12 septiembre 2015

Gandhi, de Richard Attenborough

Por Francisco Peña.


Dedicado a Valeria Berumen: beloved friend, brilliant strategist and excellent fellow Libran. 

“Cuando pierdo la esperanza, recuerdo que a través de toda la historia el camino de la verdad y el amor siempre han triunfado. Han existido tiranos y asesinos y, por un tiempo, pueden parecer invencibles. Pero al final siempre caen. Siempre”.
Mohandas Karamchand “Mahatma” Gandhi.


Cuando alguna persona famosa muere comienza a esfumarse su dimensión humana. Su personalidad, su relación con el entorno tiende a olvidarse. Se inicia un proceso de “deificación” o “satanización” social generalizada. Sólo historiadores, académicos, conocedores y biógrafos intentan exponer una visión más compleja de esa persona ya fallecida con sus múltiples aristas e incluso contradicciones.

Pasado el tiempo, para la mayoría de la gente hay pocos medios de recuperar a profundidad a esa persona. El conocimiento se torna superficial y sólo en contadas ocasiones se vislumbra al verdadero ser humano que ya pertenece a la historia. Uno de los pocos medios masivos que permite recobrarlo es el cine, específicamente en el género de película biográfica o Biopic, como se le conoce.



Pero como en todo género cinematográfico, los logros de las películas biográficas varían individualmente. Sólo un puñado logra exponer la riqueza de una personalidad y sus múltiples ángulos, balancear hechos históricos y rasgos humanos; la mayoría se decanta por una narración cronológica de los hechos que no captura la esencia de la personas, o bien, se hunde en un psicologismo que nulifica la relación con su entorno social y sus hechos.

En el caso de GANDHI, film producido y dirigido por Richard Attenborough en 1982, vemos una de las pocas biopics que equilibra con éxito situación social y política, acontecimientos históricos y la humanidad de su personaje: Mohandas Karamchand “Mahatma” Gandhi.


Como en toda película, las personas se transforman en “personajes” narrativos; es decir, son objeto de una selección de rasgos y acciones para ser definidos en su relación con ambientes y acontecimientos narrados. Esta selección fílmica se ejecuta desde el guión y finaliza con el montaje definitivo de una película. Desde el comienzo, Richard Attenborough conocía los riesgos que afrontaba con un “personaje” de la envergadura de Gandhi, pero también conocía el espinoso camino para llegar a la meta con éxito. Desde el comienzo del film, le aclara al público su método y objetivo:

“Es imposible abarcar la vida de un hombre en una narración. No hay forma de dar a cada año su peso correspondiente, incluir cada evento, a cada persona que ayudó a formar una vida. Lo que puede hacerse es ser fiel en espíritu a lo ocurrido, y tratar de encontrar el camino hacia el corazón del hombre”.

El resultado es una extraordinaria cinta biográfica que si captura la esencia de Mahatma Gandhi, incluso en detalles poco conocidos como su lucha interna por vencerse a sí mismo -a los rasgos negativos de su personalidad-, y poner todas sus facultades al servicio de la metas comunes de una sociedad: la independencia de la India, mejores condiciones de igualdad y búsqueda de la no discriminación en esa antigua civilización multicultural.

A pesar de muchas películas biográficas que son insuficientes o fallidas, este film es una muestra de porque el género biopic sigue vigente para azoro de muchos críticos de cine. Es una de las pocas vías en que nosotros, como público, podemos conocer y hacer nuestras –intelectual, emocional y existencialmente- las cualidades éticas, morales y políticas de las personas que han luchado por qué la Humanidad en su conjunto sea mejor de lo que es.

Vivió cómo pensaba, pensaba cómo vivía.
La cinta arranca con el atentado que cortó la vida de Mahatma Gandhi en Nueva Delhi, el 30 de enero de 1948, a los 78 años. La secuencia inicial continúa con la recreación del multitudinario funeral en que participaron miles de personas a lo largo de la avenida más importante de la capital india. En ese punto de la narración fílmica Attenborough recoge el texto de una crónica radial, que resume como el pensamiento y la vida de Gandhi impactaban al mundo en el momento de su muerte, y la plataforma a partir de la cual se le ha conocido popularmente:

“El objeto de este homenaje masivo murió como siempre vivió. Un civil sin riqueza, sin propiedades, sin título o cargo oficial. Mahatma Gandhi no fue el comandante de ejércitos ni el gobernante de vastas tierras. No se jactaba de logros científicos o talento artístico. Sin embargo, gobiernos y dignatarios de todo el mundo se unieron para homenajear a un hombre pequeño de tez morena que guió a su país a la libertad”.

Es una buena condensación de la imagen pública de Gandhi.

Pero el gran mérito del film es adentrar a su público en el cómo, el cuándo y el por qué este hombre es una de las figuras éticas y políticas más importantes en la historia de la Humanidad. Mérito que también obtiene por el delicado entramado que muestra con la vida privada del Mahatma.

En ese sentido, la cita hace gala de la interrelación entre pensamiento, ética y acción del personaje y muestra las distintas etapas de cómo forjó su pensamiento, con la presencia de elementos íntimos -como sus estallidos de cólera cuando era joven, que controló con autodisciplina-, la frustración existencial y política y sus pérdidas emocionales.

Uno de los resultados más interesantes de la cinta es mostrar la coherencia –incomprensible para muchos- con que llevó su existencia, al grado de que era imposible separar su razón, sus ideas y acciones de la forma que tomó su vida. Al plasmar en pantalla este punto –y otros que se verán más adelante-, el film de Attenborough nos hace participes –en mente y corazón- de cómo Gandhi vivió como pensaba y pensaba como vivía…

Sudáfrica: la discriminación que forjó la no violencia, desobediencia civil e ideas políticas de Gandhi.
El film se desarrolla a partir de un largo flashback que recorre los momentos políticos y privados más significativos en la vida de Gandhi. La selección está hecha con mucho cuidado y muestra la evolución en el pensamiento y vida por la que atravesó el Mahatma, que incluye encuentros y desencuentros con otras figuras políticas y personas importantes en su vida personal.

El primer punto que abordan Attenborough y su guionista John Briley es la formación de las ideas de Gandhi, a partir de un primer incidente de discriminación en Sudáfrica. A lo largo de más de 20 años de estancia en ese país –entonces parte del Imperio Británico luego de la Guerra de los Boers-, sumergido en un ambiente de discriminación legal y, sobre todo, de discriminación social profundamente enraizada, Gandhi articuló la filosofía y el método que condujeron a la independencia de India. Pero, atención, no la de Sudáfrica, que como país tendría que esperar hasta el surgimiento del liderazgo de Nelson Mandela, su encarcelamiento, liberación y elección como Presidente, casi un siglo después de la llegada de Gandhi a esas tierras.

El hecho discriminatorio que transforma a Gandhi de un atildado abogado en un sagaz líder político es un viaje en tren cuando apenas tenía una semana de estancia en Sudáfrica. Viaja en primera clase, como acostumbraba hacerlo sin ningún problema en Inglaterra. Un hombre blanco se queja de su presencia y personal del tren –no le pide- le ordena que se vaya a la tercera clase. Por un lado el desconocimiento de cómo se vivía en Sudáfrica y el hecho de comprar el boleto por correo le permitieron abordar el tren en primera. El diálogo se desarrolla con un florido lenguaje discriminatorio y despectivo por parte de los blancos: “culí”, “sammy”…

Gandhi usa la razón y su conocimiento legal para defenderse pero de nada le vale. De un plumazo viene la tajante afirmación discriminatoria: “No hay abogados de color en Sudáfrica”.


No importa el orden legal del Imperio Británico (“Todos somos ciudadanos del Imperio”) que argumenta. Las leyes injustas generadas en Sudáfrica, más la profunda discriminación social que superaba incluso la del Sur de Estados Unidos hacen que, como no obedece, sea arrojado del tren con violencia a mitad de la noche en la estación de Pietermaritzburg.

