El espectador que desea ver "La Vita è bella", de Roberto Benigni, debe tomar una decisión en el transcurso de la película. Debe elegir entre aceptar la historia que se le propone, o bien, mirar con ojos críticos y realistas la narración. De esa elección depende que goce la película o que lo deje indiferente e incluso indignado.
Benigni es consciente del problema intrínseco que tiene su película, por lo que las primera palabras de la misma, en un breve prólogo visual, mencionan que todo se plantea como una fábula, donde hay buenos y malos y donde tiene un lugar importante la moraleja.
Si el cinéfilo acepta entrar sin prejuicios en el mundo narrativo de esta fábula encontrará un tesoro sentimental, que no por sencillo deja de ser valioso. Si opta por ver la película con una mirada realista seguramente encontrará puntos de choque que pueden llevarlo a rechazar la fábula.
Esto viene a cuento porque la película "La Vita è bella", hecha con innegable honestidad, levantó en su momento polémicas en muchas partes por presentar el tema del Holocausto mezclado con ciertos rasgos de humorismo, que en ningún momento son ofensivos para el pueblo judío pero que pueden interpretarse como una trivialización de dicha tragedia.
Curiosamente, es en el cine italiano donde la "fábula" de Benigni puede encontrar apoyos narrativos en imagen y tratamiento del tema: "El jardín de los Finzi Contini" (Vittorio de Sica) y "Pasqualino Sette Belleze" (Lina Wertmüller). Con esas referencias es posible entrar a la "fábula" de pesadilla de "La vida es bella" y aceptar su sencilla moraleja: el amor paterno, el amor a la vida, puede sobrevivir a un terror concreto con nombre propio... el genocidio.
Pero vayamos por partes. La película de Benigni está claramente dividida en dos capítulos narrativos. En el primero, el personaje de Guido, ingenioso heredero de Chaplin y otros cómicos, conquista el amor de su dama. Esta sección no genera el problema.
En la segunda, ya establecida la familia de Guido, sufren la persecución nazi y terminan en un campo de concentración. Aquí, Guido establece toda una fantasía para buscar desesperadamente salvar la vida de su pequeño hijo. Su arma de resistencia es el humor, la mentira blanca o piadosa y la fantasía. Este es el punto que causa la polémica.
En la primera parte, Guido es un joven judío, pobre pero lleno de amor a la vida, que se vale de un constante sentido del humor para conquistar el amor de su amada. Con cierto ingenio derivado de Chaplin -el vagabundo que conquista a su dama- y un diálogo construido para apoyar las situaciones, Benigni construye un personaje simpático y cordial, un poco "il buffone".
A partir de este personaje se crean las situaciones de una comedia ligera, como los clásicos tres encuentros en donde la maestra termina en sus brazos, la mentira fantasía de que es un príncipe, y escenas cómicas que también pueden rastrearse al cine italiano de los años 30.
Cartel de Polonia
Guido es en realidad un mesero pobre pero ingenioso, y ese ingenio lo lleva a enfrentarse cómicamente con los representantes más simples del fascismo, como el novio de la maestra, funcionario público trepador, machista y prepotente. Pero es significativo que el personaje "camisa negra" sólo tenga una aparición, y que en ella muestre una violencia verbal que prefigura la violencia física que acompañó al fascismo.
Hay varias películas italianas que, al igual que Benigni en el inicio de la película -la llegada del Rey a una población-, remarcan el carácter fársico, bufonesco e involuntariamente cómico del régimen de Mussolini: "Amarcord", de Fellini, por ejemplo; la también primera parte de "Pasqualino Sette Belleze" o "Film de amor y de anarquia", ambos de la Wertmüller.
Es probable que esto ocurra en el cine italiano no para trivializar el fascismo sino para mostrar que desde el principio contenía contradicciones de tal magnitud que nunca se le debió tomar en serio. Cuando se descubrió su lado obscuro ya era demasiado tarde. Además era una especie de mal menor, porque las acciones posteriores del nazismo fueron de tal magnitud que empequeñecieron -pero no borraron ni disculparon- las fascistas. Una gran zona de Italia tuvo la oportunidad de comparar la persecución fascista con la fría y sistemática ocupación nazi desde 1943.
En ese sentido, hay dos secuencias clave dentro de la primera parte de "La Vida es Bella". La primera es el discurso sobre la "supremacía de la raza italiana" que Guido actúa en la escuela frente a los alumnos; la segunda ocurre durante la boda de la maestra, que Guido hace pedazos con su humor y humanidad, para finalmente partir en el caballo "judío" de color verde.
Lo absurdo y contradictorio de las leyes raciales nazis y fascistas se ha expuesto en cintas como "Europa, Europa / Hitlerjunge Salomon", de Agnieszka Holland, "Comedian Harmonists", de Joseph Vilsmaier, y en una parte de "The Sorrow and the Pity", de Marcel Ophüls. Benigni usa el humor y la risa para demostrar ese absurdo por otras vías.
En la boda de su amada con el funcionario, el personaje de Guido debe hacer uso de todo su ingenio y voluntad para frustrarla... cosa que logra burlándose del aparato fascista. El amor entre la pareja se cimenta de tal forma que la esposa italiana decide compartir el destino de la deportación con su esposo y su hijo y, por voluntad propia, sube al tren de la muerte.
