Francisco Peña.
La cinta argentina de Alejandro Agresti es una especie de experimento mental que se basa en la pregunta de: ¿qué pasaría si el cine fuera la única diversión de una comunidad aislada? El resultado serìa un pueblo "sui generis", unido, pero con una idea de la vida teñida por la imagen cinematográfica.
La anécdota, salpicada de humor compartido con el cinéfilo, arranca con la huida de una joven rioplatense de su ciudad y su viaje hasta un pueblo perdido en la Patagonia. Allá lo único que llega es el cine, que se exhibe como la única diversión popular. La sala es un centro de reunión y factor de cohesión social, es "el último cine del mundo", en palabras del dueño y proyeccionista.
Las películas que llegan al pueblo perdido vienen destrozadas, con rollos mezclados, con secuencias faltantes o montadas en otra parte de la historia. Llegan a la última proyección de su vida de uso; el resultado son exhibiciones surrealistas, con cronologias disparatadas. Esto afecta en forma extraña a algunos habitantes, como su crítico de cine, que solamente habla con diálogos rotos extraidos de todas las películas que ha visto.
A este ambiente llega la joven Soledad, a quien le cuesta trabajo encajar en una comunidad dominada por el cine como actividad que permea todas las actitudes sociales. El punto de referencia coherente es la señora que mantiene el hotel del lugar, actuada por la española Angela Molina.
Pero pronto la joven es "descubierta" por los cinéfilos, que montan una producción cinematográfica del noticiero local donde ella es la reportera estrella. A partir de este momento Agresti mezcla el humor negro y el absurdo para ver las consecuencias locas que acarrea el cine dentro de ese mundo cerrado.
Esa sociedad alterada por el cine desea verse representada en su propia pantalla, pero sus imágenes resultan ser tan disparatadas como las películas que ven. Sin embargo, no por eso dejan de crear su productora y exhibir su noticiero con los acontecimientos locales.
Alrededor de este hecho original, Agresti va creando las historias secundarias de los lugareños, que por desgracia no se encuentran a la altura de la idea central que narra su película.
La trama trata de diversificarse hacia personajes tipo como el inventor-técnico-filósofo del pueblo, que sucesivamente parte a Buenos Aires para dar cuenta de sus descubrimientos originales en un medio cerrado. Así, parte para avisar de la teoría freudiana reducida a la frase "todo es sexo"; o para hablar del socialismo en cuanto a la desigualdad en el reparto de la riqueza.
Es este personaje el que, al regresar al pueblo, tiene la visión más real de lo que sucede. En su ingenuidad ha hablado con los militares de sus teorías igualitarias, y es torturado y encarcelado. Su ausencia crea desconfianza en los habitantes del pueblo, que lo rechazan y humillan a su regreso. Esta secuencia es dura en cuanto a la resonancia política que tiene. ¿Cuántos torturados o exiliados regresaron a Argentina para encontrarse con la indiferencia, la desconfianza, el rechazo generalizados? Agresti no da una respuesta, simplemente señala el hecho.
Pero si este personaje funciona, hay otros que quedan desdibujados o que están tan caricaturizados que crean problemas para la trama general de la película, que empieza a extenderse demasiado en el desarrollo de estas subtramas. El interés empieza a decaer.
Al mismo tiempo, en la relación entre Soledad y el personaje de Angela Molina se invierte el peso. Mientras Soledad se funde con la comunidad, la dueña del hotel adquiere un peso propio en la historia, cosa que se relaciona con la última interrupción del cine en el pueblo.
A más de la mitad de la cinta se introduce el personaje del actor francés Wexley (Jean Rochefort). Un actor acabado y en bancarrota descubre que en un lugar de la Patagonia argentina es no sólo popular sino un verdadero idolo. De pronto, sacado de la pantalla aparece el viejo actor enmedio de las calles del pueblo. Agresti juega una de sus últimas bromas cuando ve las consecuencias del "star system" en su microcosmos.
Angela Molina aporta lo mejor de su actuación en este momento de la cinta, al seducir a la "estrella" francesa, que descubre que su popularidad la debe a películas destrozadas, irreconocibles y casi sin relación con lo que él originalmente filmó... Pero se deja querer mientras saluda desde la ventana.
Wexley trata de fundir la experiencia del pueblo con su propio saber cinematográfico y dirige su propia cinta. Pero Agresti da el giro narrativo final a su aislado pueblo cinematográfico: llega una antena de microondas y con ésta entra la televisión.
El encanto de cine, la magia fílmica estalla en pedazos. Al estreno de la película de Wexley, días antes un pequeño dios, sólo asisten unos cuantos espectadores enmedio de las butacas vacias. Todos están encerrados viendo TV, cuyas luces ve Soledad a través de todas las ventanas.
Esta visión nostálgica del papel del cine en la sociedad, visto desde una óptica emparentada con cintas como "Splendor" (Ettore Scola) o "Cinema Paradiso" (Giuseppe Tornatore) es también, como cada una a su manera, un homenaje a la cinefilia.
El problema que arrastra "El viento se llevó lo que" es el de la economía del relato. Alrededor del acierto narrativo "del ùltimo cine del mundo" se entretejen demasiadas subtramas, al grado de que el acierto se pierde entre toda la maraña de personajes secundarios. Agresti quiere contar demasiado.
La película pierde impacto y brillantez mientras se vuelve una y otra vez a variantes repetitivas de las mismas situaciones, lo que además extiende el tiempo de proyección. La cinta no naufraga ni fracasa pero bordea peligrosamente el aburrimiento hacia el final.
A veces así sucede, que una buena idea se adorne demasiado con personajes y se le sobreexplote, al grado de querer contar demasiado. Este error hace que la economía del relato se extienda demasiado, que no se corten escenas ni se logre un equilibrio entre personajes.
Ese es el pecado de la cinta de Agresti, que en su homenaje fársico al mundo del cine y al espectador, olvida que su obra es al mismo tiempo un film más dentro de ese mundo. Olvida que era necesario cortarla un poco, precisar más a sus personajes y a las situaciones que plantea, para no arriesgarse a convertir la película en una narración incoherente como las famosas cintas del francés Wexley.
Vale la pena la cinta de Agresti, pero uno como espectador debe quedar advertido de sus fallas: una trama con situaciones repetitivas, exceso de personajes y de tiempo en pantalla.
EL VIENTO SE LLEVO LO QUE. Argentina. PRODUCCION: Agresti Films, Alejandro Agresti. DIRECCION: Alejandro Agresti. GUION: Alejandro Agresti. AÑO: 1998. FOTOGRAFIA EN COLOR: Mauricio Rubinstein. MUSICA: Paul Michael van Brugge. EDICION: alejandro Brodershon. INTERPRETES: Vera Fogwill, Angela Molina, Fabián Vena, Jean Rochefort. DURACION: 90 minutos. DISTRIBUCION: Latina.
PREMIOS: Festival de Cine de San Sebastián, España - 1998: Concha de Oro a la Mejor Película del Festival.