Mohandas K. Gandhi, formado en Inglaterra y con título de abogado, con sus ropas occidentales, prueba el amargo sabor de la discriminación, de la discriminación que no sólo niega derechos como viajar con libertad de movimiento sino la que se expresa con violencia y desprecio en pequeños actos cotidianos.

Esta experiencia inolvidable marca el comienzo de la carrera política de Gandhi. A lo largo de 20 años -expuestos en pocas secuencias- descubre y enfrenta discriminación tras discriminación hacia la población asiática, ya no se diga sobre la negra, cuya condición era la peor. Se enfrenta a leyes injustas y a costumbres discriminatorias como:

- La prohibición de que blancos y gente de otras razas caminaran juntos por la misma acera: la persona de otra raza debía caminar en el arroyo.
- Sólo los blancos podían ejercer las profesiones liberales, como la abogacía.
- Por ley se exigía a los miembros de otras razas y territorios diferentes a Europa que portaran todo el tiempo un pase especial que los identificara. No se les pedía a europeos.
- La policía sudafricana podía entrar a los hogares indios –musulmanes e hindúes- y exigir el pase incluso a las mujeres. No necesitaba orden o quedarse en la puerta… podía entrar hasta la recámara y la ley lo avalaba.
- Por una interpretación estrecha de la religión, sólo se consideraba válido el matrimonio cristiano; los matrimonios bajo las religiones musulmana e hinduista no eran reconocidos para efectos legales ni sociales.
- A la comunidad proveniente de la India se le aplicaría un impuesto especial… sólo por venir como migrante de ese territorio.
- Toda la comunidad india debía registrarse y dejar que se le tomaran sus huellas dactilares.

Entre otras…

Luego de constatar la discriminación en todas sus aristas –estructural, cotidiana, revestida de odio, disfrazada de sarcasmo-, empieza a formular la manera de enfrentarla.

- Como excelente abogado que era, encuentra primero la norma jurídica que ampare su movimiento de equidad (“Somos ciudadanos iguales del Imperio”). La importancia de la legislación en sus actividades políticas siempre tuvo un gran peso.
- Crea una base social al combatir leyes y situaciones discriminatorias concretas que aglutinen a la comunidad afectada.
- Busca siempre el apoyo de los medios de comunicación afines (en este caso, por la época, la prensa escrita).
- Expone su método a la comunidad y lo repite hasta que es entendido, aceptado y ejecutado.
- Como político, consolida sus logros antes de dar el siguiente paso, lo que puede llevar años. En ese sentido, no acelera el paso y hace uso de la paciencia.
- Entiende a su “enemigo” -y sus contradicciones- porque no quiere destruirlo sino hermanarlo.

Así, el período sudafricano de aprendizaje y ejecución muestra su importancia vital, ya que Gandhi aplicó todo lo allí aprendido en otro escenario muy complejo: el proceso de independencia de la India del poder colonial inglés.

Las secuencias de la película muestran este desarrollo paulatino de las ideas de Gandhi y su interacción con el medio social. Realiza la primera reunión pública para oponerse a los “pases” que identificaban a la comunidad india y que no se pedían a los europeos. Mientras pide la igualdad con el resto de los ciudadanos del imperio, quema los pases frente a la policía sudafricana e insiste en que no habrá violencia a pesar de cualquier maltrato. En una escena simbólica, quema los pases a pesar de los repetidos golpes que recibe sin contestar, pero no cede en quemarlos hasta que se desmaya. Es el inicio de la resistencia civil, de la no cooperación y de la no violencia. La prensa –el único reportero que llega- atestigua el hecho y lo da a conocer.

Su actividad política, con tan peculiares características, llama la atención y se le unen nuevos aliados y más medios de comunicación. Es cuando aparecen el clérigo inglés Charles Andrews y el periodista Vince Walker, del New York Times.

Pero también cuida su quehacer hacia adentro de la comunidad.

A diferencia de otros líderes, antes y después de su vida, Gandhi si vive cómo y con los más pobres de su comunidad; no sólo se mimetiza con ellos sino que se transforma en ellos al grado de que casi no hay diferencias. En ese sentido, su coherencia personal es vital para llegar a la meta. No vive como persona de clase media entre pobres sino que renuncia a todo tipo de beneficios personales.

Este es el punto “oscuro” por el cuál muchos líderes posteriores que han proclamado la no violencia y la resistencia civil han fracasado o desvirtuado sus propios movimientos sociales. El pueblo detecta que no hay tal igualdad real; que su “líder” vive más de acuerdo a la frase “Todos los Animales son Iguales, pero hay Animales que son Más Iguales que Otros”, que acuñó el escritor inglés George Orwell en su obra “Animal Farm / Granja de Animales”. En ese momento, este tipo de líder se equipara -en realidad- a los tiranos y asesinos que menciona Gandhi en la frase que abre este texto: “por un tiempo pueden parecer invencibles, pero al final siempre caen. Siempre”.

Esta coherencia con los más desprotegidos fue una de las fuentes más poderosas que legitimó a Gandhi ante los ojos de las distintas comunidades multiculturales de la India. De allí se desprende su fuerza ética personal y su fuerza moral social, que le permitió frenar en muchas ocasiones –con ayunos personales- varias revueltas, guerras civiles y religiosas incipientes; asimismo, le permitió convocar a la gente de distintas clases sociales, religiones e ideologías alrededor de metas comunes.

Aparte de la secuencia de la quema de pases, la igualdad real con los más desprotegidos se muestra en pantalla en una escena clave de la película: la creación de su ashram en Sudáfrica y el conflicto por la limpieza de letrinas con su esposa Kasturba. El matrimonio Gandhi, que se casó cuando ambos tenían 13 años, provenía de una de las castas acomodadas de la India, por lo que Kasturba no hacía trabajo doméstico reservado a castas inferiores como los “intocables”, en este caso, la limpieza de letrinas.

En la escena, él le exige que limpie las letrinas como ejemplo de igualdad y, por ello, es importante que ella como su esposa lo realice. Kasturba, desde su posición social, se niega. Es uno de los pocos momentos en que Gandhi muestra enojo y mal carácter. No se trata de sexismo o discriminación por género, sencillamente es la desesperación porque, en ese momento, su esposa obstaculizaba la realización de la meta. Él mismo lo reconoce y se frena. Ella, su compañera y quien siempre le dio fuerza, por amor y empatía le contesta que el arrebato se debe a que Gandhi es sólo humano: que toda la situación es difícil “y es aún más duro para los que no queremos ser tan buenos como tú”.


A partir de ese punto del film cuando ella acepta el trabajo más denigrante, Kasturba se convierte en la columna vertebral que sostiene emocional y sentimentalmente a Gandhi. Ninguno de sus logros públicos a lo largo de su vida se puede entender sin la presencia esencial de su esposa.

En la siguiente secuencia de la cinta, el director Attenborough muestra la cristalización de la no violencia, de la resistencia civil y su entrada en acción. Frente a la nueva ley injusta que permite que la policía entre a los hogares indios, que pida a las mujeres su identificación con huellas dactilares, Gandhi da los siguientes lineamientos a su comunidad, que antes reacciona violentamente pidiendo muerte y el famoso “ojo por ojo” en caso de que un solo policía llegara a tocar a una mujer hindú o musulmana.

En un mitín, Gandhi anuncia la nueva ley injusta y, ante la reacción amenazante de los asistentes, da los lineamientos generales:


“…no existe causa por la cual esté dispuesto a matar…” (observación estricta de la NO VIOLENCIA incluso con riesgo de perder la propia vida).

“…pero no les daremos nuestras huellas dactilares…” (RESISTENCIA CIVIL y NO COOPERACIÓN).

