Francisco Peña.
¡Bravo! ¡Las amamos! ¡Aplausos! ¡Te queremos! ¡El Óscar, Grammy, Emmy, Tony es para…! La cascada de premios a las personas de la diversidad sexual se incrementa año con año: Ian McKellen, Jodie Foster, Pedro Almódovar, Ellen DeGeneres, Melissa Etheridge, Elton John… son parte de quienes suben al escenario para recibir un reconocimiento por su obra artística, al mismo tiempo que se enorgullecen de su propia sexualidad.
En ese mismo momento, del otro lado del monitor una adolescente, un joven, siente que no todo está perdido: si su estrella favorita pudo vencer todos los obstáculos y humillaciones en el camino, él, ella, también puede hacerlo. De golpe, gracias a estas personalidades creativas, muchas gentes recobran la fortaleza para afrontar las barreras sociales que obstaculizan su vida sólo por amar a personas de su mismo sexo.
Si ven estas premiaciones junto a familiares y amigos, quizás esta transformación de mentalidades se extienda más allá. Es el inicio de un cambio cultural donde la calidad artística se combina con la diversidad sexual: sí, mi vida, la tuya, la nuestra, la de todas y todos puede ser mejor.
Para ejemplificar este proceso, donde la diversidad sexual de un caso personal es relevante pero el reconocimiento lo corona una calidad estética incuestionable, presentamos al dueto TEGAN & SARA.
Los datos biográficos y rasgos musicales de este dueto son conocidos en México gracias a una base fiel de seguidoras y seguidores de estas jóvenes hermanas gemelas idénticas: Tegan Rain Quin y Sara Kiersten Quin, ambas nacidas en Canadá (Calgary, Alberta), el 19 de septiembre de 1980 y hoy con 34 años de edad. Las y los fans que las siguen en el mundo han crecido en número en años recientes al responder a la evolución de su música y a su actividad en favor de la comunidad LGBT.
Algunos puntos relevantes que ellas han dado a conocer por diferentes medios son:
- Tegan y Sara, con el apoyo de su madre, iniciaron su carrera profesional en la a los 17 años y no ocultaron el hecho de que ambas eran lesbianas, aparte de ser hermanas gemelas. La primera en tener relaciones sentimentales con otra mujer fue Sara, a los 15 años; después Tegan, al ver a su hermana, pensó que ella quería hacer lo mismo.
- El apoyo de su madre fue determinante. Como explica Tegan Quin, en el concierto Billboard de 2013 antes de tocar la canción ‘I was a fool’: “Sara y yo fuimos criadas por una madre soltera y fuimos educadas para estar orgullosas [de su sexualidad], ser sínceras, y cuando ‘salimos’ en 1997, en coincidencia con el inicio de nuestra carrera discográfica, mucha gente nos aconsejó que no lo hiciéramos [público], pero fuimos criadas por una madre muy feminista que nos alentó a ser nosotras mismas, por lo que me siento muy orgullosa de estar entre tantas mujeres increíbles. Es algo que damos por hecho, pero hay tantas mujeres increíbles al timón en este negocio, que me siento muy orgullosa de compartir este espacio con ustedes. Así que muchas gracias por tenernos con ustedes, gracias a Billboard por tenernos con ustedes”.
- En un juego actual de paradojas, las gemelas viven en puntos opuestos de su natal Canadá: Tegan vive en la costa del Pacífico, en Vancouver, y su centro de acción es Los Ángeles; Sara vive del lado de la costa del Atlántico, en Montreal, y se mueve en Nueva York. Pero la coincidencia que resuelve la paradoja es que ambas tienen relaciones estables: Sara con Stacy Reader; Tegan con la fotógrafa Lindsey Byrnes, que ha documentado parte de la carrera musical del dueto incluso con foto publicitaria: por ejemplo, los tres volúmenes ON, IN, AT, una colección de historias, ensayos y diarios del dueto de gira por Estados Unidos en el otoño de 2008, escrito por ambas jóvenes en Nueva Orleans y de gira por Australia.
En el campo musical, iniciaron su carrera en 1997. Ese año usaron el estudio de su escuela para grabar dos demos: Who's in Your Band? y Play Day. En 1998, ganaron la Garage Warz Battle of the Bands, una competencia local en Calgary, lo que les abrió la puerta al profesionalismo.
Como dato curioso, hay que señalar que la disquera que introdujo su material en Estados Unidos fue Vapor Records, la compañía de Neil Young, figura prominente del rock clásico y el miembro más políticamente proactivo del conocido grupo Crosby, Stills, Nash and Young.
Los críticos han colocado la evolución de su estilo en los géneros de Indie Rock, Indie Folk e Indie Pop. En ese sentido, siempre han mostrado autonomía de los géneros y disqueras mainstream. Sin embargo, en años recientes las hermanas gemelas decidieron acercarse al Pop, sobre todo a partir de su séptimo álbum Heartthrob, de donde se desprende su canción “Closer”, nominada al Grammy y la más difundido hasta el momento.
Esta última canción la han tocado en diferentes circunstancias. Existen versiones muy interesantes como:
- El Video Oficial de Closer.
Es uno de sus videos más barrocos y elaborados. Su concepto presenta una diversidad sexual totalmente incluyente, con distintas parejas gay, les, trans y hetero, unidas por el concepto superior de amor entre personas.
- La presentación en vivo en el programa de Ellen Degeneres.
En un acto de sinergía en pro de la comunidad de la diversidad sexual, una de sus lideresas más reconocida les abre su foro televisivo a las gemelas para promover la candidatura al Grammy.
- La versión en español cantada junto con Ximena Sariñana.
El éxito de Closer llevó a las gemelas a buscar a la cantautora mexicana Ximena Sariñana para realizar la traducción al español. De hecho, en la grabación Ximena canta la primera parte en nuestro idioma, y las hermanas se unen en la segunda parte con la letra en inglés. Esta canción fue parte del concierto que Tegan y Sara dieron en la Ciudad de México en abril de 2014, en el Plaza Condesa.
Como se puede observar, el dueto de Tegan & Sara es toda una historia de éxito que motiva a la comunidad de la diversidad sexual. A pesar de la lesbofobia, que era más feroz en 1997 cuando iniciaron su carrera, construyeron su música e imagen de manera abierta y frontal. A lo largo de los años, su honestidad ha rendido fruto con un éxito limpio, transparente y orgulloso de su sexualidad.
Estas breves líneas son un reconocimiento a su labor cultural en pro de la igualdad y la no discriminación; asimismo, también un reconocimiento a su innegable capacidad artística y musical. Ambos aspectos son inseparables en el dueto Tegan y Sara.
Ahora, los dejamos con el video de ‘Walking with a Ghost’, que presenta algunos de los aspectos más ‘indie’ y minimalistas de su música y de sus imágenes. Pero, sobre todo, porque muestra de forma sencilla y metafórica la complejidad de las relaciones humanas donde, de manera esperanzada, las hermanas gemelas nos comparten el sentimiento de “Omnia vincit Amor” – “El amor todo lo vence”.
