15 enero 2016

Joven del arete de perla, La. Cuadro de Jan Vermeer

Una chica inolvidable - La joven del arete de perla, cuadro de Jan Vermeer

Francisco Peña.

Esta hermosa chica voltea a vernos y nos sonrie ligeramente; la mirada de sus ojos verdes nos cautiva de inmediato. Vemos la suavidad de sus mejillas, la humedad de sus labios, la proyección precisa de su nariz, la delicada curva de su cara. Estamos en presencia de la exquisita Joven con arete de perla, del pintor Johannes -Jan- Vermeer (1632-1675), que se encuentra expuesta en el museo Mauritshuis, de La Haya, Holanda.


Es una de las obras más difundidas y apreciadas del artista holandés, cuyo principal encanto está en que es una expresión evocativa de la eterna belleza femenina. Como la mayor parte de la obra de este pintor, el cuadro es de dimensiones pequeñas pues mide apenas 46.5 por 40 cms. y, de alguna manera misteriosa, parece condensar los mejores rasgos de su estilo pictórico, que al mismo tiempo es llamativo pero elusivo.

Algunos de los rasgos de este estilo, como el manejo creativo y preciso de la luz que baña el rostro de la muchacha, hacen recordar a la fotografía. Esta percepción ha hecho que se acepte que hay muchas probabilidades de que Vermeer usara la cámara oscura en varios de sus cuadros, donde ciertas partes parecen estar "enfocadas" con exactitud mientras otras están "fuera de foco". Se supone que Vermeer aprendió el uso la cámara oscura gracias al apoyo que le brindó el científico Anthony van Leeuwenhoek, inventor del microscopio, pero que además fue quien arregló judicialmente el intestado del pintor luego de su prematura muerta a los 43 años. Pero el arte de Vermeer va más allá de ser una especie de prototipo del estilo fotográfico.


Nuestra seductora Joven nos muestra que el holandés no ha usado pinceladas detalladas y finas para establecer los contornos y texturas: de hecho, no le da contorno al puente de la nariz para distinguirla de la mejilla derecha; la unión del párpado con el ojo derecho es casi imperceptible.


En todo el cuadro, aun donde los contrastes de luz y sombra se establecen con vigor, como en los pliegues del turbante o en el arete de perla que tiene los contornos poco definidos, la pintura tiene una calidad suave, casi fluida.


Todos estos son rasgos típicos del estilo maduro de Vermeer. Pero para que nuestra joven nos entregue todo su misterio seductor, Vermeer pide que el espectador se aleje un poco del cuadro. Las cualidades de las pinceladas son atractivas pero el efecto esencial es establecer una distancia entre el espectador y la muchacha para captar toda su belleza.

Colocados en la distancia correcta nos encontramos con los luminosos ojos de la chica. Es como si, por azar, nos hubiéramos tropezado con ella y, de golpe, volteara a vernos respondiendo a nuestra propia mirada.

Aunque la pintura suave de Vermeer no es como las pinceladas más fuertes de Rembrandt, la Muchacha tiene un aire rembrandtiano en el modelaje y en los claroscuros. El turbante también recuerda los vestuarios exóticos que Rembrandt usaba y, por eso, sugiere que este no es un retrato solicitado por un comprador específico.

En la Holanda del siglo XVII los retratos de encargo se elaboraban con una técnica diferente que se asemeja a la miniatura: pinceladas detalladas y precisas que, en muchas ocasiones, tenían que aplicarse con lupa, misma que debe usarse para que el espectador pueda ver los delicados detalles del rostro. Los retratos elaborados en ese siglo, con esta técnica, tienen nombre y apellido: fueron personas reales, son cuadros solicitados, facturados y pagados.



Vermeer, que cuando mucho hizo sólo 40 o 45 obras en su vida mientras sus contemporáneos rondaban entre los 175 y 300 cuadros, nos muestra en cambio a varias mujeres anónimas en tareas cotidianas como beber, tocar música y probarse alhajas. No sabemos quienes son pero todas son encantadoras.

En especial, parece que a la Joven del arete de perla apenas la acabamos de conocer, no sabemos su nombre pero la luz que baña su rostro nos atrae como un imán, su mirada ya responde a la nuestra con calidez mientras nos contemplamos mutuamente. Surge en nosotros un amor a primera vista que durará toda la vida; pero debemos estar conscientes de que no somos los únicos, pues a lo largo de 340 años muchos se han enamorado de sus cautivadores ojos verdes.