29 marzo 2017

Su Majestad, la Sra. Brown / Mrs. Brown, de John Madden

Francisco Peña.


El cine inglés es uno de los pocos cines nacionales que conserva una identidad propia y un estilo característico. Dos de los pilares donde se asienta su prestigio internacional son las películas históricas y el uso de obras literarias; en ambos casos se trata de materiales surgidos de su propia tierra y cultura. Dentro de esa corriente se encuadra la película “Mrs. Brown / Su majestad, la Sra. Brown”, dirigida por John Madden.



La actual vertiente cinematográfica histórica ha hecho énfasis en el período de los Tudor, especialmente en el reinado de Isabel I; en cambio, en la rama fílmica que se alimenta de la literatura se ha revisado también la producción escrita dentro de la época victoriana. Madden se asoma ahora con un enfoque histórico a un segmento del reinado de Victoria, donde se dio el clímax del poder del Imperio Británico durante el siglo XIX.

Parte de la literatura inglesa de ese tiempo y obras de autores posteriores analizaron los rasgos del victorianismo, tanto en su expresión social como psicológica. Madden retoma el conocimiento aportado por la literatura inglesa y, desde la misma cumbre del victorianismo, revisa la historia de la mujer que dio el nombre a esa era de Inglaterra.


Dentro de este contexto, el victorianismo como forma de vida, costumbres, vestido, moral y ética se extendió por todo el Imperio e influyó mucho en el comportamiento de Europa y el mundo. Se ha remarcado en incontables ocasiones el exceso de reglas sociales donde se codificaba hasta el más mínimo movimiento. Asimismo, se ha hablado de la doble moral victoriana, donde en el hogar y los medios sociales “aceptables” se mantenía una estricta disciplina mientras que había “zonas obscuras” donde se daba rienda suelta a la sexualidad y a la desviación, producto de una represión social generalizada.

Madden hace una reconstrucción histórica del victorianismo como ambiente social a partir, precisamente, de Victoria Regina como persona. La anécdota parte del comienzo del luto de la reina luego de la muerte del Príncipe Consorte Alberto.

Victoria, como mujer, queda totalmente desolada a la muerte de su marido y se encierra con los parientes más cercanos a rumiar su dolor. Es tal su encerramiento y negativa a cumplir sus funciones de gobierno que esto afecta el desarrollo de la política inglesa, paraliza la burocracia y causa encendidos debates en el Parlamento que incluyen la posibilidad de que sea restaurada la República en Inglaterra y se termine con la Monarquía Parlamentaria como forma de gobierno nacional.

Madden empieza a analizar todo el mecanismo que se mueve alrededor y a costillas de la reina Victoria, que personalmente no sólo es ejemplo de conducta victoriana sino también su víctima directa. El luto está codificado y se obliga a todos los participantes desde el Príncipe de Gales hasta el último sirviente a participar sin fallas. El director enfatiza el ambiente asfixiante de palacio y muestra claramente los matices obscuros que determinan la conducta de Victoria y de quienes la rodean.

Dentro de este cuadro histórico entra un nuevo personaje, un caballerango escocés de nombre John Brown, preferido del Príncipe Alberto. Como buen escocés, tiene un amor a la vida muy especial y no se sujeta a las reglas de Palacio. Pero, además, es capaz de percibir el drama interno personal de la reina Victoria, su desolación, su tristeza y su soledad.

A partir de ese momento, por su manera de entender la lealtad a su reina, John Brown desafía las convenciones e intrigas políticas palaciegas para forzar un cambio de actitud en la reina y regresarla a la vida. Por principio de cuentas usa el único medio a su alcance para llamar la atención de Victoria: se planta en medio del jardín con el pony de la Reina y se queda parado todo el día. Finalmente Victoria cede y sale a pasear.


En esos paseos se dan conversaciones en donde Victoria poco a poco expone su desolación y soledad; los consejos de Brown cambian su actitud ante la vida y la reina se revitaliza, aunque no cede en la disciplina que implica el luto hacia el exterior. Victoria es consciente de que Brown es la fuente en donde reencuentra el gusto por la vida y acepta su influencia por encima de todos: ministros, secretarios, parientes y su mismo heredero. Esto crea rumores y chistes descarnados porque ahora a la reina se le acusa de ser la Sra. Brown.

Brown también sufre un cambio porque se hace cargo de la seguridad de la reina, y toma el control de los sirvientes cambiando las reglas del juego dentro del palacio. Dicho encumbramiento causa envidias y recelos en varios campos. Se sienten afectadas las esferas del poder político del gobierno, de la burocracia palaciega, parientes y los mismos sirvientes. Brown no hace caso e incrementa sus esfuerzos por servir a la reina, pero también muestra rasgos de soberbia y prepotencia hacia los burócratas como el secretario Ponsonby y los sirvientes.