Recopilación, edición y armado: Francisco Peña.
16 abril 2015
12 abril 2015
Pottermanía. Por Angélica Ponce
Angélica Ponce.
Decía Hemingway que “todas las cosas que son capaces de despertar pasión en su defensa levantan, igualmente, pasión contra ellas,” y Harry Potter desde que apareciera en el mercado editorial no ha dejado de sumarse fans y detractores.
Con seis libros publicados, más un séptimo y último a unos meses de llegar a los anaqueles en su traducción española —en inglés está a la venta desde julio—; cinco filmes concluidos y otro en pleno rodaje; adicional a videojuegos, accesorios, juguetes y una industria editorial paralela que trata de interpretarlo o complementarlo; el joven mago ha hecho de JK Rowling no sólo una de las mujeres más ricas de Inglaterra, superando a la reina Isabel II, sino, además, una de las escritoras contemporáneas más leídas y queridas.
Independientemente de las campañas de mercado de las que se ha acompañado la saga de Harry, hasta formar toda una pottermanía, es indudable que el fenómeno respondió, en primera instancia, al de boca en boca, logrando que niños, adolescentes y adultos voltearan a las librerías para descubrir qué tenía de especial un pequeño flacucho de 10 años, ojos verdes, pelo negro siempre alborotado, gafas redondas y parchadas, y una delgada cicatriz en forma de rayo en la frente, que contaba su primer historia en poco más de 200 páginas y sin ilustraciones.
El panorama no lucía muy afortunado para esta escritora “novata”, no por nada el manuscrito había sido rechazado por diversas casas editoriales. Sin embargo, para fortuna de Rowling salió excelentemente bien librada y, una vez concluido el primer año de Harry en Hogwarts, sus lectores ya ansiaban conocer el desenvolvimiento de un segundo curso y nuevas aventuras en La cámara secreta, título aparecido un año después con casi 100 páginas más.
El éxito fue tal, que, quienes empezaran con La piedra filosofal, esperaron con impaciencia la última entrega: Harry Potter and the Deathly Hallows, en inglés, y sus respectivas traducciones en febrero de 2008. Las pre-ventas están a la orden del día por internet y en librerías.
¿Por qué? Es muy complicado explicarlo como fórmula, tanto para los expertos en literatura —entiéndase críticos, editores, literatos— como para aquellos encargados de los fenómenos de masa —sociólogos y psicólogos—; empero, es muy simple si no se le juzga más allá de la historia o se le intenta comparar con clásicos y grandes monstruos de la literatura infantil y juvenil —como Antoine de Saint-Exupéry o Frances Eliza Hodgson Burnett— o, peor aún, del género fantástico —como Tolkien, porque ha de recordarse o saberse que no toda la fantasía está escrita o es apta para niños, como las más de las veces se cree, pero ésa es “harina de otro costal”—.
Así que más allá de intentar exaltar o demeritar el trabajo de Rowling, lo importante es reconocer su talento para sumarse y crear lectores, porque si algo tiene cada uno de los libros de Harry Potter es una historia bien contada, cuyos personajes y tramas evolucionan paralelamente a su edad, los desafíos son mayores y más oscuros, coqueteando por momentos con el género del terror. Y tal vez sea en estos puntos que se encuentran sus mayores cualidades.
Si bien existen otros aciertos literarios de seriales contemporáneos como Lemony Snicket's, que incluso también fue llevado al cine, el impacto no ha sido mismo, seguramente porque los tres huérfanos de la historia de Daniel Handler son prácticamente iguales en sus libros, no cambia su edad, sólo sus aventuras o desfortunas.
En cambio, en Potter sus personajes principales pasan de la infancia a la adolescencia —Harry tiene 10 años cuando ingresa a Hogwarts y tendrá 17 cuando egrese o ¿muera?, al igual que Ron y Hermione—, es decir, en seis de los siete libros se han visto los cambios físicos y emocionales que trae consigo la edad —ya lo dijo el capitán Garfio, en Peter Pan de James Matthew Barrie, con crecer comienzan los líos—, y al mismo tiempo se va cocinando la que será la batalla final entre el bien y el mal.
Sin ser condescendiente con la trama o los personajes, Rowling va subiendo el tono dramático en cada entrega, enfrentando los demonios particulares y temores, así como cualidades de los seres creados, tanto primarios como secundarios, logrando la identificación de sensaciones, ideales o situaciones con el lector.
Las inseguridades infantiles se van transformando en preocupaciones más complejas con principios de adultez, sin perderse en el camino de los “resbalones” o temores emocionales que se van generando para fortalecer los caracteres y personalidades.
De ser un niño solitario que duerme en una alacena y cuya mayor preocupación es enfrentarse con Dudley, su estúpido primo, en La piedra filosofal, Harry Potter se ve inmerso en un mundo que cuestiona su propia existencia, con la dolorosa pérdida de sus padres, y enfrentándolo consigo mismo para saber quién es.
Ya en La cámara secreta, Potter tiene una idea más clara de su pasado y comienza a intuir su futuro, asumiendo su rol de supervivencia ante la encarnación del mal, Lord Voldemort, enfrentándose indirectamente, mas no por ello con sutilezas, a los conflictos discriminatorios raciales a los que se ve sometida Hermione por ser hija de muggles (no magos), y de esclavitud que viven los elfos domésticos, representados por Dobby.
Hasta aquí, la cinematografía no le había hecho justicia a los libros, las cintas que le fueran encargadas a Chris Columbus resultan un tanto sosas y poco transparentan, más allá de la historia, la fortaleza de los personajes. Son extremadamente coloridas, subestimando en más de una ocasión la infancia hasta volverla ñoña.
Se rumora que Steven Spielberg quiso rodarla, pero ante la exigencia de Rowling porque los actores que interpretaran a Harry, Ron y Hermione fueran ingleses, declinó. Habría sido interesante verlo. El cine comercial le queda muy bien.
Luego vendrá el tema de los “chivos expiatorios” en El prisionero de Azkaban, libro en el que Harry descubrirá que no está solo —pues si bien es cierto que tiene por familia a los Dursley, es como si no existiera, ya que no hay una buena relación, de hecho no hay nada más allá de los genes— y que tiene a alguien que siempre lo ha cuidado, pero con quien no puede estar por ser un perseguido político: Sirius Black.
Con 12 años de edad, Potter comienza a enfrentarse con la adolescencia y su propio cuerpo, y quien mejor lo entendió en términos fílmicos fue Alfonso Cuarón, el cineasta mexicano que fue buscado por Rowling luego de ver las cintas La princesita junto con Y tu mamá también. Curiosamente, esta película es la de menor duración y la que también mejor cuenta la trama. Es la primera que juega con los aspectos más oscuros de los personajes y la novela, que por cierto sumaba personajes y aumentaba el número de páginas, superando las 350. Tras el rodaje y completamente extenuado, Cuarón declinó seguir con la saga, pese a confesar haber disfrutado de los libros y las grabaciones.
