21 marzo 2016

Amanecer de un siglo, El / Sunshine, film de István Szabó

Francisco Peña.


Todos tienen derecho a hacer su Novecento (Bertolucci, 1976). Es decir, todo cineasta tiene derecho a narrar un tiempo histórico de su patria que abarque ciertos periodos de su elección.

En esta ocasión nos referimos a la cinta El amanecer de un siglo / Sunshine, del maestro húngaro István Szabó. Su película abarca en tres horas aproximadamente de 1870 a 1990 en la vida de la familia Sonnenschein – Sors (tres generaciones), mientras que Bertolucci cubre sólo 45 años en seis horas.



Pero el intento fílmico de Szabó se da en un contexto social diferente: no son las mismas circunstancias las de 1976 y 1999 ya que el mundo ha cambiado en más de un sentido. Esto se refleja en el transfondo del guión de El amanecer de un siglo.

El espectador se enfrenta a una película de factura impecable, hermosa, hecha por la mano de un verdadero maestro del cine; pero que gira alrededor de una historia cuyo guión refleja en su tratamiento la globalización económica actual, la “muerte de las ideologías”, la actitud “políticamente correcta” frente a sus espectadores.

István Szabó deja atrás en El amanecer de un siglo, sin perder su espléndido arte cinematográfico de realización, el perfecto entramado entre personajes – sociedad - historia que había logrado conjuntar en cintas anteriores como Mefisto (1981), Hanussen (1988) y El coronel Redl (1985); aun Un encuentro con Venus (1990) conservaba con fuerza la relación entre estos tres elementos, a pesar de ser una co-producción europea que ya apuntaba hacia la globalización cinematográfica actual.


Los episodios que componen este mural cinematográfico en sí mismos son de excelente factura y de gran riqueza visual, destacando el tiempo del Imperio Austro-húngaro hasta el final de la Primera Guerra Mundial, el periodo de Entre Guerras y la Segunda Guerra Mundial. El problema está en que las uniones entre los periodos históricos y el hecho de que los personajes pasan de uno al otro desdibujados.

Es decir, Szabó se concentra demasiado en la historia y dramas de la familia Sonnenschein (que tienen ciertos rasgos biográficos de la familia del cineasta) y descuida los contextos sociales y políticos que ocurrieron en la historia de Hungría, que finalmente motivan en el film lo que le sucede a esta familia judía.

Fiennes y Szabó.

Muchas situaciones político-sociales se explican apresuradamente por dos vías: la voz en off del personaje que narra la cinta (Iván Sors – Sonnenschein) o el diálogo abrumador entre los personajes. Poco se ve de las convulsiones por las que atravesó Hungría a través del siglo XX, a pesar del uso de material de archivo en blanco y negro al que se le intercala material actual con la presencia de los actores, especialmente de Ralph Fiennes.

Ambas herramientas de expresión, voz en off y diálogos, son perfectamente legítimas en el cine. Pero en este caso específico se usan para servir apresuradamente de puente entre situaciones históricas muy importantes, que deberían ser mostradas al cinéfilo con mayor profundidad para que éste comprendiera mejor las motivaciones y conductas de los distintos miembros de la familia Sonenschein – Sors: su cambio de apellido, su conversión, sus relaciones interpersonales y su política general de asimilación a la sociedad húngara a lo largo del film.

Fiennes como Adam Sors, se casa.

El único punto que queda claro es el antisemitismo, que pasa por distintas modalidades de expresión (de latente hasta el Holocausto) en la sociedad húngara; pero da la impresión de que a Szabó no le dio tiempo de relacionarlo con otros fenómenos sociales que interactuaban al mismo tiempo, para mitigarlo o exacerbarlo hasta grados criminales inimaginables.

En ese sentido, a pesar de la extraordinaria escena donde el campeón olímpico de sable Adam Sors es asesinado, de la presión nazi expresada en los diálogos de los miembros de la familia, el contexto social en que se mueven los Sonnenschein – Sors se siente desdibujado. Vemos sus acciones, sus tragedias personales, pero no se sienten ligadas al contexto histórico en que están ubicadas.

Szabó.

Esto ocurre en todos los periodos históricos que cubre la cinta, algunos de los cuales han sido presentados por el mismo István Szabó en cintas anteriores suyas. El antisemitismo y racismo están presentes en su visión del imperio Austro-húngaro en el Coronel Redl, en el periodo nazi con Hanussen y en ciertos momentos del régimen socialista como en Encuentro con Venus. Esto no es resultado de un aislamiento de los personajes frente a su sociedad porque los diálogos, el pietaje de archivo y la voz en off tratan de crear esa liga. No es el aislamiento de una familia judía ante la amenaza fascista lo que se proyecta, a diferencia del tratamiento de esta situación en El jardín de los Finzi – Contini (cinta italiana de De Sica, 1970).

