esto se ocupa el libro La vida sexual de la comida: cuando cuerpo y alma se juntan para comer / The sex life of food, de la estadounidense Bunny Crumpacker (Dunne Books, 2006). La autora se avienta un estudio donde combina relaciones humanas, historia gastronómica, psicología y cultura pop para hablar de cómo mezclamos comida y erotismo mientras deja caer recetas en el camino.

La autora Bunny Crumpacker.

Libro interesante frente a la cultura gringa de “comida rápida” donde se devoran hamburguesas calentadas en microondas y papas “a la francesa” servidas al chilazo. Parte de la sociedad estadounidense sólo tiene tiempo para “comida rápida” y sólo aspira a un “rapidito” o quickie con su pareja.

Como las películas (y comidas rapídas) gringas nos proponen, “nunca hay tiempo” para amar o comer mientras los X-Men pelean, el Poseidón se hunde, Superman salva al mundo, el héroe se liga a Lindsay Lohan o Paris Hilton vende perfumes: hay que volar, brincar, jugar PlayStation o ver la telera igual que ellos: sólo palomitas –sin sal, sin mantequilla- al lado.

Aún tenemos tiempo para todo: comer, beber, hacer el amor con la pareja incluyendo prólogo y epílogo y saborearlo todo. Posibilidades hay muchas y el buen manejo de comida y erotismo está documentado en el cine europeo, por ejemplo.

Claro, hay que verlo para comprenderlo (y aplicarlo) porque luego aquí nos vamos gacho con la finta. Cuando se estrenó El último tango en París (Bertolucci, 1972), surgió un escandalazo en Italia (la retiraron de varios cines para “llevarla a juicio”) y en EU (le querían poner clasificación X). En México, entonces ni sus luces… y comenzaron los rumores: estaba prohibida, entre otras cosas, porque Marlon Brando se “echaba al plato” a Maria Schneider usando ¡Queso Cottage! (en lugar de mantequilla). Alejémonos de lugares comunes albureros de chile, tortilla, frijoles o recetas de “Espárragos erectos”; también de imágenes obvias como crema chantilly en distintos lugares del cuerpo femenino y masculino. Todos “erotismos rapídos”.



En la pantalla (y la realidad) las cosas son y pueden ser de otra manera. Una de las escenas evidentes que liga erotismo y comida aparece desde los 60 en la deliciosa Tom Jones (Tony Richardson, 1963, y si hay DVD). En una escena magistral, Tom (Albert Finney) y Mrs. Waters “se comen un pollito” rostizado mientras no dejan de mirarse como preámbulo al “camazo”: el juego de las miradas deseosas, el contrapunto del pollo comido a mordidas es el sinónimo perfecto del encuentro sexual.


El verdadero rescate del erotismo y la comida aparece en cintas europeas, dirigidas más por mujeres que por hombres. En Las delicias de la vida / Bella Martha (hay streaming, ver texto), de la directora alemana Sandra Nettlebeck, se dan un encontronazo dos chefs: la alemana Martha (Martina Gedeck) y el italiano Mario (Sergio Castellito). Ella es la jefa, con su (de ella) cocina albeante, mientras que él es creativo (y desordenado).




Luego de varias peripecias viene la seducción erótica como sólo un chef puede hacerlo… con otra chef. Mario ofrece pequeñas probaditas de distintos platillos a Martha, que tiene los ojos vendados; ella paladea lenta, muy lentamente, y va descubriendo los distintos sabores, olores e ingredientes de cada probadita: albahaca, tomillo, canela... pasan por su paladar (y su atracción) hasta que la escena remata con un largo y tierno beso donde los labios si tienen sabor y deseo.


La excelente cinta La vida secreta de las palabras, de la catalana Isabe Coixet, plantea un encuentro dramático entre la enfermera Hanna (Sarah Polley) y el enfermo Josef (Tim Robbins). Entre bocado y bocado, establecen una relación de silencios y palabras donde él intenta seducirla.


Pero el primer paso a la vida de Hanna, que se cerró a cualquier contacto por su tragedia personal, es a través de un plato de spaghetti (¡otra vez comida italiana!). El cocinero del lugar le ofrece el platillo y, aunque ella se lo come a escondidas, lo devora como símbolo de regreso a la vida (luego de una dieta sin sabores).

Inclusive el cine griego logra esa relación cocina–erotismo-vida. En El sabor de la vida / A touch of spice / Polítiki kouzina (Boulmetis, 2003), un abuelo cuenta a su nieto cuales son las características de las especies, donde sobresale la canela como un sol. El chico aprende cocina y, a través de ella se relaciona con su amor infantil y adulto (eterno). La interrupción de la preparación de la comida significa la imposibilidad del amor. En cambio, las mujeres deben saber cocinar muy bien para que se acepte el noviazgo formal por parte de la familia del novio: platillo mal preparado, noviazgo cerrado.





También el cine europeo ha planteado variantes. La preocupación del chef por el banquete perfecto en Vatel (Joffé, Francia, 2000), las interrelaciones humanas y el deseo expresados alrededor de una mesa en La cena (Scola, Italia, 1998), el banquete imposible que es posible en El festín de Babette (Axel, 1987). En el caso del cine mexicano está Como agua para chocolate (Arau, 1992) y la belleza de Lumi Cavazos. Hay que citar La gran comilona (Ferreri, 1973) como polo contrario: la comida para morir, Eros - Thanatos.


Cuando el cine gringo comercial quiere meter mano entre comida y erotismo fracasa rotundamente, sobre todo cuando copia recetas. Chocolat (Lasse Hallstrom, 2000) es una producción estadounidense que importa director sueco, actriz francesa (Juliette Binoche) y pone a Johnny Depp. Pero no hay química, el resultado no tiene sabor. Chocolat es una “receta” insípida de Cine y Comida Light para Yuppies: magia new age superficial, descubrimiento burocrático del erotismo deslactosado: todo patrocinado y financiado por la casa Nestlé.




Mientras tanto, Bunny Crumpacker pone en su libro disquisiciones sobre Eva y la manzana, El cantar de los cantares, higos, el vegetarianismo de Hitler, avena y fresas. Así que lo mejor es cerrar con las recetas, al menos una extraida de su libro:

Faux Chocolate Pots de Creme

Los ingredientes son básicos: chocolate, leche, azúcar y vainilla. El resultado es espeso y delicioso, junto con un poco de crema batida y frambuesa. Se puede usar cognac o ron en lugar de vainilla.

¾ de una taza de leche

1 copa 6 onzas) de granillo de chocolate semidulce

1 cucharadita de vainilla, cognac o ron

1 pizca de sal

Adorno de crema batida

Calentar la leche hasta hervir. Mientras hierve, coloque todos los otros ingredientes (menos la crema batida) en un procesador de comida o mezcladora. Añada la leche caliente. Bata hasta que se derrita el chocolate (10 o 20 segundos, o más si es necesario). Coloque el chocolate en tazas pequeñas, o en un tazón grande de donde se pueden tomar las porciones. Refrigere al menos 4 horas. Sirva y adorne con crema batida. Alcanza de 4 a 6 porciones.

Eso sí. Cómalo lenta, muy lentamente… y deje que su pareja se tome su tiempo y la iniciativa final… después de ver una buena película. ¡Provecho y buen apetito gastronómico y sexual!