Toca el turno de El cáliz de fuego, obra en la que el romance, las cosquillas en el estomago, la incomunicación, las rivalidades, los celos y la competencia hacen su aparición, así como la muerte injustificada y muy clara de un inocente. Las artes oscuras dejan de ser una mera clase para apoderarse de la vida de Howgarts. Rowling le apuesta al horror y al suspenso, con un delicado toque de intriga política, así como la formación de un organismo redentor de los derechos universales, donde lo sencillo hubiera sido sumarse a él y vivir todos felices, pero donde se descubre que la esclavitud también puede resultar cómoda y la libertad poco atractiva si no se sabe qué hacer con ella.
Para esta cinta, Mike Newell rompe con el esquema de Cuarón y muestra un trabajo menos oscuro, trágico y político que la novela, empero, conserva —aunque no tan obvio— el crecimiento de los personajes. Es un filme que sale avante si se toma en cuenta que el libro ya rebasa las 350 páginas.
En La orden del Fénix, los demonios internos llegan a los personajes más impensables: los padres de Harry, porque aunque muertos, también tuvieron un pasado y se cometieron errores. Y saberlo o aceptarlo, como hijo, no es sencillo. La pena por herencia también existe.
Esta cinta de David Yates se estrenó y cumplió, aunque siguió conservándose al margen como lo hiciera su antecesor. Lo que es un hecho, es que los actores han crecido, quedando la cuestión de la edad, imagen y proyectos personales de los interpretes sujeta a dos o tres años más. Baste recordar que en Inglaterra, Daniel Radcliffe (Potter) ya recibió su primer cuestionamiento por participar en Equus, la obra teatral de Peter Shaffer, que le exigió un desnudo.
Finalmente, El misterio del príncipe, enfrenta a Harry con la traición y la tercera muerte importante en su vida, ya en La orden del Fénix había perdido a Sirius, y ahora es Dumbledore quien sucumbe, ¿por qué? Esa es una de las mayores intrigas que deja abierta la penúltima novela, mientras se debate el cierre de Hogwarts, se reorganiza el ejército oscuro y McGonagall asume la dirección. Ron y Hermione reconocen sus sentimientos y Potter está más que enamorado de Ginny.
Ahora que Harry Potter and the Deathly Hallows salió, las especulaciones terminaron y el debate sobre la suerte de Harry es lo que pesa en las discusiones, a las que sin duda se sumarán los lectores en español una vez que concluyan la lectura del libro. Mas, independientemente de la posición que se tome se verá concluir la saga.
En general los tres chicos que recibieron la invitación para convertirse en magos se desarrollan, y sus cambios hormonales y emocionales se ven afectados y afectan su entorno, llevando la mera historia de acción de la lucha contra el mal, al romance, con toques de intriga, celos, apatía y desenamoramiento.
Que sumados a una atmósfera de amenaza latente, en la que Voldemort —el que no debe ser nombrado— amenaza no sólo la vida de Harry, sino todo el equilibrio del mundo mágico y hasta el muggle (el de los no magos), se antoja conocer si no se subestima al lector y se le integra a un escenario creíble. Mas cuidado con las relecturas, pueden aparecer huecos que no son fáciles de llenar, y que además nunca fueron o serán prioridad de una historia que funciona en primera instancia.
Cuando nació Harry Potter, Rowling sabía muy bien lo que hacía y quería del personaje. Pues, aun cuando no se había dedicado profesionalmente a la literatura como escritora, sí tenía estudios universitarios sobre la materia. Así que, una vez que fluyó la historia, trazó toda su existencia en un número cabalístico, ya sea por superstición o casualidad: el siete. Son siete años de colegio en Hogwarts, siete libros, y en consecuencia siete películas.
Harry Potter and the Deathly Hallows es el libro que pone fin al proyecto como saga, pero que deja la promesa de la aparición de un diccionario —casi enciclopedia— de su entorno mágico, escrito por la propia autora, para continuar hasta que los fans lo decidan, con la pottermanía.
Decía Hemingway que “todas las cosas que son capaces de despertar pasión en su defensa levantan, igualmente, pasión contra ellas,” y Harry Potter desde que apareciera en el mercado editorial no ha dejado de sumarse fans y detractores.
Independientemente de las campañas de mercado de las que se ha acompañado la saga de Harry, hasta formar toda una pottermanía, es indudable que el fenómeno respondió, en primera instancia, al de boca en boca, logrando que niños, adolescentes y adultos voltearan a las librerías para descubrir qué tenía de especial un pequeño flacucho de 10 años, ojos verdes, pelo negro siempre alborotado, gafas redondas y parchadas, y una delgada cicatriz en forma de rayo en la frente, que contaba su primer historia en poco más de 200 páginas y sin ilustraciones.
El panorama no lucía muy afortunado para esta escritora “novata”, no por nada el manuscrito había sido rechazado por diversas casas editoriales. Sin embargo, para fortuna de Rowling salió excelentemente bien librada y, una vez concluido el primer año de Harry en Hogwarts, sus lectores ya ansiaban conocer el desenvolvimiento de un segundo curso y nuevas aventuras en La cámara secreta, título aparecido un año después con casi 100 páginas más.
El éxito fue tal, que, quienes empezaran con La piedra filosofal, esperaron con impaciencia la última entrega: Harry Potter and the Deathly Hallows, en inglés, y sus respectivas traducciones en febrero de 2008. Las pre-ventas están a la orden del día por internet y en librerías.
Así que más allá de intentar exaltar o demeritar el trabajo de Rowling, lo importante es reconocer su talento para sumarse y crear lectores, porque si algo tiene cada uno de los libros de Harry Potter es una historia bien contada, cuyos personajes y tramas evolucionan paralelamente a su edad, los desafíos son mayores y más oscuros, coqueteando por momentos con el género del terror. Y tal vez sea en estos puntos que se encuentran sus mayores cualidades.
En cambio, en Potter sus personajes principales pasan de la infancia a la adolescencia —Harry tiene 10 años cuando ingresa a Hogwarts y tendrá 17 cuando egrese o ¿muera?, al igual que Ron y Hermione—, es decir, en seis de los siete libros se han visto los cambios físicos y emocionales que trae consigo la edad —ya lo dijo el capitán Garfio, en Peter Pan de James Matthew Barrie, con crecer comienzan los líos—, y al mismo tiempo se va cocinando la que será la batalla final entre el bien y el mal.
Sin ser condescendiente con la trama o los personajes, Rowling va subiendo el tono dramático en cada entrega, enfrentando los demonios particulares y temores, así como cualidades de los seres creados, tanto primarios como secundarios, logrando la identificación de sensaciones, ideales o situaciones con el lector.
J. K. Rowling y Emma Watson
Las inseguridades infantiles se van transformando en preocupaciones más complejas con principios de adultez, sin perderse en el camino de los “resbalones” o temores emocionales que se van generando para fortalecer los caracteres y personalidades.
De ser un niño solitario que duerme en una alacena y cuya mayor preocupación es enfrentarse con Dudley, su estúpido primo, en La piedra filosofal, Harry Potter se ve inmerso en un mundo que cuestiona su propia existencia, con la dolorosa pérdida de sus padres, y enfrentándolo consigo mismo para saber quién es.
