10 septiembre 2015

Cinco Sentidos / Five Senses / Les Cinq Sens, de Jeremy Podeswa

Francisco Peña.

La gente llega a tu vida, Quizás por un momento, Pero eso significa algo.

AVISO: El texto contiene spoilers.



La película Cinco sentidos del director canadiense Jeremy Podeswa es interesante por varias razones: su construcción narrativa con un guión sólido, la cuidada realización con detalles excelentes y el fondo ético que contiene.

Este fondo ético es importante porque empapa toda la historia. Con esta óptica general la historia presenta a una joven adolescente, a una mujer madura a punto de ser adulta mayor, un hombre gay, un hombre a punto de perder el oído y transformarse en persona con discapacidad, una pareja heterosexual joven. Todos ellos involucrados en situaciones cotidianas donde la posibilidad de discriminación está latente pero, también, está viva la actitud social de aceptación del Otro diferente a nosotros.



Al colocar la historia en el contexto de la sociedad canadiense, con una tradición cultural más liberal y una educación más enfocada a la equidad desde hace décadas, el trato igualitario entre los personajes es evidente: se expresa de manera natural más acá (o más allá) de leyes y derechos. El respeto al Otro ya está en la atmósfera social que casi todos los personajes respiran: está entretejido de tal forma que facilita su interrelación y la resolución de los problemas que enfrentan. El resultado profundo es que el espectador también se involucre y comparta la Aceptación al Otro, que en ocasiones es Uno Mismo.

Con este cimiento ético, el film gira alrededor de una preocupación básica más evidente: cómo los sentidos nos interrelacionan con el mundo exterior, especialmente con otros seres humanos. A pesar de sus deficiencias y errores, los sentidos son el puente de contacto con la realidad, y una de las ideas del director es que la falta de atención y el descuido en su manejo deterioran la relación del individuo con sus semejantes.

A partir de este punto inicial, Podeswa presenta a cinco personajes principales que usan, cada uno, a un sentido en especial. Para interrelacionarlos, usa una técnica narrativa que ha ido y venido entre cine y literatura, que es usar un hecho central para que los personajes se encuentren, y después desarrollar las cinco historias con distintos momentos donde se entrecruzan. El punto central es la desaparición de una niña en un parque.


El guión, que es interesante en sí mismo por su construcción narrativa, el manejo de los diálogos y los silencios, el uso adecuado de la metáfora visual, y de calidad literaria en varias secuencias, es un sólido cimiento para una buena realización con momentos deslumbrantes.

Así, la cinta cumple para el espectador con la premisa que propone en pantalla. Hay que afinar los sentidos, poner atención para lograr una mejor comprensión / relación con la realidad.

Si el cinéfilo pone atención a la película, encuentra muchos detalles enriquecedores de los personajes y establece una relación intelectual placentera con la cinta. Los personajes se hacen más humanos; el espectador participa en la complejidad de la cinta y sus diferentes niveles de lectura –ética, existencial, sexual, filosófica y, por supuesto, cinematográfica.


Los personajes no son símbolos de cada uno de los sentidos, sino que sólo se acentúa en cada uno de ellos el manejo preferencial de un sentido específico. Así tenemos a la masajista Ruth Seraph (Gabrielle Rose) con el tacto, su hija Rachel (Nadia Litz) y la visión, el oftalmólogo francés Richard (Philippe Volter) que pierde el oido, la decoradora de pasteles Rona (Mary – Louise Parker) con el gusto, y Robert (Daniel McIvor) que proclama que existe un olor del amor y lo busca con el olfato.

Alrededor de estos personajes, de su miedo o decisión para relacionarse con el mundo, aparecen personajes secundarios que refuerzan la presencia de un sentido específico; destacan Roberto (Mario Leonardi) con el gusto, el muchacho de la visión (Brendan Fletcher) y la presencia misteriosa de Pascale Bussiéres como Gail - oido.

