Francisco Peña.
Ghost Dog es una excelente película que impresiona por el equilibrio que obtiene entre su factura postmodernista (intertextualidad, mezcla de estilos) y sus preocupaciones temáticas modernistas (el paso del tiempo, la memoria, la ética personal y la recuperación de la historia).
Jim Jarmusch crea un guión y realiza una película que extrae lo mejor del postmodernismo como estilo para vehicular sus preocupaciones modernistas.
Veamos primero la parte postmodernista de la cinta; posteriormente veremos que funciona por su solución modernista.
En Ghost Dog se ve una aparente heterogeneidad de situaciones, de personajes, de formas de vida, mezclados en una especie de pastiche. En el mismo guión están presentes textos japoneses del siglo XVIII, mafiosos decadentes de los años 60, un samurai actualizado, palomas mensajeras, una mezcla de idiomas, un barco en un techo, citas de libros, niñas e inmigrantes, bandas juveniles, caricaturas.
Los personajes y su medio social están compuestos por una gran heterogeneidad cultural; las situaciones en las que se involucran hablan de una mezcla que los “recicla” y altera. Los objetos también se presentan de esta forma, desde palomas mensajeras y katanas japonesas hasta la alta tecnología de las armas pasando por pistolas mafiosas.
La mezcla también se extiende a la banda sonora y a la fotografía, por mencionar dos zonas fílmicas donde es evidente la intertextualidad. Jarmusch toma la música de RZA, los sonidos ambientales de pájaros, junto con el reggae, el hip hop y el free jazz para crear atmósferas en una ciudad real que de noche se vuelve fantasma de sí misma.
La fotografía va desde tomas sencillas y naturalistas de parques y carritos de helados hasta las expresionistas que captan la noche urbana con sus luces artificiales.
A pesar de que todos estos elementos son dispares, Jarmusch crea en Ghost Dog una obra unitaria, sólida y vital. No cae en el error de muchos artistas autodenominados postmodernistas, que quieren dar rango estético a mezclas informes hechas con elementos heterogéneos. La simple mezcla de elementos dispares no crea el arte; sólo es mediocridad sin ton ni son. El problema es que dichos “productos” se quieran vender como “arte” y haya quien los compre.
Cuando el postmodernismo funciona como estilo o corriente artística (como en el caso de Ghost Dog) es porque la mezcla inicial se convierte en amalgama coherente. De la suma de los elementos dispares surge una unidad que los supera: la sinergia es patente, la obra es algo más que la suma de sus partes.
Con este enfoque postmodernista, el espectador acepta la historia de un asesino a sueldo apodado Ghost Dog (Forest Whitaker) que ha tomado como filosofía de vida y ética personal el código samurai. Su jefe es un mafioso segundón, Louie Bonacelli, y la liga de lealtad / respeto inquebrantable se debe a que en el pasado Louie le salvó la vida a Ghost Dog, hecho que se recuerda varias veces a lo largo del film (la memoria).
Louie forma parte de una mafia italo-neoyorkina en decadencia, vieja, engordada, cuyo esencial código de silencio u omertá está quebrado. Sólo se repiten los ritos de violencia, de fraternidad, de racismo, pero ya sin contenido, sin creencia. En ese sentido, esa violencia mafiosa sin sentido se emparenta con la presentada en la caricaturas que aparecen en varias secuencias de la película.
Frente a esa decadencia y amateurismo está la disciplina, eficiencia y profesionalismo de Ghost Dog. Ante la mezcla de culturas del barrio, de la sociedad, de la mafia misma, el asesino se apega al código samurai cuya expresión es el Bushido. Es lector insistente del Hagakure, libro esencial del samurai escrito por Yamamoto Tsenetomo en el siglo XVIII.
El personaje toma del texto elementos de budismo zen y confucianismo para tener una actitud ante la vida donde predominan lealtad, pureza, desprendimiento del ego. El libro es su modelo y guía de sobrevivencia: enfrentar a la muerte conquistando el miedo, cosa que se logra eliminando la noción de ego.
Para reforzar el efecto en la cinta, Jarmusch intercala letreros que citan fragmentos del libro en la voz de Whitaker, que obviamente implican un giro narrativo en la historia y marcan rasgos del personaje. Un ejemplo: “Los asuntos de gran importancia se deben tratar a la ligera. Los asuntos de poca importancia se deben tratar seriamente”.
La comunicación entre asesino y jefe mafioso se hace por medio de una paloma mensajera, elemento “antiguo” que se suma a la amalgama postmodernista. Ghost Dog tiene un buen momento al entrenar a sus palomas, y uno de los peores cuando son asesinadas en su ausencia por los mafiosos.
Ghost Dog tiene que cumplir un contrato de asesinato, cosa que cumple a la perfección, pero deja viva a una testigo: Louise Vargo (Tricia Vessey), una yuppie aburrida e insatisfecha, pariente cercana del Psicópata Americano de Bret Easton Ellis. Para redimir el honor de la familia -y tapar el hecho de que es el asesino intelectual-, Ray Vargo, capo mayor y padre de la chica, ordena a sus mafiosos matar a Ghost Dog.
El “profesional” vive casi en total aislamiento, con excepción de su amigo Raymond, un vendedor de helados haitiano. Jarmusch hace una delicia de esa amistad ya que uno habla sólo inglés y el haitiano sólo francés. El procedimiento postmodernista de mezclar idiomas que emplea el cineasta devela su brillantez cuando el espectador descubre que, a pesar de las diferencias de lenguaje, los dos personajes se entienden por un conocimiento del otro que supera las barreras idiomáticas.
