12 abril 2015

Pottermanía. Por Angélica Ponce

Angélica Ponce.

Decía Hemingway que “todas las cosas que son capaces de despertar pasión en su defensa levantan, igualmente, pasión contra ellas,” y Harry Potter desde que apareciera en el mercado editorial no ha dejado de sumarse fans y detractores.



Con seis libros publicados, más un séptimo y último a unos meses de llegar a los anaqueles en su traducción española —en inglés está a la venta desde julio—; cinco filmes concluidos y otro en pleno rodaje; adicional a videojuegos, accesorios, juguetes y una industria editorial paralela que trata de interpretarlo o complementarlo; el joven mago ha hecho de JK Rowling no sólo una de las mujeres más ricas de Inglaterra, superando a la reina Isabel II, sino, además, una de las escritoras contemporáneas más leídas y queridas.

Independientemente de las campañas de mercado de las que se ha acompañado la saga de Harry, hasta formar toda una pottermanía, es indudable que el fenómeno respondió, en primera instancia, al de boca en boca, logrando que niños, adolescentes y adultos voltearan a las librerías para descubrir qué tenía de especial un pequeño flacucho de 10 años, ojos verdes, pelo negro siempre alborotado, gafas redondas y parchadas, y una delgada cicatriz en forma de rayo en la frente, que contaba su primer historia en poco más de 200 páginas y sin ilustraciones.


El panorama no lucía muy afortunado para esta escritora “novata”, no por nada el manuscrito había sido rechazado por diversas casas editoriales. Sin embargo, para fortuna de Rowling salió excelentemente bien librada y, una vez concluido el primer año de Harry en Hogwarts, sus lectores ya ansiaban conocer el desenvolvimiento de un segundo curso y nuevas aventuras en La cámara secreta, título aparecido un año después con casi 100 páginas más.


El éxito fue tal, que, quienes empezaran con La piedra filosofal, esperaron con impaciencia la última entrega: Harry Potter and the Deathly Hallows, en inglés, y sus respectivas traducciones en febrero de 2008. Las pre-ventas están a la orden del día por internet y en librerías.


¿Por qué? Es muy complicado explicarlo como fórmula, tanto para los expertos en literatura —entiéndase críticos, editores, literatos— como para aquellos encargados de los fenómenos de masa —sociólogos y psicólogos—; empero, es muy simple si no se le juzga más allá de la historia o se le intenta comparar con clásicos y grandes monstruos de la literatura infantil y juvenil —como Antoine de Saint-Exupéry o Frances Eliza Hodgson Burnett— o, peor aún, del género fantástico —como Tolkien, porque ha de recordarse o saberse que no toda la fantasía está escrita o es apta para niños, como las más de las veces se cree, pero ésa es “harina de otro costal”—.

Así que más allá de intentar exaltar o demeritar el trabajo de Rowling, lo importante es reconocer su talento para sumarse y crear lectores, porque si algo tiene cada uno de los libros de Harry Potter es una historia bien contada, cuyos personajes y tramas evolucionan paralelamente a su edad, los desafíos son mayores y más oscuros, coqueteando por momentos con el género del terror. Y tal vez sea en estos puntos que se encuentran sus mayores cualidades.


Si bien existen otros aciertos literarios de seriales contemporáneos como Lemony Snicket's, que incluso también fue llevado al cine, el impacto no ha sido mismo, seguramente porque los tres huérfanos de la historia de Daniel Handler son prácticamente iguales en sus libros, no cambia su edad, sólo sus aventuras o desfortunas.

En cambio, en Potter sus personajes principales pasan de la infancia a la adolescencia —Harry tiene 10 años cuando ingresa a Hogwarts y tendrá 17 cuando egrese o ¿muera?, al igual que Ron y Hermione—, es decir, en seis de los siete libros se han visto los cambios físicos y emocionales que trae consigo la edad —ya lo dijo el capitán Garfio, en Peter Pan de James Matthew Barrie, con crecer comienzan los líos—, y al mismo tiempo se va cocinando la que será la batalla final entre el bien y el mal.

Sin ser condescendiente con la trama o los personajes, Rowling va subiendo el tono dramático en cada entrega, enfrentando los demonios particulares y temores, así como cualidades de los seres creados, tanto primarios como secundarios, logrando la identificación de sensaciones, ideales o situaciones con el lector.

J. K. Rowling y Emma Watson

Las inseguridades infantiles se van transformando en preocupaciones más complejas con principios de adultez, sin perderse en el camino de los “resbalones” o temores emocionales que se van generando para fortalecer los caracteres y personalidades.

De ser un niño solitario que duerme en una alacena y cuya mayor preocupación es enfrentarse con Dudley, su estúpido primo, en La piedra filosofal, Harry Potter se ve inmerso en un mundo que cuestiona su propia existencia, con la dolorosa pérdida de sus padres, y enfrentándolo consigo mismo para saber quién es.

Ya en La cámara secreta, Potter tiene una idea más clara de su pasado y comienza a intuir su futuro, asumiendo su rol de supervivencia ante la encarnación del mal, Lord Voldemort, enfrentándose indirectamente, mas no por ello con sutilezas, a los conflictos discriminatorios raciales a los que se ve sometida Hermione por ser hija de muggles (no magos), y de esclavitud que viven los elfos domésticos, representados por Dobby.