Ya en La cámara secreta, Potter tiene una idea más clara de su pasado y comienza a intuir su futuro, asumiendo su rol de supervivencia ante la encarnación del mal, Lord Voldemort, enfrentándose indirectamente, mas no por ello con sutilezas, a los conflictos discriminatorios raciales a los que se ve sometida Hermione por ser hija de muggles (no magos), y de esclavitud que viven los elfos domésticos, representados por Dobby.
Hasta aquí, la cinematografía no le había hecho justicia a los libros, las cintas que le fueran encargadas a Chris Columbus resultan un tanto sosas y poco transparentan, más allá de la historia, la fortaleza de los personajes. Son extremadamente coloridas, subestimando en más de una ocasión la infancia hasta volverla ñoña.
Se rumora que Steven Spielberg quiso rodarla, pero ante la exigencia de Rowling porque los actores que interpretaran a Harry, Ron y Hermione fueran ingleses, declinó. Habría sido interesante verlo. El cine comercial le queda muy bien.
Luego vendrá el tema de los “chivos expiatorios” en El prisionero de Azkaban, libro en el que Harry descubrirá que no está solo —pues si bien es cierto que tiene por familia a los Dursley, es como si no existiera, ya que no hay una buena relación, de hecho no hay nada más allá de los genes— y que tiene a alguien que siempre lo ha cuidado, pero con quien no puede estar por ser un perseguido político: Sirius Black.
Con 12 años de edad, Potter comienza a enfrentarse con la adolescencia y su propio cuerpo, y quien mejor lo entendió en términos fílmicos fue Alfonso Cuarón, el cineasta mexicano que fue buscado por Rowling luego de ver las cintas La princesita junto con Y tu mamá también. Curiosamente, esta película es la de menor duración y la que también mejor cuenta la trama. Es la primera que juega con los aspectos más oscuros de los personajes y la novela, que por cierto sumaba personajes y aumentaba el número de páginas, superando las 350. Tras el rodaje y completamente extenuado, Cuarón declinó seguir con la saga, pese a confesar haber disfrutado de los libros y las grabaciones.
Toca el turno de El cáliz de fuego, obra en la que el romance, las cosquillas en el estomago, la incomunicación, las rivalidades, los celos y la competencia hacen su aparición, así como la muerte injustificada y muy clara de un inocente. Las artes oscuras dejan de ser una mera clase para apoderarse de la vida de Howgarts. Rowling le apuesta al horror y al suspenso, con un delicado toque de intriga política, así como la formación de un organismo redentor de los derechos universales, donde lo sencillo hubiera sido sumarse a él y vivir todos felices, pero donde se descubre que la esclavitud también puede resultar cómoda y la libertad poco atractiva si no se sabe qué hacer con ella.
Para esta cinta, Mike Newell rompe con el esquema de Cuarón y muestra un trabajo menos oscuro, trágico y político que la novela, empero, conserva —aunque no tan obvio— el crecimiento de los personajes. Es un filme que sale avante si se toma en cuenta que el libro ya rebasa las 350 páginas.
En La orden del Fénix, los demonios internos llegan a los personajes más impensables: los padres de Harry, porque aunque muertos, también tuvieron un pasado y se cometieron errores. Y saberlo o aceptarlo, como hijo, no es sencillo. La pena por herencia también existe.
Esta cinta de David Yates se estrenó y cumplió, aunque siguió conservándose al margen como lo hiciera su antecesor. Lo que es un hecho, es que los actores han crecido, quedando la cuestión de la edad, imagen y proyectos personales de los interpretes sujeta a dos o tres años más. Baste recordar que en Inglaterra, Daniel Radcliffe (Potter) ya recibió su primer cuestionamiento por participar en Equus, la obra teatral de Peter Shaffer, que le exigió un desnudo.
Finalmente, El misterio del príncipe, enfrenta a Harry con la traición y la tercera muerte importante en su vida, ya en La orden del Fénix había perdido a Sirius, y ahora es Dumbledore quien sucumbe, ¿por qué? Esa es una de las mayores intrigas que deja abierta la penúltima novela, mientras se debate el cierre de Hogwarts, se reorganiza el ejército oscuro y McGonagall asume la dirección. Ron y Hermione reconocen sus sentimientos y Potter está más que enamorado de Ginny.
Ahora que Harry Potter and the Deathly Hallows salió, las especulaciones terminaron y el debate sobre la suerte de Harry es lo que pesa en las discusiones, a las que sin duda se sumarán los lectores en español una vez que concluyan la lectura del libro. Mas, independientemente de la posición que se tome se verá concluir la saga.
En general los tres chicos que recibieron la invitación para convertirse en magos se desarrollan, y sus cambios hormonales y emocionales se ven afectados y afectan su entorno, llevando la mera historia de acción de la lucha contra el mal, al romance, con toques de intriga, celos, apatía y desenamoramiento.
Que sumados a una atmósfera de amenaza latente, en la que Voldemort —el que no debe ser nombrado— amenaza no sólo la vida de Harry, sino todo el equilibrio del mundo mágico y hasta el muggle (el de los no magos), se antoja conocer si no se subestima al lector y se le integra a un escenario creíble. Mas cuidado con las relecturas, pueden aparecer huecos que no son fáciles de llenar, y que además nunca fueron o serán prioridad de una historia que funciona en primera instancia.
Cuando nació Harry Potter, Rowling sabía muy bien lo que hacía y quería del personaje. Pues, aun cuando no se había dedicado profesionalmente a la literatura como escritora, sí tenía estudios universitarios sobre la materia. Así que, una vez que fluyó la historia, trazó toda su existencia en un número cabalístico, ya sea por superstición o casualidad: el siete. Son siete años de colegio en Hogwarts, siete libros, y en consecuencia siete películas.
Harry Potter and the Deathly Hallows es el libro que pone fin al proyecto como saga, pero que deja la promesa de la aparición de un diccionario —casi enciclopedia— de su entorno mágico, escrito por la propia autora, para continuar hasta que los fans lo decidan, con la pottermanía.
Persépolis, de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud. Por Angélica Ponce
Angélica Ponce.
¿Quién se acuerda de Persia? En el mundo occidental casi nadie. Los libros de historia lo miran como pasado. Y no es que haya desaparecido, como tantos otros países tras una guerra, simplemente cambió su nombre por Irán.
Aunque discreto, este país no deja de provocar sísmos internacionales. Por ejemplo, la firma de un acuerdo con Turquía que permite el intercambio de uranio entre ambas naciones ya que, con el establecimiento de un régimen islámico fundamentalista y expansivo —que ha llevado a su propia población a sufrir el extremismo de sus formas políticas, militares y de pensamiento—, no se descarta la existencia de un transfondo armamentista nuclear.