“…Nos encarcelarán y multarán. Confiscarán nuestras propiedades… Les pido que combatan contra su ira, no que la provoquen. No daremos golpes pero los recibiremos. Y a través del dolor les haremos ver su injusticia” (Método de la No Violencia y cómo logra sus objetivos con base en un código moral inquebrantable que confronta al interior a una sociedad y a sus miembros).


A nivel de táctica, Gandhi aplicó estos principios generales de diferentes maneras. En el caso de Sudáfrica participa en huelgas de las minas en apoyo a los trabajadores indios y negros. Incluso ante cargas de caballería de la policía no usó la violencia. Al interior de la sociedad sudafricana, la situación se modificó y una parte entendió la injusticia mientras otra fue recalcitrante. Esto se observa en el sermón del clérigo Andrews, ya que mientras habla en favor de Gandhi una parte de su audiencia se retira mientras otra aprueba sus argumentos.

Finalmente, los líderes son encarcelados pero el movimiento sigue en el exterior. Se da entonces el proceso de negociación entre Gandhi y el Gral. Jan Smuts. Aquí se ve un rasgo importante de Gandhi como líder y político: consolida lo obtenido pero reconoce cuando tiene que frenar ante las circunstancias político-sociales, esperar un tiempo y luego volver a avanzar en un nuevo frente. En ese sentido, reconoce el ritmo que deben llevar sus acciones frente a los tiempos políticos y no incurre en el “todo o nada”.

La noticia que recibe de Smuts es que la ley será derogada… y recibe la amenaza: si las huelgas siguen toda inmigración india a Sudáfrica será frenada. Gandhi acepta la derogación porque se sabe en ventaja pero también reconoce que la cuestión de la inmigración india es incipiente, y no están dadas las condiciones reales para convertirla en un tema político en el que pueda vencer. Acepta la reforma… porque tiene ahora un nuevo objetivo que supera, incluso, la cuestión sudafricana.

Si Gandhi invirtió más de 20 años de su vida en Sudáfrica, ahora serían más de 30 años de labor moral, ética, política y económica para alcanzar su meta: la Independencia de la India del poder colonial inglés.

El film de Attenborough marca claramente la transición de tiempo y lugar: BOMBAY, INDIA. 1915. Se trata del desembarco de Gandhi en India, coincidente con la llegada del nuevo gobernador militar y los honores que recibe. En esta escena, por medio de preguntas de la prensa, la película establece la posición de Gandhi durante la Primera Guerra Mundial: “Si deseo disfrutar los beneficios y protección del Imperio Británico sería erróneo de mi parte no ayudar en su defensa”. Aquí su pensamiento político aún coincide con la posición de una misma ley para todos, expresada en la idea “Somos ciudadanos iguales del Imperio”.

Pero sería la misma India la que lo haría cambiar de idea… y de vida.

La India.
La recepción de Gandhi la realizan los políticos del Partido del Congreso y lo conectan con personas de la élite de las clases sociales, entre los que se encontraba el político musulmán Mohammed Alí Jinnah, futuro padre político de Pakistán. La escena de la recepción le permite a Attenborough mostrar el encuentro entre Gandhi y su mentor político en India: Gopal Krishna Gokhale. En un breve diálogo Gokhale, que era rico, encamina a Gandhi. Ese corto diálogo tiene una densidad estructural decisiva…


GOKHALE: (se refiere a los indios ricos) “Es su privilegio sustentar el esfuerzo de los pocos que pueden sacar a India de la servidumbre y la apatía… Empiece el periódico [de nuevo, la importancia de los medios].

GANDHI: “No tengo que decir… La India me es extraña…”

GOKHALE: “Cambie eso. Vaya y busque a la India. No lo que ve aquí, sino la India real. Verá que necesita ser dicho, que necesitamos oir. Cuando lo vi con esa túnica lo supe. Supe que podía morir en paz. Haga que la India se enorgullezca de sí misma”.


Lo interesante es que Gandhi le hizo caso. A diferencia de muchos políticos, que sólo visitan los pueblos cuando hay elecciones o recorren la geografía de su país por motivos políticos fuera de tiempos de campaña, Gandhi recorrió India como individuo, en privado, sin destacar o anunciar su presencia. Viajó como lo hacían miles de indios: en el anonimato, en tercera clase, vestido como ellos y sin hacer ningún tipo de distinción en beneficio de su figura pública.

Attenborough logra una de las secuencias visualmente más logradas de su film. En una serie de tomas encadenadas vemos intercortes del tren y del exterior. Gandhi observa con la mirada fija y sin comentar: deja que la India le inunde los ojos. El tren recorre todo tipo de paisajes y pueblos rurales: arrozales, desiertos, pueblos, campesinos, ganado, ríos, mujeres pobres picando piedra y transportándola a mano (00:48:30 a 00:50:53). Todo lo medita, de todo toma nota, mientras la música de Ravi Shankar nos llena los oídos y colabora poderosamente con su belleza y ritmo a la construcción de la atmósfera de la escena.

El viaje revela a Gandhi y a su esposa quién es India.

[En algunas tomas hay coincidencias visuales para distintos tiempos y espacios: muchos viajan en el techo de los vagones… como hoy lo hacen los migrantes centroamericanos a lo largo de México en el lomo del tren llamado La Bestia…]

La lección es decisiva. Gandhi se presenta a una reunión del Partido del Congreso al finalizar la Primera Guerra Mundial, donde en medio de sabotajes y atentados terroristas, los políticos piden la Autonomía (Home Rule), en la forma parcial en que Inglaterra se la otorgó a Irlanda antes de la proclamación de la República de Irlanda, con Eamon de Valera como presidente.

En esa reunión, donde algunos esperan que Gandhi se desvanezca como político de tercer o cuarto orden y se dedique sólo al periodismo, él los sorprende con un discurso que, por su realismo y verdad, los golpea profundamente. Es la justificación política, el por qué Gandhi se convirtió –en verdad- en parte del pueblo; no un camaleón político que fingía ser lo que no era ante las masas. India lo transforma primero, para que él pueda transformar India.

Frente a los políticos reunidos toma la palabra y va captando la atención:

“…lo que decimos aquí significa Nada a las masas de nuestro país. Aquí hacemos discursos para nosotros, y las revistas liberales inglesas nos conceden unas líneas. Pero el pueblo de India permanece intocado. Su política está confinada al pan y a la sal. Pueden ser analfabetos pero no están ciegos. No ven por qué dar su lealtad a los poderosos que sólo quieren tomar el poder de los británicos en el nombre de la libertad. Este Congreso le dice al mundo que representa a India. Mis hermanos, India es 700 mil pueblos, no una centena de abogados en Delhi y Bombay. Hasta que no estemos en los campos con los millones que trabajan a diario bajo el sol, no representaremos a la India. Tampoco podremos desafiar a los británicos como una Nación.”


La escena deja clara la desconexión, la complacencia política de la élite, aún de la más “radical” en el discurso. En cambio, Gandhi será el primero en adoptar su propia propuesta: estar en los campos con los millones que trabajan a diario bajo el sol…

Funda entonces su Ashram Sabarmati y deja, como Buda, que vayan a él los que tienen que ir a él. No los llama… espera. Así, llegan varios jóvenes políticos -incluido Nehru- que, con los años, serían los líderes del Partido del Congreso. Lo primero que les enseña Gandhi es a alimentar a las cabras… hasta que les explica la no violencia, que no implica dejar de pelear. Pero es claro, clarísimo, cuando cuestiona a fondo sus intenciones:

“Pero, ¿se pelea para cambiar las cosas o para castigar?”


Pregunta aún vigente para revolucionarios, reformistas, activistas, organizaciones, gobiernos, partidos y para cada uno de nosotros. Pocos podrían responderle al Mahatma, como sí lo haría Nelson Mandela, mirándole a los ojos.

