31 diciembre 2016

Pánico / Panic, de Henri Bromell

Francisco Peña.


Pánico, la cinta de Henri Bromell tiene una magnífica factura, que permite adentrarse en el interior de sus personajes.

El pánico al que se refiere el título de la película es algo interior, contenido, que va corroyendo lentamente la existencia de Alex (William H. Macy), cuya particular manera de ganarse la vida es matar personas. Es un asesino profesional.



Aunada al desequilibrio por ser un asesino está la crisis de la mediana edad, que se ceba sobre Alex con sus incertidumbres, aburrimientos y cotidianeidad.


De forma impulsiva trata de buscar la salida a sus problemas por medio de terapia psicológica. Pero ese contacto sólo le complica las cosas.

Alex anda caminando por el final de la década de sus años 40. Su situación familiar es relativamente estable y, sobre todo, la relación más humana que tiene es con su hijo de seis años Sammy. Pero el hecho de ocultarle a su familia la naturaleza de su trabajo erige una barrera natural frente a sus seres queridos. Así, el medio familiar de Alex está sostenido por una mentira.

Además, quien es su jefe en el negocio de los asesinatos profesionales es nada más y nada menos que su propio padre Michael (un excelente Donald Sutherland), con quien sostiene aun una profunda relación de sojuzgamiento psicológico. El negocio de los asesinatos es familiar, pues no sólo su padre es su jefe, sino que su madre es la única que sabe del asunto y lo considera “natural” en tanto que es la forma de vida de los dos hombres de la casa.

A todos sus problemas internos, Alex suma una nueva situación de enamoramiento con la joven Sarah (Neve Campbell), a quien conoce en el consultorio psicológico al que ambos acuden.


Con este planteamiento, Bromell construye un guión y una película impecables en su desarrollo e intensidad. Este drama con tintes de thriller maneja las relaciones de los personajes con una perfección de mecanismo de relojería, sin olvidar en ningún momento las reacciones emocionales que tiñen y dan cuerpo a las situaciones.

La salida lógica de Alex sería renunciar a su trabajo de asesino profesional, pero ni su padre ni su madre le permiten salir del “negocio familiar”. Ante el peligro que implica que alguien más sepa de sus “actividades profesionales”, Michael le ordena a su hijo Alex eliminar precisamente al psicólogo que lo atiende. No sólo no puede renunciar sino que además debe eliminar una de las posibles fuentes de liberación.


Este hecho precipita la crisis existencial de Alex: edad, familia, pareja, deseo de una mujer joven… Todo se entrelaza. En este caso, el pánico de Alex no se exterioriza en una crisis de histeria; todo lo contrario, cada lo contiene más y conserva el caos en el interior.

El único contacto humano que conserva son las conversaciones con su inteligente hijo Sammy cuando el pequeño se va a dormir.


A diferencia de Alex, la joven Sarah exterioriza sus conflictos de distintas maneras: seduce a una amiga y tiene una relación lesbiana, acepta emocionalmente a Alex como amante a sabiendas de que la relación no tiene futuro porque el asesino jamás abandonará a su familia.

El ser asesino profesional está en el centro de la relación de Alex con sus padres, su familia y su entorno social y emocional. No puede resolver la contradicción que está en el fondo. Por una parte, los padres ven el hecho en forma “natural”: Michael ve en el asesinato un trabajo que solamente “pone a la gente nerviosa”. Por el otro, el hecho ha socavado la relación de Alex con su mujer debido a su frialdad, silencio y retraimiento, que se manifiesta en sus continuos insomnios.

El resultado es una profunda depresión.


En una secuencia clave del film, que es un flashback de la infancia de Alex, el adulto recuerda como fue iniciado “inocentemente” por su padre en el manejo de las armas y su primera muerte: una ardilla. Bromell logra en forma brillante, en esta secuencia, mostrar la perversión de Michael y la pérdida de la inocencia de Alex. Allí se ve en forma evidente los cimientos que sostienen la distorsionada relación padre – hijo que empapa toda la cinta.

Otra secuencia que muestra la tergiversación de dicha relación es otro flashback. Se trata del primer asesinato de Alex, que se festeja como si el muchacho acabara de graduarse en la preparatoria o pasara por un examen profesional, que de hecho lo es. El orgullo de Michael por lo que ha hecho su hijo Alex es aun más corrosivo por su apariencia “normal”.


