Un Tannat apto para todo público.
La bodega de Canelón Chico viene produciendo desde hace diez años el Don Próspero Tannat Maceración Carbónica, un producto clave para entender la versatilidad de la cepa Tannat, ideal para los que no gustan de ella y que ha alcanzado una demanda creciente en los últimos años.
Carlos Pizzorno nos explica este método de elaboración, siendo su establecimiento el único en aplicarla comercialmente en Uruguay.
La maceración carbónica es una técnica del proceso de vinificación que consiste en la fermentación de las uvas en una atmósfera de dióxido de carbono antes de ser machacadas. De esta manera la uva fermenta en su interior obteniéndose vinos con sabores más frutados y con menos contenidos de taninos.
"Cuando cosechamos elegimos los mejores racimos, los que están más sanos, porque un racimo en malas condiciones se puede romper y largar su jugo. Es como un raleo que hacemos cosechando antes, un poco más verde que el resto. Además la gente que cosecha ya sabe que por caja de 20 kilos no puede poner más de 8 a 10 kilos para evitar la rotura del grano por peso", nos cuenta Pizzorno. La bodega practica esta técnica desde hace diez años, a sugerencia de su enólogo Marcelo Laitano, para producir su Don Próspero Tannat Maceración Carbónica, un vino ideal para aquéllos que no gustan del Tannat por su cuerpo o por la astringencia de sus taninos.
"Éste es un vino muy liviano, con poco cuerpo pero con mucha fruta, lo que no se logra con un Tannat macerado o con un Tannat concentrado. Hay muchos consumidores que no les gusta el Tannat con esos taninos tan marcados, tan fuertes. En cambio éste en un vino liviano, de poco color, con mucha fruta y que se puede tomar como aperitivo o con un sushi. Eso sí, se debe tomar a 15° de temperatura", asegura el bodeguero.
Y continúa describiendo la técnica: "Después pasamos con mucho cuidado la uva entera, con racimo y todo, dentro de la cuba, y con nitrógeno desalojamos todo el oxígeno que queda. Ahí se producirá la fermentación dentro del grano con su propia levadura. Cuando consideramos que está en el punto de fermentación -para eso vamos probando los granos periódicamente- lo prensamos suavemente con la prensa neumática para evitar que el escobajo ceda su astringencia. Ese jugo se continúa fermentando como un rosado, a temperatura controlada".
El producto es un vino muy fresco, que hay que beberlo lo más jóven que sea posible, antes de uno o dos años. No es un vino de guarda.
"Nosotros le decimos a los mozos de los restaurantes que lo ofrezcan cuando encuentran a algún cliente que no le gusta el Tannat y les garantizamos que si el consumidor lo rechaza nosotros retiramos la botella sin cargo. Nunca recibimos una devolución. Ahora, si el cliente pide Tannat nosotros también le decimos al mozo que no le lleve el Maceración Carbónica porque en este caso no van a encontrar lo que buscan."
De color rubí claro con reflejos violáceos, el Don Próspero Tannat Maceración Carbónica, posee un gran potencial aromático que recuerda a frutas rojas y bananas. En boca se presenta bien equilibrado, armonioso y suave gracias a la disminución de la acidez que es lo que marca la diferencia, antes señalada, con un Tannat elaborado tradicionalmente.
"Todos estos años lo hemos elaborado pero no lo hemos publicitado ni tratado de imponer y, sin embargo, en los últimos tiempos han crecido las ventas en Montevideo", concluye Pizzorno.
Fuente: bodegasdeluruguay.com.uy
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08 enero 2016
02 enero 2016
Teatro Solís de Montevideo, Uruguay - 1856 - 2016
El público que está sentado en una butaca, esperando el comienzo de la función desde una situación de comodidad y resguardo, se enfrenta a espectáculos que pueden emocionarlo o incomodarlo, puestas en escena que buscan promover cambios culturales o ampliar su horizonte, que pueden perpetuar o cuestionar valores establecidos. Lo que pasa en el escenario puede ser resultado de un meticuloso trabajo creativo, pero al destinatario esa producción puede simplemente gustarle o no. De todas formas, seguramente ella o él sospecharon que había algo más detrás de las escenografías y telones, que existió algún dispositivo que les provocó sentarse ahí disponiendo -al menos- de su tiempo, y que hizo posible que todo estuviera listo para cuando se levantara el telón.
Y sus sospechas son ciertas. Hay un equipo de funcionarios que, desde las áreas técnicas del escenario y mantenimiento, hasta las específicas de gestión, comunicación, atención al público, desarrollo de audiencias y la Fundación Amigos del Teatro Solís, están comprometidos a poner en relación las producciones artísticas con los públicos.
El historiador británico Eric Hobsbawm sostenía que los lugares de encuentro social por excelencia hasta el siglo XIX en el mundo occidental eran los templos religiosos. A partir de entonces, comenzaron a erigirse “templos laicos”: teatros dedicados a las artes. Y desde fines del siglo XX se promovieron nuevos “templos” de encuentro, dedicados ahora al consumo: los shoppings. Desde esta mirada, nos preguntamos: ¿qué condiciones, qué estrategias, qué razón de ser tienen que tener estos teatros decimonónicos para seguir siendo un lugar de encuentro?
Lo primero que surge es contundente: un teatro público debe tener al ciudadano y no al consumidor como centro. Debe llegar a todos y todas tomando riesgos que el mercado no puede sostener. Desde el Teatro Solís buscamos las formas más creativas para recibir a ciudadanos y turistas que llegan buscando una experiencia ética y estética. Innovamos en las formas de brindarles información sobre el espectáculo que vienen a ver, generar una infraestructura para hacerlos sentir cómodos y seguros en un espacio accesible; perseguimos las óptimas condiciones de recepción y escuchamos sugerencias para mejorar nuestro servicio.
Podríamos disponer de personal para la atención al público, para trabajos de escenario y mantenimiento, abriendo las puertas una hora antes de cada función, y de esa forma estaríamos brindando un buen servicio. Pero vamos a más, porque infraestructuras de esta naturaleza, que son símbolos identitarios, están llamadas a un mayor compromiso. El Solís nació con la Republica; a los diez años de la Jura de la Constitución un grupo de ciudadanos se puso al hombro este proyecto que se concretó en 1856 y, parafraseando a Justino Zavala Muniz, estamos convencidos de que“para el Solís todos debemos desear, en el noble y patriótico sentido de la palabra, que sea un teatro no para Montevideo, sino para todo el continente".1
Es que durante la mayor intervención edilicia de su historia, la Intendencia de Montevideo, por medio del entonces director de Cultura Gonzalo Carámbula, promovió una amplia reflexión colectiva sobre el modelo de teatro que necesitaba la ciudad. Luego de su reinauguración, en 2004, se instauró una nueva gestión que, con reformulaciones, posiciona al Solís en el corazón de Montevideo.
La principal herramienta del Teatro Solís es el hecho artístico programado en sus salas; la mayor riqueza es su equipo humano. Gracias a la instalación de un Consejo Artístico, integrado con la Comedia Nacional y la Orquesta Filarmónica de Montevideo, buscamos generar un repertorio clásico e innovador a la vez, que nos asegura propuestas accesibles para diversos públicos.
Porque la programación debe dar cuenta de la relación que tienen las expresiones artísticas con las raíces históricas y la identidad, mientras muestra la capacidad de integrar lo local con lo global. Y también buscamos alternativas arriesgadas, realizadas con rigor estético, como signo de compromiso con el futuro. Y como la cultura son valores, son estilos de vida, lo que nos importa es lo que transmiten. Por eso tenemos socios, importantes aliados que construyen parte de la mejor historia del Solís: Centro Cultural de Música, Jazz Tour, Montevideo Danza, Banda Sinfónica, y una serie de festivales son albergados cada año.
Eso que sucede en el escenario genera externalidades en tanto producto cultural en relación con los públicos; produce un derrame económico en las industrias, en los trabajadores que están directa e indirectamente vinculados, y provoca un impacto cultural en la ciudad toda. Convencidos de la premisa de que las artes ayudan a mejorar la calidad de vida y son un derecho humano, debemos ayudar al diseño de estrategias para profundizar la democratización de la cultura. No existen fórmulas infalibles que aseguren el éxito, pero hay condiciones que tienen que ver con la estabilidad de las propuestas y con una visión compartida.
Tenemos el desafío también de atender los compromisos como edificio patrimonial, gestionar la accesibilidad, potenciar el desarrollo urbanístico, social y turístico. Por eso trabajamos en red con las salas públicas, con instituciones, empresas, ONG, organizaciones gubernamentales y públicas con quienes coincidimos en algunas de estas perspectivas y sumamos esfuerzos para mejores resultados.
Gracias a experiencias compartidas con teatros de la región y, por cierto, gracias al ensayo y al error, llegamos a algunas certezas al menos provisorias, como todo conocimiento. Aprendimos que tener la oportunidad de ingresar a un centro cultural porque sea gratis no es garantía de que el ciudadano lo haga. Empleamos estrategias diferenciadas para captar, para fidelizar y para incrementar los públicos. Rodeamos el hecho artístico con conferencias, seminarios, masterclases, talleres, materiales didácticos, publicaciones, exposiciones y una serie de visitas guiadas. En todos los casos se requiere perseverancia, pertinencia en las propuestas, mucho amor por el proceso y confianza en los resultados.
El Teatro Solís atravesó varias etapas, varias gestiones y direcciones. Tuvo momentos épicos como los de su construcción en el siglo XIX, o aquellos años 50 cuando Justino Zavala Muniz, Angel Curotto y Margarita Xirgú instauraron un sistema de artes escénicas que, con el teatro independiente, perdura hasta el presente luego de haber sobrevivido incluso a la peor dictadura que vivió el país. Esta gestión respeta las mejores tradiciones de un teatro de casi 160 años, con las innovaciones contemporáneas de la gestión, que implican la producción social de sentido. Con las definiciones de políticas culturales públicas de la Intendencia de Montevideo, desde 2004 el Teatro Solís se ha vuelto a posicionar en el circuito internacional y en el centro de la vida cultural de ciudadanos y visitantes.
Mag. Daniela Bouret Vespa.
Directora del Teatro Solís
1. Declaraciones de Justino Zavala Muniz a periodistas, mayo de 1947, Teatro Solís
Referente natural
Un teatro como el Solís es un acompañante constante y permanente de la historia y la construcción de Uruguay. Desde sus inicios surgió de la necesidad de formar una ciudadanía que tuviese acceso a las más sublimes manifestaciones del arte, basándose en las ideas de la Ilustración Francesa que tanto inspiraron las independencias de nuestra América. Así, con el paso de las décadas y siglos, el Teatro Solís se ha consolidado como un referente natural de la expresión cultural de esta República Oriental que tanto enorgullece a sus ciudadanos. Felicidades por este aniversario y reciban de parte de México, y del Palacio de Bellas Artes, un deseo de muchos años más de las máximas expresiones del arte. !Enhorabuena!
JAIME RUIZ LOBERA. Director de la Ópera de Bellas Artes de México (2010-2013). Coordinador Nacional de Música y Ópera de Bellas Artes (2013-2015). México.
Fuente: ladiaria.com.uy/suplementos
Y sus sospechas son ciertas. Hay un equipo de funcionarios que, desde las áreas técnicas del escenario y mantenimiento, hasta las específicas de gestión, comunicación, atención al público, desarrollo de audiencias y la Fundación Amigos del Teatro Solís, están comprometidos a poner en relación las producciones artísticas con los públicos.
Foto: Patricia Farías.
El historiador británico Eric Hobsbawm sostenía que los lugares de encuentro social por excelencia hasta el siglo XIX en el mundo occidental eran los templos religiosos. A partir de entonces, comenzaron a erigirse “templos laicos”: teatros dedicados a las artes. Y desde fines del siglo XX se promovieron nuevos “templos” de encuentro, dedicados ahora al consumo: los shoppings. Desde esta mirada, nos preguntamos: ¿qué condiciones, qué estrategias, qué razón de ser tienen que tener estos teatros decimonónicos para seguir siendo un lugar de encuentro?
Foto: Patricia Farías.
Lo primero que surge es contundente: un teatro público debe tener al ciudadano y no al consumidor como centro. Debe llegar a todos y todas tomando riesgos que el mercado no puede sostener. Desde el Teatro Solís buscamos las formas más creativas para recibir a ciudadanos y turistas que llegan buscando una experiencia ética y estética. Innovamos en las formas de brindarles información sobre el espectáculo que vienen a ver, generar una infraestructura para hacerlos sentir cómodos y seguros en un espacio accesible; perseguimos las óptimas condiciones de recepción y escuchamos sugerencias para mejorar nuestro servicio.
Podríamos disponer de personal para la atención al público, para trabajos de escenario y mantenimiento, abriendo las puertas una hora antes de cada función, y de esa forma estaríamos brindando un buen servicio. Pero vamos a más, porque infraestructuras de esta naturaleza, que son símbolos identitarios, están llamadas a un mayor compromiso. El Solís nació con la Republica; a los diez años de la Jura de la Constitución un grupo de ciudadanos se puso al hombro este proyecto que se concretó en 1856 y, parafraseando a Justino Zavala Muniz, estamos convencidos de que“para el Solís todos debemos desear, en el noble y patriótico sentido de la palabra, que sea un teatro no para Montevideo, sino para todo el continente".1
Foto: Patricia Farías.