En ese sentido, Gandhi tuvo muchas oportunidades de explotar la ira de la población, de apoyarse en unos para eliminar a quienes le ponían obstáculos a su actividad política… y no lo hizo. Como a Nelson Mandela –cuyo perfil humano y político “paralelo” puede verse en el film INVICTUS-, le interesaba la unión y no el castigo, evitar guerras civiles o religiosas; en síntesis, evitar la venganza con la cual Todos y Todas pierden. Esta coherencia ético-política comenzó a cosechar frutos a partir del conflicto de Champaran (1916) y la mantuvo con mucho dolor después de la Masacre de Amritsar (abril 1919).

Son precisamente estos dos hechos relevantes en la vida política de Gandhi los que aborda después el film en su montaje.

En el caso de Champaran ya aparece con claridad una situación económica y social. Un anciano busca a Gandhi para que se translade a Champaran, en el estado norteño de Bihar, para que los ayude. Al llegar a la estación lo espera una gran multitud que pone nerviosos a los soldados ingleses. En el recorrido ve la pobreza de la población y le explican la causa. “Por años, [los terratenientes ingleses] nos ordenaron plantar índigo para teñir telas. Tomaban parte de la cosecha como renta. Pero ahora todos compran telas a Inglaterra así que nadie quiere nuestro índigo. Nos exigen que paguemos la renta, en efectivo. Vendimos lo que pudimos. La policía tomó el resto. No hay alimentos”.


Gandhi da método y curso al movimiento social de Champaran, lo que conduce a su arresto y juicio. Sin embargo, la población se presenta en el juzgado y ejerce presión. La audiencia, que por ley es pública, se desarrolla con presencia de la prensa que se entera antes de que lleguen tropas a controlar la población. En la audiencia Gandhi no obedece: se niega a irse de la zona, se niega a pagar una fianza, así que el juez se ve obligado a dejarlo en libertad “hasta que llegue a una decisión”. La no violencia y el apoyo popular obtienen el triunfo. Se da entonces la negociación pues Gandhi tiene el control. Obtiene una rebaja en la renta de tierras (que subieron para que algunos dueños financiaran una “cacería del tigre” con el hambre de la gente), la libre elección de cultivos (que permite a los campesinos sembrar cosechas más rentables) y una comisión de campesinos para negociar con los terratenientes ingleses.

Gandhi pone en marcha sus métodos y obtiene los resultados económicos y sociales que deseaba la población local. No va más allá, pero su popularidad crece en la nación y el gobierno colonial se fija en él.

Por consecuencia de Champaran se prepara la expedición de una nueva ley donde aparecen “arrestos sin orden y prisión automática” por poseer “material sedicioso”. Se reúnen las cabezas políticas de India: Jinnah propone la “acción directa” (terrorismo encubierto) que no pueda controlar el gobierno colonial; Nehru se opone para evitar la represión del gobierno y escalar la violencia (“¿Qué tipo de líderes surgirían?”), Patel dice que la no violencia ya no sirve. Al final, con ese delicado equilibrio intelectual que sólo poseen las Libras, Gandhi expone la solución que concilia los puntos de vista: está de acuerdo con Jinnah en que no deben someterse a esa ley, y aclara que la no violencia no es apatía. Pero, en lugar de la “acción directa” propone que el día de la entrada en vigor de dicha ley restrictiva, toda la población de la India (350 millones entonces) realice un “Día de Oración y Ayuno”.

Los demás comentan que se trata de una Huelga General, pero Gandhi insiste en llamar a esa acción concreta como “Día de Oración y Ayuno”. Claro, él aclara que “no se hará ningún trabajo: transporte, trenes, fábricas, no administración. El país se detendría”… Pero no es lo mismo decir huelga general que investir a esa acción con un propósito ético y religioso (“Oración y Ayuno”), que sea aceptado con mayor facilidad por la moral de la población… y que obtenga el mismo resultado político.

El país se detiene… por completo. Los ingleses lo encarcelan –una vez más- pero los disturbios no cesan. Luego de un tiempo, lo liberan con la condición de que impulse el concepto de no violencia… que era precisamente lo que él quería.

Pero lo que el gobierno y Gandhi no calculaban era la polarización, en ese momento de parte del ejército y la población Raj inglesa (colonos o nacidos ya en India), como lo sería en el futuro la Liga Musulmana de Jinnah. La polarización conduce a la Matanza de Amritsar.

En una de las secuencias más logradas –y terribles- de la película, se recrea la matanza. Es un mitín político que insiste en la no violencia. Al amplio patio penetran las tropas a las órdenes del General Brigadier Reginald Edward Harry Dyer (actuado brillantemente por el actor inglés Edward Fox, a quién también podemos admirar en El Mensajero o la original El Día del Chacal). Dyer había prohibido de antemano los mítines de la población, en una zona geográfica donde predominan los sijs.

Las imágenes subrayan la precisión militar, la imposibilidad de entrada de un carro armado con ametralladora, la formación de las tropas con bayoneta calada frente a la multitud expectante de hombres, mujeres y niños indefensos, desarmados. Con una actitud de “profesional frío de amplia experiencia en su campo” en la Primera Guerra Mundial (cualquier coincidencia con alguien que usted conoce no es mera coincidencia), Dyer ordena que la tropa apunte a las personas.

Oficial inglés (pregunta a Dyer): ¿Debemos advertirles?
Dyer: Ya fueron advertidos: ninguna reunión.


La secuencia (de 01:27:29 a 01:29:16) es dura, seca y efectiva cinematográficamente. Las imágenes recrean la crudeza de la matanza “profesional”. Las órdenes de Dyer se suceden mientras caen y caen los cuerpos: “Tómense su tiempo”, que una parte de la tropa dispare a la izquierda para evitar la huida de un grupo, que se dispare a la parte más densa de la multitud: una sola bala podía atravesar 3 o 4 cuerpos, etc. La matanza duró 10 minutos.

Attenborough corta directamente a la Comisión Hunter, que investigó la matanza e interrogó al Gral. Dyer. Para esas fechas, Dyer era un héroe para ciertos conservadores ingleses y para una parte de los Raj. Pero la parte liberal e incluso conservadora condenó a Dyer y a su acción (Churchill calificó el acto como “monstruoso” y su discurso logró que la Cámara de los Comunes condenara el acto de Dyer). En la investigación que recrea el film, tomada de archivos originales, se expone que hubo 1,516 bajas con 1,650 balas disparadas pues se contaron los casquillos. La investigación del Partido del Congreso indio aclara que de esas bajas, hubo más de mil muertos.

La otra ironía contra Dyer que muestra la película es cuándo le preguntan si estaba dispuesto a dar atención médica a los heridos. Responde afirmativamente si la gente lo hubiera pedido. La respuesta irónica, cargada de crítica, por parte de un miembro de la Comisión es inolvidable: “General. ¿Cómo pide ayuda un niño al que le dispararon con una [bala calibre] .303 Lee-Enfield?”


Por cuestiones políticas Dyer no fue disciplinado, pero fue relevado del mando y se retiró con el grado de coronel. Pero la importancia política de Amritsar fue decisiva. Aunque el “frío militar profesional” se retiró sin consecuencias personales graves, la Matanza generó la percepción en la población india de que Inglaterra y su gobierno no eran confiables, la lucha se galvanizó y, con el paso de los años, fue un hecho decisivo que precipitó el final del dominio inglés en India.

Gandhi siguió con su método de negociar, consolidar los logros y después abrir una nueva vía para obtener la independencia. Las negociaciones con el virrey y el gobierno colonial llegan a un punto muerto, por lo que Gandhi ve que no puede avanzar en lo político así que –dentro del marco de su filosofía- se mueve a lo económico. Ahora pide a la población que deseche la ropa inglesa y que sólo vista la que usa hilo indio. Y, si sólo se quedan con una prenda, “pórtenla con dignidad”. Ahora la táctica es el boicot económico dentro del ejercicio de la no violencia. En la secuencia, es importante remarcar que Kasturba participa como lideresa indiscutible en la campaña, es ella la que menciona el desempleo y la importancia del trabajo de las mujeres: “La tela más fina no es bella si provoca hambre e infelicidad”.



