24 julio 2016

Zona de guerra / War Zone, de Tim Roth

Francisco Peña.



Zona de Guerra es el film con el que el actor Tim Roth debuta como director de cine. Logra un buen film que combina un tema fuerte y delicado con una realización precisa y un buen manejo de actores.



A diferencia del fracaso de Crónica de un desayuno (Cann, México), Roth se adentra en un ambiente familiar y logra un extraordinario retrato de la destrucción de una familia por un cáncer que la corroe desde adentro: el incesto y la sexualidad que lo envuelve.

Pero no se trata aquí –en Zona de Guerra- de falsas crudezas o “incestitos escandalosos” como propone Benjamín Cann en la película mexicana, sino de una verdadera radiografía con personajes de carne y hueso y no estereotipos, que si transmiten su desgarradora realidad, sus confusiones y compulsiones.

Las relaciones que se establecen entre los miembros de esta familia, que se mueven en dos dimensiones -la social de apariencias, y la personal donde se esconde el sexo ilícito- forman una verdadera zona de guerra entre los personajes; entre quienes conocen la verdad y la ocultan y entre quienes la descubren.


Estas relaciones, complejas por el tema del incesto, trascienden este tema para mostrar las manipulaciones emocionales de los personajes, que intercambian los roles de dominadores y víctimas. Una vez que el espectador ha visto los distintos matices de la personalidad, de los cambios de rol entre dominadores y víctimas, comprende la complejidad del final de la cinta.

El comienzo del film es una brillante secuencia que reúne a los cuatro miembros de esta familia inglesa: el hijo Tom (Freddie Cunliffe), la hija mayor Jessie (Lara Belmont), la madre (Tilda Swinton) y el padre (Ray Winstone). Luego de ser vistos en su ambiente familiar en una casa cerca de Devon, la madre entra en labor de parto, y al transladarse al hospital sufre un accidente automovilístico.

En este momento la narración se centra en Tom, adolescente retraído con una sexualidad reprimida, que lo lleva a espiar a su hermana. Así, descubre las primeras evidencias del posible incesto entre Jessie y su padre: voyeurismo en el baño, fotos polaroid porno…


Al ser confrontada, Jessie niega la situación pero sigue siendo acosada y cuestionada por Tom. La relación entre los hermanos se vuelve tensa mientras los padres viven su vida normal.

Los dos niveles de relación, la social y la personal, entre los cuatro personajes, van creando una compleja trama narrativa, que Roth filma con gran capacidad y una fría precisión que no deja lugar a distracciones o desbordamientos emocionales innecesarios.

En ese sentido, la puesta en escena de Roth y la extraordinaria actuación de Lara Belmont como Jessie, permite que la narración sea exacta, que gestos y diálogos se enfoquen con precisión sobre la historia.


Así, el espectador se adentra en la conducta y en la mente de los personajes y siente la tensión y violencia soterrada de sus relaciones verdaderas. Los bandos que actúan en esta zona de guerra son dibujados con fría exactitud.

El personaje más complejo es Jessie, que como resultado del incesto con el padre lleva una vida sexual intensa, contradictoria y dolorosa. Oscila entre el sometimiento al sexo anal con el padre sin dejar de reclamarle el hecho pero sin poder evitar los continuos encuentros; confronta a Tom, su hermano, en su sexualidad incipiente que no encuentra salida; se relaciona libremente con su amante Nick y, finalmente no es capaz de rebelarse ante el padre.

Toda esta descripción del personaje de Jessie sería vana si en la pantalla no estuviera plasmado el excelente trabajo de la actriz Lara Belmont. Gracias a su capacidad actoral, Jessie tiene un peso humano inequívoco en pantalla. No sólo se observa lo complejo de su conducta sino que confronta al espectador con su interioridad.


La situación de víctima de Jessie es compleja porque guarda celosamente el secreto de su relación incestuosa, de la cual no puede liberarse y, por otro lado, ejerce dominación y manipulación sobre Tom. Ante la situación, no sabe cómo confrontar el edificio ambigüo de mentiras y contradicciones que ha construido entre sus estados de sumisión y liberación.

Así, Jessie colabora a mantener una situación que la corroe y de la que desea liberarse. Acepta un sexo frío con el padre luego de confrontarlo: “¡No soy un chico! ¿Por qué no lo haces como lo haces con mamá?”. La respuesta del padre no existe o es incoherente porque ya vive metido en su propia compulsión sexual.

Tom, que es testigo oculto de esta confrontación, se deshace de la evidencia videograbada. Ya no basta confrontar a su hermana porque Jessie lo convierte en cómplice: por manipulación, Tom es obligado a convertirse en el verdugo físico para castigar la culpa de su hermana.

En esta zona de guerra de las relaciones incestuosas y sus ramificaciones al resto de la familia, las fronteras entre amo y esclavo, víctima y opresor, se difuminan.


La confrontación final entre los personajes estará impulsada por la desesperación de los hermanos y por la ciega obstinación con la que el padre persigue su propia satisfacción egoísta.

Roth no evade las escenas sórdidas de sexo, pero en Zona de Guerra si funciona esta sordidez porque está enfrentada con aspectos de normalidad. Así, Roth puede mostrar la dureza de un sexo egoísta sin escabullir su inhumanidad porque la confronta con dos tipos de normalidad: la socialmente hipócrita del padre y la sincera de la madre, enfocada a su nueva maternidad.

Roth no hace un juicio sobre lo que es normal y la desviación de la norma. Se centra en mostrar las consecuencias de un sexo que es destructivo no porque sea “desviado” por sí mismo sino porque destruye por su ejecución egoísta que no conoce de límites ni de restricciones, y mucho menos de un respeto por el Otro.


El padre corrompe a la víctima –Jessie- y la obliga a ser cómplice, y a la vez, hace que estos patrones se reproduzcan cuando ella comienza a manipular el deseo y la psique de su hermano Tom. Todos combaten entre sí en esta Zona de Guerra fría por su propia sobrevivencia, a pesar de las heridas profundas que han recibido.

La gran destreza de Roth consiste en llevar al espectador, sin ningún elemento cinematográfico de distracción o superficial, a enfrentarse a estos personajes dolidos, llevados a una situación extrema por un verdadero padre opresor, que grita, manipula o miente cada vez que conviene a su compulsión sexual que no conoce límites ni restricciones.


Producción: Channel Four Films, Sarah Radclyffe Productions, Portobello Pictures, Fandango, Mikado Films, Sarah Radclyffe, Dixie Linder. Dirección: Tim Roth. Guión: Alexander Stuart, basado en su novela homónima. Año: 1999. Fotografía en color: Seamus McGarvey. Música: Simon Boswell. Edición: Trevor Waite. Intérpretes: Annabelle Apsion (enfermera), Kate Ashfield (Lucy), Lara Belmont (Jessie), Freddie Cunliffe (Tom), Colin J. Farrell (Nick), Aisling O’Sullivan (Carol), Tilda Swinton (madre), Megan Thorp (Alice, bebé), Kim Wall (barman), Ray Winstone (padre). Duración: 99 minutos. Distribución: Corporación Mexicana de Entretenimiento.