No, no se trata de una marca danesa, holandesa o portuguesa de ostiones ahumados, camarones o mariscos enlatados de procedencia dudosa; Mariska Hargitay es la actriz mejor pagada de la televisión estadounidense según la edición 2008 del Libro de Records Guinness. Nada más, nada menos.
El record lo obtuvo con una sensibilidad que permea la pantalla chica cuya base emotiva brota de su infancia problemática. ¿Infancia? Sí. Pocos saben que Mariska es hija de Jane Mansfield, la célebre respuesta de la 20th Century Fox a Marilyn Monroe. Mansfield era la “otra” rubia platinada, también modelo de Playboy, que destacaba por sus senos que iban más allá de los clásicos 90 cms. hasta rebasar el metro. Mansfield murió decapitada en 1967 en un accidente automovilístico al quedar debajo de un trailer. Sus hijos Miklos, Zoltan y Mariska, que entonces tenía poco más de tres años, se salvaron milagrosamente. El pelo de la actriz y el tiempo ocultaron una cicatriz en zigzag, herencia del encontronazo.
Mariska fue criada por su padre Mike, nacido en Hungría: plomero, carpintero, Mr. Universo en la tradición de Charles Atlas y actor de cine. De allí viene su nombre de Mariska, diminutivo cariñoso de María en húngaro. Prefirió la televisión al cine y trabajó en series conocidas hasta que le pegó a la piñata con La Ley y el Orden: Unidad de Víctimas Especiales. La creación de Dick Wolf es heredera de la tradición de El precio del deber/Hill Street Blues, la serie policíaca ochentera por excelencia.
El precio del deber, con sólo 100 capítulos, instauró en el género el uso de múltiples historias entrecruzadas entre distintos personajes en un solo capítulo y con más rasgos de carácter para cada personaje. Destacaba la relación entre el capitán Furillo (Daniel J. Travanti) y la abogada posh Joyce Davenport (Verónica Hamel) pero sólo había una mujer policía: la oficial Lucy Bates (Betty Thomas).
Frank Furillo y Joyce Davenport.
En la misma dirección, para La Ley y el Orden: UVE Dick Wolf profundizó la densidad psicológica de sus personajes, les creó historias personales y la lanzó al aire en 1999. Luego de años y capítulos cada vez más espesos y perturbadores, Mariska Hargitay hizo de la detective Olivia Benson su creación magistral: un Globo de Oro y un Emmy (y otras cuatro nominaciones) es la cosecha de la simbiosis Hargitay/Benson.
Sobre la relación de Benson con su compañero Elliot Stabler (Christopher Melloni), Mariska ha dicho que “es complicada. Es como si fueran hermanos y creo que la razón por la que son tan cercanos es que comparten la misma pasión por su trabajo y por la gente. Se respetan mutuamente. El promedio de permanencia de un detective en una UVE es de cuatro años y ellos llevan más, así que ya es su mundo. También hay una cierta química sexual y la gente me pregunta si alguna vez estarán juntos –la gente lo desea y creo que Olivia también- pero creo que nunca ocurrirá”.
Con el apoyo de un magnífico equipo de guionistas, Mariska hizo de Benson una de las mujeres más reales de la tv estadounidense actual. Por ejemplo, en uno de los capítulos más memorables, Hargitay/Benson sigue la pista de una niña secuestrada por un pedófilo asesino por medio de un celular por el que habla la niña y que se va descargando hasta apagarse. Contra la opinión de sus propios compañeros que la dan por muerta nunca se rinde y, más como madre que policía, deduce el lugar donde la niña fue enterrada viva por el pedófilo y la rescata, para luego intentar agredir al asesino entre el llanto y la rabia.
Cada uno de los matices emocionales de este personaje tan complejo sólo son creíbles por el deslumbrante trabajo actoral de Mariska Hargitay: la satisfacción que nos deja con su presencia en pantalla vale exactamente cada dólar que le pagan por ser el corazón femenino de La Ley y el Orden: Unidad de Víctimas Especiales.