La quema de ropa se extiende por todas las clases sociales de India junto con la protesta de no cooperación (1921). Pero en el momento en que el movimiento era más fuerte, terminó abruptamente el 4 de febrero de 1922 en el pueblo de Chauri Chaura, estado de Uttar Pradesh. La cinta de Attenborough muestra el incidente entre policías indios y manifestantes, que culmina con el asesinato de 21 policías desarmados que se habían rendido después de refugiarse en la estación de policía. Las imágenes plasman la tensión, el miedo y la ferocidad del conflicto local; es un reflejo cinematográfico fiel de la violencia que Gandhi siempre trató de evitar a lo largo de su vida.

Como consecuencia de lo ocurrido en Chauri Chaura, Gandhi sintió que el movimiento podía transformarse en violencia generalizada y no quería formar parte de ese cambio. Por eso canceló la campaña. El momento de la decisión que proyecta la película es una conversación con los líderes del Partido del Congreso, en especial con su amigo Nehru.


Como a Gandhi no le gustaba la dirección que toma India hacia la violencia, Nehru trata de convencerlo con un argumento de “realpolitik” para no cancelar la campaña que tenía a todo el país en marcha:

Nehru: Fue sólo un incidente aislado.
Gandhi: Díselo a las familias de los policías muertos.


La respuesta tiene una gran importancia moral y ética.

A diferencia de otros líderes políticos de todas las tonalidades, sí era sensible al dolor y necesidades de la población. Pudo aceptar el consejo de “política real” y no frenar la campaña. Pero sabía que los policías eran indios, que no eran diferentes al resto de la población; los separaba su trabajo y la polarización política. Gandhi sabía que la no violencia debía permear también a las profesiones y oficios que servían al colonialismo inglés, para unificar a todos y evitar que los colonialistas utilizaran esas divisiones para enfrentarlos unos a otros y evitar la independencia.

Pero además, había un componente de igualdad real muy importante en su respuesta. Supongamos que organismos y políticos tienen prioridades, pero la ley –constituciones, leyes, reglamentos- ordenan que se trate a todos por igual. Es válido que haya prioridades, pero no que en su nombre se olvide por completo a un grupo social por atender a otros considerados más relevantes. Es claro que, por ejemplo, por su presencia y empuje social destaquen las personas con discapacidad o las de la diversidad sexual por encima de, digamos, las personas adultas mayores, que no tienen el grado de organización social y voz política de las dos anteriores. La cuestión no es que se les de atención a los dos primeros grupos, sino que se ignore o invisibilice al último grupo con el pretexto de que "hay prioridades”: como suena en paralelo el argumento político de Nehru (son sólo un grupo aislado = “hay prioridades”). La respuesta de Gandhi también es válida y muy reveladora en este caso = “Díselo a las personas adultas mayores”… que no tienen empleo, ni jubilación y dependen de otros para vivir.

En ese sentido, la cinta de Gandhi muestra en muchas escenas que su lucha política y contra la discriminación abarcaba a todos y no dejaba fuera a nadie, a pesar de “las prioridades” políticas. Son recurrentes sus acciones de igualdad que molestan a los líderes como Jinnah o son incomprendidas por Patel o Nehru; pero es que él no fingía ser de la población, vivía y era parte de esa población, de donde se desprendía su liderazgo y base social real:

- Servía el té y liberaba al sirviente (con Jinnah).
- Viajaba en tercera clase y no se subía al auto con chofer pues prefería caminar (con Jinnah).
- Dejaba la conversación política para darle de comer a las cabras (con Nehru y los jóvenes políticos que lo acompañan).
- Dejaba los asuntos políticos para atender a una niña y su cabra lesionada, para ponerle un emplaste de lodo.
- Escuchaba a los enfermos de Champaran.
- Liberaba de culpa existencial a hindués y musulmanes, en medio de la revuelta social y religiosa de Calcuta.

Finalmente, abogó por la no discriminación hacia los Intocables y otras castas inferiores y promovió su incorporación a la sociedad de India, incluso –escena ya revisada- ante su misma esposa Kasturba, en la cuestión de la limpieza de las letrinas.

Por esa actitud profunda, es que Gandhi decide parar la campaña de no cooperación e iniciar un ayuno en su Ashram Sabarmati para frenar la violencia. Se expone a su propia muerte, como afirmó en Sudáfrica, pero no existía causa por la cual estuviera dispuesto a matar. No frena sus ayunos hasta que hay completa paz y ni un solo incidente violento.

Es durante este ayuno, que Attenborough y su guionista John Briley presentan una de sus frases más famosas. Ante la incertidumbre de la muerte, le explica a su seguidora inglesa Mirabehn sus dudas y el fondo de su lucha contra la maldad:

“Cuando pierdo la esperanza, recuerdo que a través de toda la historia el camino de la verdad y el amor siempre han triunfado. Han existido tiranos y asesinos y, por un tiempo, pueden parecer invencibles. Pero al final siempre caen. Siempre”.



En este ayuno, la violencia cesa. Pero el poder colonial no entiende y el 10 de marzo de 1922 arresta a Gandhi para enjuiciarlo y encarcelarlo. La ceguera del poder es tal que durante el arresto en el ashram, Nehru exclama: “No puede ser en serio. Este hombre acaba de detener una revolución”. El oficial inglés responde (¡clásico!): “Sólo cumplo órdenes”.

En la escena del juicio (marzo de 1922), Attenborough se da el lujo de contar con la actuación del inglés Trevor Howard como el juez. En la escena se ve un cambio. El primer juez se ve obligado a soltarlo; este nuevo juez se levanta de su silla para recibir a Gandhi en señal de respeto, y hace que todos los presentes se levanten. Sólo actores de ese calibre (Trevor Howard y Ben Kingsley) pueden intercambiar sólo miradas y transmitir en esta puesta en escena como ambos personajes sienten un gran respeto uno por el otro (01:56:15).

Gandhi se declara culpable de sedición y el juez lo condena a 6 años de cárcel, pero añade de inmediato: “Si el gobierno de su Majestad le reduce la sentencia, nadie se alegrará más que yo”. Eso implica que, ya dentro de la estructura del gobierno colonial inglés en India, Gandhi había convencido a muchos de la justicia de su causa.

Attenborough cubre ya los acontecimientos más importantes de 1915 a 1922 que son el cimiento de la actividad política de Gandhi, que dan frutos políticos años más tarde. Así que el director ejecuta una elipsis en su película y pasa a 1930.

En esos 8 años que no narra la película, Gandhi mantuvo un perfil político bajo y prefirió enfocarse a reformar la sociedad india. Se abocó a buscar la igualdad, la no discriminación y la integración para las mujeres, los intocables y otras castas inferiores.

Las mujeres.
Gandhi fue un promotor incansable de la emancipación de las mujeres. Se opuso a la segregación de los sexos (o purdah), que implica espacios separados y/o que las mujeres cubran todo su cuerpo y sigan el tabú religioso del pelo, que no puede mostrarse en público ya que su vista sólo pertenece al esposo. Se opuso también al matrimonio forzado de niñas con hombres adultos con pretextos religiosos e impulsó su educación. En especial, combatió la opresión social que sufrían las viudas, incluyendo la práctica del sati o inmolación de la esposa en la pira funeraria del esposo, ejecutada sobre todo en zonas rurales. La oposición del Mahatma llevó a la generación de leyes que prohíben esta práctica hasta el día de hoy.

