"Eres como yo. Morirás pronto". Romain en Tiempo de vivir.
Esta película del director François Ozon se estrenó en México. El mismo cineasta francés ha declarado que es la segunda parte de una trilogía aún no cerrada: "Todo empezó con la idea de hacer una trilogía sobre el duelo. La trilogía comenzó con Bajo la arena (2000), un melodrama sin lágrimas sobre la muerte de un ser querido. Tiempo de vivir (2006) es sobre lidiar con la muerte propia. Y la tercera, que realizaré algún día, será sobre la muerte de un niño".
"En Tiempo de vivir, quería ver el trayecto de un cuerpo hacía la muerte; quería acompañar a Romain en este camino y explorar las distintas fases por las que atraviesa, del enojo a la negación hasta la aceptación. Quería mostrar la realidad concreta de la situación: ¿Cómo vives cuando sabes que vas a morir? ¿Qué sientes, qué decisiones tomas?", añade el director.
Como se puede observar, el mismo Ozon describe la trama de Tiempo de vivir. El final se conoce desde el inicio de la película: la muerte de Romain. Lo importante en este film no es lo qué sucede sino el cómo ocurre.
Pertenece narrativamente a las Tramas de Revelación, que no responden a la pregunta ¿Qué sucederá? Desde el inicio observamos que las cosas permanecerán más o menos iguales. Los acontecimientos no se resuelven (feliz o trágicamente), sino que se revela un estado de las cosas. Por lo tanto, pesa menos un sentido del orden temporal y se acentúan las características y rasgos de los personajes; se subrayan los detalles infinitos de los ambientes y los acontecimientos se reducen a un rol menor, ilustrativo.
Francois Ozon
En cambio, las Tramas de Resolución, que son las más comunes en el cine comercial, se plantea un problema y se resuelve. El qué tiene todo el peso y lo que importa es la respuesta; los acontecimientos formulan la pregunta o retrasan la respuesta. ¿Qué sucederá? es la pregunta clave.
En Tiempo de vivir nos enteramos en los primeros minutos que Romain es un fotógrafo exitoso especializado en moda. Es gay y tiene problemas con su familia, en especial con su hermana. Sufre un desmayo en el trabajo y se le diagnostica una enfermedad incurable. Ozon rompe con las expectativas del público: no, no es VIH/sida... se trata de un cáncer con metástasis, ya expandido. Tiene meses de vida, máximo un año. Rehusa la quimio y radioterapia que le ofrecen pues sus probabilidades de sobrevivencia no alcanzan ni el 5%.
A partir de esta premisa, Ozon crea una excelente película enfocada en el personaje de Romain, en sus reacciones ante la noticia, en los ajustes que realiza frente a la realidad ineludible de su propia muerte y que afectan a su pareja gay, a su familia, trabajo y, sobre todo, a su relación consigo mismo. En síntesis, es un viaje muy humano hacia la muerte, donde destaca la búsqueda de una muerte digna y aceptada, no tanto proyectada hacia los demás que rodean a Romain sino introyectada en sí mismo.
La primera reacción de Romain es la agresividad hacia su entorno. Nunca dice lo que le pasa mientras agrede a su hermana, cuestiona a su padre, se aleja de su madre. Busca y logra la ruptura con su pareja gay en una escena muy dolorosa: después de hacer el amor, Romain destroza emocionalmente a su compañero y lo saca de su departamento.
Al mostrar la humanidad de Romain enfrentada a la muerte, Ozon va modulando al personaje en sus cavilaciones, en los tiempos muertos, en el alejamiento de las cosas que le interesaban en su vida normal. Primero Romain se aferra a los hábitos de su vida diaria y luego vemos su posterior resquebrajamiento, su desinterés por el trabajo.
El primer giro hacia la aceptación de la muerte es una larga secuencia donde Romain visita a su abuela (Jeanne Moreau). Esta secuencia muestra las excelentes características narrativas de Ozon que permean toda la duración de Tiempo de vivir. Romain explica que no sólo es por cariño que le cuenta la verdad a su abuela: "Eres como yo. Morirás pronto", le explica. Pero el espectador observa el fuerte amor que existe entre ambos por medio de recuerdos familiares y acercamiento de los personajes en pantalla, que no elude cierto toque de humor negro por parte de la abuela, que al revisar todas las medicinas que toma comenta "Con todo ésto moriré muy sana".
