22 marzo 2015

Siete Magníficas de Bergman, Las

No son las mejores películas del director sueco sino las siete mujeres (tres actrices, una pianista y tres artistas) que impulsaron su vida emocional y su cine.

Francisco Peña.


En la filmación de Persona: Bibi Andersson, Ingmanr Bergman y Liv Ullmann.

Mentira que “DETRÁS de un gran hombre siempre hay una gran mujer”. Ingmar Bergman (1918-2007), que este 14 de julio hubiera cumplido 90 años, demostró que “JUNTO a un gran hombre siempre hay una gran mujer” es la verdad.

“Junto”, nunca “detrás”, fue el secreto de las relaciones del cineasta que tuvo la habilidad sentimental de transformar romances cortos en amistades largas en la mayoría de los casos. Estas son las siete magníficas mujeres presentes en su vida.

Else Fisher



Coreógrafa nacida en Australia de padres noruego-suecos, que participó en las primeras puestas en escena teatrales de Bergman. Se casaron en 1943 cuando ambos tenían 24 años. Else usaba boinas y de ella tomó el director la “modita” de usarla como signo de que era un artista: la boina fue una de sus adicciones durante años, al igual que el cigarrillo. A los dos años se divorciaron cordialmente y después Else colaboró con él como coreógrafa en obras de teatro y en El séptimo sello. Tuvieron una hija: Lena.

Ellen Lundström


Ellen Lundström, con los cuatro hijos que tuvo con el director sueco.

Su segunda esposa fue bailarina y tuvieron 4 hijos: Anna, Mats, Eva y Jan. Fue la relación más tormentosa que tuvo con una mujer por las fuertes dificultades económicas que los rodeaban. Durante su matrimonio, la influencia de Ellen sobre la obra de Bergman fue casi nula; sin embargo, años después inspiró a Bergman para escribir las cruentas peleas matrimoniales de Sed, Prisión y algunas de Escenas de un matrimonio. Al casarse, ella tenía 28 años y él 29. Ellen tuvo una carrera notable en teatro.

Breve “intermedio” con Gun Hagberg, su tercera esposa, con quien tuvo un hijo (Ingmar). Relación que no dejó mucha huella porque antecedió a un terremoto en la vida del director:

Harriet Andersson


Harriet Andersson en Un verano con Mónica.

“Era devastadora. Nunca ha existido en el cine sueco una joven que irradiara tanto magnetismo erótico como Harriet”, comentó Bergman en 1968, 16 años después de conocerla. Ella tenía 20 años y él 34: fue como si un trailer de 18 ruedas lo hubiera planchado a 200 km/h. Entre 1952 y 1955 filmaron juntos Sonrisas de una noche de verano, Noche de circo y ese homenaje sexual que es Un verano con Mónica. La amistad con Bergman perduró y actuó para él en A través de un vidrio oscuro y Fanny y Alexander. Al final de Gritos y susurros, cinta donde predomina el dolor y la culpa, la convirtió en vocera del amor a la vida a pesar de todos los dolores y obstáculos que se presentan en la existencia humana.

Bibi Andersson


Bibi Andersson, en El Séptimo Sello.

La relación con Harriet se había enfriado cuando Bergman (37 años) conoció a una rubia de 19. De 1955 a 1959, Bibi ejerció sobre el director (y su obra) la influencia más estable y tranquilizadora de todas; sabía como sacarlo de la depresión y ponerlo a crear. Como muestra basta un botón: el libreto de El séptimo sello está dedicado a ella.

La famosa foto de Persona: Bibi Andersson (izquierda) y Liv Ullmann (derecha).

Juntos filmaron 13 películas destacando Fresas salvajes, Persona, La pasión de Anna y El Toque. Cuando él fue perseguido en 1976 por el fisco sueco, Bibi lo defendió de la persecución y humillación públicas con declaraciones y desplegados en los periódicos; hablaba de primera mano pues también fue detenida en la misma “redada fiscal” y despojada de su sostén en presencia de funcionarios fiscales ya que “podía ahorcarse en la celda”.

En el film El Toque, en escena erótica con el actor Elliot Gould.