Estas acciones de Gandhi fueron reconocidas por millones de mujeres, que se convirtieron en sus seguidoras más decididas en acciones como la Marcha de la Sal, el no pago de impuestos y su apoyo a favor de los Intocables. Les dio a muchas mujeres confianza en sí mismas y una dignidad de la que carecían en la sociedad india.

Los Intocables.
En 1932, el gobierno colonial inglés decretó que los Intocables tendrían elecciones separadas de las otras clases. Gandhi protestó, ayunó y fue a la cárcel, hasta que se negoció que los Intocables votaran de forma integral con el resto de la población.

Ese fue el comienzo de una campaña de Gandhi para mejorar la situación de la casta más discriminada en India. Conocía la importancia del lenguaje, por lo que en una sociedad tan religiosa inició la campaña cambiándoles el nombre: los llamó Harijans, los Niños de Dios. Algunos líderes de la comunidad intocable se resistieron a integrarse e insistían en vivir separados mientras el Mahatma prefería avanzar a través de la reforma de la religión Hinduista hacia la integración. Por otro lado, los hindúes tradicionalistas veían en Gandhi a un radical que rechazaba su interpretación de los textos sagrados, para implantar una heterodoxia ecuménica que abría espacios al diálogo con sijs, católicos, protestantes y, claro, islámicos.

El trato social y político hacía las castas inferiores ha avanzado con los años pero con lentitud, en especial en las zonas rurales donde, por razones religiosas, aun hay matrimonios forzados, se prefiere el nacimiento de varones y no de mujeres. Sin embargo, las semillas de igualdad sembradas por Gandhi siguen dando frutos de integración paulatina.

Porbandar: unos años después
El film retoma la vida de Gandhi en 1930 cuando prepara y ejecuta la Marcha de la Sal como oposición al gobierno colonial inglés. Esta sección de la película arranca con una escena previa donde se resume el período de reflexión que hizo Gandhi. Expone su religiosidad, su ecumenismo por medio de un diálogo con el periodista estadounidense Vince Walker, del New York Times (actuado por Martin Sheen, el Capitán Willard de Apocalipsis Ahora Redux). Con olfato periodístico detecta que Gandhi está a punto de moverse e iniciar otra acción política.

La escena de ambos comienza con la recreación de la ceremonia hindú del Casamiento en los Siete Pasos, que él y Kasturba rememoran frente a los periodistas. Gandhi aclara que se casaron cuando ambos tenían 13 años, y ya grandes permanecían unidos después de tantas pruebas sociales e individuales.

Después de ese testimonio de vida privada y sentimental, el diálogo a la orilla del mar da una idea del hombre religioso que fue Gandhi. Le dice a Walker que “Mi familia era de la secta Pranami. Hindú, claro. Pero en nuestro templo, el sacerdote solía leer de El Corán musulmán y del Gita hindú moviéndose de uno al otro. No importaba que libro se estaba leyendo mientras se adorara a Dios”.


Su ecumenismo religioso se extendió a la política, ya que siempre procuró integrar a todas las religiones en objetivos comunes, en las coincidencias y no en lo que las separaba. En la conversación explica el por qué, debido a su experiencia infantil hasta la adolescencia. Esta ductibilidad religiosa le ayudaría en su diálogo con los musulmanes e hindúes moderados, pero se estrellaría con la polarización de miembros radicales de ambas religiones.

Gandhi y la marcha dela sal.
El nuevo virrey, Lord Irwin, no comprende la magnitud del reto hasta que sus asesores le explican que se trata de un gesto muy simbólico. No sólo se trata de una cuestión económica como la ruptura del monopolio inglés de la sal; nada en la India sobrevivía sin sal o agua, especialmente en cuestión de alimentos. Si la sal era de la población hindú eso significaba la libertad de hacer sal, y la libertad de ser independientes. Gandhi se pone en marcha y en el camino se le van sumando multitudes, hasta que llega al mar y reclama el derecho indio a que la sal le pertenezca. La noticia da la vuelta al mundo a través de los noticieros cinematográficos ingleses (British Movietone), que Attenborough recrea con habilidad.

En el papel de Lord Irwin actúa otro de los grandes intérpretes ingleses: John Gielgud. El actor, en las breves escenas de su personaje, despliega toda una gama de sentimientos: complacencia, indiferencia, enojo, desprecio. Son las reacciones del personaje ante las distintas actividades de Gandhi. El desprecio final se siente cuando Lord Irwin debe obedecer órdenes directas de Londres y conversa con Gandhi.

La “imposible” conversación entre el virrey y el político indio se dio luego del intento inglés de reabrir las salineras oficiales, que estaban en huelga, pera recobrar el monopolio. Con Gandhi en la cárcel por orden de Lord Irwin, la campaña siguió en manos de Kasturba y el líder musulmán Maulana Azad. La cinta recrea el intento de entrar a la salinera Dharasana por cientos de indios a nombre del Mahatma. Línea tras línea de hombres es golpeada por los policías con varas: descalabrados, heridos, con huesos rotos. Ni uno de ellos responde a la agresión y línea tras línea intentan entrar hasta que termina la larga fila de hombres sanos.

Vince Walker es testigo de los hechos, y el film reproduce su despacho periodístico a Estados Unidos, que hizo por teléfono, que es de una contundencia ineludible.

“Hindúes y musulmanes caminaron con las cabezas en alto sin ninguna esperanza de escapar a las heridas o muerte. Eso continuó toda la noche. Las mujeres llevaban a los heridos y lastimados hasta caer exhaustas. Pero todavía todo siguió y siguió. Cualquier ascendiente moral que tuviera Occidente, hoy se perdió aquí. India es libre porque ha soportado todo lo que da el acero y la crueldad, y no se ha acobardado ni retirado”.


Gandhi es llamado a Nueva Delhi, al Palacio del Virrey, donde Gandhi reconoce que le ha causado muchos problemas a Lord Irwin pero que espera que eso no sea un obstáculo entre ellos como hombres. El virrey responde gélidamente que Gandhi está invitado a Londres para una conferencia donde se discutirá la posible independencia de la India.

Ese viaje, narrado al principio y al final por medio de un noticiero de cine British Movietone, fue el último que haría Gandhi al exterior. La conferencia (1931) fue un fracaso. Ramsay Mc Donald y su gabinete insistían en que no había una India sino tres (musulmana, hindú y los principados autónomos).

A pesar del fracaso, de la crítica de Jinnah –regresa con las manos vacías-, Gandhi ve más allá. “Perdieron la voluntad de dominio. Se quedan con viejos sueños. Se preparan para la guerra. Yo no la apoyaré, pero no pretendo aprovecharme de su peligro… Recorrimos un largo camino junto con los ingleses, Cuando se vayan, que sea como amigos”.


Con esta nota de amistad que preveía el futuro y la ausencia posterior de conflictos entre India e Inglaterra, el film presenta una nueva elipsis, la más grande de la película, para llegar a 1944.

En el período que no cubre la cinta de Attenborough, Gandhi regresa a prisión. Al salir, se involucra en la política interna del Partido del Congreso, entre los que querían un arreglo con Inglaterra y los que pedían “todo o nada”. Pasa a un semirretiro político y se concentra de nuevo en lo social; aislamiento del que sale al explotar la Segunda Guerra Mundial en 1939.

Ofrece primeramente un apoyo moral no violento. Pero cuando Inglaterra incorpora a la India a la guerra sin el previo consentimiento de sus líderes, decide oponerse: India no podía ser parte de una guerra en pro de la libertad democrática cuando esa libertad se le negaba a la propia India. Así intensificó su demanda de independencia. Inglaterra decidió no tocar el tema mientras durara la guerra contra Alemania y en 1942 descabezó al Partido del Congreso, que mantenía la campaña de “Renuncien a India”.