Es que durante la mayor intervención edilicia de su historia, la Intendencia de Montevideo, por medio del entonces director de Cultura Gonzalo Carámbula, promovió una amplia reflexión colectiva sobre el modelo de teatro que necesitaba la ciudad. Luego de su reinauguración, en 2004, se instauró una nueva gestión que, con reformulaciones, posiciona al Solís en el corazón de Montevideo.
La principal herramienta del Teatro Solís es el hecho artístico programado en sus salas; la mayor riqueza es su equipo humano. Gracias a la instalación de un Consejo Artístico, integrado con la Comedia Nacional y la Orquesta Filarmónica de Montevideo, buscamos generar un repertorio clásico e innovador a la vez, que nos asegura propuestas accesibles para diversos públicos.
Foto: Patricia Farías.
Porque la programación debe dar cuenta de la relación que tienen las expresiones artísticas con las raíces históricas y la identidad, mientras muestra la capacidad de integrar lo local con lo global. Y también buscamos alternativas arriesgadas, realizadas con rigor estético, como signo de compromiso con el futuro. Y como la cultura son valores, son estilos de vida, lo que nos importa es lo que transmiten. Por eso tenemos socios, importantes aliados que construyen parte de la mejor historia del Solís: Centro Cultural de Música, Jazz Tour, Montevideo Danza, Banda Sinfónica, y una serie de festivales son albergados cada año.
Foto: Patricia Farías.
Eso que sucede en el escenario genera externalidades en tanto producto cultural en relación con los públicos; produce un derrame económico en las industrias, en los trabajadores que están directa e indirectamente vinculados, y provoca un impacto cultural en la ciudad toda. Convencidos de la premisa de que las artes ayudan a mejorar la calidad de vida y son un derecho humano, debemos ayudar al diseño de estrategias para profundizar la democratización de la cultura. No existen fórmulas infalibles que aseguren el éxito, pero hay condiciones que tienen que ver con la estabilidad de las propuestas y con una visión compartida.
Tenemos el desafío también de atender los compromisos como edificio patrimonial, gestionar la accesibilidad, potenciar el desarrollo urbanístico, social y turístico. Por eso trabajamos en red con las salas públicas, con instituciones, empresas, ONG, organizaciones gubernamentales y públicas con quienes coincidimos en algunas de estas perspectivas y sumamos esfuerzos para mejores resultados.
Foto: Patricia Farías.
Gracias a experiencias compartidas con teatros de la región y, por cierto, gracias al ensayo y al error, llegamos a algunas certezas al menos provisorias, como todo conocimiento. Aprendimos que tener la oportunidad de ingresar a un centro cultural porque sea gratis no es garantía de que el ciudadano lo haga. Empleamos estrategias diferenciadas para captar, para fidelizar y para incrementar los públicos. Rodeamos el hecho artístico con conferencias, seminarios, masterclases, talleres, materiales didácticos, publicaciones, exposiciones y una serie de visitas guiadas. En todos los casos se requiere perseverancia, pertinencia en las propuestas, mucho amor por el proceso y confianza en los resultados.
Foto: Patricia Farías.
El Teatro Solís atravesó varias etapas, varias gestiones y direcciones. Tuvo momentos épicos como los de su construcción en el siglo XIX, o aquellos años 50 cuando Justino Zavala Muniz, Angel Curotto y Margarita Xirgú instauraron un sistema de artes escénicas que, con el teatro independiente, perdura hasta el presente luego de haber sobrevivido incluso a la peor dictadura que vivió el país. Esta gestión respeta las mejores tradiciones de un teatro de casi 160 años, con las innovaciones contemporáneas de la gestión, que implican la producción social de sentido. Con las definiciones de políticas culturales públicas de la Intendencia de Montevideo, desde 2004 el Teatro Solís se ha vuelto a posicionar en el circuito internacional y en el centro de la vida cultural de ciudadanos y visitantes.
Mag. Daniela Bouret Vespa.
Directora del Teatro Solís
1. Declaraciones de Justino Zavala Muniz a periodistas, mayo de 1947, Teatro Solís
Referente natural
Un teatro como el Solís es un acompañante constante y permanente de la historia y la construcción de Uruguay. Desde sus inicios surgió de la necesidad de formar una ciudadanía que tuviese acceso a las más sublimes manifestaciones del arte, basándose en las ideas de la Ilustración Francesa que tanto inspiraron las independencias de nuestra América. Así, con el paso de las décadas y siglos, el Teatro Solís se ha consolidado como un referente natural de la expresión cultural de esta República Oriental que tanto enorgullece a sus ciudadanos. Felicidades por este aniversario y reciban de parte de México, y del Palacio de Bellas Artes, un deseo de muchos años más de las máximas expresiones del arte. !Enhorabuena!
JAIME RUIZ LOBERA. Director de la Ópera de Bellas Artes de México (2010-2013). Coordinador Nacional de Música y Ópera de Bellas Artes (2013-2015). México.
Fuente: ladiaria.com.uy/suplementos
22 diciembre 2015
Vino tinto de Uruguay: Sexto Sentido Reserva Tannat / Cabernet Sauvignon, de Ariano Hermanos, S.A. Canelones, Uruguay
Sexto Sentido Reserva Tannat / Cabernet Sauvignon
Cava: Ariano Hermanos
Cepa: Tannat 50% – Cabernet Sauvignon 50%
Origen: Canelones, Uruguay
Notas de cata:
Color rojo intenso, con tonalidades violáceas. Aroma complejo, con mucha tipicidad del Cabernet Sauvignon. Se destacan notas de madera bien tostadas, fruta bien madura y vainilla que le aporta el Tannat. Es un vino suave y sabroso, armonioso y de un estilo bien definido.
Cosecha: 2005
Vinificación:
Selección manual, fermentación con temperatura controlada y levaduras seleccionadas, Tiempo de fermentación y maceración aproximadamente 18 días . Fermentación maloláctica.
Crianza:
6 meses en barricas de roble americano.
Maridaje:
En la composición de este dúo Tannat – Cabernet Sauvignon, se buscó una mayor complejidad en los aromas, combinando la fruta bien madura del Cabernet Sauvignon con las notas de madera tostada y vainilla que le aporta el Tannat añejado 6 meses en barricas de roble. El vino resultante es armonioso y de un estilo bien definido. Ideal para para disfrutar con todo tipo de carnes rojas.
Categoría:
Vino tinto
Presentaciones:
• Presentación de 750 ml
• 12 botellas por caja
• Dimensiones 32.0 x 24.5 x 34.2
• Peso 16.8
• UPC 7 5750920424 7
• DUN 14 1 075750920424 4
Cava: Ariano Hermanos
Cepa: Tannat 50% – Cabernet Sauvignon 50%
Origen: Canelones, Uruguay
Notas de cata:
Color rojo intenso, con tonalidades violáceas. Aroma complejo, con mucha tipicidad del Cabernet Sauvignon. Se destacan notas de madera bien tostadas, fruta bien madura y vainilla que le aporta el Tannat. Es un vino suave y sabroso, armonioso y de un estilo bien definido.
Cosecha: 2005
Vinificación:
Selección manual, fermentación con temperatura controlada y levaduras seleccionadas, Tiempo de fermentación y maceración aproximadamente 18 días . Fermentación maloláctica.
Crianza:
6 meses en barricas de roble americano.
Maridaje:
En la composición de este dúo Tannat – Cabernet Sauvignon, se buscó una mayor complejidad en los aromas, combinando la fruta bien madura del Cabernet Sauvignon con las notas de madera tostada y vainilla que le aporta el Tannat añejado 6 meses en barricas de roble. El vino resultante es armonioso y de un estilo bien definido. Ideal para para disfrutar con todo tipo de carnes rojas.
Categoría:
Vino tinto
Presentaciones:
• Presentación de 750 ml
• 12 botellas por caja
• Dimensiones 32.0 x 24.5 x 34.2
• Peso 16.8
• UPC 7 5750920424 7
• DUN 14 1 075750920424 4
12 diciembre 2015
Vino tinto de Uruguay: Tannat, una cepa poco común
Por Jorge Machado - Fuente: http://www.sudamerimex.com/art_02.html
Excepto los especialistas o los aficionados que han tenido la posibilidad de viajar a Madiran, Francia o a Uruguay, son pocos los que conocen o han oído hablar de la cepa tannat. Esta uva tinta fue bautizada con ese nombre debido a su gran poder tánico, mayor que el de la cabernet sauvignon, lo que da origen a vinos con potencial de larga guarda. ¿De dónde proviene la tannat y dónde se da mejor en la actualidad? ¿Cuáles son sus principales características y sus maridajes recomendados?
Un poco de historia
Ubicada en el tradicional Camino de Santiago, Madiran es una tierra cuyos vinos llenaron los cálices de las antiguas abadías y calentaron el corazón de los miles de peregrinos que durante siglos recorrieron el camino a Compostela. Fueron monjes benedictinos quienes fundaron la abadía de Madiran en el siglo XI, época en que cobra importancia la elaboración de los vinos que destacaban por su elevada tanicidad y fuerza, lo que les valió la fama que fueron adquiriendo por la difusión que le dieron los peregrinos.
La cepa Tannat no se extendió en Francia más allá de la región de origen, principalmente debido a su difícil adaptabilidad. La epidemia de filoxera que arrasó con los viñedos europeos hacia finales del siglo XIX la redujo sensiblemente. A su vez, las políticas oficiales locales que limitaron la proporción de la tannat en los vinos de Madiran en los años 50’ en un rango de 40% a 60% desalentaron las plantaciones de tannat, por lo que en la actualidad sólo se cuenta con 850 hectáreas en la región.
Afortunadamente, la oleada migratoria de Europa hacia América durante el siglo XIX, permitió que algunos pies de Tannat llegaran a Uruguay. Fue Pascual Harriague, vasco francés, quien logró implantar el primer viñedo de Tannat hacia 1870, en el departamento de Salto, al noroeste del país, cerca de las orillas del río Uruguay.
Poco a poco la Tannat se fue extendiendo por el territorio uruguayo, adaptándose progresivamente y durante décadas a las condiciones de clima y suelo de esa nueva tierra, que la recibió con el mismo cariño con que cobijó a los miles de inmigrantes italianos, españoles, franceses, alemanes y de otras nacionalidades europeas que buscaron una mejor vida en suelo uruguayo.
Provenientes de una cultura donde el vino ocupaba un lugar destacado en su vida cotidiana, esos inmigrantes continuaron la costumbre ancestral de hacer buen vino e integrarlo a su cotidianeidad.
Uruguay, país del tannat
La tannat fue la cepa que mejor se adaptó a las condiciones ambientales de Uruguay y en la actualidad es la más importante del viñedo uruguayo, al ocupar más de 3,500 de las 9,000 hectáreas sembradas. Ello la convierte en la cepa emblema de Uruguay y a este país en prácticamente el único exportador de vinos 100% tannat al mundo.
Se preguntarán ustedes ¿qué pasó con la tannat francesa?
Los propios franceses reconocen que su tannat permaneció como una cepa rústica y que se utiliza con cierta frecuencia para aumentar la potencia de ciertos cortes y mejorar su capacidad de guarda, pero que no es fácil de tomar como monovarietal. Sus taninos demasiado agresivos requieren un tiempo de barrica muy superior a los que se manejan en promedio para otras cepas y aún así hay ocasiones en que no se alcanza la necesaria amabilidad y redondez que demanda el cada vez más exigente consumidor global. No es casualidad que el revolucionario invento del método de microoxigenación, de Patrick Ducourneau, surgiera precisamente en Madiran. Consiste en agregar pequeñas cantidades de oxígeno al vino, antes de la fermentación maloláctica, mediante una sonda de cerámica, lo que permite redondear más rápidamente los taninos y acelerar la maduración del vino.
Por su parte, el tannat uruguayo ha ido ganando cada vez más premios en los competidos concursos internacionales, en catas ciegas y con los mejores sommelier del mundo, lo que ha llevado a acuñar el calificativo de “pequeño gigante de Sudamérica” con que se hace referencia a Uruguay en el mundo de los expertos en vino.
El tannat y la salud
Desde la difusión de la “paradoja francesa” en 1992, es ampliamente conocida la influencia benéfica del vino tinto en la salud humana, particularmente por la presencia de antioxidantes que bloquean a los radicales libres que provocan el depósito de colesterol en las arterias, con el consiguiente riesgo de infarto al corazón.
Una investigación desarrollada en el Instituto Clemente Estable de Montevideo, comparó el poder antioxidante de tres cepas tintas: merlot, cabernet sauvignon y tannat, en un estudio que duró dos años y concluyó que el poder antioxidante de la tannat es el doble de la cabernet sauvignon y cuatro veces mayor al de la merlot. El poder antioxidante se debe a la presencia de polifenoles, que ceden los hollejos al vino durante la fermentación.
Las características de la cepa
La tannat tiene hojas medianas, muy ampolladas, de color verde oscuro en primavera y verano, mismas que adquieren tonalidades cada vez más rojizas conforme avanza el otoño, brindando un agradable espectáculo visual al visitante que guste de las caminatas por la zona de viñedos en esa agradable estación del año.