Madden va llevando todo el desarrollo de la historia con un hermoso trabajo de cámara, que lo mismo saca partido de los interiores de los distintos palacios como del campo abierto escocés e inglés. Inclusive, remarca el doble juego entre interior / disciplina y campo abierto / libertad. De acuerdo a este binomio se desenvuelven las actuaciones de los personajes.

Los mecanismos del poder, la aristocracia y la burocracia de palacio se unen para sacar provecho o frenar la influencia de Brown sobre Victoria. En ese contexto narrativo surgen dos secuencias clave.

La primera es donde, ante la presión externa, Brown ofrece renunciar ante la reina. Ella primero ejecuta un acto de autoridad y le niega el permiso, pero después muestra su lado humano y declara que sin Brown no podría seguir adelante con sus reales obligaciones… luego se toman de las manos mutuamente.


Es el momento en que ambos personajes muestran su humanidad y su mutua estima. Contrariamente a los chismes de la corte y a los rumores periodísticos, ni Brown ni la Reina viven un romance desenfrenado. Aún las más pequeñas variaciones emocionales de los dos personajes se enmarcan dentro de la moralidad victoriana. Esto incluye, por ejemplo, la visita de la Reina a una cabaña de escoceses donde Brown llega al clímax de hablar libremente, y la reina tiene la libertad de tomar whiskey y semiemborracharse.

Madden logra transmitir al espectador todo el drama oculto de los personajes a través de dos soberbias actuaciones de Judi Dench como Victoria, y de Billy Connolly como John Brown. A través del manejo del cuerpo pero sobre todo el rostro, y la expresión del diálogo, quedan impresos los cambios emocionales por los que atraviesa la Reina. Connolly tiene un rango más libre de actuación porque se lo permite su personaje; pero Dench brilla en un espacio más reducido, con una Victoria que por fin llega a parecer en la pantalla como una persona que tuvo vida propia y personal.


Los mecanismos del poder se ciernen sobre la pareja de amigos y finalmente irrumpen en la figura de un Disraelí que busca desesperadamente la salvación de la monarquía pero sobre todo su permanencia en el poder. En el único momento de sinceridad que tiene, Disraelí tiene un diálogo crudo con Brown en Lochnagar. Allí enfrenta a Brown frente a las razones de estado y juega con su lealtad para que ejerza influencia sobre Victoria para que regrese a la vida pública.

La segunda secuencia clave es cuando Brown se enfrenta a la reina y le hace ver la necesidad de volver a la política. Será la última vez que Brown sea escuchado y se tome en cuenta su opinión; el hecho de mandar de regreso a la reina a la vida pública le cuesta a Brown su poder en la corte y la cercanía con Victoria.

Madden construye no sólo un film histórico sino que, apoyado en la magnífica calidad de producción del cine inglés, hace un retrato intimista de los dos personajes y analiza los mecanismos del poder victoriano. Pero lo que queda patente es el pequeño espacio que las convenciones sociales dejaban para la sinceridad y el ejercicio abierto de los sentimientos.

Esta historia de amistad larga en lugar de romance corto se expresa en un film de buena factura, con matices de luces y sombras que penetra en la intimidad del personaje de Victoria Regina, que aunque muy conocido en ciertos aspectos históricos, no había llegado a la pantalla en algunas facetas de su intimidad. Madden revela su capacidad como creador con una buena película que abre una ventana muy interesante al mundo victoriano inglés.

SU MAJESTAD, LA SRA. BROWN / MRS. BROWN. Gran Bretaña – Estados Unidos – Escocia – Iralanda. PRODUCCION: BBC Scotland, BBC Films, Ecosse Films, WGBH, Iris Screen, Mobil Masterpiece Theatre, Sarah Curtis. DIRECCION: John Madden. GUION: Jeremy Brock, basado en una idea de George Rosie. AÑO: 1997. FOTOGRAFIA EN COLOR: Richard Greatrex. MUSICA: Stephen Warbeck. EDICION: Robin Sales. INTERPRETES: Judi Dench (reina Victoria), Billy Conolly (John Brown), Anthony Sher (Disraeli), Geoffrey Palmer (Henry Ponsonby), David Westhead (Bertie, Príncipe de Gales). DURACION: 103 minutos. DISTRIBUCION: Buenavista.

Participación en Festivales: Cannes, Francia – 1997. Mar del Plata, Argentina – 1997.

PREMIOS:
Academia Británica de Cine y Televisión, Gran Bretaña – 1998: Premio a la Interpretación (Judi Dench); Vestuario (Deirdre Clancy).
Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood, Estados Unidos – 1998: Premio Globo de Oro a la Actriz (Judi Dench).