07 agosto 2016

Gavilán de la sierra, El, de Juan Antonio de la Riva

Francisco Peña.

Pero el gusto de ese día, ese nadie nos lo quita
Diálogo en el film.

No es vergüenza ser bandido si se roba al que es ladrón
Diálogo de Melitón.



Juan Antonio de la Riva obtiene un buen film con El gavilán de la Sierra, ya que cuenta con varios atributos que lo hacen llamativo para el espectador.

El primero de ellos es que narra su película fuera de los esquemas de una cronología líneal rígida y se permite flashbacks, cuando el cine en general parece aterrorizarse de sus propias posibilidades narrativas.

El gavilán de la Sierra también se cimenta en una buena puesta en escena, en un excelente fotografía de Angel Goded y los paisajes boscosos de Durango. También contribuye su aproximación al medio rural, al análisis de mitificación que convierte a una persona en leyenda de corrido musical, la gestación de un mito popular. Le suma también a su cinta el homenaje que hace al cine de los hermanos Almada, pero ahora –a diferencia de este cine de gatilleros- con un guión muy trabajado y bien pulido.

Juan Antonio de la Riva también guiña el ojo al cinéfilo experto. Para su película usa el mecanismo narrativo visual proveniente de la obra del director griego Theo Anghelopoulos (El viaje de los comediantes / O Thiassos). Lo usa para beneficio de su película y no para el lucimiento personal o para sorprender a los snobs.

Los cambios de tiempo de presente – pasado – presente - pasado, experimentados y consolidados por el realizador griego, se transvasan creativamente a El gavilán de la Sierra sin estorbar la historia. Al contrario, convierten al espectador en un participante activo de la historia, que va reconstruyendo en su mente los hechos contados en pantalla.



La cronología lineal tiene su lugar muy merecido en la historia del cine, pero el interés primordial económico del cine hollywoodense ha pervertido las narraciones de cronología lineal en el cine.

So pretexto de que el espectador puede “confundirse” por los cambios en tiempo – espacio que plantean las narraciones no convencionales de tiempos alternados o fragmentados, ha convertido a la cronología lineal en un PRECEPTO del cine. Todo DEBE darse al espectador “peladito y en la boca” sin que tenga que hacer el más mínimo esfuerzo mental para entender una película.

Es decir, para esta posición comercialista la única manera posible de contar una historia en el cine es de la secuencia A a la secuencia Z. No se pueden mezclar tiempos y espacios por miedos comerciales. Esto ha provocado que el miedo a arriesgar la taquilla se extienda a otros cines nacionales: no hay flashbacks y muchos menos flashforwards. Tampoco hay cambios de tiempo – espacio dentro de la misma toma, cosa que distingue a ciertos cineastas europeos como Anghelopoulos o Bertolucci.

Todo lo anterior, al ser precepto, al ser considerado el UNICO método válido de contar una historia en el cine, va en detrimento de la inteligencia del espectador.

Pero también en detrimento de las posibilidades narrativas del mismo cine. No hay que olvidar que las posibilidades del cine en el manejo de espacio – tiempo marcaron rasgos del cine como ARTE. Dichas posibilidades incluso afectaron el desarrollo de la literatura, que se arriesgó a romper su estructura espaciotemporal y experimentar nuevos caminos. O qué, ¿Joyce, Woolf, García Márquez o Córtazar salieron de la nada?

Por eso es muy refrescante y digno de aplauso que Juan Antonio de la Riva use los elementos cinematográficos en una narración no lineal en El gavilán de la Sierra. Esto, con la salvedad de que no es la única de las virtudes de la cinta.

De la Riva.

También usa una estructura mítica semejante al “Eterno Retorno”. El asesinato del inicio es el asesinato del final. La cinta abre con lo que cierra, cierra con lo que abre. Pero en este tipo de mitos el volver al inicio reactualiza lo ocurrido y le da un nuevo sentido. La muerte del personaje Gabriel Névarez no es la misma al inicio que al final de El gavilán de la Sierra: el espectador ha hecho un recorrido en la pantalla y en su mente y observa el mismo acontecimiento con nuevos significados que ahora le pertenecen.

La cinta comienza con un asesinato a mansalva de tres personajes. Es una ejecución violenta cuya historia se comprenderá más tarde.

De la Riva.

De allí, De la Riva pasa al medio urbano, donde el hermano de Gabriel Névarez, Rosendo, sobrevive como trovador en peseros. Rosendo vuelve al terruño para visitar a su padre, y ese viaje se carga de recuerdos.

El primer flashback es cuando los dos hermanos se toman una foto juntos: la clásica foto familiar retocada y coloreada. Con esta primera ruptura del espacio – tiempo lineal, el realizador le advierte al espectador para que ponga atención en la forma en que le va a contar la historia de los hermanos Névarez.

Rosendo llega a preguntar cuál es la verdad que se esconde en la muerte de su hermano, y cada quien le va dando su versión. La oficial de la policía busca desesperadamente ocultar la versión popular, que es la más cercana a la verdad, y desde donde se genera la leyenda de Gabriel Névarez, cristalizada en el corrido El gavilán de la Sierra.

Mientras narra las secuencias en pantalla, De la Riva entreteje su cámara con los movimientos de los actores, en una puesta en escena que atrae constantemente el ojo del espectador. La cámara no es danzarina ni es una estrella por sí misma, pero el director no tiene miedo de que la mirada de la cámara siga los movimientos de los personajes.

De la Riva.