Con una beligerancia interminable, sin pies ni cabeza, que despertara en la nación tras el derrocamiento del Sha de Persia en 1979, Irán comenzó a reescribir su historia como una república islámica fundamentalista. La izquierda y el laicismo fueron prácticamente aniquilados y la derecha se volvió ultraconservadora. Los velos cubrieron el pelo femenino y las prendas asexuadas, holgadas y oscuras, sus cuerpos. También los desnudos desaparecieron de cualquier expresión artística. El arte fue reprimido. Los integristas tomaron el poder. Todo se volvió blanco y negro como en Persépolis, de la historietista Marjane Satrapi.
Y es que, Satrapi pudo retratarse a ella y a su patria con esa crudeza e ingenuidad objetiva que sólo el amor en la distancia, confiere. Primero convertida en novela gráfica y luego llevada al cine, Persépolis (Francia / Estados Unidos, 2007) se ha convertido en uno de los trabajos literarios y fílmicos más aclamados por la crítica.
Con una labor estética marcadamente expresionista, en Persépolis se va trazando la historia de Marji, una pequeña que crece entre el idealismo revolucionario de su familia y los cambios políticos de Persia, hasta llegar al Irán de principios del siglo XXI, paradójicamente dibujado fuera de su propio territorio.
Así, 1979 marcar el inicio del filme con una pequeña de apenas 9 años de edad que sueña con llegar a ser una profetisa. Su instrucción académica y la religiosidad transitan por el laicismo sin problemas, sin contradicciones. El “hablar” con Dios nunca se mira como una exaltación del fundamentalismo, sino como una interpretación infantil de la ética aprendida en un ambiente de tolerancia y búsqueda republicana de una causa social común, tanto que Dios tiene “un aire” Carlos Marx.
Llega la revolución y el nuevo régimen impone sus reglas; disuelve las libertades. Muy pronto aprende a someter. La intolerancia y la ambición llevan entonces a la generación de un nuevo conflicto, ahora con el país de al lado: Irak. Una guerra que resulta tan infructuosa que hoy día nadie sabe quién ganó.
Abba, Iron Maiden, el rock y el punk se vuelven tan irreverentes como una fémina con un par de zapatillas deportivas Nike y una chaqueta. Conseguirlos es todo un desafío, un rito underground, donde los dealers se mueven entre la oferta y el regateo cual entes perversos que se saben capaces de corromper.
En la posguerra, los horrores se disuelven en formas a veces oníricas e irregulares de los escenarios, incluso la rudeza del desarrollo corporal de la niñez a la adolescencia de Marji se ve beneficiada de las amorfas formas que, por ratos, coquetean con un Picasso gestante.
Austria da otra perspectiva: la del exilio, lo ajeno, la no pertenencia. El dolor de crecer sin la familia, sin las raíces, en un universo que mira con prejuicios o curiosidad lo desconocido o, mejor dicho, lo único que siempre se sabe de la radicalidad, para llegar a esa vuelta irremediable a un hogar que ha dejado de serlo y que impone un nuevo estado: la pérdida de la rebeldía a fuerza de no hacer nada, de conformarse, de convertirse en un espíritu adormecido y que, sin embargo, también puede y llega a despertar cuando resulta imposible reconocerse frente al espejo.
Con algunos momentos en color, los cambios se manifiestan. La libertad de elegir y la temporada de renuncias se hacen necesarias. París es la opción, luego de un divorcio y la intransigencia de un instituto que no enseña, unas leyes que no otorgan derechos, y una intolerancia hacia los propios.
Manufacturada bajo la dirección conjunta de Vincent Paronnaud y Marjane Satrapi, la cinta no cuenta con dramatismos fáciles o moralinos y mucho menos con argucias de víctima. Toma los hechos y los narra. Incluso las acciones y decisiones tomadas son narradas como esos recuerdos que nacen de mirar un álbum fotográfico. Persépolis es, sin duda, una de esas cintas que en tiempo de intolerancia bien vale la pena mirar.
¿Quién se acuerda de Persia? En el mundo occidental casi nadie. Los libros de historia lo miran como pasado. Y no es que haya desaparecido, como tantos otros países tras una guerra, simplemente cambió su nombre por Irán.
Aunque discreto, este país no deja de provocar sísmos internacionales. Por ejemplo, la firma de un acuerdo con Turquía que permite el intercambio de uranio entre ambas naciones ya que, con el establecimiento de un régimen islámico fundamentalista y expansivo —que ha llevado a su propia población a sufrir el extremismo de sus formas políticas, militares y de pensamiento—, no se descarta la existencia de un transfondo armamentista nuclear.
Con una beligerancia interminable, sin pies ni cabeza, que despertara en la nación tras el derrocamiento del Sha de Persia en 1979, Irán comenzó a reescribir su historia como una república islámica fundamentalista. La izquierda y el laicismo fueron prácticamente aniquilados y la derecha se volvió ultraconservadora. Los velos cubrieron el pelo femenino y las prendas asexuadas, holgadas y oscuras, sus cuerpos. También los desnudos desaparecieron de cualquier expresión artística. El arte fue reprimido. Los integristas tomaron el poder. Todo se volvió blanco y negro como en Persépolis, de la historietista Marjane Satrapi.
Y es que, Satrapi pudo retratarse a ella y a su patria con esa crudeza e ingenuidad objetiva que sólo el amor en la distancia, confiere. Primero convertida en novela gráfica y luego llevada al cine, Persépolis (Francia / Estados Unidos, 2007) se ha convertido en uno de los trabajos literarios y fílmicos más aclamados por la crítica.
Con una labor estética marcadamente expresionista, en Persépolis se va trazando la historia de Marji, una pequeña que crece entre el idealismo revolucionario de su familia y los cambios políticos de Persia, hasta llegar al Irán de principios del siglo XXI, paradójicamente dibujado fuera de su propio territorio.
Así, 1979 marcar el inicio del filme con una pequeña de apenas 9 años de edad que sueña con llegar a ser una profetisa. Su instrucción académica y la religiosidad transitan por el laicismo sin problemas, sin contradicciones. El “hablar” con Dios nunca se mira como una exaltación del fundamentalismo, sino como una interpretación infantil de la ética aprendida en un ambiente de tolerancia y búsqueda republicana de una causa social común, tanto que Dios tiene “un aire” Carlos Marx.
Llega la revolución y el nuevo régimen impone sus reglas; disuelve las libertades. Muy pronto aprende a someter. La intolerancia y la ambición llevan entonces a la generación de un nuevo conflicto, ahora con el país de al lado: Irak. Una guerra que resulta tan infructuosa que hoy día nadie sabe quién ganó.
Abba, Iron Maiden, el rock y el punk se vuelven tan irreverentes como una fémina con un par de zapatillas deportivas Nike y una chaqueta. Conseguirlos es todo un desafío, un rito underground, donde los dealers se mueven entre la oferta y el regateo cual entes perversos que se saben capaces de corromper.
