Francisco Peña.
Madre mía, soñé con una boda sin alcohol… Mundek.
Una boda sin peleas, no es una boda… el cura Adam.
Dentro del Ciclo de Cine Polaco Contemporáneo que exhibió la Cineteca Nacional del 1 al 18 de julio de 2010, se proyectó la película La Boda / Wesele, de Wojciech Smarzowski, producida en 2004.
La cinta está enmarcada en una corriente muy ácida del cine de Polonia que critica la corrupción de la sociedad polaca a 15-20 años de la Caída del Muro de Berlín, la implosión del sistema comunista en Europa del Este, y la llegada del neoliberalismo y su libre mercado. Mientras otras cintas del ciclo como El Recaudador (Komornik, Félix Falk, 2005) hacen esta critica desde el interior del nuevo sistema, Smarzowski lo hace desde la sociedad misma.
Con referencia indirecta a “otra” clásica Las Bodas (Wesele), del escritor Stanislaw Wyspianski (película de Andrzej Wajda, 1973), Smarzowski se ubica en la Polonia actual postcomunista para realizar su radiografía de la clase media polaca, su corrupción, su falta de valores y su desorden. A diferencia de la obra teatral consagrada de Wyspianski que usa personajes-símbolo, el director polaco no usa personajes tipo sino más realistas, con contradicciones y los deja interactuar entre sí empujados por las compulsiones que los definen.
El personaje central que define y empuja la anécdota –y sufre sus consecuencias- es el Sr. Wojnar (actuado magistralmente por Marian Dziedziel). Smarzowski, que también es el único guionista, coloca a Wojnar y al resto de los personajes en un tapiz hilado con comedia, tragedia y farsa, para obtener un film ácido, sin concesiones, sobre la corrupción en la sociedad polaca. Dos son los rasgos esenciales que definen a Wojnar: una avaricia rampante que recurre a todo tipo de trucos, engaños y mentiras para obtener una ventaja económica y… en el fondo… un amor grande por su hija, mal expresado, con malas decisiones porque está empapado por sus actos corruptos.
El punto de partida es la boda en la iglesia y, como las bodas fílmicas y reales de otras sociedades –como la mexicana, claro-, las cosas van empeorando paulatinamente conforme transcurre la fiesta y fluye el alcohol entre los invitados. Luego de las promesas en el altar, Wojna hace su primer acto público ante los invitados para regalarle a su yerno Janusz (Bartlomiej Topa) un coche Audi deportivo y una luna de miel en Croacia. Más que regalo es una manera de presumir su riqueza ante los invitados.
Pero lo que sostiene la trama de la película es que el coche no fue adquirido en una distribuidora autorizada sino mediante un arreglo privado (en la primera cuesta 150 mil zlotys, en la segunda sòlo 50 mil: Wojna se ahorra 100 mil zlotys de un plumazo). El vendedor además pide dos hectáreas junto a la carretera, que deben escriturarse a su nombre antes de la media noche. El problema es que son del suegro de Wojna y no quiere dárselas. Sin tierra no hay papeles del coche.
Aquí comienzan las trampas de Wojna, que busca siempre pagar después, pagar menos, no pagar… Sólo que ahora necesita las escrituras de esas tierras.
Mientras la boda sigue con aparente normalidad. Kasia (la hermosa Tamara Arciuch, muy bien en el papel) y Janusz son recibidos en un salón de fiestas mediocre con el primer pan y la primera copa de vodka.
Pero nada se mueve sin dinero. En lugar de aflojar el billete Wojna quiere evitar los pagos y todos intentan cobrarle de inmediato para no ser timados. La desconfianza social es generalizada y permea todo trato económico entre todos los personajes. El conjunto musical no toca si no se les paga por adelantado y Wojna hace el primer viaje a su casa por dinero extra, que oculta en una caja fuerte enterrada en un invernadero cuidado por su perro. La orquesta toca y comienza la fiesta. Se le exige el pago del vodka (hecho en Eslovaquia, de menos calidad que el polaco: sabe mal pero es pegador) y palma el dinero.
Es el momento en que Smarzowski desata todos los hilos narrativos de su guión para que se desarrollen. El alcohol fluye libremente y cualquier pretexto es bueno para una copa más entre los invitados, lo que desnudará sus verdaderas personalidades e intereses.
Janusz se interesa más por el Audi deportivo que por Kasia, su esposa. Ela Wojnarowa (Iwona Bielska), su madre y esposa de Wojna, participa en las tranzas al servir en el banquete un guisado hecho con salchicha podrida, lo que provoca una diarrea comunitaria y monumental que atasca los baños del salón. El cura pide al menos mil zlotys (para la iglesia) para intervenir como mediador en el problema del coche pero recula cuando ve que el vendedor, sólo conocido con el apodo de “El Cuñado” (Pawel Wilczak) le es desconocido y parece mafioso. La encargada del salón tiene bajo llave el vodka en un almacén, que después será escondite para las tranzas posteriores. Mundek, obsesionado por el futbol, es amigo de Wojna y recibe órdenes para fraguar más engaños mientras se emborracha cada vez más. Una de las invitadas anda a la caza de “hombre con dinero”, realiza felación con el Cuñado y termina con una relación apresurada con Wojna en el almacén del vodka.
Ni siquiera Kasia se salva de la corrupción rampante (aunque si del flujo de alcohol). Descubre que el “videoasta” encargado de grabar la boda, es su exnovio Mateusz (Maciej Stuhr), y lo manda golpear por los pandilleros del barrio, invitados a la boda. También se descubre que Kasia despreció a Janusz en la preparatoria y que dejó la universidad para casarse apresuradamente.