Presenta una baya esférica de tamaño mediano, a veces con dos alerones, agrupada en un racimo no muy apretado. Su piel es fina, de color violáceo muy obscuro. A la vista, el vino tannat presume su intensa coloración roja violácea, a veces con tonalidades granate, limpia y brillante.
En su aroma predominan los frutos silvestres rojos y negros muy maduros del bosque, notas especiadas y la presencia de chocolate que anuncia interesantes maridajes.
Tiene mucha presencia en boca, la colma de manera persistente y con excelente y abundante final. Sus taninos son redondos y superan en intensidad a los de la cabernet sauvignon. Son vinos muy concentrados, potentes, estructurados y de gran complejidad. Con frecuencia destaca su delicado sabor a moras. Se caracterizan por un notable balance entre la acidez y la fruta.
La excepcional adaptación de esta variedad al particular entorno climático y de suelos de Uruguay, simplifica la elaboración y permite la obtención de tintos jóvenes, que a menudo son aptos para ser degustados en el mismo año de su cosecha. No obstante, la mayoría de los enólogos, conscientes del gran potencial tánico que caracteriza a esta cepa, se inclinan cada vez más por utilizarla para la obtención de tintos de guarda. También se elaboran excelentes vinos de corte, combinando la tannat con las principales cepas tintas del país, como cabernet sauvignon, tempranillo, merlot, syrah y cabernet franc, con lo que se obtiene una amplia paleta aromática y una enorme riqueza de posibilidades a explorar por parte del consumidor ávido de experiencias novedosas para sus sentidos.
Los maridajes más recomendados para la tannat son las carnes rojas, piezas de caza, quesos fuertes y pastas bien condimentadas.
Es sabido que ninguna explicación sustituye la experiencia sensorial directa de apreciar un vino. Por ello, si tienes la oportunidad de degustar un buen tannat, no la dejes pasar, disfruta el momento en compañía de tus seres queridos. Si eres de aquellas personas que disfruta experimentando nuevos aromas y sabores, que te gusta descubrir los secretos que te puede contar una cepa casi exótica como la tannat, ese espíritu que vive en cada botella, déjate seducir por su originalidad, por su potencia y por su expresión plenamente frutal. Salud...
Fuente: http://www.sudamerimex.com/art_02.html
Excepto los especialistas o los aficionados que han tenido la posibilidad de viajar a Madiran, Francia o a Uruguay, son pocos los que conocen o han oído hablar de la cepa tannat. Esta uva tinta fue bautizada con ese nombre debido a su gran poder tánico, mayor que el de la cabernet sauvignon, lo que da origen a vinos con potencial de larga guarda. ¿De dónde proviene la tannat y dónde se da mejor en la actualidad? ¿Cuáles son sus principales características y sus maridajes recomendados?
Un poco de historia
Ubicada en el tradicional Camino de Santiago, Madiran es una tierra cuyos vinos llenaron los cálices de las antiguas abadías y calentaron el corazón de los miles de peregrinos que durante siglos recorrieron el camino a Compostela. Fueron monjes benedictinos quienes fundaron la abadía de Madiran en el siglo XI, época en que cobra importancia la elaboración de los vinos que destacaban por su elevada tanicidad y fuerza, lo que les valió la fama que fueron adquiriendo por la difusión que le dieron los peregrinos.
La cepa Tannat no se extendió en Francia más allá de la región de origen, principalmente debido a su difícil adaptabilidad. La epidemia de filoxera que arrasó con los viñedos europeos hacia finales del siglo XIX la redujo sensiblemente. A su vez, las políticas oficiales locales que limitaron la proporción de la tannat en los vinos de Madiran en los años 50’ en un rango de 40% a 60% desalentaron las plantaciones de tannat, por lo que en la actualidad sólo se cuenta con 850 hectáreas en la región.
Afortunadamente, la oleada migratoria de Europa hacia América durante el siglo XIX, permitió que algunos pies de Tannat llegaran a Uruguay. Fue Pascual Harriague, vasco francés, quien logró implantar el primer viñedo de Tannat hacia 1870, en el departamento de Salto, al noroeste del país, cerca de las orillas del río Uruguay.
Poco a poco la Tannat se fue extendiendo por el territorio uruguayo, adaptándose progresivamente y durante décadas a las condiciones de clima y suelo de esa nueva tierra, que la recibió con el mismo cariño con que cobijó a los miles de inmigrantes italianos, españoles, franceses, alemanes y de otras nacionalidades europeas que buscaron una mejor vida en suelo uruguayo.
Provenientes de una cultura donde el vino ocupaba un lugar destacado en su vida cotidiana, esos inmigrantes continuaron la costumbre ancestral de hacer buen vino e integrarlo a su cotidianeidad.
Uruguay, país del tannat
La tannat fue la cepa que mejor se adaptó a las condiciones ambientales de Uruguay y en la actualidad es la más importante del viñedo uruguayo, al ocupar más de 3,500 de las 9,000 hectáreas sembradas. Ello la convierte en la cepa emblema de Uruguay y a este país en prácticamente el único exportador de vinos 100% tannat al mundo.
Se preguntarán ustedes ¿qué pasó con la tannat francesa?
Los propios franceses reconocen que su tannat permaneció como una cepa rústica y que se utiliza con cierta frecuencia para aumentar la potencia de ciertos cortes y mejorar su capacidad de guarda, pero que no es fácil de tomar como monovarietal. Sus taninos demasiado agresivos requieren un tiempo de barrica muy superior a los que se manejan en promedio para otras cepas y aún así hay ocasiones en que no se alcanza la necesaria amabilidad y redondez que demanda el cada vez más exigente consumidor global. No es casualidad que el revolucionario invento del método de microoxigenación, de Patrick Ducourneau, surgiera precisamente en Madiran. Consiste en agregar pequeñas cantidades de oxígeno al vino, antes de la fermentación maloláctica, mediante una sonda de cerámica, lo que permite redondear más rápidamente los taninos y acelerar la maduración del vino.
Por su parte, el tannat uruguayo ha ido ganando cada vez más premios en los competidos concursos internacionales, en catas ciegas y con los mejores sommelier del mundo, lo que ha llevado a acuñar el calificativo de “pequeño gigante de Sudamérica” con que se hace referencia a Uruguay en el mundo de los expertos en vino.
El tannat y la salud
Desde la difusión de la “paradoja francesa” en 1992, es ampliamente conocida la influencia benéfica del vino tinto en la salud humana, particularmente por la presencia de antioxidantes que bloquean a los radicales libres que provocan el depósito de colesterol en las arterias, con el consiguiente riesgo de infarto al corazón.
Una investigación desarrollada en el Instituto Clemente Estable de Montevideo, comparó el poder antioxidante de tres cepas tintas: merlot, cabernet sauvignon y tannat, en un estudio que duró dos años y concluyó que el poder antioxidante de la tannat es el doble de la cabernet sauvignon y cuatro veces mayor al de la merlot. El poder antioxidante se debe a la presencia de polifenoles, que ceden los hollejos al vino durante la fermentación.
Las características de la cepa
La tannat tiene hojas medianas, muy ampolladas, de color verde oscuro en primavera y verano, mismas que adquieren tonalidades cada vez más rojizas conforme avanza el otoño, brindando un agradable espectáculo visual al visitante que guste de las caminatas por la zona de viñedos en esa agradable estación del año.
Presenta una baya esférica de tamaño mediano, a veces con dos alerones, agrupada en un racimo no muy apretado. Su piel es fina, de color violáceo muy obscuro. A la vista, el vino tannat presume su intensa coloración roja violácea, a veces con tonalidades granate, limpia y brillante.
En su aroma predominan los frutos silvestres rojos y negros muy maduros del bosque, notas especiadas y la presencia de chocolate que anuncia interesantes maridajes.
Tiene mucha presencia en boca, la colma de manera persistente y con excelente y abundante final. Sus taninos son redondos y superan en intensidad a los de la cabernet sauvignon. Son vinos muy concentrados, potentes, estructurados y de gran complejidad. Con frecuencia destaca su delicado sabor a moras. Se caracterizan por un notable balance entre la acidez y la fruta.
La excepcional adaptación de esta variedad al particular entorno climático y de suelos de Uruguay, simplifica la elaboración y permite la obtención de tintos jóvenes, que a menudo son aptos para ser degustados en el mismo año de su cosecha. No obstante, la mayoría de los enólogos, conscientes del gran potencial tánico que caracteriza a esta cepa, se inclinan cada vez más por utilizarla para la obtención de tintos de guarda. También se elaboran excelentes vinos de corte, combinando la tannat con las principales cepas tintas del país, como cabernet sauvignon, tempranillo, merlot, syrah y cabernet franc, con lo que se obtiene una amplia paleta aromática y una enorme riqueza de posibilidades a explorar por parte del consumidor ávido de experiencias novedosas para sus sentidos.
Los maridajes más recomendados para la tannat son las carnes rojas, piezas de caza, quesos fuertes y pastas bien condimentadas.
Es sabido que ninguna explicación sustituye la experiencia sensorial directa de apreciar un vino. Por ello, si tienes la oportunidad de degustar un buen tannat, no la dejes pasar, disfruta el momento en compañía de tus seres queridos. Si eres de aquellas personas que disfruta experimentando nuevos aromas y sabores, que te gusta descubrir los secretos que te puede contar una cepa casi exótica como la tannat, ese espíritu que vive en cada botella, déjate seducir por su originalidad, por su potencia y por su expresión plenamente frutal. Salud...
Fuente: http://www.sudamerimex.com/art_02.html
11 diciembre 2015
Vino tinto de Uruguay: Sexto Sentido Reserva Tannat, de Ariano Hermanos, S.A. Canelones, Uruguay
Sexto Sentido Reserva Tannat.
Cava: Ariano Hermanos
Cepa: Tannat
Origen: Paysandú-Viña Constancia, Uruguay
Notas de cata:
Color rojo intenso casi púrpura, con tonalidades violáceas. Aroma a pequeños frutos rojos (ciruela, cerezas) con algunas notas florales. Es un vino muy especiado y aromático. En cuanto al sabor, boca llena, untuoso, con presencia de taninos bien fundidos. Vino tinto bien estructurado y perfectamente balanceado.
Cosecha: 2008
Vinificación:
Selección manual, fermentación con temperatura controlada y levaduras seleccionadas, Tiempo de fermentación y maceración aproximadamente 18 días . Fermentación maloláctica
Crianza:
12 meses en barricas de roble americano.
Maridaje:
Vino varietal, que proviene de la uva Tannat. Es creado sólo en las mejores vendimias y de viñedos seleccionados. Vino tinto, bien estructurado y perfectamente balanceado. Añejado un año en pequeñas barricas de roble americano. Acompaña muy bien las carnes rojas y de caza y quesos fuertes.
Categoría:
Vino tinto
Presentaciones:
• Presentación de 750 ml
• 12 botellas por caja
• Dimensiones 32.0 x 24.5 x 34.2
• Peso 17.0
• UPC 7 57509 20434 6
• DUN 14 1 0757509 20434 3
Cava: Ariano Hermanos
Cepa: Tannat
Origen: Paysandú-Viña Constancia, Uruguay
Notas de cata:
Color rojo intenso casi púrpura, con tonalidades violáceas. Aroma a pequeños frutos rojos (ciruela, cerezas) con algunas notas florales. Es un vino muy especiado y aromático. En cuanto al sabor, boca llena, untuoso, con presencia de taninos bien fundidos. Vino tinto bien estructurado y perfectamente balanceado.
Cosecha: 2008
Vinificación:
Selección manual, fermentación con temperatura controlada y levaduras seleccionadas, Tiempo de fermentación y maceración aproximadamente 18 días . Fermentación maloláctica
Crianza:
12 meses en barricas de roble americano.
Maridaje:
Vino varietal, que proviene de la uva Tannat. Es creado sólo en las mejores vendimias y de viñedos seleccionados. Vino tinto, bien estructurado y perfectamente balanceado. Añejado un año en pequeñas barricas de roble americano. Acompaña muy bien las carnes rojas y de caza y quesos fuertes.
Categoría:
Vino tinto
Presentaciones:
• Presentación de 750 ml
• 12 botellas por caja
• Dimensiones 32.0 x 24.5 x 34.2
• Peso 17.0
• UPC 7 57509 20434 6
• DUN 14 1 0757509 20434 3
09 diciembre 2015
Cine y Cultura de Uruguay en Film Paradigma
Amor / Amour, de Michael Haneke. Por Patricia Farías.
Noctámbulo, El., de Gabriel Díaz. Por Patricia Farías.
Teatro Solís de Montevideo, Uruguay. 1856 - 2016.
Vino tinto de Uruguay: Don Próspero Tannat Maceración Carbónica, de Pizzorno.
Vino tinto de Uruguay: Sexto Sentido Reserva Tannat, de Ariano Hermanos, S.A. Canelones, Uruguay.
Vino tinto de Uruguay: Sexto Sentido Reserva Tannat / Cabernet Sauvignon, de Ariano Hermanos, S. A. Canelones, Uruguay.
Vino tinto de Uruguay: Tannat, una cepa poco común.
