15 marzo 2015

De cómo Annie Proulx llegó a Brokeback Mountain

“Oí los crueles comentarios de la vieja dueña de un bar-cafetería que despotricaba indignada porque ‘dos maricas’ habían entrado la noche anterior a cenar”. – Annie Proulx.

Francisco Peña.


A principios de 1997 la historia tomó forma en la mente de la escritora Annie Proulx. Dentro de lo que se llama casualidad, azar, Proulx vio en un bar del norte de Wyoming a un viejo vaquero, de alrededor de 70 años, que pasaba su viernes en la noche como todos los demás: con una copa en la mano…

Lo que le llamó la atención fue que el viejo vaquero no veía a las hermosas muchachas que estaban en el lugar; más bien, su mirada se dirigía a los vaqueros jóvenes que jugaban billar. Pensó que seguía el juego o uno de los jóvenes era su hijo, pero algo en la mirada –“amargo anhelo” le llama la escritora- le hizo preguntarse si no sería un gay de campo.

Semanas después oyó a la dueña del bar, cuya queja encabeza este texto.

Todos estos estímulos la llevaron a imaginar a una pareja de hombres que han crecido en el campo, con una personalidad moldeada por el entorno rural, machista y homofóbico de Wyoming. Surgió así el deseo de desarrollar la historia que se convirtió en Brokeback Mountain que ahora, llevada a la pantalla por el director Ang Lee, llenó las pantallas mundiales con un controvertido film que, incluso, fue retirado de algunos cines en Estados Unidos (por ejemplo, en Virginia Oeste, (West Virginia).


Para Annie Proulx, los personajes habían crecido en ranchos áridos y aislados, donde los jóvenes querían ser vaqueros o ser estrellas de rodeos. Pero consideró que el eje sobre el cual debía girar la trama –única base posible- era una historia de amor, “algo que todos los humanos necesitamos recibir y dar; sea a nuestros hijos, a nuestros padres o a un amante del otro o del mismo sexo”, dice Proulx.

En este proceso, a Proulx le pasó algo por primera vez como escritora, pero que muchos escritores han experimentado en distintas ocasiones: los personajes cobraron vida propia, más allá de las intenciones iniciales del creador. Hasta ese momento de su carrera, Proulx afirma que sus personajes eran obedientes, hacían lo que les pedía; pero Jack y Ennis resultaron respondones como la gente real, y comenzó un ‘diálogo’ en la mente de la escritora. A tal grado cobraron vida que el relato fue corregido más de 60 veces.


Para estructurar el relato, Proulx pensó que el encuentro de los dos hombres en la montaña debía ser breve pero seminal, que diera origen a algo muy humano. No se trata pues de una cuestión meramente sexual sino que del encuentro se desprendiera el amor. A partir de ese punto, la escritora buscó profundizar en los personajes y volverlos cada vez más complejos. Uno de los primeros pasos para hacerlo fue poner dicho amor homosexual frente a las normas sociales que ambos obedecían, bajo las particularidades de esa sociedad rural específica. Por esa razón, no hay contradicción en ver a los personajes, en la década de los 60, casados, siendo padres y queriendo a sus esposas y sus hijos.

A diferencia de la mayoría del cine de gays y lesbianas (con la excepción de, por ejemplo, Los muchachos no lloran / Boys don’t cry, de Kimberly Peirce) que ocurre en ámbitos muy urbanos (Filadelfia, La Virgen de los sicarios, Exxxorcismos), Proulx pasa al campo, e hijos y esposas tienen un peso específico en la historia. Esta entrada de personajes secundarios le permitió a la escritora ampliar la trama y el enfoque.

La autora Annie Proulx.

Pero ese enfoque le creaba ciertos problemas técnicos, pues quería reflejar bien el proceso psicológico de sus personajes. La escena del beso entre los dos personajes, cuando vuelven a verse después de cuatro años, se reescribió varias veces hasta que Proulx encontró el tono adecuado que deseaba. Es decir, los sentimientos incipientes de Jack y Ennis, la imposibilidad de su relación, el dolor, la vida que sigue… Lo mismo aconteció con la investigación del fondo histórico de la obra: Proulx checó que si existieran ‘vaqueros’ que cuidaran ovejas en el Wyoming de comienzos de los 60, los ambientes sociales, los transportes, el tipo de relaciones comunitarias, etc.

Para cuando el texto se publicó en The New Yorker, el 13 de octubre de 1997, el crisol donde se mezcló investigación y literatura había dado como resultado un relato conmovedor que, curiosamente para la escritora, no provocó una andanada de cartas llenas de homofobia sino de gente que había pasado por el mismo proceso de los personajes, con la clásica frase de ‘Has contado mi historia’.

