07 enero 2016

Sylvia Kristel desnuda a Emmanuelle

Francisco Peña.

En su autobiografía Desnuda/Desnudando a Emmanuelle, la actriz holandesa hizo un balance de su vida personal a la sombra del personaje erótico, al que entregó su cuerpo y rostro en los 70.

En video Emanuelle aún tiene 22 años pero Sylvia Kristel sólo llegó a los 60 al fallecer en 2012. Pasaron 38 desde que la actriz y la aventurera sexual se encontraron en Emmanuelle (Jaeckin, 1974) y desde entonces muchas cosas ocurrieron en la vida de Kristel, mientras la joven tuvo otros cuerpos y caras.


Las dos dieron prestigio social al cine erótico, crearon el estilo softcore elegante e invadieron los cines normales para convertirse en el "sueño mojado" por excelencia. Las piernas largas, los senos perfectos y la cara angelical de ojos claros de Kristel amalgamaron el verdadero símbolo candente del sexo en los 70, lejos de las guarradas decadentes de las actrices del porno duro de la época; por ejemplo, de Vanessa del Río.


Luego del escándalo sexual (y éxito comercial) de El último tango en París (Bertolucci, 1972), el productor Yves Rousset-Rouard decidió explotar la misma veta y compró los derechos de la novela de Emmanuelle Arsan (pseudónimo de Marayat Rollet-Andriane, esposa de un diplomático francés). Para el protagónico escogió a una hermosa modelo nacida el 28 de septiembre de 1952, en Utrecht, Holanda.


En septiembre de 2006, Kristel publicó en francés Nue (Desnuda), traducido al inglés como Undressing Emmanuelle (Desnudando a Emannuelle), donde narra su vida antes, con y después del personaje erótico hasta que se halló a sí misma como ser humano. El libro es honesto, interesante y se lee bien. Cuenta que sus padres tenían un hotel en Utrecht pero se separaron por la infidelidad del padre, lo que dejó a Kristel y a su hermana en manos de su madre calvinista. Descubrió el cine y la pintura, misma que aún practica. Se rebeló, trabajó en Amsterdam como secretaria, ganó un concurso televisivo de belleza y se topó con Emanuelle. La cinta era de bajo presupuesto y sólo le pagaron seis mil dólares; para la segunda de la serie ganó cien mil al ser ya un símbolo sexual mundial.


"No puedo decir que sea una excelente película, pero llegó en el momento correcto", ha dicho. "Hubo una escena donde tenía que simular sexo oral con mi marido y se me olvidó el diálogo. 'Di lo que quieras', dijo Jaeckin, 'de todas maneras te vamos a doblar'. Me di cuenta de que mi cuerpo era más interesante que mis palabras y eso me afectó. Claro, no era Sarah Bernhardt, así que seguí adelante", comenta con ironía en su libro. En cuanto a la fama "no la sentía, pasé por ella como si fuera una niebla, una nube... sólo quería seguir adelante". Calcula que desde entonces la han visto 650 millones de personas en cine y video.


Kristel, que hablaba holandés, francés, alemán, italiano e inglés, fue criticada por feministas francesas porque la percibían como objeto sexual. "Depende de dónde se vea la película... durante 9 años se exhibió en un cine de París, era un punto turístico. Llevaban a los japoneses en autobús a la Torre Eiffel, al Arco del Triunfo y a ver Emmanuelle. Las feministas japonesas estaban fascinadas porque veían que la mujer dominaba ya que en varias escenas aparecía cabalgando al marido. En esos momentos las japonesas aplaudían".


En el libro narra sus romances efímeros con Roger Vadim, Warren Beatty, Alain Delon, Gerard Depardieu y habla de su oportunidad en Hollywood con cintas como Aeropuerto 79, Lecciones privadas y El amante de Lady Chatterley (ambas de 1981), pero atrás había una vida atrapada por la adicción. Se enganchó con el tempestuoso actor IanMcShane ("era un depredador y yo la presa perfecta") que la conectó al círculo de fiestas aderezadas con alcohol y cocaína. Iba a perder su casa y se había gastado su pequeña fortuna en drogas cuando reaccionó ante la amenaza de la pobreza. Volvió a Europa, sobrevivió a dos brotes de cáncer y pasó 12 años al lado del productor belga Freddy de Vree hasta que él murió.


La figura que una vez despertó los sueños eróticos de los hombres y no pocas mujeres se instaló bien en la madurez. Vivió al día, de su pintura y las entrevistas que le pagaban. "¿Emmanuelle? En mi libro se nota que nunca fuí como ella", dijo como punto final salpicado con risas.