De esta forma, muy cinematográfica, logra que la vista del espectador se adentre en los ambientes, en las locaciones, que tenga mayor contacto con los personajes y sus relaciones entre sí y con el medio. De esta forma, no es de extrañar sino de aplaudir, el hecho de que se desarrollen planos – secuencia en la película. Planos – secuencia bien realizados y al servicio de la historia que se cuenta.

Uno de los ejemplos de estos planos – secuencia, donde la cámara se entrevera con los personajes sin molestar al cinéfilo o a la narración de la cinta es el baile popular donde Gabriel golpea a un policía.

Este rejuego visual hace que el espectador vea MAS de la situación que si se usara la clásica forma de descripción: plano de ubicación – campo – contracampo de los distintos personajes. De la Riva vuelve a usar otras posibilidades de narración visual en cine. No son nuevas, pero el código hollywoodense quiere enviarlas al bote de la basura.

También hay que citar la secuencia donde Gabriel Névarez está en un cine de pueblo. Allí De la Riva hace sus homenajes al cine mexicano de Tony Aguilar (El corrido del hijo desobediente, cuyo cartel se observa a la entrada del cine). Pero lo interesante ocurre al final de la secuencia. Gabriel Névarez no se deja detener y él y sus dos amigos golpean a los policías y escapan en la patrulla pick-up.

En la toma que marca el fin de esta secuencia abre una nueva sin cortar. Abre la toma con la salida de la patrulla en donde van los tres amigos que se internan en la obscuridad. En el camino, repito, sin cortar la toma y cambiar de posición la cámara, la patrulla cruza frente a dos personas que caminan en sentido contrario: se trata de Rosendo que conversa con el velador del aserradero, precisamente sobre la noche en que Gabriel tuvo que huir del cine en una patrulla porque lo iban a detener.

Los dos personajes hablan del pasado y, al cruzar frente al cine, el espectador atento observa que los carteles de la película son distintos a los expuestos en la toma donde Gabriel huye.

No cabe duda, De la Riva aprendió bien su Anghelopoulos (El viaje de los comediantes / O Thiassos, 1975). Con la gran ventaja de que no es una cita sino el uso productivo del recurso para su propia película.

El director logra varias cosas con este recurso visual: mezcla los tiempos para ver cómo el pasado afecta directamente el presente; marca el paso del tiempo pero acerca las partes anecdóticas y a los personajes; incita a la inteligencia del espectador para que siga la trama y, obvio, lo hace participar en la historia. Así, el espectador se compenetra más y su comprensión es más profunda.

Este recurso, usado varias veces a lo largo de la cinta, le permite al realizador que su trabajo como guionista luzca en pantalla. También le permite revisar el mecanismo de cómo surgen las leyendas populares en México que se cristalizan en la música.

Ante la falta de justicia real, ante la corrupción policíaca, la gente recurre a la cultura popular para dar sus propias versiones y juicios sobre los acontecimientos que afectan a la comunidad. Si bien Rosendo tiene la intención de contar la verdad verdadera en un corrido, la gente se le adelanta con un corrido “mentiroso” pero que adquiere el carácter de mito. Esto recuerda la famosa frase de una cinta de John Ford, sobre que, en la disyuntiva de imprimir la leyenda o la verdad es un periódico, es preferible imprimir la leyenda.


Todas las situaciones por las que atraviesa Gabriel Névarez y su banda, ante los ojos del espectador, es lo que ocurrió en verdad. Las interpretaciones que recibe Rosendo de los pobladores como del policía ya sufren cambios que remarcan tal o cual característica mientras se olvidan otras.

El espectador conjunta los tres elementos, y ve como la realidad se modifica para que surja la leyenda popular. Por otra parte, también ve como se crea a contracorriente la “versión oficial de los hechos”. Ambas no tienen contacto con lo que realmente ocurrió, pero la versión popular expone los elementos de verdad que le interesan a la población; la otra sólo quiere salir indemne de lo ocurrido.

Cuando De la Riva cierra su buena película con el asesinato del inicio, es cuando SOLO el espectador sabe quién mató a Gabriel Névarez en realidad. Las versiones popular, policíaca y la del mismo Rosendo no contienen ese dato.

El cinéfilo ya no mira el asesinato de Gabriel con los mismos ojos. La historia, y la manera cinematográfica de contarla, lo ha cambiado en el transcurso de la película. El ver lo que sucede, cómo surge la leyenda, cómo se altera la realidad, cambia su visión de toda la cinta. Ha participado en su desarrollo a tal grado que la comprende en profundidad y la hace suya.
Podremos ver como cinéfilos otro tipo de cintas, buenas y malas, pero en lo que se refiere a El Gavilán de la Sierra… el gusto de verla, ese nadie nos lo quita.


EL GAVILÁN DE LA SIERRA. Producción: CONACULTA, IMCINE, FOPROCINE, Videocine, Juan Antonio de la Riva, Fondo de Fomento a la Calidad Cinematográfica, S.T.P.C. de la R.M. Dirección: Juan Antonio de la Riva. Guión: Juan Antonio de la Riva. Año: 2001. Fotografía en color: Ángel Goded. Música: Antonio Avitia. Edición: Oscar Figueroa. Con: Guillermo Larrea (Rosendo Nevárez), Juan Angel Esparza (Gabriel Nevárez), Claudia Goytia (Soledad), Mario Almada (Don Joaquín), Paul Choza (Roque Aguilar), José Juan Meraz ("El Meño"), Abel Woolrich (Melitón), Rafael Velasco (Aurelio), Hector Tellez (Chano Esparza), Jose Rodríguez (Pedro Gallo). Duración: 100 mins. Distribución: Videocine.