27 diciembre 2017

El honor de los Winslow / The Winslow Boy, de David Mamet

Francisco Peña.

Easy to do justice, very hard to do right
Sir Robert Morton, en The Winslow Boy, de David Mamet.



David Mamet es, de nuevo, una presencia en la Muestra Internacional de Cine. En una edición reciente su película The Spanish Prisoner entró como cinta emergente para salvar un bache operativo. En esta ocasión se puede ver The Winslow Boy / El honor de los Winslow (1999).

Al director estadounidense se le ha colgado la etiqueta de que sus películas tratan sólo de víctimas. The Winslow Boy, en ese sentido, marca una diferencia con The Spanish Prisoner. En la segunda, la víctima está colocada en el punto nodal de los acontecimientos; en la primera, la víctima directa –el joven cadete- es protegido por la cortina familiar. De esta forma, la familia es la víctima general de los mecanismos sociales y políticos puestos en su contra. El hecho injusto no sólo afecta a una persona sino que contamina a los que la rodean.

La cinta está basada en la obra teatral de Terence Rattigan The Winslow Boy, escrita en 1947. Mamet, dentro de su guión y su realización, remarca los momentos que considera más importantes a nivel social y ético.


Bajo la premisa Let Right Be Done / Que se haga lo correcto, Mamet deja fluir la situación de la obra y la maneja con una puesta en escena deslumbrante para los ojos del cinéfilo.

La anécdota se centra en el hecho de que un joven cadete de 13 años es acusado de robar y cobrar fraudulentamente el giro postal de un compañero. El Almirantazgo inglés lo enjuicia en forma negligente y lo expulsa de la escuela. Este simple hecho se expande a toda la trama para mostrar la tensión que existe entre la verdad y la mentira; la justicia como operación de la ley y lo correcto como la ética y espíritu que deben estar detrás de la ley y su aplicación.

Al joven Ronnie Winslow (Guy Edwards) lo rodea su familia, que cree en la negación de los hechos y, encabezada por su padre Arthur (Nigel Hawthorne) y su hermana Catherine (Rebecca Pidgeon), decide defender su honor y que prevalezca la verdad. Todo el proceso para llegar a la meta de lavar el hombre del joven pondrá en riesgo la estructura familiar y sus recursos financieros.


La familia no echa tierra al asunto y busca que el Almirantazgo y el gobierno inglés acepte la causa. Varios intentos fracasan hasta que la familia establece relaciones con un famoso abogado y político de oposición: Sir Robert Morton (Jeremy Northam).

En un duro interrogatorio frente a su familia, el abogado cuestiona al joven y lo hace caer en contradicciones. Sin embargo, lee perfectamente la actitud ética del muchacho y reconoce que dice la verdad. Morton acepta el caso.

A partir de ese momento el caso se politiza y brinca al Parlamento. Ahora se trata de Winslow VS Rex. Pero lo que interesa a Rattigan y a Mamet son los efectos que resiente la familia por enfrentarse a un gobierno y a una sociedad, sólo por llevar adelante su posición ética de que la verdad y lo correcto prevalezcan sobre los mecanismos negligentes de la justicia y la ley cuando carecen del espíritu con el que fueron creadas.

A partir del conflicto establecido, Mamet se centra en los personajes adultos del padre Arthur, la hermana Catherine y el abogado Morton y sus interrelaciones. El joven se vuelve personaje secundario en sus apariciones.


La puesta en escena de Mamet es de un cuidado, pulcritud y atención al detalle que sorprenden a la visión conocedora. Mientras el diálogo de los personajes fluye constantemente para dar vida a las escenas dramáticas, la cámara, la edición y actuación se desenvuelven con una maestría tan certera que no es “notoria” en pantalla. Todo está en función a la economía del relato sin excesos estilísticos y, así, The Winslow Boy se transforma en una delicia para los ojos de los espectadores.


