09 enero 2016

Silvana Mangano, la diva perfecta

Francisco Peña.

La atractiva chica de sólo 19 años tiene los pies metidos en el agua, sus torneadas pantorrillas se elevan hasta convertirse en unos muslos perfectos envueltos en llamativas medias negras. Sus caderas aparecen cubiertas por un estrecho short mientras el torso y el pecho están cubiertos por un sueter negro al cual empitonan sus senos sensuales como si fueran el capote de un torero. La muchacha nos mira desde la foto con unos labios carnosos y plenos, sus ojos tienen una mirada preocupada que sólo aumenta la belleza de su rostro enmarcado por el cabello que cae hasta los hombros. ¿Mónica Bellucci? No, frío, frío. ¿Gina Lollobrigida? Mmmm, tibio, tibio. ¿Sofía Loren? Caliente, caliente, casi casi pero no, no es ella.


Es la belleza primordial, el arquetipo de donde brotan todas las actrices morenas del cine italiano como las ya mencionadas a las que podríamos sumar a Stefania Sandrelli y Ornella Muti. Todas son "hijas" suyas creadas sobre su modelo de belleza. Se trata de la inolvidable Silvana Mangano.



Esta imagen inmortal aparece en la película Arroz amargo (1949) donde la Mangano es una trabajadora de los arrozales del valle del río Po en Italia. En pleno Neorrealismo italiano la Mangano muestra que la sensualidad no está peleada con el tema social. La preocupación social de las trabajadoras en los campos de cultivo está combinada con sus vidas; no dejan a un lado una actitud sexual natural que muestran en su tiempo libre.


La cinta convierte a la joven Silvana Mangano en la primera estrella erótica del cine italiano, de su modelo surgen actrices muy famosas hasta llegar a Mónica Bellucci.

Nacida el 21 de abril de 1930 en Roma, la Mangano tuvo una vida de fábula parecida a algunas de sus películas. Era la hija de un maquinista siciliano y su madre fue inglesa. Como en los cuentos de hadas, llegó al cine por la vía de los concursos de belleza ya que ganó el de Miss Roma en 1947. La Loren y la Lollobrigida también siguieron en eso sus pasos ya que fueron primero reinas de belleza antes de llegar a la pantalla.


El golazo de su vida fue su casamiento con el productor Dino de Laurentis, con quien procreó tres hijas y un hijo. Su marido la impulsó para que consiguera una carrera internacional y en su inicio alternó con actores hollywoodenses como Kirk Douglas y Anthony Perkins en cintas como Anna, Ulysses y Mambo.


A partir de su erotismo natural fue construyendo poco a poco una imagen de mujer refinada y sensual, que combinó con éxito en varias películas comerciales. Era ya una diva indiscutible pero le faltaba la cereza en el pastel: la Mangano quería mostrar que podía ser una actriz reconocida además de ser un símbolo sexual.

Su sueño actoral lo cumple a los 37 años cuando se convierte en una de las actrices favoritas de dos de los más famosos directores italianos: Pier Paolo Pasolini y Luchino Visconti. De la mano de ambos artistas de la pantalla, la Mangano enseñó toda su capacidad, remarcó su elegancia innata y entró con pie firme a la historia del cine.

Silvana Mangano comienza este camino de alta calidad con Pasolini, ya que tiene papeles principales en las controvertidas cintas Edipo Rey (1967) y Teorema (1968). En la primera tiene un gran logro dramático al personificar a Yocasta; en la segunda es una atormentada madre de familia burguesa. Vuelve a trabajar con este director en 1971 cuando forma parte del elenco de El Decamerón.


Pero es Visconti quien la consagra en el último trecho de su carrera. Como si fuera una preciosa estafeta, pasa de la mano de un director al otro en el mismo año de 1971. De la Madonna de El Decamerón se transforma en una señora polaca de alta sociedad que es la madre de Tadzio, el efebo de la extraordinaria Muerte en Venecia.


Así como Silvana Mangano había creado en el cine italiano el arquetipo neorrealista de la joven sensual y erótica, ahora se había transformado en la señora elegante de los ambientes decadentes de la alta burguesía donde ocurren las historias de Visconti. Era el rostro preferido de este director para esos papeles, por lo que su presencia en Ludwig (1972) y Violencia y pasión (1974) es memorable.

Pero su vida personal también impactó su carrera. Los problemas en su relación con Dino de Laurentis la fueron apartando de la pantalla aunque siempre tuvo presencia en las revistas del corazón y del jet set. El golpe que provocó su separación del productor en 1983 fue la muerte de su único hijo varón dos años antes, ocurrida en un accidente aéreo.

Ya separada, aun tuvo tiempo de tener dos apariciones más en cine con las que cerró su carrera antes de retirarse a la vida privada. Apareció en Dune / Dunas (1984) como la Reverenda Madre Ramallo y se retiró con la película Ojos Negros (1987).


En esta última por fin alternó con el actor Marcello Mastroianni, luego de un intento fallido de participar en 8 1/2 de Fellini, que se frustró por los celos de su marido ante la posible cercanía del actor italiano con ella. Su vida se apagó el 16 de diciembre de 1989 por cáncer en el pulmón: fumaba tres cajetillas diarias.

Tanto en su carrera cinematográfica como en su vida privada, la Mangano abrió caminos y marcó pautas que siguieron otras actrices italianas. Fue sensual, buena actriz, famosa dentro y fuera del cine, impuso modas, causó polémicas y fue admirada por su belleza y personalidad.


Pero en la pantalla del recuerdo Silvana Mangano aún tiene 19 años en Arroz amargo. Está acostada en un catre, con sus torneadas piernas al aire exhibidas con generosidad a plena vista; escucha un boogie -boogie en un viejo tocadiscos que está a su lado mientras sus compañeras de trabajo la observan. De esa actitud de desenfado emana un erotismo animal inconfundible que penetra la vista del espectador y llena su cerebro de atracción sexual. Ve a la mujer sensual, la magnífica actriz, la extraordinaria mujer. Mira, en síntesis, el nacimiento de la diva perfecta.