12 abril 2015

The Junkie’s Christmas, de Nick Donkin. Por Angélica Ponce

Burroughs, ¡maldito genio!

“Y ocurre que los productores de obras geniales no son aquellos que viven
en el más delicado ambiente y que tienen la más lúcida
de las conversaciones y la más extensa de las culturas, sino aquellos
capaces de cesar bruscamente de vivir para sí mismos
y convertir su personalidad en algo semejante a un espejo.”
— Marcel Proust

Por Angélica Ponce.


Sublime, así es The junky’s Christmas, un corto producido por Francis Ford Coppola, escrito y narrado en voz off por William S. Burroughs y dirigido por Nick Donkin. El filme cuenta la historia de Danny, El limpiaparabrisas, un yonqui que tras pasar 72 horas en prisión, y ser liberado la víspera de Navidad, buscará desesperadamente un chute.

Sin zalamería, se trata de un homenaje cinematográfico y literario al autor de El almuerzo desnudo, y de un regalo del escritor de El metro blanco a la cultura popular estadunidense.


Con esos tópicos navideños muy norteamericanos, vemos a un Burroughs cuya imagen es casi desmitificante de la irreverencia y trasgresión del icono beat, y que nos lleva a los orígenes mismos de su producción literaria de historias cortas con Interzone, del que extrae The junky’s Christmas.

Mientras un gato salta de una caja de regalos, postrada al pie de un luminoso y magnificente árbol navideño, Burroughs se acomoda junto a la chimenea, se retira las gafas y comienza la lectura.


Si hay alguien que puede llevar a los extremos la naturaleza humana, ése es, sin duda, William S. Burroughs, quien en imágenes realizadas por el equipo de Coppola y Donkin, bajo la técnica stop motion, música navideña producida por Hal Willmer & The Disposable Heroes of Hiphoprisy, su narración y un acercamiento difuminado de Nueva York, nos entrega una bella historia de Navidad, donde su espíritu yace en el saber compartir.

Sin sensiblerías, ni moralinas, Burroughs hace de The junky’s Christmas un recorrido por las calles donde un “viajante”, como Danny, puede conseguir un poco de efectivo y heroína.


Luego de un intento fallido de hurto a un auto estacionado, Danny encuentra una maleta abandonada que satisfará su imperante necesidad de “meterse algo”, no sin antes enfrentarse a ese mórbido humor de Burroughs, que colocará en su interior partes de un cuerpo femenino desmembrado, de las cuales —entre repulsión y un gran sentido práctico— habrá que deshacerse.


Resuelto el problema y consiguiendo unos dólares, Danny se enfrenta a una ciudad donde “no hay nadie ni para comprar somníferos”; sin más remedio, habrá que fingir una neuralgia facial ante un médico que, evidentemente alcoholizado y sin ánimos de investigar a su incómodo visitante, le dará una pizca de droga dejándole bien claro que le bastará para satisfacer la verdad o mentira contada.


Visto como un regalo, aún queda efectivo para la renta de un cuarto de hotel. El éxtasis llega, incluso, antes de que la heroína penetre en el cuerpo de Danny, pero es entonces que viene otra vuelta de tuerca de Burroughs y la verdadera historia de Navidad. Junto a la habitación del Limpiaparabrisas se retuerce, entre lamentos, un muchacho de 20 años; un terrible dolor de riñones lo está matando.


La desgracia del chico es mayor a la suya, y en un acto de compasión Danny entra en la habitación y le pide que se arremangue la camisa: “tengo algo para ti”. Le inyecta el líquido y al ver que se queda dormido se marcha a su cuarto, y ya sea por cansancio, resaca tardía de anfetaminas o por un milagro de Navidad, Danny es invadido por el mejor viaje que pudo darle su existencia yonki.

Burroughs regresa otra vez a escena y ahora nos recibe con una cena navideña empapada del calor fraternal de la temporada, sin esa vorágine en la que nos mantuvo el corto hasta la tranquila y merecida paz de Danny.

Cortometraje completo vía YouTube. Duración: 21:28