Sin desdeñar los golpes de efecto de la obra –la copa extra en el brindis que marca la presencia de Ronnie ante el padre ignorante, el interrogatorio Morton – Ronnie-, compone los movimientos de los actores, el tono de los diálogos y las actuaciones con gran tersura naturalista.

Por otra parte, sus emplazamientos de cámara y el montaje ayudan a la economía del relato, sobre todo para mostrar lo no dicho pero si sentido. Presenta los diálogos importantes y lo que puede narrar visualmente lo comprime para gozo del espectador. En este caso Mamet remarca la noción cultural inglesa del understatement / sobreentendido y la ejecuta por medio de sus excelentes actores. Mientras se dicen las cosas en el diálogo, también muchas veces sobreentendidas, mucho se aclara con las miradas, con el rostro, con las entonaciones que acompañan a las palabras.


Destacan en ese sentido las actuaciones de los actores que presentan a los personajes principales: Hawthorne, Pidgeon y Northam. Los tres contribuyen a recrear el ambiente social inglés de la clase media durante la Belle Epoque previa a la Primera Guerra Mundial.

Dicha sociedad inglesa tenía características muy codificadas como sus rasgos de civilidad, conversaciones en el clásico drawing room, las preocupaciones monetarias que inciden en las cuestiones matrimoniales, el papel de las mujeres y la lucha feminista. El retrato de ese universo, ya desaparecido históricamente, lo comparte la cinta con obras inglesas como, por ejemplo, The voyage out y Night and day, de Virginia Woolf.

En ese sentido, el hecho de que Mamet aborde esta obra de teatro, recree las problemáticas de esa sociedad y logre su cometido con excelencia cinematográfica, lo emparenta con el dilema ético que muestra en la misma película: Let Right Be Done / Que se haga lo correcto.


Por un lado, el planteamiento narrativo gira alrededor del dilema ético de sacrificar recursos y afectar a la familia por impulsar la ejecución en la realidad de la idea abstracta de lo correcto. En un momento surgen dudas sobre si el enfrentamiento con el gobierno por lavar el nombre de Ronnie no es sino un acto de soberbia y altanería del padre. El compromiso matrimonial de Catherine se ve afectado por la demanda legal. Morton renuncia a un alto puesto en el gobierno.

El dilema ético se responde con el hecho de que vale la pena luchar porque prevalezca lo correcto a pesar de los sacrificios, cuando era más fácil dejar las cosas en paz. Morton lo resume en una de sus frases: Easy to do justice, very hard to do right / Es fácil hacer justicia, muy difícil hacer lo correcto.

En paralelo, era más fácil que Mamet realizara la película con los patrones comerciales e industriales que prevalecen en Hollywood. De esa manera sería más fácil hacer justicia convencional a la obra de Rattigan y obviar la forma personal de filmar de Mamet. Era más difícil hacer lo correcto éticamente con este proyecto cinematográfico: respetar el espíritu de la obra original y hacer transcendente su expresión fílmica, al tiempo que ésta se expresa a través de la forma particular de hacer cine que tiene Mamet.

En ambos casos, en la obra y en el cine, valió la pena el esfuerzo porque prevalezca una verdad.



THE WINSLOW BOY / EL HONOR DE LOS WINSLOW. Producción: Winslow Partners, Sarah Green. Dirección: David Mamet. Guión: David Mamet, basado en la obra de teatro homónima de Terence Rattigan. Año: 1999. Fotografía en color: Benoit Delhomme. Música: Alaric Jans. Edición: Barbara Tulliver. Intérpretes: Nigel Hawthorne (el padre, Arthur), Rebecca Pidgeon (la hermana, Catherine), Jeremy Northam (Sir Robert Morton), Gemma Jones (la madre, Grace), Guy Edwards (Ronnie Winslow), Matthew Pidgeon (Dickie Winslow), Colin Stinton (Desmond Curry), Aden Gillet (John Watherstone). Duración: 104 minutos. Distribución: Columbia buenavista TriStar