Hasta aquí, la cinematografía no le había hecho justicia a los libros, las cintas que le fueran encargadas a Chris Columbus resultan un tanto sosas y poco transparentan, más allá de la historia, la fortaleza de los personajes. Son extremadamente coloridas, subestimando en más de una ocasión la infancia hasta volverla ñoña.

Se rumora que Steven Spielberg quiso rodarla, pero ante la exigencia de Rowling porque los actores que interpretaran a Harry, Ron y Hermione fueran ingleses, declinó. Habría sido interesante verlo. El cine comercial le queda muy bien.

Luego vendrá el tema de los “chivos expiatorios” en El prisionero de Azkaban, libro en el que Harry descubrirá que no está solo —pues si bien es cierto que tiene por familia a los Dursley, es como si no existiera, ya que no hay una buena relación, de hecho no hay nada más allá de los genes— y que tiene a alguien que siempre lo ha cuidado, pero con quien no puede estar por ser un perseguido político: Sirius Black.


Con 12 años de edad, Potter comienza a enfrentarse con la adolescencia y su propio cuerpo, y quien mejor lo entendió en términos fílmicos fue Alfonso Cuarón, el cineasta mexicano que fue buscado por Rowling luego de ver las cintas La princesita junto con Y tu mamá también. Curiosamente, esta película es la de menor duración y la que también mejor cuenta la trama. Es la primera que juega con los aspectos más oscuros de los personajes y la novela, que por cierto sumaba personajes y aumentaba el número de páginas, superando las 350. Tras el rodaje y completamente extenuado, Cuarón declinó seguir con la saga, pese a confesar haber disfrutado de los libros y las grabaciones.




Toca el turno de El cáliz de fuego, obra en la que el romance, las cosquillas en el estomago, la incomunicación, las rivalidades, los celos y la competencia hacen su aparición, así como la muerte injustificada y muy clara de un inocente. Las artes oscuras dejan de ser una mera clase para apoderarse de la vida de Howgarts. Rowling le apuesta al horror y al suspenso, con un delicado toque de intriga política, así como la formación de un organismo redentor de los derechos universales, donde lo sencillo hubiera sido sumarse a él y vivir todos felices, pero donde se descubre que la esclavitud también puede resultar cómoda y la libertad poco atractiva si no se sabe qué hacer con ella.




Para esta cinta, Mike Newell rompe con el esquema de Cuarón y muestra un trabajo menos oscuro, trágico y político que la novela, empero, conserva —aunque no tan obvio— el crecimiento de los personajes. Es un filme que sale avante si se toma en cuenta que el libro ya rebasa las 350 páginas.

En La orden del Fénix, los demonios internos llegan a los personajes más impensables: los padres de Harry, porque aunque muertos, también tuvieron un pasado y se cometieron errores. Y saberlo o aceptarlo, como hijo, no es sencillo. La pena por herencia también existe.




Esta cinta de David Yates se estrenó y cumplió, aunque siguió conservándose al margen como lo hiciera su antecesor. Lo que es un hecho, es que los actores han crecido, quedando la cuestión de la edad, imagen y proyectos personales de los interpretes sujeta a dos o tres años más. Baste recordar que en Inglaterra, Daniel Radcliffe (Potter) ya recibió su primer cuestionamiento por participar en Equus, la obra teatral de Peter Shaffer, que le exigió un desnudo.

Finalmente, El misterio del príncipe, enfrenta a Harry con la traición y la tercera muerte importante en su vida, ya en La orden del Fénix había perdido a Sirius, y ahora es Dumbledore quien sucumbe, ¿por qué? Esa es una de las mayores intrigas que deja abierta la penúltima novela, mientras se debate el cierre de Hogwarts, se reorganiza el ejército oscuro y McGonagall asume la dirección. Ron y Hermione reconocen sus sentimientos y Potter está más que enamorado de Ginny.




Ahora que Harry Potter and the Deathly Hallows salió, las especulaciones terminaron y el debate sobre la suerte de Harry es lo que pesa en las discusiones, a las que sin duda se sumarán los lectores en español una vez que concluyan la lectura del libro. Mas, independientemente de la posición que se tome se verá concluir la saga.

En general los tres chicos que recibieron la invitación para convertirse en magos se desarrollan, y sus cambios hormonales y emocionales se ven afectados y afectan su entorno, llevando la mera historia de acción de la lucha contra el mal, al romance, con toques de intriga, celos, apatía y desenamoramiento.

Que sumados a una atmósfera de amenaza latente, en la que Voldemort —el que no debe ser nombrado— amenaza no sólo la vida de Harry, sino todo el equilibrio del mundo mágico y hasta el muggle (el de los no magos), se antoja conocer si no se subestima al lector y se le integra a un escenario creíble. Mas cuidado con las relecturas, pueden aparecer huecos que no son fáciles de llenar, y que además nunca fueron o serán prioridad de una historia que funciona en primera instancia.









Cuando nació Harry Potter, Rowling sabía muy bien lo que hacía y quería del personaje. Pues, aun cuando no se había dedicado profesionalmente a la literatura como escritora, sí tenía estudios universitarios sobre la materia. Así que, una vez que fluyó la historia, trazó toda su existencia en un número cabalístico, ya sea por superstición o casualidad: el siete. Son siete años de colegio en Hogwarts, siete libros, y en consecuencia siete películas.

Harry Potter and the Deathly Hallows es el libro que pone fin al proyecto como saga, pero que deja la promesa de la aparición de un diccionario —casi enciclopedia— de su entorno mágico, escrito por la propia autora, para continuar hasta que los fans lo decidan, con la pottermanía.