Teatro Solís de Montevideo, Uruguay. 1856 - 2016.
Vino tinto de Uruguay: Don Próspero Tannat Maceración Carbónica, de Pizzorno.
Vino tinto de Uruguay: Sexto Sentido Reserva Tannat, de Ariano Hermanos, S.A. Canelones, Uruguay.
Vino tinto de Uruguay: Sexto Sentido Reserva Tannat / Cabernet Sauvignon, de Ariano Hermanos, S. A. Canelones, Uruguay.
Vino tinto de Uruguay: Tannat, una cepa poco común.
18 junio 2015
Ya no se que hacer conmigo, del Cuarteto de Nos. Por Patricia Farías
Montaje especial de Francisco Peña, en agradecimiento a Patricia.
Con el mismo cariño y aprecio con que trabajé su texto en otro lugar, en otro año.
Porque cuando escucho hoy a Sade o Leonard Cohen, entiendo lo que ella escucha y siente con el Cuarteto de Nos.
Y porque, al final, aquí sí hay memoria y sí se reconoce el esfuerzo y la amistad de quiénes fuimos un equipo.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Publicado hace unos años en "una ciudad de la Mancha".
Patricia Farías nos recomienda la canción y el video YA NO SÉ QUÉ HACER CONMIGO, del grupo uruguayo EL CUARTETO DE NOS.
Canción para tiempo de cambios, por Patricia Farías.
El Cuarteto de Nos es un grupo uruguayo formado en el año 1984, caracterizado por letras irreverentes y muy irónicas, que han generado polémica en el Uruguay, incluso llegando a la prohibición de la venta de uno de sus discos a menores de 18 años por contener una canción que hacía referencia a José Gervasio Artigas.
La canción que hoy les recomiendo pertenece al disco “Raro”, del año 2006, que es el disco con el que personalmente “redescubrí” a este grupo sin estar guiada por referencias, prejuicios y demás. Es un disco muy parejo, donde casi todas las canciones son recomendables; por “Yendo a la casa de Damián”, estuvieron nominados para los Grammy Latinos.
Concretamente hoy recomiendo este tema, más allá de que hay expresiones locales en su letra, porque es uno de mis preferidos de este disco: en tiempo de cambios, nada mejor que un texto como éste, que habla de experimentar y no preocuparse por los cambios de rumbo que a veces nos toca pasar.
Ya no sé qué hacer conmigo
Ya tuve que ir obligado a misa, ya toqué en el piano "Para Elisa"
ya aprendí a falsear mi sonrisa, ya caminé por la cornisa
Ya cambié de lugar mi cama, ya hice comedia ya hice drama
Fui concreto y me fui por las ramas, ya me hice el bueno y tuve mala fama
Ya fui ético, y fui errático, ya fui escéptico y fui fanático
Ya fui abúlico, fui metódico, ya fui impúdico y fui caótico
Ya leí Arthur Conan Doyle, ya me pasé de nafta a gas oil
Ya leí a Bretón y a Moliere, ya dormí en colchón y en somier
Ya me cambié el pelo de color, ya estuve en contra y estuve a favor
Lo que me daba placer ahora me da dolor, ya estuve al otro lado del mostrador
Y oigo una voz que dice sin con razón
"Vos siempre cambiando, ya no cambias más"
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé qué hacer conmigo
Ya me ahogué en un vaso de agua, ya planté café en Nicaragua
Ya me fui a probar suerte a USA, ya jugué a la ruleta rusa
Ya creí en los marcianos, ya fui ovo lacto vegetariano
Sano, fui quieto y fui gitano, ya estuve tranqui y estuve hasta las manos
Hice el curso de mitología pero de mi los dioses se reían
orfebrería lo salvé raspando y ritmología aquí la estoy aplicando
Ya probé, ya fumé, ya tomé, ya dejé, ya firmé, ya viajé, ya pegué
Ya sufrí, ya eludí, ya huí, ya asumí, ya me fui, ya volví, ya fingí, ya mentí
Y entre tantas falsedades muchas de mis mentiras ya son verdades
hice fácil adversidades, y me compliqué en las nimiedades
Y oigo una voz que dice sin con razón
"Vos siempre cambiando, ya no cambias más"
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé qué hacer conmigo
Ya me hice un lifting me puse un piercing, fui a ver al dream team y no hubo feeling
me tatué al Che en una nalga, arriba de mami para que no se salga
Ya me reí y me importó un bledo de cosas y gente que ahora me dan miedo
Ayuné por causas al pedo, ya me empaché con pollo al spiedo
Ya fui al psicólogo, fui al teólogo, fui al astrólogo, fui al enólogo
ya fui alcohólico y fui lambeta, ya fui anónimo y ya hice dieta
Ya lancé piedras y escupitajos al lugar donde ahora trabajo
y mi legajo cuenta a destajo, que me porté bien y que ya armé relajo
Y oigo una voz que dice sin con razón
"Vos siempre cambiando, ya no cambias más"
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé qué hacer conmigo
Con el mismo cariño y aprecio con que trabajé su texto en otro lugar, en otro año.
Porque cuando escucho hoy a Sade o Leonard Cohen, entiendo lo que ella escucha y siente con el Cuarteto de Nos.
Y porque, al final, aquí sí hay memoria y sí se reconoce el esfuerzo y la amistad de quiénes fuimos un equipo.
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Publicado hace unos años en "una ciudad de la Mancha".
Patricia Farías nos recomienda la canción y el video YA NO SÉ QUÉ HACER CONMIGO, del grupo uruguayo EL CUARTETO DE NOS.
Canción para tiempo de cambios, por Patricia Farías.
El Cuarteto de Nos es un grupo uruguayo formado en el año 1984, caracterizado por letras irreverentes y muy irónicas, que han generado polémica en el Uruguay, incluso llegando a la prohibición de la venta de uno de sus discos a menores de 18 años por contener una canción que hacía referencia a José Gervasio Artigas.
La canción que hoy les recomiendo pertenece al disco “Raro”, del año 2006, que es el disco con el que personalmente “redescubrí” a este grupo sin estar guiada por referencias, prejuicios y demás. Es un disco muy parejo, donde casi todas las canciones son recomendables; por “Yendo a la casa de Damián”, estuvieron nominados para los Grammy Latinos.
Concretamente hoy recomiendo este tema, más allá de que hay expresiones locales en su letra, porque es uno de mis preferidos de este disco: en tiempo de cambios, nada mejor que un texto como éste, que habla de experimentar y no preocuparse por los cambios de rumbo que a veces nos toca pasar.
Ya no sé qué hacer conmigo
Ya tuve que ir obligado a misa, ya toqué en el piano "Para Elisa"
ya aprendí a falsear mi sonrisa, ya caminé por la cornisa
Ya cambié de lugar mi cama, ya hice comedia ya hice drama
Fui concreto y me fui por las ramas, ya me hice el bueno y tuve mala fama
Ya fui ético, y fui errático, ya fui escéptico y fui fanático
Ya fui abúlico, fui metódico, ya fui impúdico y fui caótico
Ya leí Arthur Conan Doyle, ya me pasé de nafta a gas oil
Ya leí a Bretón y a Moliere, ya dormí en colchón y en somier
Ya me cambié el pelo de color, ya estuve en contra y estuve a favor
Lo que me daba placer ahora me da dolor, ya estuve al otro lado del mostrador
Y oigo una voz que dice sin con razón
"Vos siempre cambiando, ya no cambias más"
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé qué hacer conmigo
Ya me ahogué en un vaso de agua, ya planté café en Nicaragua
Ya me fui a probar suerte a USA, ya jugué a la ruleta rusa
Ya creí en los marcianos, ya fui ovo lacto vegetariano
Sano, fui quieto y fui gitano, ya estuve tranqui y estuve hasta las manos
Hice el curso de mitología pero de mi los dioses se reían
orfebrería lo salvé raspando y ritmología aquí la estoy aplicando
Ya probé, ya fumé, ya tomé, ya dejé, ya firmé, ya viajé, ya pegué
Ya sufrí, ya eludí, ya huí, ya asumí, ya me fui, ya volví, ya fingí, ya mentí
Y entre tantas falsedades muchas de mis mentiras ya son verdades
hice fácil adversidades, y me compliqué en las nimiedades
Y oigo una voz que dice sin con razón
"Vos siempre cambiando, ya no cambias más"
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé qué hacer conmigo
Ya me hice un lifting me puse un piercing, fui a ver al dream team y no hubo feeling
me tatué al Che en una nalga, arriba de mami para que no se salga
Ya me reí y me importó un bledo de cosas y gente que ahora me dan miedo
Ayuné por causas al pedo, ya me empaché con pollo al spiedo
Ya fui al psicólogo, fui al teólogo, fui al astrólogo, fui al enólogo
ya fui alcohólico y fui lambeta, ya fui anónimo y ya hice dieta
Ya lancé piedras y escupitajos al lugar donde ahora trabajo
y mi legajo cuenta a destajo, que me porté bien y que ya armé relajo
Y oigo una voz que dice sin con razón
"Vos siempre cambiando, ya no cambias más"
Y yo estoy cada vez más igual
Ya no sé qué hacer conmigo
Arco, El / The Bow, de Kim Ki-duk (02). Por Patricia Farías
Por Patricia Farías.
“...como en la tensión de un arco”
La historia es sencilla: un hombre ya mayor convive en su barco con una adolescente que encontró siendo niña, y planea casarse con ella cuando cumpla 17 años; la chica nunca ha bajado a tierra desde entonces. Su modo de vida consiste en llevar a su embarcación pescadores mediante un pequeño remolcador. A partir de esta anécdota se desarrolla una historia casi silenciosa, donde los únicos que hablan son los ocasionales visitantes de la desigual pareja.
La chica es muy bonita, aparentemente inocente y sin conciencia de su atractivo. Pero es una mujer, y los hombres que llegan a pescar casi sin excepción buscan acercarse a ella, la mayoría de las veces en forma muy grosera. Ante estas situaciones, el “remedio” del pescador consiste en disparar flechas con su arco, sin ánimo de realmente dar en el blanco, pero a modo de advertencia. El mismo arco cumple otra función mucho más agradable, cuando por las noches se transforma en un instrumento para que el anciano toque música.
La otra ocupación durante las excursiones de pesca es la adivinación: la chica se instala en un columpio que cuelga en el costado del barco, mientras el anciano desde el remolcador dispara flechas que van a clavarse en el exterior del barco, en una imagen pintada de Buda. Al finalizar, la chica las recoge y susurra su predicción, que luego es a su vez susurrada por el pescador al cliente.
Ahora bien, la convivencia en ese aislamiento es armónica: la chica no encuentra nada forzado o que le falte en esa forma de vida, porque es la única que realmente conoce. Por su parte, para el hombre el aislamiento es conveniente: mientras marca los días del calendario que faltan hasta ese ansiado cumpleaños, va comprando con ilusión y alegría el ajuar para el día de su boda y mientras tanto tampoco enfrenta disconformidad por parte de su compañera. Los rituales diarios se repiten: el baño donde él lava a la chica, sin ningún toque de sensualidad en sus gestos; la música nocturna del arco; el irse a dormir en la litera superior y tomar la mano de ella en un gesto de mucha ternura; la comida preparada para ella al otro día.
Esa rutina se ve alterada por las críticas de los hombres que suben al barco: ante las flechas que dispara el pescador, se lo increpa: es un degenerado, un secuestrador, un pederasta... sin embargo durante la primera parte del filme no hay una gota de sensualidad, como si el viejo se estuviera reservando para cuando se diera la situación legalmente aceptada de que la chica fuera su esposa. Por su parte, lo que vemos en el rostro de la chica es confianza, cariño y hasta gratitud cuando las flechas la libran de manoseos de los clientes.
Un día llega un joven con su padre, y la frágil estructura empieza a desmoronarse. La chica se siente atraída por él, y él por ella. El viejo lo ahuyenta, y esto provoca reacciones de rebeldía nunca vistas. Las expresiones de los rostros cambian; ya no hay paz ni sonrisas y algunas flechas son dirigidas hacia el viejo. Ese despertar de su interés por un hombre joven también hace que la expresión de inocencia cambie; a veces es franco enojo hacia el viejo, otras veces es rencor y hasta repulsión. Los gestos de la rutina diaria cambian, parecen más de posesión que de cariño.
Confieso que no conozco detalles sobre la sociedad sur coreana, y si bien busqué información encontré opiniones contradictorias sobre el rol femenino. Algunas dicen que no es una sociedad machista y para eso citan que su actual jefe de gobierno es una mujer, otros dicen que sí. Del director Kim Ki-duk había previamente visto “Hierro 3” y “Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera”. En “El Arco” hay comportamientos que dejan a la chica en un segundo plano y tal vez en retrospectiva esto se podría ver como un intento del director de mostrar esa característica de su sociedad, ese convertir a la mujer en un objeto posesión del hombre que tenga a su lado, algo ya visto de algún modo en “Hierro 3”. En todo caso, las conclusiones quedan a cargo del espectador.