Estos binomios de seres humanos triunfan o fracasan en su relación dependiendo si los cinco personajes principales toman o no la iniciativa de vencer sus limitaciones físicas o emocionales.

Mientras se desarrollan los cinco hilos narrativos, la ausencia de la niña y la presencia de su madre angustiada sirven de sutura estructural, de presencia recurrente, para relacionar a todos los personajes e ir profundizando en su psicología y su existencia.

Así, la trama se enfoca en los problemas existenciales de todo el conjunto de personas, y las soluciones / pérdidas, lo positivo / lo negativo o iniciativas / fracasos con los que abordan su vida. Esto sucede en el eje cronológico donde el argumento avanza linealmente en un tiempo narrativo de tres días. Es la equivalencia a un eje sintagmático.

Pero además hay un eje vertical que relaciona los sentidos con la edad del personaje. Los sentidos más íntimos corporalmente corresponden a los personajes de mayor edad, mientras que los sentidos más inmediatamente placenteros se ligan a los personajes más jóvenes. Este manejo de los personajes es una especie de eje paradigmático.

Así se tiene que los binomios personajes – sentidos son:

Rachel y Brendan, los jóvenes adolescentes voyeuristas, con la Visión.
Rona y Roberto el italiano, la pareja joven, con el Gusto.
Robert, en su búsqueda solitaria del amor con el más particular de los sentidos: el Olfato.
Richard y Gail, la pareja más solidaria frente a la soledad, con el sentido cuya pérdida aísla más: el Oido.
Ruth y un cliente, con el más intimo de los sentidos –el que “sabe”-, el Tacto.

Para los espectadores jóvenes, la chica Rachel es la más atractiva del conjunto. En un estado negativo de casi total aislamiento por la muerte de su padre y la desatención emocional de la madre, Rachel es quien pierde a la niña Amy Lee Miller. La culpa y la incomunicación son evidentes porque el uso inicial de su Visión es meramente voyeurista y lejana, sin relacionarse con el objeto observado.


Al compartir su voyeurismo con un chico de su edad empieza a relacionarse con el Otro. Él le enseña a observar, a conocer visualmente el carácter de la gente, si están enamorados, tristes, alegres, miserables o confortables. Se remata con una frase que divide a los humanos en dos categorías: la gente que gusta de ser vista o los que prefieren observar.

Al afinarse la visión los personajes se van transformando hasta que, en un actor de voyeurismo – travestismo compartido, Rachel obtiene “una visión desde adentro / looking at you inside out”, del chico. Él, a su vez, se siente “misterioso del cuello para arriba y exótico del cuello para abajo”.
Entonces Rachel, al compartir la visión puede comunicar lo que tiene por dentro, su sentimiento de culpa por la muerte de su padre y recuperar los recuerdos relacionados con él y con la fotografía. Rachel – Visión da el primer paso para relacionarse con el muchacho al llamarle por teléfono. Esta iniciativa repercute positivamente en su vida: tiene alguien que la comprende y recupera la relación con su madre y el recuerdo del padre.

La siguiente pareja es la que se relaciona a partir del gusto: Rona y el italiano Roberto. Aquí, los matices del guión marcan sutilezas interesantes para el espectador. Tenemos al personaje más seguro y al más indeciso de la cinta.


Roberto afirma su personalidad mediterránea abierta y simpática, la cimenta en el arte culinario que insiste en DAR placer al Otro, y procura satisfacer a Rona en toda forma posible, con el detalle de llevarle el desayuno a la cama, por ejemplo.

Rona es indecisa, insegura y tiene miedo de tomar la iniciativa por lo que evade el compromiso. Esto se refleja en que en sus pasteles lo que importa es la imagen, la belleza exterior, y no la calidad del pan, que es desabrido y simplón. Rona le dice a Roberto que el sabor del pastel no es lo importante sino como se ve. Roberto contesta en italiano que “el sabor es lo importante, no como se ve, porque ES un dulce”.