Annie Proulx.

El paso al cine también llenó a la escritora de dudas, ya que el relato tiene descripciones sexuales que van más allá de lo que comúnmente se puede ver en el cine estadounidense. Había además otros factores que dificultaban el paso de la literatura al cine por medio de un guión: el tema de la homofobia (polémico en la sociedad estadounidense), el rechazo de actores hollywoodenses a interpretar a un personaje gay que después pudiera estereotiparlos ante la industria y el público, redondear el elenco, el posible rechazo del público, encontrar productores que se arriesgaran, que se respetara la historia sin y, finalmente, la cuestión financiera y de recuperación en taquilla.

Pero, de entrada, el guión de Larry McMurtry y Diana Ossana enriqueció la trama para cine con una serie de detalles que no estaban en el original. En ese sentido, el guión agradó a la escritora por el juego de imaginación a favor del sentido y el mensaje de su relato.


Pero donde surgió el primer obstáculo es que la mayor parte de los cineastas que se proponían para dirigir eran de origen urbano y no rural. Proulx intentó un viaje de ambientación y búsqueda de locaciones con un joven director y un reducido equipo de producción. Vio que, por desgracia, la formación urbana les impedía enfrentarse a la realidad rural de Wyoming: animales muertos por cadena alimenticia de la naturaleza, antropomorfización de animales, rechazo inmediato de lo que ocurre en un bosque (animales en putrefacción), etc. Todo rodeado de reacciones histéricas de director y equipo. Conclusión: gente totalmente ajena a los sitios rurales y no podían hacer ese guión.

De pronto, una productora se interesó por el guión y la historia de Proulx. Su propuesta de director fue Ang Lee. Con expresión mexicana podríamos decir que a la escritora “se le pararon los pelos”. Lee era extranjero (nacido en Taiwán), urbano y director de megaproyectos en Hollywood (Hulk). Curiosamente, el recelo de la autora se esfumó cuando conoció a Lee. El carácter apacible del director le dio confianza a la escritora, que descubrió que ambos compartían el miedo de llevar el relato al cine y el deseo de que la película no fuera más allá y perjudicara su sentido e intención. Hubo una conexión positiva.

El director Ang Lee.

Pasó el tiempo y la escritora dejó en manos del director toda la película.

Cuando Annie Proulx vio la cinta terminada, los personajes se le volvieron a agolpar a la cabeza, y aceptó algunas decisiones estructurales de Ang Lee para intensificar la estructura dramática. “Allí estaba el tema que a los escritores no les gusta reconocer: hoy en día, el cine puede ser más intenso que la palabra escrita”, declaró Annie Proulx.

¿Por qué dijo esto Annie Proulx? Porque Ang Lee entiende los sentimientos humanos, y allí está la coincidencia profunda e irrebatible entre el relato de la escritora y la cinta del taiwanés.

De hecho, la coincidencia era tan profunda que Proulx ha afirmado que al ver el film sintió que habían entrado en su cerebro y le habían extraído las imágenes. Le resultó escalofriante y paradójico que las situaciones que había imaginado y tratado desesperadamente de comunicar vía el lenguaje, se proyectaran ante ella en una experiencia visual que la deslumbró. No habían destrozado su relato, le habían dado una nueva dimensión.


Allí estaban los elementos que ella había plasmado y pedía que respetaran: la naturaleza, los animales muertos, las peleas, el ambiente y paisaje rural de Wyoming, las emociones de los personajes… A lo anterior se une una acumulación significativa de pequeños detalles visuales que enriquecen el film dándole autenticidad y peso de realidad a los personajes: por ejemplo, las uñas sucias de Ennis en una escena amorosa, la mancha de esmalte de uñas que se ve en el dedo de Lureen durante la dolorosa escena del teléfono, las camisas intercambiadas…

Todo este proceso, desde la concepción del relato hasta la proyección en pantalla de Brokeback Mountain / Secreto en la montaña es uno de los ejemplos de los vasos comunicantes entre literatura y cine donde, para fortuna de lectores y cinéfilos, En ese sentido, Annie Proulx puede considerarse una autora afortunada. Desde la idea original (el vaquero, la dueña homofóbica del bar) hasta la pantalla pasando por la escritura propiamente dicha, se conservó el sentido que ella quiso transmitir al público, enriquecido por la aportación artística de Ang Lee y su equipo de trabajo.

Annie Proulx.

Así, a lo largo de este artículo, vemos como Anne Proulx llegó a Brokeback Mountain y, cuando creía que el viaje artístico había terminado cuando finalizó su obra, se encuentra frente a ella encarnada en una pantalla de cine.

FINE