De nuevo la sinergia en la suma de elementos, que no carece de humor cuando ambos discuten sobre un hombre que construye un barco en el techo. Al llamar la atención del constructor, éste les contesta en ¡español!.
El otro contacto humano de Ghost Dog es la niña Pearline. Ambos descubren su pasión mutua por la lectura..
Jarmusch entrelaza otro hilo en su tapiz postmodernista. Las referencias literarias abarcan abiertamente Rashomón, Frankenstein y otros libros. El puente literario une a estas dos generaciones al rebasar edades y marcar una sensibilidad semejante.
Las acciones de guerra de Ghost Dog contra los mafiosos estarán puntualizadas por visitas a sus dos amigos, lo que permite reforzar la construcción del personaje, de su intimidad, de su humanidad frente a las escenas de acción.
Jarmusch en Ghost Dog muestra la capacidad de crear personajes complejos como los mejores escritores de la literatura norteamericana.
También para crear a sus villanos, el cineasta recurre al estilo postmodernista. Vargo, el capo mayor, y su hija, ven todo el tiempo caricaturas. Jarmusch introduce todo el peso cultural de esta manifestación artística cuando aparecen Betty Boop, Felix the Cat, Woody Woodpecker… y sus acciones en la televisión también sirven de comentario a la violencia que ocurre en la trama de Ghost Dog.
La intertextualidad aparece también en los enfrentamientos de Ghost Dog con los mafiosos hacia el final de la cinta, con estilemas de las películas de karatecas hechas en Hong Kong; los ejercicios del asesino en la azotea donde vive; con uno de los asesinatos que reproduce la mecánica de las balaceras en caricaturas.
Pero además, Jarmusch toma elementos técnicos de un cine ya “superado” y los arroja en el crisol visual de su cinta, para crear su extraordinaria amalgama. En varias partes de la película, para remarcar los movimientos precisos y disciplinados de Ghost Dog, Jarmusch recurre al fundido encadenado, a disolvencias colocadas internamente dentro de la misma toma.
Uno de los efectos que crean esas disolvencias internas en la misma toma es que el cinéfilo observe los movimientos del personaje para sentir su calma, su carácter estoico y centrado. Características que también se plasman en pantalla gracias a una extraordinaria actuación de Forest Whitaker.
Como se puede observar, Jarmusch hace abiertas referencias a muchos códigos culturales en una película que es cruce de caminos de estilos y temas. El resultado no es un caos estilístico ni narrativo sino una cinta perfectamente estructurada.
¿Qué es lo que la sostiene?
Al igual que Blade Runner (Ridley Scott), el ambiente postmodernista, los elementos dispares y heterogéneos de Ghost Dog se unen sinérgicamente gracias a una elegía modernista de la memoria, del tiempo, que encarnan el personaje del asesino y la generación que lo sucede. Esta elegía es el hilo conductor de la cinta.
Todo lo que se ha mencionado anteriormente de Ghost Dog, sus elementos culturales, cinematográficos y narrativos no borran las barreras entre pasado, presente y futuro, que es una de las características del postmodernismo. Más bien parecen afirmar una continuidad temporal entre generaciones basada en una actitud ante la vida, en la conformación de una ética personal, en el manejo de la memoria a través de la cultura, así se trate de un asesino, de una niña o de un samurai que vivió en el siglo XVIII.
El nodo central es la comunicación que se establece entre los personajes a través de los textos literarios del pasado, que desemboca en la adopción libre de un código que da sentido a la vida.
Con la adhesión auténtica a un código social, en este caso al de los samuráis japoneses, Ghost Dog sobrevive al choque de culturas, a las múltiples capas de estilos de vida que se sobreponen en el caos de una misma calle. Es un antihéroe pero tiene la ventaja de ser comprender ese código y hacerlo suyo. La estafeta pasa de generación en generación y se mantiene viva.
Cuando el conocimiento de lo que contiene un código social se pierde sólo quedan ritos y conductas vacías. Es el caso de los mafiosos, que pierden todo el significado de sus vidas cuando el código de la omertá se fragmenta. Ya no sobreviven en el tiempo: son destruidos por la diversidad cultural de esta época porque sus códigos no se adaptan a la nueva situación.
Jarmusch crea una película profunda que no desdeña la acción, que equilibra su puesta en escena postmodernista con una caracterización fuerte de sus personajes, a los que guía en su camino una preocupación moral y ética muy moderna de cómo vivir la vida.
El mismo cineasta condensa su proyecto al decir: “La cuestión no es mística o espiritual, sino moral y estética, en el sentido de que Ghost Dog (y espero que con él el film) transforma las ideas, las sensaciones, los mitos del universo que le es propuesto en cuanto posa en él los sentidos”. Y esa, finalmente, es una actitud modernista ante la vida.
Ghost Dog: el camino del samurai. Producción: JVC / Le Studio Canal +, BAC Films, Pandora Film, Degeto Film, Plywood, Richard Guay, Jim Jarmusch. Dirección: Jim Jarmusch. Guión: Jim Jarmusch. Año: 1999. Fotografía en color: Robby Muller. Música: RZA. Edición: Jay Rabinowitz. Intérpretes: Forest Whitaker (Ghost Dog), John Tormey (Louie Bonacelli), Cliff Gorman (Sonny Valerio), Henry Silva (Ray Vargo), Camille Winbush (Pearline), Isaac de Bankolé (Raymond), Tricia Vessey (Louise Vargo). Duración: 115 minutos. Distribución: Latina.