Fue quizás la más inteligente de todas pues supo mantener su distancia personal del director sin sufrir consecuencias emocionales como las demás, lo que le permitió ofrendarle su amistad hasta la muerte del cineasta en 2007.

Käbi Laretei


La pianista Käbi Laretei y el director.

La cuarta esposa de Bergman y la más independiente, ya era una pianista con fama internacional propia cuando se conocieron: ella con 37 años, él de 41. Su influencia sobre Bergman se extendió más allá de 6 años de matrimonio (1959-1965) y se escucha cuando toca el piano en Cara a cara y Sonata de otoño; influyó en la realización de Fanny y Alexander y esa delicia que es La flauta mágica. Además de darle un hijo (Daniel) a Bergman ¡logró arrancarle de la cabeza su famosa boina!

Liv Ullmann


Liv Ullmann, al inicio de su carrera actoral.

Bibi, que lo conocía bien y conocía a Liv desde 1962, le dijo al director un día: “encontré a una chica del tipo que te gusta y que podrías emplear en teatro o cine”.

Las cosas fueron más allá cuando se encontraron en 1965 (ella de 26, él de 47): vivieron en unión libre y tuvieron una hija, Linn, que es escritora.

Liv Ullmann e Ingmar Bergman.

Su unión rebasó lo emocional porque Liv se convirtió en la única heredera fílmica de Bergman. No sólo participó como actriz en cintas como Persona, Vergüenza, Escenas de un matrimonio, La pasión de Ana, Cara a cara, El huevo de la serpiente y Zarabanda entre otras, sino que el director le entregó guiones para que los dirigiera –con excelencia-: Confesiones privadas y La infiel. La amistad y estimación que ambos se tenían era a toda prueba.

Liv Ullmann e Ingmar Bergman en el proceso de crear una puesta en escena en el film Cara a Cara, protagonizado por ella.

Ingrid Karlevo (von Rosen)

Con su quinta y última esposa le llegó la paz matrimonial desde 1971 (ella de 41, él de 53) hasta la muerte de Ingrid en 1995. Era graciosa, elegante y de carácter tranquilo que equilibró la energía del director, que se volvió más sociable. Su hija se llama María y es escritora. Luego de 24 años de matrimonio, Bergman la extrañó profundamente; para soportar su ausencia se sumergió en su trabajo teatral y se rodeó lo más posible de sus amigos. Fue la verdadera compañera de su vida.

Ingrid e Ingmar Bergman.

Ingmar Bergman reconoció siempre y sobre todo al final de su vida la importancia de todas estas mujeres en su existencia. Ya en su ancianidad, en una entrevista concedida a la televisión sueca y en presencia de su amigo el actor Erland Josephsson, el cineasta hizo público su agradecimiento una vez más: “Les agradezco a todas ellas, todas unas verdaderas damas, que jamás hayan hablado mal de mí a mis hijos e hijas. Eso me permitió gozar de la presencia de todos ellos y reencontrarlos”.

En la misma entrevista confió que sus nueve hijos e hijas, la mayoría ya adultos, se reunieron por primera vez en su casa en la isla de Farö para celebrar su cumpleaños. Fue la primera ocasión en que todos estaban juntos y podían conocerse entre sí. Este encuentro familiar fue muy satisfactorio y los nueve decidieron repetirlo cada año: volver a Farö en cada cumpleaños de su padre, costumbre que se repitió hasta la muerte del director.

Además de estas siete magníficas mujeres, en su obra fílmica obtuvo la colaboración de las mejores actrices suecas como Ingrid Bergman (Sonata de otoño), Ingrid Thulin, Gunnel Lindblom, Gertrud Fridh, Maj-Britt Nilsson, Eva Dalhbeck e Inga Landgré. Incluso la temperamental directora y actriz Mai Zetterling participó en una de sus primeras cintas (Música en la oscuridad, 1948) aunque no volvieron a encontrarse después.

Todas estas mujeres estuvieron “junto” a él, ninguna “detrás”. Todas colaboraron en buena medida para que Ingmar Bergman creara una de las obras más hermosas en la historia del bien llamado Séptimo Arte.

Ingmar Bergman junto a una cámara, acompañado del famoso cinefotógrafo Sven Nykvist.