En esta primera parte la forma narrativa que usa Benigni no entra en conflicto con la formación del espectador. Todo tiene sus raíces en la comedia norteamericana e italiana y el tema ha sido tocado en otras cintas; Benigni hasta aquí continúa con una tradición y "La Vita è bella" es muy placentera para el ojo del espectador.
Pero luego, Benigni quiere continuar con su misma forma narrativa pero dentro de un contexto histórico distinto y altamente polémico: un campo de concentración en el momento del Holocausto.
Hay que aclarar que muy probablemente ninguna película de ficción pueda captar con total intensidad la magnitud del horror del Holocausto, y sólo las imágenes verídicas y documentales puedan hacerlo. Pero tampoco es la intención de Benigni fue hacer un retrato fiel.
Probablemente quiso mostrar como la vida cotidiana y normal de una familia sencilla se ve trastocada y destrozada por una ideología que quiso no sólo controlar Europa sino también exterminar a una parte específica de su población (como lo hace con crudeza "El Pianista", de Roman Polanski). Quiso enseñar que en medio de esa gran convulsión el espíritu humano intentó sobrevivir la pesadilla real por medio de las únicas armas que estaban a su alcance en el cautiverio: la resistencia, la dignidad, el sacrificio, el ingenio y ciertos rasgos de humor.
Pero Benigni es honesto al marcar que ese ingenio y humor están al servicio de un fin más elevado: el amor. Es por eso que aclara que su película es una fábula, porque Guido inventa todo un gran juego para que su pequeño hijo Giosué conserve la inocencia, única posibilidad que le permite ocultarse y sobrevivir. Esto, dentro de un contexto realista se percibe como inverosímil.
Para apoyar su historia - fábula, Benigni entreteje elementos históricos reales que ocurrieron en Italia. A pesar del acoso fascista a la comunidad judía, las deportaciones masivas se hicieron hasta 1943 ordenadas por los nazis, situación que también está en el núcleo narrativo de "El jardín de los Finzi Contini" o "Enemigo querido", de Ettore Scola. Para manejar estos elementos el director contó con la colaboración del Centro de Documentación Contemporánea Judía de Milán y deportados italianos a los campos.
A partir de esas bases, Benigni se embarca en la fábula y el humor se extiende a escenas como la "traducción al italiano" de las órdenes nazis en alemán, a su llegada al campo. Allí Guido cimenta la fantasía de un juego extraordinario para su hijo Giosué mientras que apela indirectamente a la solidaridad de los otros deportados para que mantengan y refuercen el cuento que ha inventado en el momento. Ninguno de los deportados traiciona jamás a Guido y a Giosué. Ese silencio solidario de los personajes anónimos que siguen el juego también es de un gran valor humano.
Se critica, pues, que Benigni haya trivializado el Holocausto, pero hay que mencionar que en todos los momentos de humor y comedia se puede ver en forma paralela como se transluce la angustia de Guido, como sufre en los momentos de peligro por los que pasa Giosué, y como se desvive para salvar al pequeño, para inventar en el momento algo con que proteger al niño.
Todo confluye en la conducta de Guido en un sólo próposito: salvar a su hijo y mantener viva la llama de la esperanza en su esposa. Para ello, según el diseño y personalidad de Guido sólo puede usar su ingenio, sus palabras, su humor. Y todo remata en una gran manifestación de amor paternal y de pareja. El amor es el motor y la excusa para la conducta de Guido, el amor es la razón para que Benigni haya afrontado esta temática bajo esta forma cinematográfica de narración con rasgos de comedia.
Dentro de la segunda parte de "La Vida es Bella" es tal la fuerza de la fábula amorosa que, si el espectador también solidariamente "acepta el juego" que se le propone, obtendrá la recompensa de sentir y entender los sentimientos que están en juego en la historia de esta película y su verdadera finalidad.
No es sencillo "aceptar el juego" porque los elementos históricos y los de la fábula chocan por naturaleza propia, y en ocasiones casi estallan en conflicto dentro de la película.
Pero hay que recordar que. como en toda fábula, Benigni presenta una moraleja, que en este caso se refiere a la capacidad que el amor tiene para sobrevivir bajo las circunstancias más atroces. En "La Vita è bella" se plantea que el amor, como valor y capacidad del ser humano, continúa vivo bajo toda situación adversa.
Depende de cada espectador aceptar o no esta propuesta. Benigni la plantea de una forma espléndida y es un gran mérito que quiera afirmar que sí, que despues de todo, "la vida es bella".
LA VIDA ES BELLA / LA VITA E BELLA. Italia. PRODUCCION: Melampo Cinematografica, Elda Ferri, Gianluigi Braschi. DIRECCION: Roberto Benigni. GUION: Vincenzo Cerami y Roberto Benigni. AÑO: 1998. FOTOGRAFIA EN COLOR: Tonino Delli Colli. MUSICA: Nicola Piovani. EDICION: Simona Paggi. INTERPRETES: Roberto Benigni (Guido), Nicoletta Braschi (Dora), Giorgio Cantarini (Giosué), Giustino Durano (tío Eliseo), Sergio Bustric (Ferruccio), Marisa Paredes (Laura), Horst Bucholz (Dr. Lessing), Pietro de Silva (Bartolomeo). DURACION: 114 minutos. DISTRIBUCION: Buenavista