Las cosas son, aunque no podamos captarlas en su totalidad y eso merece un respeto para lo que nos rodea, aunque no se pueda comprender a plenitud lo que es externo a nosotros, parece implicar Podeswa tanto en la cinta como en sus declaraciones en México. Rona toma conciencia del gusto gracias a Roberto y busca un nuevo sabor al pan… pero…


Hay momentos en que ella no quiere comer, donde tiene miedo de Roberto y lo evade. Esto a pesar de que al menos dos personas –Robert y su madre moribunda, que es pintora- le recuerdan a Rona que tiene que tomar una decisión sobre esta relación. La madre es muy clara al respecto: “Nada es perfecto. Mientras más pronto te des cuenta, serás más feliz”.

El diálogo de los ex-amantes Rona – Robert en el parque donde desapareció la niña es determinante. Robert comenta: “Nos usamos para evitar convivir con otras personas”, a lo que Rona responde que la causa de su rompimiento es que “siempre me fastidiabas” presionando para que ella tomara decisiones.


Robert, el homosexual que intentó con Rona una relación heterosexual, limpia casas y está obsesionado con el olfato. Es el personaje que en forma más abierta usa su sentido en la búsqueda del amor, del encuentro con el Otro. Revisa a sus distintos amantes (dos hombres y una mujer) y descubre con el olfato que no lo han amado. Pero la búsqueda de Robert no termina allí porque sus mejores momentos se dan cuando aspira con placer de catador varios perfumes exclusivos en la casa de una pareja.


La figura de Robert es tratada por Jeremy Podeswa con mucho respeto y humanidad. En esto, Podeswa sigue una línea constante del cine canadiense en su trato de los personajes homosexuales o bisexuales donde no hay condena sino análisis de problemáticas, simpatía y humanismo. Basta recordar los personajes de Exótica (Atom Egoyan) y de When the night is falling (Patricia Rozema) también con la participación de la actriz Pascale Bussiéres.


Además, de acuerdo a Podeswa, Robert es el personaje que más claramente quiere atrapar a través de los sentidos algo que es abstracto porque insiste en que “se puede oler el amor”. Esta búsqueda de la objetivización de lo abstracto es un punto importante del núcleo ético y filosófico de la cinta de Podeswa. Es el momento donde el personaje podría o no decir “huele como el amor”.


En mayor o menor medida, el resto de los personajes también están en la misma búsqueda que Robert.

El siguiente binomio es el de Richard y Gail que para el público adulto es el más humano, lleno de matices, y el que logra romper abiertamente con la soledad luego de sufrir los peores temores. Richard es un oftalmólogo que está perdiendo el oido. Esto le lleva a momentos de gran sensibilidad en el oido, capaz de oir conversaciones lejanas.


Al conocer lo irreversible de su enfermedad, Richard deja todo y se concentra en la búsqueda obsesiva de sonidos en el intento de crear una audioteca en su memoria. Elabora una lista con sus sonidos favoritos y trata de recordar cada uno de ellos.

Pero uno de los que más llaman su atención es una voz perfecta de soprano que canta ópera y que se oye en varios momentos del film… No sólo con Robert sino también con Rachel y Ruth. El cuerpo del que sale esta voz queda a la imaginación de los personajes y del público. Esa voz maravillosa que embelesa no tiene cara sino hasta el final de la cinta, cuando Rachel, o la visión, puede finalmente develar el misterio para sí y para los espectadores.

La filosofía y la ética que entretejió Podeswa en el guión y en su película encuentra en esta pareja su manifestación más clara.

La soledad de Richard se incrementa con cada escena. La grabación de imagen y sonido de su hija marca su aislamiento y su necesidad de relación. Su búsqueda solitaria de sonidos marca en parte su fracaso por crear su audioteca.