Pero Jinnah si apoyó a los ingleses. Mientras los líderes indios fueron confinados, a él se le permitió hacer política. Aprovechó para insistir en el peligro que corrían los musulmanes en zonas de dominio poblacional indio, y lanzó la idea de un país para las personas islámicas: un futuro Pakistán donde estarían a salvo. La idea ganó terreno rápidamente y, para 1944, predominaba en la comunidad musulmana.

Los líderes del Partido del Congreso fueron a prisión en lugares especiales que no eran cárceles, donde se les trató bien. El Palacio del Agha Khan fue la prisión de Gandhi y de su esposa. El film retoma la historia en este punto. Esta parte de la película comienza con la llegada de la reportera y fotógrafa estadounidense Margareth Bourke-White (actuada por Candice Bergen). En una larga entrevista entre ambos, la cinta resume las posturas políticas de Gandhi en esos años.

Sin embargo, Attenborough dedica una parte importante a una secuencia privada y personal de Gandhi, donde se expresan sus emociones y sentimientos. Es la escena de la muerte de Kasturba, su esposa. A lo largo de la película predomina el Gandhi líder y político, pero de manera estructurada siempre hay espacios donde aflora su humanidad. Este espacio es el más doloroso. Luego de una larga vida, su compañera, amiga e igual en la lucha política, fallece y lo deja sólo. Attenborough, gracias a una actuación contenida de Ben Kingley en esa escena, es capaz de plasmar y transmitir en pantalla la intensa desolación y soledad del Mahatma en ese momento, con profundo silencio, ausencia de otros personajes y un uso delicado del close up.

Attenborough hace un corte directo y presenta la llegada de Lord Louis Mountbatten, héroe de guerra y pariente de la familia real. Se recrea su llegada como virrey, con la consigna de ser el último. En las siguientes secuencias se compactan las negociaciones para una India independiente, donde Gandhi sostiene la renuncia inglesa a India sin dividir el territorio, mientras que Jinnah pide la renuncia inglesa, pero con la partición territorial entre India y Pakistán.

La polarización que se gestó en años anteriores entre las comunidades hindú y musulmana impide que Gandhi evite la ruptura de la Gran Madre India en pedazos. La polarización hacia los extremos lo lleva a intentar que Jinnah sea el Primer Ministro y nombre a musulmanes en todos los gabinetes. Nehru acepta, pero le advierte que sí eso ocurre nadie, nadie, nadie podría evitar una salvaje guerra civil.

La no violencia, la unión, el ecumenismo y Gandhi son derrotados por los polos opuestos que, a sabiendas de que Gandhi no recurriría a la fuerza, lo hacen prisionero de su propia ética. Gandhi acepta el hecho –aunque seguiría peleando después por la unión- y Attenborough presenta a Lord Mountbatten en las escenas donde se arrea la bandera del Reino Unido y se izan las banderas de India (Nueva Delhi) y Pakistán (Ismalabad).

La ambición secreta de ciertos políticos se cumple y cada facción recibe su pedazo. El trabajo de polarizar a una población que vivía más o menos en armonía da sus frutos amargos. Attenborough presenta el éxodo de los desplazados en su propia tierra para ir a su nueva nación. Miles van para un lado, otros miles para la otra dirección, separados apenas por unos metros. La cinta plasma el drama del desplazamiento y los violentos enfrentamientos entre ambas comunidades, cuyos odios cocinaron por años y años los políticos irresponsables, más interesados en lo que los separaba que en lo que los unía… para beneficio de su estrecha ideología e intereses propios.

La escena del enfrentamiento entre ambas comunidades, que comienza a golpes entre dos, cinco, diez, cien, después miles de personas, es aterradora.


India nace en medio de convulsiones y enfrentamientos.
La cinta se centra en las grandes ciudades, donde el recién creado ejército indio no puede contener los asesinatos y las venganzas entre hindúes y musulmanes. Los peores disturbios ocurren en Calcuta. En la escena donde están reunidos los líderes indios, Gandhi se levanta y camina cansadamente a la salida: “No puedo ver la destrucción de todo aquello por lo que viví”. Y claro, Gandhi siendo Gandhi, se dirige al ojo del huracán: Calcuta.

Attenborough muestra la violencia desencadenada del odio y la polarización, donde los inocentes de ambas comunidades son los que más sufren las atrocidades de una guerra civil incipiente: mujeres, niños, que sólo aspiran a vivir en paz y en armonía como bien lo sabía Gandhi, son masacrados.

En la ciudad desgarrada por la violencia religiosa y política, se instala en la casa de un musulmán e inicia su ayuno hasta que no haya un solo incidente en la ciudad. Hasta allá van Mirabehn, Nehru, el musulmán Maulana, Patel… y los fanáticos indios que gritan “muerte a los musulmanes” y lo consideran traidor a su causa. En una visita, Nehru escucha finalmente el grito máximo de la locura total: “Muerte a Gandhi”, de una voz india.

Pero poco a poco, el peso moral de Gandhi y las maniobras políticas de Nehru van calmando a la población de la ciudad envuelta en fuego y humo. Nehru da un discurso y dice la verdad: “Gandhiji está muriendo por nuestra locura”. Poco a poco, ambas comunidades se desarman. No más matanzas.
Attenborough condensa el tenso desarme en una escena clave donde Gandhi muestra esa sutileza ética, religiosa e intelectual que sólo poseen Libras para encontrar una respuesta existencial y humana, brillante e inesperada; un ecumenismo religioso que en, el fondo, era un Humanismo profundo que si se ponía en los zapatos de los más vulnerables de la Gran Madre India, fueran de la religión o casta que fueran. Es en el peor momento donde más brilla Gandhi.

Un hindú sube precipitadamente y, ante la alarma de todos, hindúes y musulmanes presentes, le arroja a Gandhi un pedazo de comida:

Hindú (a Gandhi): Tenga. Coma. Iré al infierno, pero no con su muerte en mi alma.
Gandhi: Sólo Dios decide quién va al infierno.
Hindú: ¡Maté a un niño. Estrellé su cabeza contra una pared!
Gandhi: ¿Por qué?
Hindú: Ellos mataron a mi hijo. A mi niño. ¡Los musulmanes mataron a mi hijo!
Gandhi: Conozco una salida del infierno… Encuentra a un niño. Un niño cuya madre y padre hayan sido asesinados. Un pequeño niño de este tamaño y críalo como si fuera tuyo… Sólo asegúrate de que sea musulmán… y edúcalo como tal”.


Esa sutileza, ese equilibrio ético y moral para encontrar una solución, señalarla y luchar por ella es una de las grandes lecciones que nos heredó a todos un nombre llamado Mohandas Karamchand Gandhi.

Y claro, el hombre –y el público- se desploma.

Al final, el ayuno funciona y toda Calcuta se pacifica. Rompe el ayuno, y la primera persona que él solicita que le de alimento es –simbólicamente- Maulana Azad, su amigo musulmán.

Attenborough retoma las escenas iniciales del film sobre el asesinato de Gandhi. A diferencia del comienzo, donde usa el ángulo del asesino, ahora narra el hecho desde la perspectiva de Gandhi y sus últimos momentos. El director y su guionista marcan la última lección gandhiana: “…los únicos demonios en el mundo son los que existen en nuestros corazones. Y ahí es donde tenemos que pelear todas nuestras batallas”.

La cinta cierra con la cremación de su cuerpo y la dispersión de una parte de sus cenizas en el río sagrado Ganges. La película cierra con una nota positiva: se oye la voz de Gandhi y las palabras que le susurró a Mirabehn.

“Cuando pierdo la esperanza, recuerdo que a través de toda la historia el camino de la verdad y el amor siempre han triunfado. Han existido tiranos y asesinos y, por un tiempo, pueden parecer invencibles. Pero al final siempre caen. Siempre”.




La historia y el tiempo.
Antes de cerrar con las últimas argumentaciones, de corte cinematográfico, propongo a quién lee este texto -y ha llegado a este punto- una última reflexión.