Austria da otra perspectiva: la del exilio, lo ajeno, la no pertenencia. El dolor de crecer sin la familia, sin las raíces, en un universo que mira con prejuicios o curiosidad lo desconocido o, mejor dicho, lo único que siempre se sabe de la radicalidad, para llegar a esa vuelta irremediable a un hogar que ha dejado de serlo y que impone un nuevo estado: la pérdida de la rebeldía a fuerza de no hacer nada, de conformarse, de convertirse en un espíritu adormecido y que, sin embargo, también puede y llega a despertar cuando resulta imposible reconocerse frente al espejo.
Con algunos momentos en color, los cambios se manifiestan. La libertad de elegir y la temporada de renuncias se hacen necesarias. París es la opción, luego de un divorcio y la intransigencia de un instituto que no enseña, unas leyes que no otorgan derechos, y una intolerancia hacia los propios.
Manufacturada bajo la dirección conjunta de Vincent Paronnaud y Marjane Satrapi, la cinta no cuenta con dramatismos fáciles o moralinos y mucho menos con argucias de víctima. Toma los hechos y los narra. Incluso las acciones y decisiones tomadas son narradas como esos recuerdos que nacen de mirar un álbum fotográfico. Persépolis es, sin duda, una de esas cintas que en tiempo de intolerancia bien vale la pena mirar.
Arco, El / The Bow, de Kim Ki-duk (01). Por Angélica Ponce
Amor es… ¿?
Por Angélica Ponce.
“Quiero vivir en tensión como un arco hasta el día de mi muerte.”
- Kim Ki-duk
Con apenas diálogos, el director y guionista Kim Ki-duk explora todos los ángulos del amor en The bow, un filme sublime, lleno de color y esa pasiva armonía entre la tensión y la calma del mar abierto.
Llena de simbolismo, la cinta narra una bella y trágica historia de amor entre un viejo pescador y una joven apunto de cumplir 17 años de edad; donde los sentimientos más nobles se combinan con las más sórdidas sensaciones.
Polémica si se piensa que, adoptada de niña, la joven pasó 10 años alejada del mundo en un barco para vivir entre la adivinación, la pesca, la música, un arco y un hombre que la procuro hasta desposarla.
Y hermosa, si se mira el cariño que se procuran ambos personajes, alejados de las pasiones, llenos de la inocencia del amor fraternal, del cuidado, la amistad, complicidad y conocimiento.
No es filme sencillo.
En su belleza se deja llevar por una extraña sensación de mesura, de “no pasa nada”, escondiendo situaciones límite, acciones y temores internos. Los demonios se sueltan y poco a poco, casi imperceptiblemente se hacen del espectador, para confrontarlo con su propia naturaleza y concepto del amor.
Los celos, la envidia, la lujuría, el rencor, el miedo, la soledad, el afán de posesión, la desesperación y la desesperanza explotan como una tormenta, pero también se compensan con los sueños y la felicidad de una vida simple y armoniosa.
En The bow, por suerte de la adivinación, está dicho todo. Buda dirigirá las flechas del destino de los personajes, colocándolos en el momento que deben vivir y compartir conjuntamente. El cierre de ciclos en ningún caso representará ruptura, solo servirá de reconciliaciones y esas dulces despedidas que auguran una nueva vida.
Es un filme que si bien no permite la pasividad de quien lo mira, tampoco lo deja a uno con ese sinsabor que dan las moralinas. Es reconciliador y reconfortante. Expone la vida como un arco, con esa tensión y fuerza que debe guardar y ejercer cuando pretende un lance de flecha.
Kim Ki-duk vuelve a demostrar su maestría en las lecturas humanas, con esa sencillez y belleza que dan como resultado grandes historias, sin pretenciones o rebuscamientos, con una narrativa estética dominantemente visual, casi plástica que recuerda por momentos a Utagawa Hiroshige. Y la música, ese tenue canto que se repite con la misma naturalidad de los sonidos incidentales.
The Bow / El arco.
2005.
Dirección y guión: Kim Ki-duk.
Protagónicos: Han Yeo-reum, Jeon Seong-hwang y Seo Si-jeok.
Una producción de Sur Corea y Japón.
90 minutos.
Por Angélica Ponce.
“Quiero vivir en tensión como un arco hasta el día de mi muerte.”
- Kim Ki-duk
Con apenas diálogos, el director y guionista Kim Ki-duk explora todos los ángulos del amor en The bow, un filme sublime, lleno de color y esa pasiva armonía entre la tensión y la calma del mar abierto.
Llena de simbolismo, la cinta narra una bella y trágica historia de amor entre un viejo pescador y una joven apunto de cumplir 17 años de edad; donde los sentimientos más nobles se combinan con las más sórdidas sensaciones.
Polémica si se piensa que, adoptada de niña, la joven pasó 10 años alejada del mundo en un barco para vivir entre la adivinación, la pesca, la música, un arco y un hombre que la procuro hasta desposarla.
Y hermosa, si se mira el cariño que se procuran ambos personajes, alejados de las pasiones, llenos de la inocencia del amor fraternal, del cuidado, la amistad, complicidad y conocimiento.
No es filme sencillo.
En su belleza se deja llevar por una extraña sensación de mesura, de “no pasa nada”, escondiendo situaciones límite, acciones y temores internos. Los demonios se sueltan y poco a poco, casi imperceptiblemente se hacen del espectador, para confrontarlo con su propia naturaleza y concepto del amor.
Los celos, la envidia, la lujuría, el rencor, el miedo, la soledad, el afán de posesión, la desesperación y la desesperanza explotan como una tormenta, pero también se compensan con los sueños y la felicidad de una vida simple y armoniosa.
En The bow, por suerte de la adivinación, está dicho todo. Buda dirigirá las flechas del destino de los personajes, colocándolos en el momento que deben vivir y compartir conjuntamente. El cierre de ciclos en ningún caso representará ruptura, solo servirá de reconciliaciones y esas dulces despedidas que auguran una nueva vida.
Es un filme que si bien no permite la pasividad de quien lo mira, tampoco lo deja a uno con ese sinsabor que dan las moralinas. Es reconciliador y reconfortante. Expone la vida como un arco, con esa tensión y fuerza que debe guardar y ejercer cuando pretende un lance de flecha.
Kim Ki-duk vuelve a demostrar su maestría en las lecturas humanas, con esa sencillez y belleza que dan como resultado grandes historias, sin pretenciones o rebuscamientos, con una narrativa estética dominantemente visual, casi plástica que recuerda por momentos a Utagawa Hiroshige. Y la música, ese tenue canto que se repite con la misma naturalidad de los sonidos incidentales.
The Bow / El arco.
2005.
Dirección y guión: Kim Ki-duk.
Protagónicos: Han Yeo-reum, Jeon Seong-hwang y Seo Si-jeok.
Una producción de Sur Corea y Japón.
90 minutos.
Animatrix, de Mahiro Maeda, Koji Koike,Takeshi Koike, Peter Chung, Yoshiaki Kawajiri, Andy Jones, Shinichiro Watanabe. Por Angélica Ponce
Angélica Ponce.
Con una historia explicada en cortos, Animatrix representa el principio de la historia The Matrix, es el porqué de una guerra entre los seres humanos y las máquinas, una guerra tan absurda en su inicio como lo son todas.