Aquí la chica es tratada como un objeto por casi todos los hombres involucrados. Ni que hablar de los pescadores que con total grosería la sientan en sus faldas para manosearla, o humillarla de alguna otra forma. El hombre por mucho que sea su cariño, la ve más como una posesión a la que tiene derecho luego de 10 años de cuidados: jamás se cuestiona una unión tan desigual donde la otra parte no tiene voz ni voto. Tal vez el que menos se comporta así sea el joven, en parte por su edad que podría sugerir otra forma de ver las cosas, pero sin embargo se erige en el salvador de la muchacha.
Obviamente el centro de la historia es que esa sumisa muchacha deja de serlo, situación a la que el viejo no está acostumbrado. Con esa rebeldía también cae a pedazos la ilusión del pescador de ser correspondido en cuanto a sus intenciones (no hablemos de sentimientos) y por primera vez la vemos herir deliberadamente a su compañero. Llega incluso el momento donde ella demuestra claramente que puede defenderse de clientes abusivos, y de una forma mucho menos inofensiva que la de su protector.
Sin embargo la rebeldía es provocada, no surge sola o de un cuestionamiento personal, o de la necesidad de ser tomada en cuenta (no podría de todos modos cuestionar esa forma de vida porque no conoce otra): surge de la mano del interés del joven hacia ella, que no solo hace los reproches habituales al pescador sino que decide buscar a su familia. Es alimentada también por la actitud posesiva del hombre: lo que antes era visto como cuidados y protección es ahora parte de los barrotes de una jaula. Una vez más la mujer necesita ser “salvada”, o al menos tener un disparador para tomar cartas en su situación particular.
En este marco, por más que se hace el ejercicio de no perder de vista que estamos viendo una producción proveniente de una cultura muy diferente a la nuestra, no deja de resultar chocante el planteo respecto a la mujer (no porque en nuestra sociedad no exista la discriminación, sino porque en general no es aceptada como algo natural, como parecería ser la situación en la historia). Se comprende por supuesto que la chica no vive una situación desagradable, no es maltratada, al contrario... pero como espectadora, siempre hay un punto de protesta callada frente a ese “decido por ti”. Finalmente la chica toma las riendas de las cosas, en principio de una forma que no es más que complacer (por gratitud, piedad, o por afecto) al viejo ya que la ceremonia de boda se lleva a cabo. Sin embargo y aquí viene la parte discordante del filme para mi gusto, un ingrediente sobrenatural interviene para que el final sea otro.
Es natural que cuando vemos un filme debamos “comprar” la propuesta que se nos muestra. Debemos creer en extraterrestres, personajes que se convierten en otro ser con superpoderes, sin cuestionar demasiado la lógica de estos argumentos. De lo contrario, nos quedamos sin nada entre las manos. Entonces, por dos horas más o menos, debemos aceptar lo que se nos muestra en la pantalla.
En este caso podremos saber que ese aislamiento del viejo y la chica no sería seguramente realizable en la práctica; sabemos que es difícil que dos personas jamás hablen entre sí en diez años (cabe suponer que esa es su rutina) más que para susurrarse profecías y sabiendo que el silencio es una característica de la obra del director, con más razón aceptamos esa situación. Todo se sustenta además en que la chica no puede ansiar lo que no conoce. Podemos aceptar incluso que dos jóvenes se enamoren con solo verse una vez (en parte gracias a las historias de infancia donde esto es moneda corriente y el “vivieron felices” es obligatorio)... pero el recurso sobrenatural utilizado es un tanto forzado y no resulta algo que aporte nada salvo algo como un “aún así me salgo con la mía”. Somos incluso testigos de cómo el hombre reconoce en su interior que sus planes no serán posibles realmente. Hacia el final, la imagen de la antigua embarcación hundiéndose tiene para mí mucha más fuerza y más significado que cualquier otro recurso anterior: proyectos y sueños rotos.
Dejando ese detalle de lado, se trata de una producción donde el espectador tiene la libertad de hacer su propia lectura de muchas situaciones, donde el silencio no se hace pesado gracias a la expresividad de los dos actores principales. Tiene el atractivo de permitir la reflexión sobre la naturaleza humana con sus luces y sombras (ya sea el viejo con su egoísmo, la chica con su inocencia, los pescadores siempre listos a criticar y murmurar, el joven con su rol de salvador); y también el de mostrar otra cultura y otra forma de hacer cine que al menos en mi país muchas veces no llega a las salas comerciales. Es un filme poético en algunos tramos y muy humano; donde la tensión del arco que le da nombre muchas veces es reflejo de las emociones más íntimas de los protagonistas, pese a la armonía y tranquilidad exterior.
The Bow / El arco.
2005.
Dirección y guión: Kim Ki-duk.
Protagónicos: Han Yeo-reum, Jeon Seong-hwang y Seo Si-jeok.
Una producción de Sur Corea y Japón.
90 minutos.
“...como en la tensión de un arco”
La historia es sencilla: un hombre ya mayor convive en su barco con una adolescente que encontró siendo niña, y planea casarse con ella cuando cumpla 17 años; la chica nunca ha bajado a tierra desde entonces. Su modo de vida consiste en llevar a su embarcación pescadores mediante un pequeño remolcador. A partir de esta anécdota se desarrolla una historia casi silenciosa, donde los únicos que hablan son los ocasionales visitantes de la desigual pareja.
La chica es muy bonita, aparentemente inocente y sin conciencia de su atractivo. Pero es una mujer, y los hombres que llegan a pescar casi sin excepción buscan acercarse a ella, la mayoría de las veces en forma muy grosera. Ante estas situaciones, el “remedio” del pescador consiste en disparar flechas con su arco, sin ánimo de realmente dar en el blanco, pero a modo de advertencia. El mismo arco cumple otra función mucho más agradable, cuando por las noches se transforma en un instrumento para que el anciano toque música.
La otra ocupación durante las excursiones de pesca es la adivinación: la chica se instala en un columpio que cuelga en el costado del barco, mientras el anciano desde el remolcador dispara flechas que van a clavarse en el exterior del barco, en una imagen pintada de Buda. Al finalizar, la chica las recoge y susurra su predicción, que luego es a su vez susurrada por el pescador al cliente.
Ahora bien, la convivencia en ese aislamiento es armónica: la chica no encuentra nada forzado o que le falte en esa forma de vida, porque es la única que realmente conoce. Por su parte, para el hombre el aislamiento es conveniente: mientras marca los días del calendario que faltan hasta ese ansiado cumpleaños, va comprando con ilusión y alegría el ajuar para el día de su boda y mientras tanto tampoco enfrenta disconformidad por parte de su compañera. Los rituales diarios se repiten: el baño donde él lava a la chica, sin ningún toque de sensualidad en sus gestos; la música nocturna del arco; el irse a dormir en la litera superior y tomar la mano de ella en un gesto de mucha ternura; la comida preparada para ella al otro día.
Esa rutina se ve alterada por las críticas de los hombres que suben al barco: ante las flechas que dispara el pescador, se lo increpa: es un degenerado, un secuestrador, un pederasta... sin embargo durante la primera parte del filme no hay una gota de sensualidad, como si el viejo se estuviera reservando para cuando se diera la situación legalmente aceptada de que la chica fuera su esposa. Por su parte, lo que vemos en el rostro de la chica es confianza, cariño y hasta gratitud cuando las flechas la libran de manoseos de los clientes.
Un día llega un joven con su padre, y la frágil estructura empieza a desmoronarse. La chica se siente atraída por él, y él por ella. El viejo lo ahuyenta, y esto provoca reacciones de rebeldía nunca vistas. Las expresiones de los rostros cambian; ya no hay paz ni sonrisas y algunas flechas son dirigidas hacia el viejo. Ese despertar de su interés por un hombre joven también hace que la expresión de inocencia cambie; a veces es franco enojo hacia el viejo, otras veces es rencor y hasta repulsión. Los gestos de la rutina diaria cambian, parecen más de posesión que de cariño.
Confieso que no conozco detalles sobre la sociedad sur coreana, y si bien busqué información encontré opiniones contradictorias sobre el rol femenino. Algunas dicen que no es una sociedad machista y para eso citan que su actual jefe de gobierno es una mujer, otros dicen que sí. Del director Kim Ki-duk había previamente visto “Hierro 3” y “Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera”. En “El Arco” hay comportamientos que dejan a la chica en un segundo plano y tal vez en retrospectiva esto se podría ver como un intento del director de mostrar esa característica de su sociedad, ese convertir a la mujer en un objeto posesión del hombre que tenga a su lado, algo ya visto de algún modo en “Hierro 3”. En todo caso, las conclusiones quedan a cargo del espectador.
Aquí la chica es tratada como un objeto por casi todos los hombres involucrados. Ni que hablar de los pescadores que con total grosería la sientan en sus faldas para manosearla, o humillarla de alguna otra forma. El hombre por mucho que sea su cariño, la ve más como una posesión a la que tiene derecho luego de 10 años de cuidados: jamás se cuestiona una unión tan desigual donde la otra parte no tiene voz ni voto. Tal vez el que menos se comporta así sea el joven, en parte por su edad que podría sugerir otra forma de ver las cosas, pero sin embargo se erige en el salvador de la muchacha.
Obviamente el centro de la historia es que esa sumisa muchacha deja de serlo, situación a la que el viejo no está acostumbrado. Con esa rebeldía también cae a pedazos la ilusión del pescador de ser correspondido en cuanto a sus intenciones (no hablemos de sentimientos) y por primera vez la vemos herir deliberadamente a su compañero. Llega incluso el momento donde ella demuestra claramente que puede defenderse de clientes abusivos, y de una forma mucho menos inofensiva que la de su protector.
Sin embargo la rebeldía es provocada, no surge sola o de un cuestionamiento personal, o de la necesidad de ser tomada en cuenta (no podría de todos modos cuestionar esa forma de vida porque no conoce otra): surge de la mano del interés del joven hacia ella, que no solo hace los reproches habituales al pescador sino que decide buscar a su familia. Es alimentada también por la actitud posesiva del hombre: lo que antes era visto como cuidados y protección es ahora parte de los barrotes de una jaula. Una vez más la mujer necesita ser “salvada”, o al menos tener un disparador para tomar cartas en su situación particular.
En este marco, por más que se hace el ejercicio de no perder de vista que estamos viendo una producción proveniente de una cultura muy diferente a la nuestra, no deja de resultar chocante el planteo respecto a la mujer (no porque en nuestra sociedad no exista la discriminación, sino porque en general no es aceptada como algo natural, como parecería ser la situación en la historia). Se comprende por supuesto que la chica no vive una situación desagradable, no es maltratada, al contrario... pero como espectadora, siempre hay un punto de protesta callada frente a ese “decido por ti”. Finalmente la chica toma las riendas de las cosas, en principio de una forma que no es más que complacer (por gratitud, piedad, o por afecto) al viejo ya que la ceremonia de boda se lleva a cabo. Sin embargo y aquí viene la parte discordante del filme para mi gusto, un ingrediente sobrenatural interviene para que el final sea otro.
Es natural que cuando vemos un filme debamos “comprar” la propuesta que se nos muestra. Debemos creer en extraterrestres, personajes que se convierten en otro ser con superpoderes, sin cuestionar demasiado la lógica de estos argumentos. De lo contrario, nos quedamos sin nada entre las manos. Entonces, por dos horas más o menos, debemos aceptar lo que se nos muestra en la pantalla.
En este caso podremos saber que ese aislamiento del viejo y la chica no sería seguramente realizable en la práctica; sabemos que es difícil que dos personas jamás hablen entre sí en diez años (cabe suponer que esa es su rutina) más que para susurrarse profecías y sabiendo que el silencio es una característica de la obra del director, con más razón aceptamos esa situación. Todo se sustenta además en que la chica no puede ansiar lo que no conoce. Podemos aceptar incluso que dos jóvenes se enamoren con solo verse una vez (en parte gracias a las historias de infancia donde esto es moneda corriente y el “vivieron felices” es obligatorio)... pero el recurso sobrenatural utilizado es un tanto forzado y no resulta algo que aporte nada salvo algo como un “aún así me salgo con la mía”. Somos incluso testigos de cómo el hombre reconoce en su interior que sus planes no serán posibles realmente. Hacia el final, la imagen de la antigua embarcación hundiéndose tiene para mí mucha más fuerza y más significado que cualquier otro recurso anterior: proyectos y sueños rotos.
Dejando ese detalle de lado, se trata de una producción donde el espectador tiene la libertad de hacer su propia lectura de muchas situaciones, donde el silencio no se hace pesado gracias a la expresividad de los dos actores principales. Tiene el atractivo de permitir la reflexión sobre la naturaleza humana con sus luces y sombras (ya sea el viejo con su egoísmo, la chica con su inocencia, los pescadores siempre listos a criticar y murmurar, el joven con su rol de salvador); y también el de mostrar otra cultura y otra forma de hacer cine que al menos en mi país muchas veces no llega a las salas comerciales. Es un filme poético en algunos tramos y muy humano; donde la tensión del arco que le da nombre muchas veces es reflejo de las emociones más íntimas de los protagonistas, pese a la armonía y tranquilidad exterior.
The Bow / El arco.
2005.
Dirección y guión: Kim Ki-duk.
Protagónicos: Han Yeo-reum, Jeon Seong-hwang y Seo Si-jeok.
Una producción de Sur Corea y Japón.
90 minutos.