¿Quién tenía finalmente la razón? ¿Jinnah y su “acción directa” para crear Pakistán? ¿Gandhi y su insistencia en la unión general dentro de la Gran Madre India?

Los acontecimientos históricos posteriores, que ninguno de los dos líderes llegó a ver, marcan como la historia, el tiempo y los pueblos reacomodan todo finalmente.

¿Previó o no previó Jinnah que Pakistán a su vez se dividiría? ¿Si lo entrevió, prefirió aún así la partición a la unión de India?

Luego de la partición de India, Pakistán quedó dividido en dos zonas geográficas muy apartadas: Pakistán Oeste (capital Ismalabad) y Pakistán Este (capital Daca). Pero el dominio político y militar se concentro en el Oeste. La primera fricción entre ambas zonas se dio por el uso del bengalí como lengua, ya que predominaba en Pakistán Este, en la zona que antes era parte de la Bengala india. El uso del bengalí era el pretexto inicial de discriminación en el Oeste. A partir de esa fricción que podría parece menor e inofensiva, el descontento en el Este creció hasta que, como Jinnah antes, pidió su propia autonomía.

El descontento social tomó matiz político luego de un grave huracán que azotó el Golfo de Bengala. Causó las muertes de medio millón de personas en Pakistán Este. La reacción del gobierno en Pakistán Oeste fue casi nula. Se avivó el conflicto político y Pakistán Oeste intervino militarmente al Pakistán Este en lo que ya era una guerra. Diez millones de refugiados huyeron a la India, y se estima que hubo más de 300 mil muertos.

El conflicto bélico se desató en 1971 y duró nueve meses, hasta la derrota del ejército de Pakistán en diciembre de 1971. El 11 de enero de 1972 nace Bangladesh, y su constitución se adopta el 16 de diciembre de 1972.

¿Quién tenía la razón… Gandhi o Jinnah?

En el campo cinematográfico Gandhi es una excelente película biográfica.
En el caso del guión, se seleccionan con brillantez los puntos relevantes de la vida –privada y pública- de Gandhi. No sólo se nota en la estructura de sus secuencias y escenas, sino en el cuidadoso uso de los diálogos entre los personajes para exponer sus ideas políticas y éticas, pero permitiendo contradicciones, cambios y errores. En ese sentido, Gandhi y el resto no aparecen como “héroes de bronce” unidimensionales sino humanos con errores, tristezas e incluso emociones encontradas.

Sin embargo, para pasar del papel del guión al rodaje se necesita que esos diálogos tengan vida. Y son los actores quienes tienen esa tarea creativa. El reparto es impresionante. Por el lado inglés ya se mencionó a John Gielgud, Trevor Howard, John Mills, Ian Charleson (Charles Andrews), Geraldine James (Mirabehn) y James Fox (Dyer); también hay que destacar a Martin Sheen y Candice Bergen por el estadounidense.

Pero es en la parte oriental donde vemos las mejores actuaciones. Alyque Padamsee, como el aristocrático Jinnah, siguió una carrera muy reconocida en teatro y publicidad; Roshan Seth, como Nehru, retomó el personaje para TV en la recreación de la vida de Mountbatten, pero también ha participado en filmes de Hollywood e Inglaterra; Rohini Hattangadi, como Kasturba, es la única actriz india que ha ganado el premio inglés de cine Bafta (precisamente por ese papel) y tiene una carrera reconocida en India, tanto en teatro como cine (más de 80 películas); Virendra Razan, como Maulana Azad, tuvo una brillante carrera hasta su muerte a los 53 años, en 2003. Todo este elenco muestra la categoría y excelencia del cine indio que, por desgracia, llega a cuentagotas a Latinoamérica.

Finalmente, el film Gandhi no tendría la fuerza que observamos en pantalla sin la presencia del actor Ben Kingley, que ganó el Oscar al Mejor Actor por este trabajo. Fue su primer éxito internacional, pero a diferencia de otros actores que reciben este reconocimiento y se apagan, la carrera de Kingsley nos reservó excelentes actuaciones posteriores. Hijo de padre indio y madre inglesa (su nombre es Krishna Bhanji), nos ha obsequiado personajes como el gangster Meyer Lansky en Bugsy; el compañero judio de Oskar Schindler, Itzak Stern, en La lista de Schindler; Don Logan en Bestia Salvaje; Fagin en Oliver Twist, aunque quizás los más jóvenes sólo lo conozcan por su papel de “El Mandarín” en Iron Man 3, y su papel como Mazer Rackham en El juego de Ender (diciembre 2013).

Claro, esto no sería posible sin la excelente dirección de actores de Richard Attenborough. Su habilidad es explicable porque él mismo es un actor extraordinario y su carrera es más actoral que detrás de cámaras. Sin embargo, después de Gandhi, Attenborough le ha dado a los cinéfilos cintas memorables: A Chorus Line (1985) y la inolvidable película biográfica Chaplin, con Robert Downey Jr.

La producción, reconstrucción de época y la India misma nos llenan los ojos gracias a la cinematografía de Ronnie Taylor y Billy Williams, así como el ritmo que le imprime al film el editor John Bloom.

Y un punto relevante que colabora a que en el film Gandhi esté presente Gandhi es la música de Ravi Shankar, el músico indio más conocido internacionalmente. En este caso específico, su melodía e instrumentación combina maravillosamente con las voces humanas que seleccionó. Si el cinéfilo percibe muchos detalles en el contexto correcto es gracias a esta banda sonora musical de primer orden.

Gandhi es el producto de la labor creativa de un equipo extraordinario. Han pasado más de 30 años de su producción y estreno y sigue vigente. Se le puede ver hoy como si fuera la primera vez. Esta permanencia, esa vitalidad que aún comunica a pesar del tiempo, se debe al equilibrio entre el personaje fílmico y la persona real llamada Gandhi, a la fusión perfecta entre medio artístico e historia.

La potencia del mensaje de Mohandas K. Gandhi está plasmada con brillantez en la película, por lo que es la ventana perfecta para que las nuevas generaciones entren en contacto con su vida y filosofía, para que puedan sentirlas y hacerlas parte de ellas mismas. Así, podrán repetir con asombro la frase elogiosa de Albert Einstein sobre Gandhi: "Las generaciones del porvenir apenas creerán que un hombre como éste, caminó la tierra en carne y hueso".

GANDHI.
Año: 1982.
Duración: 188 minutos.
País: India y Reino Unido.
Dirección: Richard Attenborough.
Guión: John Briley.
Música: Ravi Shankar y George Fenton.
Fotografía: Ronnie Taylor y Billy Williams.
Edición: John Bloom.
Reparto:
Ben Kingsley en el papel de Mohandas Karamchand Gandhi.
Rohini Hattangadi como Kasturba Gandhi.
Roshan Seth como Pandit Jawaharlal Nehru.
Saeed Jaffrey como Sardar Vallabhbhai Patel.
Virendra Razdan como Maulana Azad.
Anang Desai como Acharya Kripalani.
Candice Bergen como Margaret Bourke-White.
Edward Fox como Brigadier General Reginald Dyer.
Sir John Gielgud como The 1st Baron Irwin.
Martin Sheen como Vince Walker, periodista ficticio basado libremente en Webb Miller.
Richard Griffiths como Collins.
Geraldine James como Mirabehn (Madeleine Slade).
Alyque Padamsee como Muhammad Ali Jinnah.
Amrish Puri como Khan.
Shreeram Lagoo como Gopal Krishna Gokhale.
Terrence Hardiman como Ramsay MacDonald.
Daniel Day-Lewis como Colin, un joven que insulta a Gandhi y Andrews.
11 Premios Oscar de la Academia, entrega de 1982.
Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor, Mejor guión original, Mejor montaje, Mejor banda sonora, Mejor fotografía, Mejor dirección artística, Mejor diseño de vestuario, Mejor maquillaje, Mejor sonido.