En un momento de la cinta llama a una vieja conocida –Gail (Pascale Bussiéres), una hermosa prostituta de lujo, call girl o escort-, con quien tiene relaciones. Ya para retirarse Gail, Richard toma la iniciativa, da el primer paso –punto muy importante para Podeswa- para romper el aislamiento e invita a Gail a quedarse para escuchar música, para “compartir” su sentido predominante. Richard le explica su problema y le habla de la lista de la audioteca.


En una actuación matizada, casi sin diálogos y llena de silencios, Pascale Bussiéres (Gail) y Philippe Volter (Richard) logran secuencias sugerentes, cargadas de significado. Podeswa recuerda la teoría del húngaro Bela Balázs, que daba gran importancia al rostro humano vía close up como vehículo para expresar significados no verbales.


En el momento de la invitación Gail se para, piensa y vuelve a sentarse como signo de aceptación. Pero ese momento hay que verlo en pantalla para entender y sentir al personaje. Luego de la iniciativa de Richard, Gail toma una decisión importante en el guión, que logra su peso y significado gracias a la imagen, a la actuación de Bussiéres. Aquí uno recuerda que el cine es imagen, imagen significativa…

A la mañana siguiente Gail aun está allí. El proceso de ruptura de la soledad y del intercambio de debilidades para construir la mutua confianza comienza. Gail lo lleva una la iglesia y regala a Richard el hecho de oir un extrarodinario coro. Richard confiesa que va a extrañar esos sonidos y Gail, sin decir palabra, coloca la mano de Richard en el respaldo de la banca de enfrente; sin despegar su mano, Gail le enseña las vibraciones de la música en el tacto.


Richard abre su interior: “Tengo miedo a tener que depender de otros. Temo que mi mundo se va a encoger”. Bussiéres, con uno de esos rostros investidos de la magia que sólo puede captar la fotogenia del cine le contesta con lenguaje de sordomudos y da la respuesta humana a los temores de Richard: “Hay otra manera de escuchar. Hay otras voces”.

En otra escena posterior es Gail quien explica el por qué de su sensibilidad y del conocimiento del mundo de la sordera: su hija nació sordomuda, pero “te das por vencida o continúas adelante”.

Esta pareja tiene una mejoría evidente, da un paso positivo en su vida individual y se encuentran ambos como seres humanos. Es la historia que mejor encarna las ideas que Podeswa plasma en Cinco sentidos. Si uno se toma el tiempo de analizar la información que entregan los sentidos –aunque son falibles de entrada-, si uno se arriesga a entender al Otro, existe la posibilidad de romper con la soledad, con el aislamiento personal y que el resultado de una relación humana sea positivo, propone el director.

El último sentido, el Tacto, lo ejerce la masajista Ruth Seraph. Sin querer origina el problema del extravío de la niña al atender el masaje de la madre, Anna Miller (Molly Parker), por lo que se liga emocionalmente a su clienta y trata de ayudarla. Pero Ruth ha perdido a su esposo, el padre de Rachel, por lo que tiene también sus propias heridas emocionales.

Intenta acercarse a Anna Miller y entre ambas se da un intercambio de las mutuas pérdidas. Pero mientras Ruth se ha sumergido en el dolor, Anna conserva la esperanza y seguridad religiosa de que su hija está bien. De hecho, es Anna Miller, maestra de Rachel, quien le hace notar a Ruth que el aislamiento perjudica a su hija quien también resiente la ausencia del padre. Anna lee a Ruth un pequeño poema de Rachel publicado en el anuario escolar y Ruth comienza a comprender su error…

A lo largo de la película Ruth también tiene constantes diálogos en donde se expresa la idea “Sé como se siente”, a lo que le contestan “¿Cómo sabe como me siento?”. La masajista maneja quizás el sentido más “íntimo” del ser humano, pues el tacto es el puente más delicado de las personas con la realidad: cuando Uno toca al Otro muchas cosas han tenido que suceder antes entre ambos para llegar a este punto de confianza.