Whisky, film uruguayo de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella. Por Patricia Farías.
Cuando la procesión va por dentro….
Por Patricia Farías.
Artículo publicado originalmente en diciembre de 2008.
Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, los dos de 31 años, están viviendo un sueño. El sueño de hacer cine en el Uruguay, y tener éxito además.
Un éxito sin precedentes, cuando uno piensa en que esta película ha cosechado elogios por todos los lugares donde ha pasado, incluso cuando se trataba de un guión: localmente, ganó el premio FONA (Fondo para el Fomento y Desarrollo de la Producción Audiovisual Nacional) e internacionalmente el premio NHK 2003 en el Festival de Sundance. Ya como película, la lista sigue: Cannes (FIPRESCI y 2º lugar en el premio “Un certain regard”), España (Goya a la mejor película extranjera), Perú (mejor actriz, mejor guión), Brasil (película, actriz) y… Japón (primer premio Festival de Cine de Tokyo).
Pero… ¿qué puede tener en común Japón con una película uruguaya? ¿Sería esta historia comprensible para un público tan ajeno a las cosas nuestras? Es lo que pensaba yo antes de ver esta película. “Whisky” es una historia simple, “pequeña” como dicen los propios directores, donde “lo importante no es tanto la historia o lo que se dice, sino más bien lo que no se dice”. También antes de verla, había leído que se la podía comparar con “El hombre sin pasado”, de Aki Kaurismäki (2002), película que tuve oportunidad de ver en esos cada vez más frecuentes estrenos de cine europeo en Montevideo. La comparación me parecía un tanto aventurada, entre otras cosas porque la película finlandesa me resultó bastante ajena a mí, me sentí alejada de la historia completamente: tal vez sin dudas, porque no es el tipo de película que usualmente llega a este país.
Sin embargo, viendo “Whisky”, es cierto que hay puntos en común, y por eso he podido valorar de otro modo la película de Kaurismäki… Y es que esta historia es tan simple y sin vueltas como la otra, sólo que está rodeada de elementos familiares, costumbres uruguayas, y una ideología común: no hay nada ajeno esta vez, por supuesto.
Hacer cine en el Uruguay es una tarea laboriosa. Mucho, y se ve a simple vista cuando se lee la ficha de las películas uruguayas: en este caso es una coproducción de Uruguay, Argentina, Alemania y España. Todas las películas filmadas aquí se producen de esta manera: en el Uruguay hay talento, pero muchas veces los recursos son escasos. Sin embargo y pese a todo, las últimas películas uruguayas han tenido cierto éxito afuera. Los ejemplos más recientes son “En la puta vida” (2001) de Beatriz Flores Silva, “Corazón de Fuego” (2002, también conocida como “El último tren”) de Diego Arsuaga, y “El viaje hacia el mar” (2003), de Guillermo Casanova, basada en un cuento de Juan José Morosoli.
Hacer cine en el Uruguay cuesta, y los que estudian y se preparan para ello, apuestan a la fe, a la voluntad y a la idea de que “se puede”.
Así pues, Stoll y Rebella (que debutaron con muchos elogios con “25 watts” en 2001), empezaron la aventura de filmar esta historia, cosa que hicieron en ocho semanas en los meses de julio y agosto de 2003, pleno invierno en nuestro país. Durante la filmación afrontaron problemas tragicómicos, como la venta del destartalado auto de Jacobo Köller, que ya habían usado en otras escenas, y fue vendido a un depósito de chatarra. También afrontaron el problema de cómo filmar tal y como se lo habían propuesto: con la cámara inmóvil. Esto traía problemas con el encuadre, como ellos mismos cuentan en el sitio oficial de la película, pero finalmente se mantuvieron en esa línea y el resultado, a su parecer, es el deseado: “como en un libro de cuentos infantiles, ir entrando escena a escena en el pequeño mundo de la narración”. Un tiempo antes de la filmación, habían comprado un cómic, y según Juan Pablo Rebella, “Cuando lo vimos, sentimos que habíamos encontrado algo que trasmitía visualmente un ambiente similar al concepto que teníamos para filmar el guión”.
La historia
“hoy es lo mismo que ayer
es su vida sin mañana” (Ali Primera)
Jacobo y Herman Köller son dos hermanos de alrededor de 60 años, judíos, y ambos se dedican a la fabricación de medias. La gran diferencia es que mientras Jacobo (Andrés Pazos) se ha quedado en el Uruguay y su fábrica va cuesta abajo, Herman (Jorge Bolani) vive en Brasil hace veinte años y es, para los estándares familiares, un empresario exitoso.
Por su parte, Jacobo ha cuidado a la madre de ambos hasta su muerte, que por algunos detalles que vemos en el departamento de éste, sucedió luego de una larga enfermedad.
Jacobo es soltero, pero además es solitario, poco comunicativo, hasta amargado. Sus días son siempre iguales: desayuna en un bar cercano a su casa, donde el vendedor de periódicos siempre hace el mismo comentario (típicamente uruguayo) sobre “cómo anda ese cuadrito (de fútbol)” y si “sube o no sube” (de categoría); luego llega a su fábrica, donde lo espera todos los días Marta (Mirella Pascual), su mano derecha, la empleada de más antigüedad en el negocio..
Todos los días el diálogo es el mismo: “Buenos días”, dice él; ella responde “Buenos días, Don Jacobo”. Y hasta ahí. Jacobo sube la cortina de metal de la puerta de la fábrica (parecida a una entrada de garage, y muy común en la zona de Montevideo donde está filmada… pero bastante más tétrica que otras pequeñas empresas familiares) y entran.
Una vez dentro, mientras Jacobo enciende luces y máquinas, Marta entra al vestuario, se pone una túnica, se recoge el cabello… y sube a prepararle un té a Jacobo. Se lo lleva, hablan de cosas del negocio y ella trata - a veces, y sin éxito - de hablar de algún otro tema, así se trate de la reparación de una cortina del local. Estas escenas se repiten, estableciendo claramente la rutina diaria y la interacción entre los dos personajes.
Así las cosas, Marta seguramente es indispensable para Jacobo, pero también es invisible. La cámara también nos muestra una y otra vez los engranajes de las ya antiguas máquinas que tejen las medias (siempre el mismo diseño a rombos, parecería, además), como si cada persona en la fábrica fuera a su vez parte de esa maquinaria.
A la vez vemos la rutina de Marta después del trabajo: controla los bolsos de las empleadas (algo muy común en ese tipo de fábrica y que tal vez se siga haciendo) para verificar que no se llevan mercadería, las saluda todos los días igual con un “hasta mañana si Dios quiere” y luego cierra el negocio junto a su patrón. Sube a un ómnibus donde va escuchando música romántica de los 60 y 70, a veces va a su casa y otras al cine, sola. Marta rara vez dice algo en esas secuencias, pero sus gestos son clarísimos: es una mujer desencantada, no amargada tal vez, pero con una tristeza muy grande. Si pudiera elegir, su vida sería otra.
Un día esa aparentemente rutina se ve rota, porque ha llegado el primer aniversario del fallecimiento de la madre de Jacobo. Es el momento de la matzeiva o matzevá (literalmente, “lápida”), que es una ceremonia judía que normalmente se lleva a cabo una vez terminado el luto por el fallecido; esto puede ser al año, aunque aparentemente no hay un plazo establecido. La ceremonia consiste en colocar la lápida sobre la tumba del fallecido.
Como es una ceremonia solemne, Jacobo se ve obligado a avisar a su hermano Herman, para que viaje a Montevideo. Jacobo le envía un fax cortísimo, donde ya vemos que los hermanos tienen poco para decirse. Ahora bien, como para Jacobo su hermano es el exitoso, que está casado y tiene dos hijas, se le ocurre una extraña idea tal vez para no parecer tan fracasado a los ojos de Herman: le pide a Marta que lo ayude “unos días, en la casa”… en realidad, lo que le pide es que se haga pasar por su esposa.
Y Marta acepta, con mucho más interés del que Jacobo tiene. Se muda al departamento, lo ordena (Jacobo vive casi como si recién se hubiera mudado, las cosas de su madre por todas partes todavía), lo embellece dentro de lo posible. Y hace que Jacobo vaya con ella a sacarse una fotografía para hacer más creíble su reciente matrimonio, a lo que Jacobo accede, y resulta hasta graciosa su tremenda “cara de foto” cuando el fotógrafo les dice el clásico “digan whisky!” para mantener la sonrisa para la fotografía. Y es que en el Uruguay, es lo que se dice normalmente, aunque hay otras opciones: “whisky”, precisamente.
Porque diciendo “whisky” la foto sale bien, sin importar lo que pase en realidad, o cómo se sienta el fotografiado.
Así, con la llegada de Herman ese equilibrio diario se rompe, como se rompe una media salida de la máquina justamente antes de que Jacobo vaya a recoger a su hermano. En “Whisky”, hay pequeñas cosas que pueden pasar desapercibidas, que dicen mucho más que las palabras: esa media rota, un imán decorativo en el refrigerador que cambia significativamente de posición, casi expresando los pensamientos de Jacobo sobre su hermano…
Herman es toda una sorpresa, sobre todo para Marta, porque él parece ser todo lo contrario a su hermano: es alegre, “entrador” como diríamos aquí, un poquito seductor pero sin pasar los límites aceptables. Es inevitable que hable sobre su negocio y su familia, por supuesto, y sin querer, pareciera que hace alarde de lo bien que le va.
Los hermanos intercambian regalos en el aeropuerto (medias, por supuesto), y hacen el intento de conversar durante la cena. Jacobo está cada vez más incómodo, sobre todo porque Marta parece revivir durante la charla con su supuesto cuñado. Mayor aún la incomodidad cuando Herman muestra las fotos de sus hijas, una de ellas va a ser “la primera doctora de la familia”, comentario muy común sobre en generaciones pasadas en el Uruguay, donde tener un hijo médico, abogado, contador o ingeniero era lo máximo para las familias de inmigrantes e incluso para las más humildes que veían en esos títulos el premio a sus esfuerzos y sacrificios (ver “M’hijo el dotor”, del dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez).
En realidad, cualquier cosa que venga de Herman le resulta molesto a su hermano y a veces al espectador los comentarios de Herman suenan un poquito a alarde tal vez involuntario; por eso Jacobo frustra cualquier intento de diálogo y que está deseoso de terminar de una vez por todas con la ceremonia y poner a su hermano otra vez en el avión de vuelta a Brasil.
Pero cuando ya está terminada la parte protocolar, y Jacobo ya se empieza a ver liberado de su hermano, resulta que éste los invita a pasar unos días por Piriápolis. Este balneario fue escenario de las vacaciones de los hermanos en su niñez, por lo que (Herman al menos) tienen recuerdos agradables de él. Pero resulta que Piriápolis (balneario fundado en 1893 por Francisco Piria, con el nombre de “Balneario del Porvenir”), que en verano es un lugar muy concurrido por uruguayos que buscan la mezcla de tranquilidad y algo de vida nocturna y también por turistas que visitan su Argentino Hotel (donde se filmaron los interiores del hotel en la película), en invierno es exactamente como lo vemos en “Whisky”: está muerto, apagado… y más aún con días grises como los de la filmación.
Esos días en Piriápolis agravan la situación, porque Marta se empieza a revelar como una mujer mucho más alegre de lo que Jacobo cree y hasta atractiva, y ese cambio en realidad es debido a las atenciones de Herman. No hay ningún acercamiento entre Marta y Jacobo, aunque compartan una habitación: pero parecería que él siente que en cierto modo “se la están robando”. Del tiempo que pasan en Piriápolis, la mayor parte Marta lo pasa con Herman. Hay una falsa alegría en todo, como si Herman tratara de imprimir vitalidad, aunque sea forzada, en su estadía allí: y más “whisky”, claro, para una foto de los tres.
Por la noche salen a un bar bastante tristón, donde Herman hace un torpe intento de resarcir a su hermano, ofreciéndole dinero para “compensar” los años de dedicación de Jacobo a su madre enferma. Peor aún, sugiere que ese dinero le hará falta en su negocio: Jacobo lo rechaza, pero luego sin que lo vean lo toma y tratará de deshacerse de él en el casino, con resultados inesperados y que tendrán su efecto al final, que los directores dejan abierto a la interpretación (o al deseo) de los espectadores.
Finalmente llega a su fin la estadía, Herman y Marta se despiden solos en una cafetería en Piriápolis donde otra vez hay mucho que no se dice y que Herman evita que se diga también, y luego los tres van al aeropuerto. Y entonces, Marta y Jacobo vuelven a Montevideo, al departamento de él, donde Marta hace su equipaje para irse a su casa, medio esperando que le digan que no se vaya… Jacobo le llama un taxi, y Marta se va: por el espejo retrovisor la vemos en una imagen muy fuerte y que podría pasar desapercibida.
Pero… ¿qué puede tener en común Japón con una película uruguaya?
La respuesta es simple: todo. Porque esta película uruguaya no es completamente local, a pesar de estar plagada de cosas reconocibles por los uruguayos como propias (expresiones, el vendedor de diarios, la ida a la cancha al partido de un cuadro chico, etc.), su argumento es común a cualquier cultura.
