El Recaudador / Komornik, de Feliks Falk
Francisco Peña
Lucek: No tengo nada. Gosia: ¿Ni siquiera tiempo? Lucek: Ni siquiera eso.
Cuando veo a mi madre, parece que la embargué hace poco. El asistente de Lucek.
De las películas proyectadas en el Ciclo de Cine Polaco Contemporáneo en Cineteca Nacional (1-18m julio 2010), una de las que más destaca por su forma y realización fílmica es El recaudador / Komornik (2005).
Desde sus primeras imágenes, la cinta de Feliks Falk impacta al espectador con sus imágenes, edición y banda sonora musical. De inmediato se percibe el sello moderno, actual, que se expresa con vigor y fuerza en una larga serie de tomas que presentan los créditos: largos travellings de izquierda a derecha de las fachadas de edificios y casas de la ciudad polaca de Wroclaw. La edición las presenta a brincos pero unificándolas con la música vivaz, ágil, moderna. Falk cumple lo que promete en estas primeras imágenes. Ese vigor cinematográfico se sostiene a lo largo de 100 minutos de duración para generar una de las mejores películas proyectadas en el Ciclo.
La sinergia de “forma y fondo” da como resultado una cinta excelente que muestra y critica la corrupción en Polonia. A diferencia de La Boda / Wesele (Smarzowski, 2004), que presenta esta corrupción a todos sus niveles, El recaudador lo hace desde la esfera del poder y la burocracia mientras que distintas capas de la sociedad polaca son víctimas de ella.
De esta forma, Falk presenta las causas políticas profundas de la corrupción económica que se ve en La Boda / Wesele. Para ello, se centra en un solo personaje: el recaudador (actuario a la mexicana) Lucek (Andrzej Chyra). Trabaja en un juzgado que ejecuta los embargos finales a los deudores desahuciados del fisco.
Lucek se mueve de acuerdo a la letra de la ley y no le importa embargar a un hospital en activo, a una pareja de ancianos ni tampoco a peces gordos que si son corruptos. Sólo modifica algunas de sus decisiones cuando recibe un trato altanero por parte de alguno de los embargados, o cree que lo engañan. Cuando esto ocurre, las cosas toman un tinte personal.
Para exponer la relación corrupción-gobierno-sociedad-individuo, Falk mantiene a Lucek como el eje de la cinta. Lucek pasa en pantalla por distintas etapas de cambio: cínico, en crisis, desilusionado, en toma de conciencia y humanizado. Se establece así una relación triangular entre el individuo (Lucek), el gobierno-burocracia (despacho que embarga) y sociedad (personas embargadas) mientras la corrupción se mueve entre los tres vértices con diferente intensidad.
Lucek muestra primero su cinismo semigangsteril al embargar un hospital en activo, pero también al enfrentarse con un pez gordo que se dice protegido ya que todo está arreglado en el juzgado “más arriba”. En esta etapa, el rasgo que define al Lucek cínico es la soledad. No tiene vida privada, va a fiestas para encontrarse con su amante ocasional Anna (la actriz rubia Malgorzata Kozuchowska. Anna es abogada, esposa de uno de los altos burócratas), va a la oficina desierta y solo. El poder adquisitivo que lo rodea es alto y disfrutan con holgura, sin cuestionarse, de los beneficios del poder.
El único rasgo positivo del Lucek cínico y solitario es su gusto estético por el arte de la porcelana.
De nuevo, al igual que en La Boda / Wesele, es el rasgo artístico el que separa al personaje de los corruptos y marca la posibilidad de cambio, redención o escape.
El Lucek en crisis aparece cuando uno de los personajes, al que descubre en fraude, se suicida a consecuencia de la persecución del recaudador. El problema es que se trata de una figura popular: futbolista amateur conocido en la ciudad y a punto de jugar profesionalmente. El hecho hace que Lucek sea repudiado. Como consecuencia entra en una crisis interna alrededor de la validez de su trabajo y los valores de su vida. Empieza a cuestionarse si todo es sólo un vacío. A este hecho se suma un encuentro con su ex novia Gosia (Kinga Preis), acordeonista clásica ya casada. En un café, Lucek aún es un cínico; pero después realiza un embargo, donde decomisa el acordeón de una niñita asmática que resulta ser la hija de Gosia. Su crisis personal se profundiza al verse capaz de despojar a una niña y a Gosia de su única posesión valiosa.
El Lucek desilusionado que descubre en lo qué se ha convertido consulta con su mentor Chelst, un viejo recaudador de la era comunista, que le devela que no todo anda bien en el juzgado y le aconseja cautela. Lucek toma conciencia cuando ve las consecuencias de sus actos “legales” en la vida de los embargados. Esto lo lleva a visitar a su padre, recordar su infancia y la verdadera razón por la cual se convirtió en recaudador.
Finalmente, Lucek se humaniza y se recupera a sí mismo. El cambio se marca cuando Lucek dice que casi todo lo que lo rodea huele a mierda: su amante, la oficina, su departamento… es el aroma de la corrupción. Con el dinero de una mordida con el que pretendía fastidiar al sobornador, Lucek se dedica a ayudar a los embargados más pobres, y les devuelve también sus posesiones con alto valor sentimental que él requisó.