Pero los valores con los que crece Alex están cambiados, lo que crea su contradicción personal y su malestar emocional. Si bien Michael, su padre, está corrupto hasta los huesos, Alex conserva un espacio de humanidad vital que lo sostiene: su propia relación con Sammy. Es decir, Alex no replica sobre Sammy las presiones que recibió de niño. Su corrupción no ha llegado al grado cínico de Michael.

Este punto positivo en la psique de Alex le permite confrontar a su padre, por primera vez en muchos años, cuando Michael regaña a Sammy por no comportarse según sus expectativas ante un avioncito para armar.

Pero esta primera confrontación Alex – Michael no implica liberación. Michael directamente ha amenazado a su hijo con develar la verdad y destruir su vida familiar.

Alex busca la compañía de Sarah, pero los problemas de ambos no se solucionan con el encuentro. Pero cabe destacar que la joven tiene una visión más precisa de lo que ocurre frente a la confusión de Alex: “Ella nunca se entera y nosotros nunca nos enamoramos”.


Lo que precipita el final, en un guión impecable, es el hecho de que Michael lleva a su nieto Sammy “a cazar ardillas” y le enseña a disparar con una pistola. El hecho conmociona profundamente al niño.


Alex decide finalmente tomar cartas en el asunto cuando Sammy, la persona a la que más quiere y que representa su único contacto estable con la vida, se ve amenazado.

A lo largo de la anécdota de la película, Bromell aborda las situaciones mencionadas con una excelente solvencia artística.

Por un lado, el guión presenta una sólida construcción dramática en sus secuencias y escenas. La psicología de los personajes está bien dibujada. El autor hace avanzar la narración al introducir poco a poco nuevos elementos y complicar las relaciones de los personajes.

Un ejemplo que sintetiza este logro de Bromell como guionista es la relación de Alex con su esposa Martha (Tracey Ullman). Frente a la depresión y desconcierto de Alex, Ullman crea a una Martha humana que busca reparar su matrimonio, y finalmente estalla ante el desangelado adulterio.

Como esta, todas las interrelaciones de los personajes están muy bien estructuradas.

Pero hay que mencionar que uno de los elementos que más contribuye a este éxito artístico del guión y la cinta es el manejo de los diálogos. Están escritos (y claro, actuados) con una precisión que recuerda lo mejor de la literatura estadounidense.

En cuanto a la realización, Bromell muestra su solvencia especialmente en dos campos.

El primero es la dirección de actores, pues en todos los casos obtiene lo mejor de los histriones en beneficio de los personajes. Cabe destacar en este rubro a William H. Macy como Alex, al niño David Dorfman como Sammy y al extraordinario Donald Sutherland con su soterrada perversidad vestida de normalidad.

Pero las mujeres no se quedan atrás a pesar de sus papeles más secundarios dentro del argumento. Tracey Ullman tiene secuencia brillante cuando rechaza a Alex luego de confirmarse el adulterio. La misma Neve Campbell va cambiando sus tonos: desde la joven bisexual hasta la resignación con que acepta una relación sin esperanza con Alex.


De esta forma, Pánico permite varias aproximaciones, pero en todas se concluye que es una magnífica película.

Como thriller psicológico es buena. El planteamiento de la relación padre – hijo se aborda muy bien desde dos perspectivas contrapuestas de interrelación: Michael – Alex y Alex – Sammy. La desesperación, confusión, ira contenida y depresión de Alex se explica a partir de su extraña “profesión” que envenena su relación con el mundo y consigo mismo. Todo expresado por medio de un guión de primera, una puesta en escena y realización muy precisas.

Henri Bromell ofrece al espectador una película que merece ser vista, ya que es ejemplo de que en el cine estadounidense no todo lo que se filma es el estereotipado producto del Hollywood comercial, efectista y vacío. También hay cintas sensibles e interesantes que interactúan con el espectador sin insultar su inteligencia.



PANICO. Producción: Artisan Entertainment, Bac Films, Roxie Releasing, City Summit Entertainment, David Cooper, Matt Cooper, Andrew Lazar, Lori Miller. Dirección: Henri Bromell. Guión: Henri Bromell. Año: 2000. Fotografía en color: Jeff Jur. Música: Brian Tyler. Edición: Lynzee Klingman y Cindy Mollo. Intérpretes: William H. Macy (Alex), John Ritter (Josh Parks), Neve Campbell (Sarah), Donald Sutherland (Michael), Tracey Ullman (Martha), Barbara Bain (Deidre), David Dorfman (Sammy). Duración: 90 minutos. Distribución: Gussi – Artecinema.