El problema está en el guión que, con todo derecho, trata de compendiar el interés de sus creadores por mostrar la historia de una familia judía en Hungría en el siglo XX. Su economía del relato falla porque se concentra en la psicología y acción de los personajes sin un contexto fuerte, lo que termina por hacerlos opacos. Momentos de gran intensidad pudieron ser mejores si se hubiera logrado el balance entre personajes – sociedad – historia.


El único personaje que “brinca” este problema es precisamente el que menos trata de justificarse política y socialmente en el guión de la cinta: Valerie Sonnenschein – Sors (Jennifer Ehle y Rosemary Harris). Valerie es quien muestra la mayor vitalidad, amor a la vida y capacidad de adaptación ante los cambios y, claro, la única que ejerce la actividad artística. En ese sentido, Szabó es fiel a sí mismo y a sus anteriores películas al mostrar al personaje más independiente, maduro y emocionalmente capaz de aprender de las circunstancias.

Ehle, izquierda, Fiennes derecha.

Al inicio de la cinta, en el periodo del Imperio Austro-húngaro, Valerie se enamora de su primo Ignatz; pero es ella quien lucha por ese amor al grado de vencer la oposición familiar al casamiento. Szabó ha dicho de Valerie que es “el héroe silencioso de la cinta”; mientras que define a Ignatz como “un hombre que quiere ser aceptado como miembro del círculo que gobierna la nación. Es un judío de clase media que quiere integrarse a tal grado de abandonar a la mujer que ama”.

En ese movimiento de integración a la sociedad húngara, la familia Sonnenschein pasa por varias fases significativas.

Emmanuel, patriarca de la familia, dueño de la fórmula del licor Sonnenschein que le da fortuna, es heredero de la tradición judaica que mantiene viva en la medida de lo posible. La siguiente generación, sus dos hijos Ignatz y Gustave y la hija que su hermano –Valerie- criada como hija, deciden cambiar su apellido a Sors por ventajas sociales y ante la presión del Imperio. Esta es la primera generación de la que habla la película. Szabó se centra en esta parte del film en un triángulo amoroso entre los tres “hermanos”, las iniciativas de Valerie, la carrera política de Ignatz hasta que se ve frenada por su propia honestidad, su actividad en la Primera Guerra Mundial y su estima a toda prueba por el emperador Franz-Josef.


A pesar de que el personaje central de la narración es Ignatz, Valerie se roba la cámara cada vez que aparece en pantalla con sus iniciativas amorosas y sexuales: “Ya estamos condenados. Más vale que lo disfrutemos”. Pero el carácter de ambos es muy distinto...

La segunda generación está representada por Adam Sors (Ralph Fiennes de nuevo, con bigote). Él da el siguiente paso en el proceso de “asimilación”: se convierte al catolicismo por conveniencia y deja atrás la herencia religiosa de sus antepasados.



Esta conversión se debe al deseo de ser un triunfador en el deporte de la esgrima en su especialidad de sable. El hecho de ser judío lo confina a no participar en el Club de Esgrima de los militares, que tienen el monopolio de los campeonatos nacionales húngaros y la asistencia a los Juegos Olímpicos. Adam ya tiene otro apellido pero ahora cambia de religión. Lo peor que le puede ocurrir a alguien es que se cumplan sus deseos: Adam es campeón olímpico de esgrima en sable en las Olímpiadas de Berlín de 1936, ante un auditorio lleno de uniformes de la SS.


Es Adam quien sufre la persecución antisemita nazi y del gobierno fascista de Hungría, a pesar de ser un reconocido campeón y haber sido usado por el régimen con fines propagandísticos.

Pero a partir de estas secuencias el film toma un tono de menor dramatismo. Por ejemplo, en la secuencia en donde toda la familia escucha por radio la promulgación las leyes antisemitas se basa en la reacción de si sus miembros están exentos de sus peores características legales.

El espectador no siente la injusticia y la peligrosidad de esa legislación porque la película se concentra en las situaciones melodramáticas entre personajes (infidelidad, sexo, obligaciones familiares). En cambio, se puede citar a Europa, Europa / Hitlerjunge Salomon (Agniezska Holland, 1990) o El pianista (Roman Polanski) donde dichas leyes se observan en toda su crueldad y paradoja por el efecto que tuvieron en la vida cotidiana de la gente (la cinta está basada en un hecho real).

La actriz Molly Parker.

El periodo de entrenamiento en esgrima de Adam Sors, los condicionamientos sociales y la filmación de la justa olímpica en que participa Adam son de las secuencias más logradas de la cinta. Es donde más brilla la realización de Szabó porque las liga con el contexto político-social, que es más evidente en beneficio de los personajes. El asesinato de Adam es una de las escenas más fuertes del film por su crudeza, injusticia y el sadismo con que es ejecutado. Szabó crea aquí el momento cumbre de la película.

Fiennes como Adam Sors.