La soledad, el resentimiento, las cuentas pendientes familiares, todo eso se comprende más allá de la ideología de un país, más allá del idioma. En muchas familias está el que se fue, el que se quedó y enfrentó la enfermedad de uno de los padres que al final, se siente inevitablemente como una injusticia. En muchas familias está el que busca excusas patéticas como el trabajo y la distancia para nunca, en veinte años haber tenido tiempo de visitar a su familia en su ciudad natal.
Y siempre habrá una mujer sola, triste, a la cual un poco de atención y una mirada que la reconozca como mujer, hagan que las líneas de amargura de su rostro cambien y se transforme en una señora atractiva, alegre, ocurrente.
Los actores merecen un aparte, porque son los que se ocupan de que la historia nos “entre”. Andrés Pazos logra que Jacobo no nos resulte tan desagradable con su forma de ser, su andar encorvado, su perpetuo malhumor. Más bien lo comprendemos, por momentos. Jorge Bolani logra lo mismo con Herman, porque podría resultar un ser insoportable con su aire de empresario superado dándole consejos a su hermano; y más aún con su desinterés por todo lo que no sea él mismo.
Mirella Pascual hace que Marta sea el centro muchas veces porque queda como atrapada entre los dos hermanos. Su cambio, de ser esa mujer de rasgos contraídos, de mirada apagada, a la mujer que habla y hasta coquetea con su “cuñado” es tan gradual y delicado que disfrutamos ver a Marta iluminándose por dentro, y sonreímos al verla.
Así que “Whisky”, que es una película uruguaya como recalcaron al ganar el Goya sus directores, es una historia universal; sin finales estudiadamente felices ni adornos de ningún tipo: la historia es lo que es, y sola se basta a sí misma.
Mientras, Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella están viviendo un sueño, como decía al principio. Y ojalá el sueño de ellos, se vuelva un sueño recurrente para los cineastas uruguayos y también para el público de nuestro país.
“Whisky” (2004)
Dir: Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella
Guión: Pablo Stoll, Juan Pablo Rebella y Gonzalo Delgado Galiana
Con: Andrés Pazos, Mirella Pascual, Jorge Bolani, y la participación especial de Ana Katz y Daniel Hendler.
Por Patricia Farías.
Artículo publicado originalmente en diciembre de 2008.
Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, los dos de 31 años, están viviendo un sueño. El sueño de hacer cine en el Uruguay, y tener éxito además.
Un éxito sin precedentes, cuando uno piensa en que esta película ha cosechado elogios por todos los lugares donde ha pasado, incluso cuando se trataba de un guión: localmente, ganó el premio FONA (Fondo para el Fomento y Desarrollo de la Producción Audiovisual Nacional) e internacionalmente el premio NHK 2003 en el Festival de Sundance. Ya como película, la lista sigue: Cannes (FIPRESCI y 2º lugar en el premio “Un certain regard”), España (Goya a la mejor película extranjera), Perú (mejor actriz, mejor guión), Brasil (película, actriz) y… Japón (primer premio Festival de Cine de Tokyo).
Pero… ¿qué puede tener en común Japón con una película uruguaya? ¿Sería esta historia comprensible para un público tan ajeno a las cosas nuestras? Es lo que pensaba yo antes de ver esta película. “Whisky” es una historia simple, “pequeña” como dicen los propios directores, donde “lo importante no es tanto la historia o lo que se dice, sino más bien lo que no se dice”. También antes de verla, había leído que se la podía comparar con “El hombre sin pasado”, de Aki Kaurismäki (2002), película que tuve oportunidad de ver en esos cada vez más frecuentes estrenos de cine europeo en Montevideo. La comparación me parecía un tanto aventurada, entre otras cosas porque la película finlandesa me resultó bastante ajena a mí, me sentí alejada de la historia completamente: tal vez sin dudas, porque no es el tipo de película que usualmente llega a este país.
Sin embargo, viendo “Whisky”, es cierto que hay puntos en común, y por eso he podido valorar de otro modo la película de Kaurismäki… Y es que esta historia es tan simple y sin vueltas como la otra, sólo que está rodeada de elementos familiares, costumbres uruguayas, y una ideología común: no hay nada ajeno esta vez, por supuesto.
Hacer cine en el Uruguay es una tarea laboriosa. Mucho, y se ve a simple vista cuando se lee la ficha de las películas uruguayas: en este caso es una coproducción de Uruguay, Argentina, Alemania y España. Todas las películas filmadas aquí se producen de esta manera: en el Uruguay hay talento, pero muchas veces los recursos son escasos. Sin embargo y pese a todo, las últimas películas uruguayas han tenido cierto éxito afuera. Los ejemplos más recientes son “En la puta vida” (2001) de Beatriz Flores Silva, “Corazón de Fuego” (2002, también conocida como “El último tren”) de Diego Arsuaga, y “El viaje hacia el mar” (2003), de Guillermo Casanova, basada en un cuento de Juan José Morosoli.
Hacer cine en el Uruguay cuesta, y los que estudian y se preparan para ello, apuestan a la fe, a la voluntad y a la idea de que “se puede”.
Así pues, Stoll y Rebella (que debutaron con muchos elogios con “25 watts” en 2001), empezaron la aventura de filmar esta historia, cosa que hicieron en ocho semanas en los meses de julio y agosto de 2003, pleno invierno en nuestro país. Durante la filmación afrontaron problemas tragicómicos, como la venta del destartalado auto de Jacobo Köller, que ya habían usado en otras escenas, y fue vendido a un depósito de chatarra. También afrontaron el problema de cómo filmar tal y como se lo habían propuesto: con la cámara inmóvil. Esto traía problemas con el encuadre, como ellos mismos cuentan en el sitio oficial de la película, pero finalmente se mantuvieron en esa línea y el resultado, a su parecer, es el deseado: “como en un libro de cuentos infantiles, ir entrando escena a escena en el pequeño mundo de la narración”. Un tiempo antes de la filmación, habían comprado un cómic, y según Juan Pablo Rebella, “Cuando lo vimos, sentimos que habíamos encontrado algo que trasmitía visualmente un ambiente similar al concepto que teníamos para filmar el guión”.
La historia
“hoy es lo mismo que ayer
es su vida sin mañana” (Ali Primera)
Jacobo y Herman Köller son dos hermanos de alrededor de 60 años, judíos, y ambos se dedican a la fabricación de medias. La gran diferencia es que mientras Jacobo (Andrés Pazos) se ha quedado en el Uruguay y su fábrica va cuesta abajo, Herman (Jorge Bolani) vive en Brasil hace veinte años y es, para los estándares familiares, un empresario exitoso.
Por su parte, Jacobo ha cuidado a la madre de ambos hasta su muerte, que por algunos detalles que vemos en el departamento de éste, sucedió luego de una larga enfermedad.
Jacobo es soltero, pero además es solitario, poco comunicativo, hasta amargado. Sus días son siempre iguales: desayuna en un bar cercano a su casa, donde el vendedor de periódicos siempre hace el mismo comentario (típicamente uruguayo) sobre “cómo anda ese cuadrito (de fútbol)” y si “sube o no sube” (de categoría); luego llega a su fábrica, donde lo espera todos los días Marta (Mirella Pascual), su mano derecha, la empleada de más antigüedad en el negocio..
Todos los días el diálogo es el mismo: “Buenos días”, dice él; ella responde “Buenos días, Don Jacobo”. Y hasta ahí. Jacobo sube la cortina de metal de la puerta de la fábrica (parecida a una entrada de garage, y muy común en la zona de Montevideo donde está filmada… pero bastante más tétrica que otras pequeñas empresas familiares) y entran.
Una vez dentro, mientras Jacobo enciende luces y máquinas, Marta entra al vestuario, se pone una túnica, se recoge el cabello… y sube a prepararle un té a Jacobo. Se lo lleva, hablan de cosas del negocio y ella trata - a veces, y sin éxito - de hablar de algún otro tema, así se trate de la reparación de una cortina del local. Estas escenas se repiten, estableciendo claramente la rutina diaria y la interacción entre los dos personajes.
Así las cosas, Marta seguramente es indispensable para Jacobo, pero también es invisible. La cámara también nos muestra una y otra vez los engranajes de las ya antiguas máquinas que tejen las medias (siempre el mismo diseño a rombos, parecería, además), como si cada persona en la fábrica fuera a su vez parte de esa maquinaria.
A la vez vemos la rutina de Marta después del trabajo: controla los bolsos de las empleadas (algo muy común en ese tipo de fábrica y que tal vez se siga haciendo) para verificar que no se llevan mercadería, las saluda todos los días igual con un “hasta mañana si Dios quiere” y luego cierra el negocio junto a su patrón. Sube a un ómnibus donde va escuchando música romántica de los 60 y 70, a veces va a su casa y otras al cine, sola. Marta rara vez dice algo en esas secuencias, pero sus gestos son clarísimos: es una mujer desencantada, no amargada tal vez, pero con una tristeza muy grande. Si pudiera elegir, su vida sería otra.
Un día esa aparentemente rutina se ve rota, porque ha llegado el primer aniversario del fallecimiento de la madre de Jacobo. Es el momento de la matzeiva o matzevá (literalmente, “lápida”), que es una ceremonia judía que normalmente se lleva a cabo una vez terminado el luto por el fallecido; esto puede ser al año, aunque aparentemente no hay un plazo establecido. La ceremonia consiste en colocar la lápida sobre la tumba del fallecido.
Como es una ceremonia solemne, Jacobo se ve obligado a avisar a su hermano Herman, para que viaje a Montevideo. Jacobo le envía un fax cortísimo, donde ya vemos que los hermanos tienen poco para decirse. Ahora bien, como para Jacobo su hermano es el exitoso, que está casado y tiene dos hijas, se le ocurre una extraña idea tal vez para no parecer tan fracasado a los ojos de Herman: le pide a Marta que lo ayude “unos días, en la casa”… en realidad, lo que le pide es que se haga pasar por su esposa.
Y Marta acepta, con mucho más interés del que Jacobo tiene. Se muda al departamento, lo ordena (Jacobo vive casi como si recién se hubiera mudado, las cosas de su madre por todas partes todavía), lo embellece dentro de lo posible. Y hace que Jacobo vaya con ella a sacarse una fotografía para hacer más creíble su reciente matrimonio, a lo que Jacobo accede, y resulta hasta graciosa su tremenda “cara de foto” cuando el fotógrafo les dice el clásico “digan whisky!” para mantener la sonrisa para la fotografía. Y es que en el Uruguay, es lo que se dice normalmente, aunque hay otras opciones: “whisky”, precisamente.
Porque diciendo “whisky” la foto sale bien, sin importar lo que pase en realidad, o cómo se sienta el fotografiado.
Así, con la llegada de Herman ese equilibrio diario se rompe, como se rompe una media salida de la máquina justamente antes de que Jacobo vaya a recoger a su hermano. En “Whisky”, hay pequeñas cosas que pueden pasar desapercibidas, que dicen mucho más que las palabras: esa media rota, un imán decorativo en el refrigerador que cambia significativamente de posición, casi expresando los pensamientos de Jacobo sobre su hermano…
Herman es toda una sorpresa, sobre todo para Marta, porque él parece ser todo lo contrario a su hermano: es alegre, “entrador” como diríamos aquí, un poquito seductor pero sin pasar los límites aceptables. Es inevitable que hable sobre su negocio y su familia, por supuesto, y sin querer, pareciera que hace alarde de lo bien que le va.
Los hermanos intercambian regalos en el aeropuerto (medias, por supuesto), y hacen el intento de conversar durante la cena. Jacobo está cada vez más incómodo, sobre todo porque Marta parece revivir durante la charla con su supuesto cuñado. Mayor aún la incomodidad cuando Herman muestra las fotos de sus hijas, una de ellas va a ser “la primera doctora de la familia”, comentario muy común sobre en generaciones pasadas en el Uruguay, donde tener un hijo médico, abogado, contador o ingeniero era lo máximo para las familias de inmigrantes e incluso para las más humildes que veían en esos títulos el premio a sus esfuerzos y sacrificios (ver “M’hijo el dotor”, del dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez).
En realidad, cualquier cosa que venga de Herman le resulta molesto a su hermano y a veces al espectador los comentarios de Herman suenan un poquito a alarde tal vez involuntario; por eso Jacobo frustra cualquier intento de diálogo y que está deseoso de terminar de una vez por todas con la ceremonia y poner a su hermano otra vez en el avión de vuelta a Brasil.
Pero cuando ya está terminada la parte protocolar, y Jacobo ya se empieza a ver liberado de su hermano, resulta que éste los invita a pasar unos días por Piriápolis. Este balneario fue escenario de las vacaciones de los hermanos en su niñez, por lo que (Herman al menos) tienen recuerdos agradables de él. Pero resulta que Piriápolis (balneario fundado en 1893 por Francisco Piria, con el nombre de “Balneario del Porvenir”), que en verano es un lugar muy concurrido por uruguayos que buscan la mezcla de tranquilidad y algo de vida nocturna y también por turistas que visitan su Argentino Hotel (donde se filmaron los interiores del hotel en la película), en invierno es exactamente como lo vemos en “Whisky”: está muerto, apagado… y más aún con días grises como los de la filmación.