La raza humana siempre tan superior, siempre tan creadora, siempre tan culpable de sus propios males, siempre tan humana, busca la perfección de su vida y en ese proceso encuentra una raza a quien someter: las máquinas. Desesperados por un válido y siempre ambicionado bienestar, los humanos perfeccionan robots para facilitar las tareas diarias, las cosas funcionan de maravilla mientras no existe queja, sin embargo en el afán de relegar cada vez más responsabilidades al sirviente se hace necesario enseñarle, se hace necesario que piense y se hace necesario que aprenda.
Los androides se vuelven pensantes, adoptan una vida propia y obedecen a sus creadores, pero las diferencias existen, y no todos los humanos las aceptamos. La tolerancia no se nos da a todos, aún cuando esto convenga a nuestros intereses más mezquinos y egoístas, muchos preferimos sumergirnos en el odio y menosprecio del otro, del que es diferente a uno.
Con una recreación animada del Holocausto en The second renaissance. Part 1, del director Mahiro Maeda, nos remitimos al exterminio de aquel que es nuestra amenaza, en este caso: el androide. La destrucción de robots es llevada al extremo de la locura. Sirvientes, obreros, meseros, nanas, entre otros servidores que creamos, todos sin excepción son perseguidos para ser aniquilados, no debe existir ninguno que pueda exigir su derecho de minoría.
A semejanza del pueblo judío que tiene que huir para sobrevivir, los robots se repliegan en África y la adoptan como su hogar, fomentan su desarrollo e independencia de la vida humana, y sin embargo su surgimiento como una economía competitiva pronto se convierte en una amenaza mayor para los mercados humanos. Es necesario el exterminio. Las negociaciones no caben, las Naciones Unidas reciben y condenan a los representantes de la vida androide y con ello se declara la guerra. Ahora vivirá el más fuerte.
Sin medir las consecuencias de las acciones emprendidas en un periodo de guerra, los dirigentes humanos comprenden que la mejor forma de acabar con la comunidad robótica es destruyendo su fuente de energía, que con el paso de los años depende en su totalidad del sol, habrá que sumir el planeta en la oscuridad atmosférica que impida a los robots recargar baterías.
La lucha es cruel y las bajas abundan en ambos bandos, sin embargo, un día los robots descubren que hay otra forma de energía, más pura e inmediata: la generada por la mente humana. El panorama cambia. Ya no es necesario el exterminio humano ahora hay que salir a cazar para alimentar a la matriz que garantice la existencia robótica. Los humanos nos convertimos en excelentes baterías.
Lo siguiente a esta historia lo conocemos a través de la trilogía The Matrix (The Matrix, 1999, The Matrix Reloaded, 2003, y The Matrix Revolutions, 2003), y sin embargo Animatrix aún tiene mucho que contar, siguiendo la secuencia de cortos que componen este filme animado, creado en 2003 para televisión, The second renaissance. Part 1 engloba 4 cortos que nos enseñan cómo trabaja Matrix.
En el Beyond, de Koji Koike, por ejemplo, nos encontramos ante la recreación de la vida cotidiana de una joven, que se ve interrumpida accidentalmente por el descubrimiento de una casa embrujada. Una serie de fenómenos, que bien podrían ser calificados como paranormales, permiten que un grupo de niños se divierta desafiando las leyes de gravedad. Sin embargo la matriz encuentra la falla. Un error en la programación es la causa de la ruptura de la normalidad de un escenario y se convierte en un serio peligro cuando ya no sólo es vista con los ojos ingenuos de los infantes.
Por su parte, World Record, del director Takeshi Koike, nos permite sumergirnos en escenarios virtuales donde algunos humanos se dan cuenta que un potencial extraordinario órbita sus vidas y de una forma inconsciente aprenden a controlar a la matriz, que entre juegos mentales opta por dopar y engañar a los más frágiles para mantener el equilibrio. Los records físicos no existen como tales, sólo es la mente la que permite desafiar nuestra propia naturaleza.
Si la mente humana ha podido ser manipulada, no podrían también cambiar los patrones de una mente electrónica, en Matriculated, del director Peter Chung, un grupo de rebeldes humanos logra capturar un robot centinela y procede a reprogramarlo a favor de su causa, en el ejercicio, el robot descubre que le gusta ser humano, que quiere ser humano y se convierte en una pequeña matriz, con una significativa variante: comienza a experimentar emociones.
Zion, la última comunidad humana libre que habita muy cerca del centro de la Tierra, permanece oculta de los cientos de centinelas que velan la seguridad The Matrix, sin embargo pese a no haber sido ubicada hasta ahora, es necesario salvaguardar su existencia, es necesario tener guardianes y guerreros que naveguen en las entrañas de las estructuras generadas por los robots, y para ello se requiere de más de un Program, que en manos del director Yoshiaki Kawajiri, pone a prueba un arduo entrenamiento que va más allá de las pruebas físicas y psíquicas que pueda experimentar un individuo.
En The second renaissance. Part 2 llegamos al clímax de la lucha entre máquinas y humanos, las cosas han cambiado tanto que se hace necesaria una resistencia que busque un lugar donde vivir, que funde Zion, la comunidad rebelde que luchará por restituir la vida humana sobre la Tierra y no bajo ella. Dirigida magistralmente por Mahiro Maeda se da la pauta y el enlace directo con la trilogía fílmica The Matrix, protagonizada por Keanu Reeves, Laurence Fishburne y Carrie-Anne Moss.
Así, en Osiris, de Andy Jones, Kid’s Story y Detective Story, ambos de Shinichiro Watanabe, conocemos los antecedentes de Trinity, una joven pirata informática que bajo la guía de Morpheo intenta liberar del sueño a más de un individuo, aunque ello represente la muerte o locura de más de un cazador humano contratado para ello. Neo aparece en escena con sus dudas juveniles y el potencial que más tarde desarrollará y lo llevará a ser buscado y perseguido como el Elegido, en tanto vemos a algunos de los sobrevivientes libres de la raza humana relegados a las entrañas de la Tierra, en constante vigía y preparación virtual para enfrentar a los agentes The Matrix y así recuperar nuestra libertad.
Las emociones humanas, tan caóticas y contradictorias las más de las veces, son la variante que vulneran a nuestra raza imperfecta, pero son también las armas necesarias para conseguir la independencia de una matriz que no entiende el sacrificio del que es capaz un corazón cuando ama. Animatrix representa un juego estético y simbólico que nos recuerda algunos de los horrores que somos capaces de cometer como género, pero también una reflexión sobre nuestra propia evolución tecnológica que por desgracia no siempre va a la par de una evolución como especie.
Así en un juego estético que va de la animación en un plano saltamos a la escenarios en tercera dimensión; de los oníricos colores pastel a los cálidos marrones y amarillos; de los resultados de vieja y milenaria técnica del ukiyo-e, de superposición de colores firmes y a veces un tanto fríos, a la escenificación de un estadio que recuerda a Gaudí; de una animación convencional muy cercana al cómic al realismo de las texturas, pero sobre todo al recuerdo de nuestra historia, porque quién sabe si nuestro siguiente enemigo evolucione y sea más fuerte que nosotros mismos.
