07 enero 2016

Sydney Pollack: motor del verdadero Hollywood

Este director, productor y actor supo tener bien plantados los pies en el cine comercial lo que le permitió crear buen cine de arte y participar en películas de antología.

Francisco Peña,



El lunes 26 de mayo de 2008 murió de cáncer Sydney Pollack, director, productor y actor. Se escribieron muchas notas con su filmografía, logros cinematográficos, actuaciones y vida personal. Todas y cada una de ellas omitieron su importancia esencial en el mundo del cine. Pollack fue uno de los motores más importantes del verdadero Hollywood.

Gana el Óscar en 1985.

Fue una especie de director de orquesta (o en ámbitos administrativos sofisticados le dirían “facilitador”) que reunió a actores y directores bajo una sola premisa: hacer el mejor cine posible dentro de la mecánica financiera y comercial de Hollywood. Su actividad podría resumirse en la frase “lo mejor posible dentro de lo probable”.

Formó parte de una generación (Redford, Coppola y Spielberg entre otros) que comprendió en los años 70 -a raíz de la Guerra de Vietnam- que salirse del ámbito hollywoodense y hacer cine alternativo era casi reducirse al silencio. Para Pollack y el resto era mejor decir algo que no decir nada, aunque lo que se plasmara en pantalla no fuera completamente todo lo que se deseaba expresar.


Entendió que podía vivir del cine y hablar personalmente en ese medio con la fórmula “3 X 1”. No era una oferta de supermercado pero seguía algo de su lógica comercial. En el inicio de su carrera dirigió películas muy comerciales y ni siquiera buenas pero que ganaban en taquilla; con esos ases bajo la manga convenció a las productoras para que Redford actuara en dos cintas clásicas: They shoot horses, don’t they? (1969) y Jeremiah Johnson (1972). Ambas tienen el corte liberal del mejor cine de Hollywood, el que es impulsado por un puñado de creadores que si cuestionan situaciones políticas, sociales y económicas. Las cintas incómodas de Michael Moore (Sicko, Fahrenheit 9/11, Bowling for Columbine) no existirían si Pollack no hubiera pavimentado antes los caminos artísticos y financieros con su labor enérgica dentro de la industria fílmica estadounidense.


Este cineasta de origen ruso-judío tuvo la habilidad de utilizar los recursos y las reglas no escritas del juego económico de Hollywood para, poco a poco, por evolución y no revolución, hacerse de un poder de facto muy fuerte y con un prestigio incuestionable ante estudios y distribuidoras. Su modelo de producción-dirección fue retomado por Spielberg, que dirigió los Indiana Jones y Parque Jurásico para después filmar en completa libertad La lista de Schindler, Salvando al soldado Ryan o producir Band of Brothers. Otros han seguido el camino de Pollack (difícil, lleno de obstáculos reales pero siempre honesto) al comprender que a la larga se puede decir más y a más personas vía el buen cine comercial de Hollywood que por circuitos alternativos con muy baja asistencia.

No se limitó a ejercer su papel de organizador de creatividades propias y ajenas en sus películas. Como actor participó en cintas comerciales para luego mostrarse en pantalla en Ojos bien cerrados (Kubrick, 1999). Allí mostró su calidad humana y cómo sabía conjuntar el arte para bien del cine, para sí mismo, pero sobre todo para los otros.


En conversaciones en el estudio, Pollack le abrió los ojos a Tom Cruise y Nicole Kidman haciéndoles entender las causas de la férrea disciplina incomprensible de Kubrick. Conocemos el resultado de esas conversaciones informales: Tom es estrella pero no es actor consagrado. Nicole si escuchó a Pollack: hace cine chafón como Hechizada y ese horror fallido que es La brújula dorada (hay que comer, los actores también son humanos) para luego participar en buen cine comercial como La intérprete (donde Pollack la dirigió precisamente) y mostrarnos con que es una actriz extraordinaria en Dogville, de Lars von Trier.


Sean Penn, Sydney Pollack y Nicole Kidman en La Intérprete.

Pollack jamás presumió de estas ideas o de sus logros. Con humildad hablaba de su inquietud por hacer mejor cine: “No importa lo que estoy haciendo, desearía que fuera otra cosa. Si estoy produciendo, quisiera dirigir; si estoy dirigiendo, quisiera actuar o hacer casi cualquier otra cosa en el cine”. Se fue un motor creativo de Hollywood y su generación va de salida. ¿Hoy quién tiene agallas para pensar como él y tomar su relevo?