Smarzowski combina los momentos trágicos con la farsa y toques de comedia. La farsa se acumula alrededor de Wojna y todo aquel con quien se relaciona. Al no pagarle al cuñado pierde un dedo de un disparo (“¿Por qué me quieres engañar?... Y si me encabronas te mato a la hija”). Manda llamar a un notario para hacer una escritura falsa con la firma falsificada del abuelo; el notario, que pedía primero mil zlotys, al enterarse bien del asunto exige 10 mil zlotys… y él mismo falsifica la firma del abuelo. Wojna, en uno de sus viajes a su casa por dinero se topa con la policía que le aplica el alcoholímetro (aparato conocido como chupómetro en Ciudad de México); todo se arregla por mil zlotys para los patrulleros, que Wojna baja a 700 y una invitación a la boda.
La comedia se da en la pista de baile, con los juegos clásicos de una boda, donde a cada éxito o ganador corresponde un –o varios- vaso de vodka que se bebe de un solo golpe (“de hidalgo” diríamos en México). Parte de esa comedia está en uno de los juegos donde todos los hombres beben de golpe un vaso de vodka, prenden tres cigarros y hacen sentadillas hasta que uno de ellos cae ahogado y abandona el “juego de resistencia”. Pero la comedia puede mezclarse con la tragedia. Kasia le pide a Janusz no participar, pero el novio, todo ebrio, reacciona por primera vez con violencia: “Nunca me digas qué tengo que hacer”. Se prefigura una unión violenta con golpes en el futuro.
El director establece una dialéctica entre los invitados que bailan y juegan con los acontecimientos fuera de la pista de baile, donde se arman y ejecutan los actos de corrupción. Excelente “ir y venir” estructurado en el guión, y resuelto con soltura y habilidad en la puesta en escena, especialmente en la parte actoral. Así, cuando el retrato de la corrupción social con Wojna al centro parece ser insoportable, Smarzowski regresa a la pista de baile para un respiro cómico. También equilibra la comedia que, cuando parece desbordarse, el guión y la realización dan un giro nuevo a la farsa y la tragedia; por ejemplo, cuando la policía pregunta si el Audi es legal o podría ser robado, lo que desencadena más corrupción por parte del tacaño Wojna con los policías, ayudado por un amigo policía que también es invitado a la boda pero llegó tarde.
Este “ir y venir” está encarnado también en la figura del notario, representante del gobierno y la legalidad, que se presta a toda clase de triquiñuelas por dinero y acaba como uno de los invitados más borrachos bailando con las invitadas, gritando, exhibiendo el dinero recibido y falsificando la firma del abuelo mientras intenta seguir con la máscara social de “decencia y honestidad”.
También esta dialéctica se muestra en el manejo de la imagen. Los testimonios en video de los invitados, dichos a cámara para desearles a los novios felicidades, se contraponen abiertamente con la conducta que han mostrado en la boda. Esta situación se remarca con un video que capta los testimonios “de manera sucia” como camarazos y zoomarazos a lo loco frente a una cámara “real” que captura a los personajes –y el alcoholismo- con limpieza, sin intervenir activamente aunque haya cámara en mano pero como testigo ubicuo de la corrupción generalizada.
De nuevo, en un paralelismo con la obra teatral clásica de Wyspianski, es el amanecer el que devela la realidad y la expone. Kasia conoce la verdad sobre el papel que juega el coche Audi en su boda, la verdad sobre su padre, su esposo Janusz, su abuelo y su propio matrimonio. La conoce porque está grabada en el video que levantó su exnovio Mateusz. De esta manera, parece decir Smarzowski, solamente el artista –el “videoasta”- y quienes se relacionan con él pueden escapar a la corrupción de toda la sociedad y atestiguarla.
Frente a esta “salida” individual, el amanecer revela a un Wojna superado en su propia avaricia individual por un mar incontenible de corrupción social que lo ahoga, donde todos, de una u otra forma, están involucrados. Los valores humanistas son inexistentes ya que lo único que se reconoce –y envidia, claro- es el poder del dinero sin importar quien realmente lo tiene. La riqueza pasa de mano en mano y mientras alguien la posee es “respetado”; en el momento en que la pierde es destruido por el grupo.
Así, esta magnífica cinta donde se entrelazan con habilidad comedia, farsa y tragedia, deja un sabor agridulce al espectador en cuanto al tema. Su radiografía de la Polonia postcomunista es contundente y parece indicar que su corrupción es insalvable. Es por el lado de la realización, de la puesta en escena cinematográfica de Wojciech Smarzowski donde es espectador encuentra una respuesta más optimista. Se puede encontrar una salida al marasmo si se le señala con honestidad y creatividad. No es poca cosa para un cine polaco que ejerce su libertad de expresión de esta forma.
La Boda / Wesele. Dirección: Wojciech Smarzowski. Producción: Polonia, 2004. Guión: Wojciech Smarzowski. Fotografía en Color: Andrzej Szulkowski. Música: Tymon Tymanski. Edición: Pawel Laskowski. Actores: Tamara Arciuch (Kasia), Marian Dziedziel (Wojnar), Andrzej Bela-Zaborski (el cura Adam), Iwona Bielska (Wojnarowa), Wojciech Skibinski (abuelo de Kasia), Lech Dyblik (tio Edek). Producción: Grupa Filmova, Telewizja Polska, Filmi.It, Agencja Produkcji Filmowej, Anna Iwaszkiewicz, Dariusz Pietrykowski, Bartlomiej Topa.. Duración: 109 mins.