Esos días en Piriápolis agravan la situación, porque Marta se empieza a revelar como una mujer mucho más alegre de lo que Jacobo cree y hasta atractiva, y ese cambio en realidad es debido a las atenciones de Herman. No hay ningún acercamiento entre Marta y Jacobo, aunque compartan una habitación: pero parecería que él siente que en cierto modo “se la están robando”. Del tiempo que pasan en Piriápolis, la mayor parte Marta lo pasa con Herman. Hay una falsa alegría en todo, como si Herman tratara de imprimir vitalidad, aunque sea forzada, en su estadía allí: y más “whisky”, claro, para una foto de los tres.
Por la noche salen a un bar bastante tristón, donde Herman hace un torpe intento de resarcir a su hermano, ofreciéndole dinero para “compensar” los años de dedicación de Jacobo a su madre enferma. Peor aún, sugiere que ese dinero le hará falta en su negocio: Jacobo lo rechaza, pero luego sin que lo vean lo toma y tratará de deshacerse de él en el casino, con resultados inesperados y que tendrán su efecto al final, que los directores dejan abierto a la interpretación (o al deseo) de los espectadores.
Finalmente llega a su fin la estadía, Herman y Marta se despiden solos en una cafetería en Piriápolis donde otra vez hay mucho que no se dice y que Herman evita que se diga también, y luego los tres van al aeropuerto. Y entonces, Marta y Jacobo vuelven a Montevideo, al departamento de él, donde Marta hace su equipaje para irse a su casa, medio esperando que le digan que no se vaya… Jacobo le llama un taxi, y Marta se va: por el espejo retrovisor la vemos en una imagen muy fuerte y que podría pasar desapercibida.
Pero… ¿qué puede tener en común Japón con una película uruguaya?
La respuesta es simple: todo. Porque esta película uruguaya no es completamente local, a pesar de estar plagada de cosas reconocibles por los uruguayos como propias (expresiones, el vendedor de diarios, la ida a la cancha al partido de un cuadro chico, etc.), su argumento es común a cualquier cultura.
La soledad, el resentimiento, las cuentas pendientes familiares, todo eso se comprende más allá de la ideología de un país, más allá del idioma. En muchas familias está el que se fue, el que se quedó y enfrentó la enfermedad de uno de los padres que al final, se siente inevitablemente como una injusticia. En muchas familias está el que busca excusas patéticas como el trabajo y la distancia para nunca, en veinte años haber tenido tiempo de visitar a su familia en su ciudad natal.
Y siempre habrá una mujer sola, triste, a la cual un poco de atención y una mirada que la reconozca como mujer, hagan que las líneas de amargura de su rostro cambien y se transforme en una señora atractiva, alegre, ocurrente.
Los actores merecen un aparte, porque son los que se ocupan de que la historia nos “entre”. Andrés Pazos logra que Jacobo no nos resulte tan desagradable con su forma de ser, su andar encorvado, su perpetuo malhumor. Más bien lo comprendemos, por momentos. Jorge Bolani logra lo mismo con Herman, porque podría resultar un ser insoportable con su aire de empresario superado dándole consejos a su hermano; y más aún con su desinterés por todo lo que no sea él mismo.
Mirella Pascual hace que Marta sea el centro muchas veces porque queda como atrapada entre los dos hermanos. Su cambio, de ser esa mujer de rasgos contraídos, de mirada apagada, a la mujer que habla y hasta coquetea con su “cuñado” es tan gradual y delicado que disfrutamos ver a Marta iluminándose por dentro, y sonreímos al verla.
Así que “Whisky”, que es una película uruguaya como recalcaron al ganar el Goya sus directores, es una historia universal; sin finales estudiadamente felices ni adornos de ningún tipo: la historia es lo que es, y sola se basta a sí misma.
Mientras, Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella están viviendo un sueño, como decía al principio. Y ojalá el sueño de ellos, se vuelva un sueño recurrente para los cineastas uruguayos y también para el público de nuestro país.
“Whisky” (2004)
Dir: Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella
Guión: Pablo Stoll, Juan Pablo Rebella y Gonzalo Delgado Galiana
Con: Andrés Pazos, Mirella Pascual, Jorge Bolani, y la participación especial de Ana Katz y Daniel Hendler.
Gigante, film uruguayo de Adrián Biniez. Por Patricia Farías.
Patricia Farías.
Jara (el actor de teatro Horacio Camandulle, en su primera aparición en cine) es un empleado de seguridad en un Hipermercado de Montevideo, donde trabaja en el turno de la noche, turno en el que poco hay que hacer salvo mirar los monitores y pasar el rato entre mates, crucigramas y su música preferida. También trabaja como guardia de seguridad en una disco-pub de la ciudad. Por su aspecto, Jara es un hombre intimidante, tiene una expresión por momentos adusta, pero detrás de esa apariencia se esconde un hombre sumamente tímido y de corazón tierno.
Su trabajo, que básicamente consiste en estar solo no ayuda a que su timidez disminuya. Esta es la rutina en la vida de Jara hasta que a partir de un incidente laboral le llama la atención Julia (la actriz Leonor Svarcas), una de las empleadas encargadas de la limpieza nocturna en el hipermercado.
A partir de ahí, la vida de Jara se transforma en seguir los pasos de Julia a través de los monitores, llegando incluso a modificar sus rutinas diarias fuera del trabajo, llegando a comportarse por momentos como un enorme ángel de la guarda capaz de impartir una justicia muy particular. La muchacha por su parte no repara en ese seguidor, y en el trabajo él es solamente alguien a quien saluda brevemente si se encuentran en un pasillo. La pregunta es si Jara podrá o no superar su timidez…
Esta es la línea argumental de Gigante, estrenada en Montevideo el 22 de mayo, una película que ha sido definida salomónicamente por su director, Adrián Biniez (34 años, argentino radicado hace 5 años en Montevideo) como “una película uruguaya hecha por un argentino”, en un intento de dirimir las controversias que ya se han planteado sobre la nacionalidad de la película. Según su director, Gigante está realizada con actores y técnicos uruguayos, y “fue pensada en Uruguay, con imágenes uruguayas”.
Hace meses se empezó a escuchar hablar de Gigante, y su éxito en el exterior hizo que todos esperáramos con mucha intriga su estreno para verla. Se trata de una película simple, incluso en sus actuaciones, con muy pocos diálogos porque la historia y los cambios que experimenta Jara tienen que ser vistos a través de los enormes ojos claros del protagonista.
Esta película simple ha ganado tres importantes premios en la 59ª edición del Festival de Berlín (Gran Premio del Jurado, Premio Alfred Bauer, Mejor Opera Prima), lo cual fue una sorpresa para el propio director, quien confiesa que fue terminada 48 horas antes de presentarla en el festival, y que incluso ahora seguiría retocando detalles de su obra. Cuenta una historia íntima pero con la que se puede sentir identificado cualquier espectador, de ahí tal vez este éxito fuera de nuestro medio y la aceptación que según cuenta su director, percibió en el público: un éxito al cual el cine uruguayo parece estarse acostumbrando poco a poco.
Para quien guste de películas con gran despliegue de efectos o con historias complejas, este tipo de historia donde las escenas se repiten, como se repiten las cosas que diariamente hacen los personajes, y donde no hay demasiados diálogos, seguramente Gigante resultará incluso lenta. Sin embargo, es una película que no pretende ser más de lo que es, que cuenta una historia simple en forma sencilla y desde el humor muchas veces, un humor que trasciende fronteras a partir de la tremenda timidez del personaje central. Y ahí está el encanto de la película. Tal vez el encanto radica en no haber sido hecha para cosechar premios, y sin embargo haberlos cosechado de todos modos. En cuanto al cine uruguayo, también sale de lo común ese enfoque de sencillez y humor, ya que como antes hemos comentado muchas veces el cine nacional ha tenido la tendencia a caer en cierta solemnidad y “depresión”, que hacía que muchos espectadores simplemente, esquivaran el ver películas nacionales.
El sueño de los cineastas uruguayos –o para el caso, de este argentino que eligió el Uruguay para vivir-, del que hablábamos en ocasión del estreno de Whisky, ese sueño de hacer cine en Uruguay y que te vaya bien, parece seguir convirtiéndose lentamente en una realidad.
Ficha técnica:
Director: Adrián BiniezUruguay / Argentina / Alemania / HolandaFicción, 35 mm, colorDuración aproximada: 90 minProducción: Control Z filmsEn coproducción con: Rizoma Films (Argentina) / Pandora Films (Alemania) / IDTV (Holanda)Producción ejecutiva: Fernando Epstein / Agustina ChiarinoEn asociación con: Ibermedia / MVD Socio AudiovisualCon el apoyo de: ZDF/ Arte, HBF, Festival de La Habana Latinoamerica Primera Copia, Filmfstintung NRW
Jara (el actor de teatro Horacio Camandulle, en su primera aparición en cine) es un empleado de seguridad en un Hipermercado de Montevideo, donde trabaja en el turno de la noche, turno en el que poco hay que hacer salvo mirar los monitores y pasar el rato entre mates, crucigramas y su música preferida. También trabaja como guardia de seguridad en una disco-pub de la ciudad. Por su aspecto, Jara es un hombre intimidante, tiene una expresión por momentos adusta, pero detrás de esa apariencia se esconde un hombre sumamente tímido y de corazón tierno.
Su trabajo, que básicamente consiste en estar solo no ayuda a que su timidez disminuya. Esta es la rutina en la vida de Jara hasta que a partir de un incidente laboral le llama la atención Julia (la actriz Leonor Svarcas), una de las empleadas encargadas de la limpieza nocturna en el hipermercado.
A partir de ahí, la vida de Jara se transforma en seguir los pasos de Julia a través de los monitores, llegando incluso a modificar sus rutinas diarias fuera del trabajo, llegando a comportarse por momentos como un enorme ángel de la guarda capaz de impartir una justicia muy particular. La muchacha por su parte no repara en ese seguidor, y en el trabajo él es solamente alguien a quien saluda brevemente si se encuentran en un pasillo. La pregunta es si Jara podrá o no superar su timidez…
Esta es la línea argumental de Gigante, estrenada en Montevideo el 22 de mayo, una película que ha sido definida salomónicamente por su director, Adrián Biniez (34 años, argentino radicado hace 5 años en Montevideo) como “una película uruguaya hecha por un argentino”, en un intento de dirimir las controversias que ya se han planteado sobre la nacionalidad de la película. Según su director, Gigante está realizada con actores y técnicos uruguayos, y “fue pensada en Uruguay, con imágenes uruguayas”.
Hace meses se empezó a escuchar hablar de Gigante, y su éxito en el exterior hizo que todos esperáramos con mucha intriga su estreno para verla. Se trata de una película simple, incluso en sus actuaciones, con muy pocos diálogos porque la historia y los cambios que experimenta Jara tienen que ser vistos a través de los enormes ojos claros del protagonista.
Esta película simple ha ganado tres importantes premios en la 59ª edición del Festival de Berlín (Gran Premio del Jurado, Premio Alfred Bauer, Mejor Opera Prima), lo cual fue una sorpresa para el propio director, quien confiesa que fue terminada 48 horas antes de presentarla en el festival, y que incluso ahora seguiría retocando detalles de su obra. Cuenta una historia íntima pero con la que se puede sentir identificado cualquier espectador, de ahí tal vez este éxito fuera de nuestro medio y la aceptación que según cuenta su director, percibió en el público: un éxito al cual el cine uruguayo parece estarse acostumbrando poco a poco.
Para quien guste de películas con gran despliegue de efectos o con historias complejas, este tipo de historia donde las escenas se repiten, como se repiten las cosas que diariamente hacen los personajes, y donde no hay demasiados diálogos, seguramente Gigante resultará incluso lenta. Sin embargo, es una película que no pretende ser más de lo que es, que cuenta una historia simple en forma sencilla y desde el humor muchas veces, un humor que trasciende fronteras a partir de la tremenda timidez del personaje central. Y ahí está el encanto de la película. Tal vez el encanto radica en no haber sido hecha para cosechar premios, y sin embargo haberlos cosechado de todos modos. En cuanto al cine uruguayo, también sale de lo común ese enfoque de sencillez y humor, ya que como antes hemos comentado muchas veces el cine nacional ha tenido la tendencia a caer en cierta solemnidad y “depresión”, que hacía que muchos espectadores simplemente, esquivaran el ver películas nacionales.
El sueño de los cineastas uruguayos –o para el caso, de este argentino que eligió el Uruguay para vivir-, del que hablábamos en ocasión del estreno de Whisky, ese sueño de hacer cine en Uruguay y que te vaya bien, parece seguir convirtiéndose lentamente en una realidad.
Ficha técnica:
Director: Adrián BiniezUruguay / Argentina / Alemania / HolandaFicción, 35 mm, colorDuración aproximada: 90 minProducción: Control Z filmsEn coproducción con: Rizoma Films (Argentina) / Pandora Films (Alemania) / IDTV (Holanda)Producción ejecutiva: Fernando Epstein / Agustina ChiarinoEn asociación con: Ibermedia / MVD Socio AudiovisualCon el apoyo de: ZDF/ Arte, HBF, Festival de La Habana Latinoamerica Primera Copia, Filmfstintung NRW
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