La tercera generación está representada por Iván Sors (¡por tercera vez Ralph Fiennes!). El recorrido de este personaje va desde la instauración del régimen comunista hasta el final de la cinta luego de la caída del Muro de Berlín y la instauración del régimen de democracia pluripartidista en Hungría. Claro, uno de los momentos de mayor énfasis es la revuelta de Budapest en 1956.

Fiennes como Iván Sors, sin barba ni bigote.

Aquí se remarcan los juicios y confesiones políticas impulsadas en Hungría bajo el régimen stalinista. Pero Ivan es el personaje de construcción más débil de los tres Sonnenschein – Sors (¿o debería escribir de los tres Fiennes?). El interrogatorio que Adam hace a su propio jefe (William Hurt) en ningún momento alcanza la intensidad dramática de, por ejemplo, La confesión / L’aveu (Costa Gavras, 1970). Su paso a la oposición, basado en la moral y el remordimiento, está desdibujado por su falta de intensidad, y justificado solamente en una ola de antisemitismo generada por Stalin hacia el final de su gobierno.

Fiennes como Iván Sors.

La relación con su amante Carole Kovacs (interpretada por Deborah Kara Unger – Crash) es la más fallida de las tres en que se involucra Fiennes, digo, las tres generaciones de Sors representadas por el actor. Unger es usada no para encarnar un personaje complejo –miembro de la resistencia en Francia, desilusionada del socialismo en Hungría- sino para actuar las escenas sexuales más fuertes en la vena que se le vio en Crash (Cronenberg, 1996).



Para esta altura de la cinta, el único momento dramático que queda por ver es la revuelta de Budapest, donde Adam arenga a la gente como si estuviera más en 1990 que en 1956. Después ya no hay citas directas del periodo político posterior donde se consideraba al régimen húngaro como el más liberal de Europa de Este. Este silencio es significativo pero quizás comprensible: es el periodo de actividad cinematográfica de Szabó, que inicia en 1960.

La caída del régimen comunista se acota en unas cuantas frases al final de la cinta, en donde Adam ajusta cuentas con su tradición familiar, por medio de una larga carta que manda el mensaje existencial y político al cinéfilo. Este mensaje es demasiado obvio y directo para hacer mella en el espectador luego de tres horas. Es más cercano y cálido el que da el personaje de Valerie (aquí es Rosemarie Harris) en su vejez.

El amanecer de un siglo deja la impresión de que algo faltó para ser una extraordinaria película. Sin embargo, es perfectamente visible y disfrutable en varias de sus secuencias. Su realización es impecable y con muchos aciertos aunque hacia el final decae dramáticamente.



Quizás uno de los factores sea ver a Ralph Fiennes todo el tiempo en pantalla -con anteojos, sin anteojos, con barba, sin barba, pero siempre él- representando a tres personajes construidos con psicologías y conflictos distintos. Su presencia física hace que tres personajes diferentes sean demasiado parecidos entre sí (una trinidad de personajes pero una misma contradicción actoral). Pero si Iván es el más débil e Ignatz muy frío, hay que decir a favor del actor que Adam es el más logrado, y es en sus secuencias donde la cinta logra su mayor fuerza e impacto.

Es entendible que Szabó haga una cinta “políticamente correcta” en la Europa unida de fin del siglo XX, que sea muestra de la globalización económica que tiene sus repercusiones ideológicas. Pero se siente que la intimidad de los personajes no adquiere todo su carácter trágico porque, a diferencia de otras cintas anteriores, el maestro tenía en mente la posible respuesta de un mercado.

En ese sentido se añoran las películas anteriores de Szabó donde, como heredero de la rica tradición cinematográfica húngara, entregó al espectador obras más ricas y profundas que El amanecer de un siglo.

El amanecer de un siglo / Sunshine. Producción: Alliance Atlantis Communications, Bavarian Film and TV Fund, Channel Four Films, Dos Film Produktionsgesellschaft GMBH, Euroimages, ISL Film, Kinowelt Filmproduktion, Serendipity Point Films, The Movie Network, Telefilm Canada, Vienna Film Finnacing Fund, Osterreichischer Rundfunk, Jonathan Debin, Andras Amori, Danny Krausz, Rainer Kömel, Robert Lantos, Lajos Ovári. Dirección: István Szabó. Guión: István Szabó e Israel Horovitz. Año: 1999. Fotografía en color: Lajos Koltai. Música: Maurice Jarre. Edición: Michel Arcand y Dominique Fortín. Intérpretes: Ralph Fiennes (Ignatz Sors – Adam Sors – Iván Sors), Rosemary Harris (Valerie Sors), Jennifer Ehle (Valerie Sonnenschein – Sors), Rachel Weisz (Greta), Molly Parker (Hannah Wippler), Deborah Kara Unger (Carole Kovacs), William Hurt (Andor Knorr), James Frain (Gustave Sonnenschein). Duración: 180 minutos. Distribución: Nu Vision / Videocine.