En toda la cinta Ruth sólo atiende a dos clientes. El último es un hombre que, al ser tocado exclama llorando: “Nadie me ha tocado en tanto tiempo…”.

Esto, de paso, recuerda el cuento “You touched me”, de D. H. Lawrence.

Ruth, gracias al tacto, puede “sentir” los sentimientos de los otros personajes, por lo que paralelamente es quien más dificultad tiene de liberarse de sus emociones profundas derivadas de la muerte de su esposo.


En el momento en que Ruth puede disfrutar de su propio tacto, otorgado a todos los demás menos a ella misma, es capaz de tocar posteriormente al ser más cercano: su hija.

Cómo se observa en la película, el eje sintagmático de las historias avanza cronológicamente entrecruzándolas en un montaje alterno aunque no simultáneo. Pero la riqueza de la cinta se incrementa porque el tejido de la historia es capaz de contener múltiples significados. Hay pues varias lecturas posibles de situaciones y personajes porque el eje paradigmático Parejas Personajes – Sentido se entrecruza con el cronológico.

Podeswa mantiene en sus escenas un ritmo pausado que no es ni lento ni aburrido, porque las secuencias están realizadas con una regla de oro del cine: “que siempre haya movimiento en el cuadro (sea de acción, de diálogo o cámara)”.


En ese sentido, el manejo del sonido, de la cámara, de la puesta en escena, enriquece la complejidad de los personajes sin recurrir al diálogo en exceso. Hay un equilibrio entre los elementos y, de hecho, muchos momentos determinantes del film se narran con silencio, con miradas, con el puro lenguaje corporal.

Para afirmar los distintos niveles de lectura de la cinta, Podeswa intercala breves escenas de los personajes, donde avanzan o retroceden en su situación existencial. El cinéfilo debe estar atento a estos momentos que son significativos porque muestran cambios en el interior de los personajes, aunque no “avance” la anécdota que se cuenta.



Además, en general, Podeswa filma escenas cortas de la historia de cada uno de los personajes, pero el ritmo interno es pausado para que la vista y el oido DEL ESPECTADOR se adentre en los acontecimientos, en los personajes, en la película misma.

Hay que mencionar la probidad técnica que muestra Podeswa en el diseño y manejo de la producción. La fotografía, como él mismo declaró en entrevista a To2.com (ya desaparecido), maneja únicamente colores fríos y se olvida de los pasteles y brillantes. De esta forma crea un ambiente perfecto para remarcar psicologías y estados de ánimo; las ocasiones donde hay predominio de colores cálidos corresponden a los personajes que cambiaron para mejorar.

Cinco sentidos pertenece a un cine profundo pero no aburrido, da un cine que deja en el espectador inquietudes y un sedimento de ideas de donde surge la reflexión personal. No se trata de una cinta solemne y su contenido, acción y anécdota es muy disfrutable, con lo cual se confirma de nuevo que el cine es una fuente de placer intelectual y emocional.

CINCO SENTIDOS / FIVE SENSES / LES CINQ SENS.
Dirección y Guión: Jeremy Podeswa. Canadá, 1999. Tres idiomas presentes en los diálogos del film: francés, inglés, italiano. Filmada en Toronto. Cinematografía: Gregory Middleton. Edición: Wiebke von Carosfeld. Música original: Alexina Louie y Alex Pauk. Diseño de producción: Taavo Soodor. Dirección de arte: James Phillips. Vestuario: Gersha Phillips. Reparto: Molly Parker (Anna Miller), Gabrielle Rose (Ruth Seraph), la niña Elize Frances Stolk (Amy Lee Miller), Nadia Litz (Rachel Seraph), Marie-Louise Parker (Rona), Daniel McIvor (Robert), Phillipe Volter (Dr. Richard Jacob), Marco Leonardi (Roberto) y Pascale Bussiéres como Gail.