18 febrero 2017

Asesino / Tueur a gages, de Darezhan Omirbaev

Francisco Peña.

Dentro de la XXXIV Muestra Internacional de Cine se proyecta la película Asesino, del director Darezhan Omirbaev.


Nacido en 1958 en la ex-república soviética de Kazakhstán, el director toma una anécdota de la vida cotidiana para mostrar el deterioro social que siguió a la desintegración de la URSS y la entrada irrestricta del capitalismo salvaje a dicho territorio.


Con una producción sencilla, sin pretensiones, que no oculta su carencia de medios financieros y simple en su narración visual, Omirbaev quiere mostrar una situación de desintegración.



Con base en la historia de un chofer que pierde su trabajo luego de un accidente automovilístico, el director se limita a exponer el caso sin juzgar. La fuerza misma de la anécdota basta para mostrar el drama al espectador.

Marat, el chofer, vive en un delicado equilibrio de ingresos - gastos, en un país donde se han perdido los valores morales y comunitarios. Se convierte en símbolo de la pulverización de la clase media que ha asolado la economía de la mayor parte de los países que han entrado en la famosa globalización económica.

Omirbaev recurre a un prólogo para que su público entienda el contexto en el que vive su personaje. En pocas palabras, luego de la caída de la URSS, la inestabilidad económica se extiende hasta crear una inestabilidad psicológica. Cada quien para sí mismo y el dinero contra todos.


La queja concreta surge de una voz en off que emana de una cinta que oye su jefe, un conocido científico. "No todos podemos ser especuladores o comerciantes... Si no robo, alguien más lo hará". Es la queja de un hombre con principios que ve como la ciencia es reemplazada por la banca financiera, como la medicina social es sustituida por la medicina usurera.

Si eso pasa en lo general, la vida del chofer Marat no hace más que encarnar esa caída al vacio. Un choque entre su vieja camioneta y un Mercedes Benz lo arroja al remolino de la falta de dinero.


El dueño del Mercedes lo obliga a pagar porque el accidente es culpa de Marat. No tiene con que pagar y sostener a la familia, así que recurre a su hermana. Pero los ahorros de su familiar se evaporaron en un fondo financiero controlado por especuladores y vulgares ladrones: el resultado es clase media timada y la desaparición de los ahorros de toda una vida.

Luego acude a su amigo Oleg, que maneja un antro de strip tease. En medio del baile de tres bellas mujeres encuentra la salida más fácil (y falsa) que es pedir dinero prestado con intereses usureros. Se libera del primer compromiso pero cae en uno peor.

Trata de hacer negocio, pide prestado más y obtiene un auto comprado en Alemania para luego venderlo en su país. Unos motociclistas rusos -calcados de cualquier film estadounidense- lo dejan a pie.


Al final, debe una nada despreciable cantidad de 12,080 mil dólares, deuda acumulada en sólo 42 días. La solución que le proponen es simple: deuda cancelada si asesina a un periodista que causa problemas por denunciar los turbios negocios del grupo con el que se relaciona el prestamista.

En todo lo que narra Asesino, de Omirbaev, no hay nada que sorprenda al público latinoamericano. Fraudes especulativos, quiebras financieras, ahorros desaparecidos, caída en el ambulantaje como forma de vida y desempleo son situaciones que nuestros países viven a diario.

La desesperación, la impotencia, la destrucción de valores, el venderse a sí mismo como única salida para buscar un poco de bienestar para la familia es algo que gran parte de la población de Latinoamérica conoce de cerca.


En el caso de Rusia y las ex-repúblicas de la Unión Soviética, el proceso de desintegración y caos ha sido más corto pero no por ellos más intenso y doloroso que en nuestros países. Al igual que en Latinoamérica, se supuso que la globalización económica traería un crecimiento de la clase media y una mejor distribución social de la riqueza: al igual que en América Latina, sólo se consiguió la pulverización de la clase media y una situación social más injusta.

En el cine ruso encontramos un ejemplo reciente de radiografía de la corrupción, donde sólo los inmorales o los gangsters sobreviven: De monstruos y hombres, de Aleksei Balavanov, con Dinara Drukarova.

En ambas películas la clase media se hace pedazos ante la presencia de mafiosos y se ve como, sin sorpresas, los negocios que más florecen y dejan dinero son los relacionados con el sexo. En Asesino es un antro tipo table dance, en Monstruos y hombres es la pornografía filmada.


También en ambas cintas el trabajo honesto es arrancado de raíz y se le muestra como inútil. Las dos películas remarcan la ausencia de la autoridad y de la ley; el vacío lo llenan las mafias, que controlan la vida social.

Luego de 10 años de la caída del Muro de Berlín, causado por una lucha social intensa contra un sistema que no dejaba resquicios a la libertad individual al grado de destruir el tejido social, ahora se ven signos artísticos que hablan de que se ha llegado al extremo contrario. El libertinaje individual del capitalismo salvaje desgarra el mismo tejido social y pone en riesgo o elimina cualquier manifestación de justicia social.

Ese delicado equilibrio entre libertad de los individuos y justicia social no se ha alcanzado. En el cine resultan tan perturbadoras películas como Asesino y De monstruos y hombres como El hombre de mármol y El hombre de hierro.

No se sabe si surgirá realmente una Tercera Vía que concilie libertad y justicia sin extremismos. Uno se pregunta, ¿qué hacer? Queda, como marcan las frases del periodista en Asesino, trabajar para que después del invierno venga la primavera.

El deseo por vivir la primavera es algo que aún no puede secuestrar ni matar la mafia rusa.

ASESINO / TUEUR A GAGES. Kazakhstan - Francia, 1998. Producción: Artcam International, Kadam, Joèl Farges, Elise Jalladeau, Gaziz Shaldybaed. Dirección: Darezhan Omirbaev. Guión: Limara Jeksembaeva y Darezhan Omirbaev. Fotografía en color: Boris Troshev. Edición: R. Beliakova. Intérpretes: Talgat Assetov (Marat), Roksana Abouova (Aijan). Duración: 80 minutos. Distribución: Cineteca Nacional.