Es el momento en que el sistema burocrático corrupto lo señala y de inmediato lo persigue. Va a ser acusado de recibir soborno y de ser corrupto; sin embargo, su mentor Chelst le dice la verdad: “Los ambiciosos y limpios son peligrosos”. Lucek es arrestado.
La escena clave es cuando el pez gordo, un industrial del vidrio, al momento de ofrecerle un soborno de 200 mil zlotys, le explica porqué debe embargarle todo su equipo. Así él paga la altísima deuda de los impuestos que quedaría cancelada y, después, en una subasta pública manipulada por falsos postores (que él manejaría) recuperaría la maquinaria por el 25% de su valor real, lo que le representa un ahorro de millones de zlotys. Al pagar sólo una fracción real, se libera de los impuestos y sigue trabajando. Los abogados del Juzgado y el mismo juez están al tanto de la maniobra y la alientan porque también reciben su parte. Sólo Lucek ignora la verdad.
La cinta de Feliks Falk es un retrato descarnado de la corrupción en cascada. Nace en las altas esferas y se va desbordando hasta empapar a toda la sociedad. Los estratos más bajos la aceptan para seguir viviendo, los altos para engordar. No se trata sólo de una metáfora fílmica de moral pública y ética personal en una dialéctica de confrontación; la cinta polaca marca la inversión de los valores sociales generada por la corrupción política y económica: Lucek confunde honestidad con el cumplimiento de la letra de la ley, no de su espíritu; los burócratas no cumplen ni con letra ni con espíritu. Él podría robar y hasta ser premiado –y ser parte de la mafia recaudadora- mientras no afecte los negocios más jugosos de sus otros “socios”.
En el cierre de la película, el director Falk resuelve las dudas de los espectadores. ¿Qué hacen los embargados con los objetos y el dinero recuperado? ¿Defenderán al recaudador o se quedarán callados? ¿Lucek irá a la cárcel, o será liberado por inocente o por qué la mafia recaudadora lo considera “uno de los suyos” a pesar de todo? ¿Intervendrán a su favor la corrupta Ana y/o la honesta Gosia? ¿Aceptará Lucek la ayuda de la corrupción oficial o se alejará de ésta para salvarse a sí mismo como ser humano?
Las respuestas a estas preguntas parecen perfilar lo que, según Falk, podría ocurrir en el futuro de la Polonia postcomunista, globalizada e integrada a la Unión Europea. Las preguntas y posibles respuestas adquieren peso y veracidad en la pantalla gracias a una labor excelente sobre los elementos cinematográficos que crean a El Recaudador.
Antes que nada está una ambientación cuidadosa de los ambientes sociales ricos, clasemedieros y pobres, en una Wroclaw que se convierte en un microuniverso social. De ahí que el trabajo en locaciones exteriores e interiores sea relevante para engarzar a la perfección ambientes y personajes. Con ello se evita el ver, en primera instancia, a los personajes como tipos o representantes de algo más que de si mismos. Sólo el paso del tiempo en la película va mostrando que esos personajes pueden entenderse como segmentos sociales afectados por la corrupción oficial.
Otro elemento que contribuye a que el espectador se enganche con situaciones y personajes es el trabajo de cámara (como ya dijimos, en locaciones en Wroclaw). No es una fotografía “bonita” sino verista, que aprovecha las iluminaciones naturales preexistentes y muy cuidada en el estilo seleccionado.
En el trabajo de imagen Falk se apoya también en la cámara en mano y el uso preciso del Close Up, en especial sobre Lucek, Anna y Gosia. De esta forma, la imagen captura la capacidad actoral que con pequeñas modulaciones faciales y de miradas se convierte en vehículo de transmisión de emociones. Sin aspavientos o sobreactuaciones, la transformación de Lucek, la corrupción sexual y ética de Anna, la soledad y desesperación de Gosia son apenas perceptibles. Todo está modulado para que el espectador perciba activamente lo que acontece en pantalla y comprenda el fondo que motiva las acciones de los personajes.
Es por cintas como El Recaudador que el cine de Polonia es muy reconocido en Europa, con una fama bien ganada que va más allá –pero que incluye- a la obtenida internacionalmente por la obra individual de Andrzej Wajda. Se trata de un cine vivo, vigoroso, que cuestiona a la sociedad de dónde surge… y que lamentablemente llega a cuentagotas a México.
Dirección: Feliks Falk. Producción: Polonia, 2005. Guión: Grzegorz Loszewski. Fotografía en Color: Bartek Prokopowicz. Música: Bartlomiej Gliniak. Edición: Krzystof Szpetmanski. Con: Andrzej Chyra (Lucek), Krzysztof Dracz (Romanski), Marian Dzi?dziel (Horst), Jan Frycz (Chudy), Ula Bogucka (Alinka), Mieczyslaw Grabka (procurador). Producción: Agencja Produkcji Filmowej, Canal+Polska, Studio Filmowe Perspektywa, Telewizja Polska, Wytwórnia Filmów Dolumentalnych i Fabularnych, Janusz Morgenstern. Duración: 100 mins.