Con todas las características de la Ciencia Ficción, que por desgracia no se traducen de la misma manera en la trilogía The Matrix, Animatrix se mantiene al margen de la tendencia New Age y el principio mesiánico que inunda la secuela fílmica de los directores Andy y Larry Wachowski. Si bien no puede dejar de lado los simbolismos y coqueteos con ambos factores, es importante señalar que esta película sale bien librada de ellos y nos ofrece breves historias con un futuro factible, motivando así nuestra reflexión sobre nuestra posible reacción ante él....
Con una historia explicada en cortos, Animatrix representa el principio de la historia The Matrix, es el porqué de una guerra entre los seres humanos y las máquinas, una guerra tan absurda en su inicio como lo son todas.
La raza humana siempre tan superior, siempre tan creadora, siempre tan culpable de sus propios males, siempre tan humana, busca la perfección de su vida y en ese proceso encuentra una raza a quien someter: las máquinas. Desesperados por un válido y siempre ambicionado bienestar, los humanos perfeccionan robots para facilitar las tareas diarias, las cosas funcionan de maravilla mientras no existe queja, sin embargo en el afán de relegar cada vez más responsabilidades al sirviente se hace necesario enseñarle, se hace necesario que piense y se hace necesario que aprenda.
Los androides se vuelven pensantes, adoptan una vida propia y obedecen a sus creadores, pero las diferencias existen, y no todos los humanos las aceptamos. La tolerancia no se nos da a todos, aún cuando esto convenga a nuestros intereses más mezquinos y egoístas, muchos preferimos sumergirnos en el odio y menosprecio del otro, del que es diferente a uno.
Con una recreación animada del Holocausto en The second renaissance. Part 1, del director Mahiro Maeda, nos remitimos al exterminio de aquel que es nuestra amenaza, en este caso: el androide. La destrucción de robots es llevada al extremo de la locura. Sirvientes, obreros, meseros, nanas, entre otros servidores que creamos, todos sin excepción son perseguidos para ser aniquilados, no debe existir ninguno que pueda exigir su derecho de minoría.
A semejanza del pueblo judío que tiene que huir para sobrevivir, los robots se repliegan en África y la adoptan como su hogar, fomentan su desarrollo e independencia de la vida humana, y sin embargo su surgimiento como una economía competitiva pronto se convierte en una amenaza mayor para los mercados humanos. Es necesario el exterminio. Las negociaciones no caben, las Naciones Unidas reciben y condenan a los representantes de la vida androide y con ello se declara la guerra. Ahora vivirá el más fuerte.
Sin medir las consecuencias de las acciones emprendidas en un periodo de guerra, los dirigentes humanos comprenden que la mejor forma de acabar con la comunidad robótica es destruyendo su fuente de energía, que con el paso de los años depende en su totalidad del sol, habrá que sumir el planeta en la oscuridad atmosférica que impida a los robots recargar baterías.
La lucha es cruel y las bajas abundan en ambos bandos, sin embargo, un día los robots descubren que hay otra forma de energía, más pura e inmediata: la generada por la mente humana. El panorama cambia. Ya no es necesario el exterminio humano ahora hay que salir a cazar para alimentar a la matriz que garantice la existencia robótica. Los humanos nos convertimos en excelentes baterías.
Lo siguiente a esta historia lo conocemos a través de la trilogía The Matrix (The Matrix, 1999, The Matrix Reloaded, 2003, y The Matrix Revolutions, 2003), y sin embargo Animatrix aún tiene mucho que contar, siguiendo la secuencia de cortos que componen este filme animado, creado en 2003 para televisión, The second renaissance. Part 1 engloba 4 cortos que nos enseñan cómo trabaja Matrix.
En el Beyond, de Koji Koike, por ejemplo, nos encontramos ante la recreación de la vida cotidiana de una joven, que se ve interrumpida accidentalmente por el descubrimiento de una casa embrujada. Una serie de fenómenos, que bien podrían ser calificados como paranormales, permiten que un grupo de niños se divierta desafiando las leyes de gravedad. Sin embargo la matriz encuentra la falla. Un error en la programación es la causa de la ruptura de la normalidad de un escenario y se convierte en un serio peligro cuando ya no sólo es vista con los ojos ingenuos de los infantes.
Si la mente humana ha podido ser manipulada, no podrían también cambiar los patrones de una mente electrónica, en Matriculated, del director Peter Chung, un grupo de rebeldes humanos logra capturar un robot centinela y procede a reprogramarlo a favor de su causa, en el ejercicio, el robot descubre que le gusta ser humano, que quiere ser humano y se convierte en una pequeña matriz, con una significativa variante: comienza a experimentar emociones.
Así, en Osiris, de Andy Jones, Kid’s Story y Detective Story, ambos de Shinichiro Watanabe, conocemos los antecedentes de Trinity, una joven pirata informática que bajo la guía de Morpheo intenta liberar del sueño a más de un individuo, aunque ello represente la muerte o locura de más de un cazador humano contratado para ello. Neo aparece en escena con sus dudas juveniles y el potencial que más tarde desarrollará y lo llevará a ser buscado y perseguido como el Elegido, en tanto vemos a algunos de los sobrevivientes libres de la raza humana relegados a las entrañas de la Tierra, en constante vigía y preparación virtual para enfrentar a los agentes The Matrix y así recuperar nuestra libertad.
Las emociones humanas, tan caóticas y contradictorias las más de las veces, son la variante que vulneran a nuestra raza imperfecta, pero son también las armas necesarias para conseguir la independencia de una matriz que no entiende el sacrificio del que es capaz un corazón cuando ama. Animatrix representa un juego estético y simbólico que nos recuerda algunos de los horrores que somos capaces de cometer como género, pero también una reflexión sobre nuestra propia evolución tecnológica que por desgracia no siempre va a la par de una evolución como especie.
Así en un juego estético que va de la animación en un plano saltamos a la escenarios en tercera dimensión; de los oníricos colores pastel a los cálidos marrones y amarillos; de los resultados de vieja y milenaria técnica del ukiyo-e, de superposición de colores firmes y a veces un tanto fríos, a la escenificación de un estadio que recuerda a Gaudí; de una animación convencional muy cercana al cómic al realismo de las texturas, pero sobre todo al recuerdo de nuestra historia, porque quién sabe si nuestro siguiente enemigo evolucione y sea más fuerte que nosotros mismos.
Con todas las características de la Ciencia Ficción, que por desgracia no se traducen de la misma manera en la trilogía The Matrix, Animatrix se mantiene al margen de la tendencia New Age y el principio mesiánico que inunda la secuela fílmica de los directores Andy y Larry Wachowski. Si bien no puede dejar de lado los simbolismos y coqueteos con ambos factores, es importante señalar que esta película sale bien librada de ellos y nos ofrece breves historias con un futuro factible, motivando así nuestra reflexión sobre nuestra posible reacción ante él....
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