El eje temático de la secuencia se plasma en las mutuas confesiones abuela-nieto que revisan la historia familiar. En la parte correspondiente a la abuela, que abandona a su hijo luego de la muerte de su esposo y se enreda con distintos amantes, se muestra el dolor, el duelo por la pérdida del ser querido y que puede rayar en la autodestrucción. Para seguir viviendo, la abuela tuvo que romper con todo: "Puedes llamarlo egoísmo pero fue instinto de supervivencia", aclara.
En la secuencia (y en todo el film), Ozon usa los recursos cinematográficos con un estilo semejante al que usó en 5X2 y Bajo la arena, mientras se aleja de Swimming pool y 8 Mujeres. Sus imágenes son sobrias, austeras, con iluminaciones tenues y en colores apagados. No hay florituras ni excesos visuales. Los únicos mecanismos retóricos evidentes se usan cuando Romain se ve a sí mismo como niño en sus recuerdos: quién fue, quién era él en la infancia. Los encuadres y la edición son exactos, totalmente funcionales en relación al personaje: comunican sus más mínimos cambios y alteraciones. Están en función de la modulación psicológica.
Tan es así que, por ejemplo, aunque nunca se dice la causa del cáncer, el espectador nota -cinematográficamente- que el único personaje que fuma en pantalla es Romain; de hecho, no renuncia al tabaco a pesar de su enfermedad. Pero todo se da a entender por imágenes, por edición y por omisión: nadie fuma con excepción de la abuela.
A partir del encuentro con la abuela, el siguiente paso de aceptación por parte de Romain es la renovación del contacto con sus seres queridos. No es recuperar el pasado y volver a situaciones ideales de entendimiento. Sabe lo que le ocurre y sólo trata de demostrar su amor a distancia. Las situaciones no vuelven a ser las mismas con su hermana y con su pareja gay (que tienen que seguir con "su vida", de la cual Romain ya no forma parte). Lo que le interesa a Ozon es mostrar al espectador que, frente a la muerte, su personaje recupera la capacidad de amar de una manera sobria, honesta y sin falsas esperanzas.
Frente a los conocidos prefiere la distancia para amortiguar el dolor futuro pero, curiosamente, ante desconocidos se abre con mayor facilidad, al grado de entregarse y comunicarles que morirá. Es así como decide aceptar la propuesta de una mesera para tener un hijo ya que su esposo es estéril. La situación culmina en una escena de trío donde los dos hombres comparten a la mujer.
Lo importante para los espectadores, en esta secuencia, es captar el fondo humano. Aunque es gay, Romain no rechaza la petición porque es su último acto en pro de la vida. No busca egoístamente extender su propia existencia a través de un hijo sino dar algo valioso al amor entre otros donde él no tiene cabida. Es la renuncia final al egoísmo de la propia existencia.
Esta situación de Romain con la pareja se subraya con la forma en que está rodada la escena. De nuevo los tonos apagados y la poca luz, la timidez de los tres personajes en un ambiente poco erótico, el uso del contraluz para captar a los personajes, encuadres restringidos a lo que sucede y no a los cuerpos. No se trata de una escena porno, ni siquiera erótica: es un encuentro entre seres humanos donde ya está presente el duelo.
Tiempo de vivir es un film excelente, exquisito en su sobriedad, con un uso moderado pero muy artístico de los elementos cinematográficos y fílmicos. Ozon demuestra que es uno de los cineastas franceses con mayor conocimiento del Séptimo Arte, que además es capaz de estampar su sello muy personal en todas sus realizaciones. Con esta película se reafirma como un director sensible que aborda con éxito temas fundamentales casi siempre ausentes de la producción comercial.
TIEMPO DE VIVIR. 2006. Bélgica / Inglaterra / Francia. Director: François Ozon. Guión: François Ozon. Dirección de fotografía: Jeanne Lapoirie. Editor: Mónica Coleman. Productor: Olivier Delbosc, Marc Missioner. Música: Arvo Pärt, Valentin Silvestrov, Marc-Antoine Charpentier. Elenco: Melvil Poupaud (Romain), Jeanne Moreau, Valeria Bruni-Tedeschi, Daniel Duval, Marie Rivière, Christian Sengewald, Louise-Anne Hippeau.