15 mayo 2016

Sacrificio de una madre / Haut les coeurs, de Solveig Anspach

Francisco Peña.



Sacrificio de una madre, la excelente película de la directora Solveig Anspach, tiene un corte naturalista que va penetrando poco a poco al espectador hasta sumergirlo emocionalmente en el desgaste emocional de una familia, cuya madre tiene cáncer.



Anspach parece tomar la idea feminista de que la mujer es dueña de su cuerpo, pero enfoca su problemática no hacia un conflicto de aborto sino hacia el polo totalmente opuesto: un nacimiento defendido a toda costa, aun de la propia vida.

Sin embargo, esta idea es sólo una parte del conjunto de Sacrificio de una madre. Tiene otros temas entreverados que le dan una fuerza devastadora: la erosión de una familia con un enfermo de cáncer y la lucha tenaz de la enferma en medio de altibajos emocionales.

Anspach no toma una posición evidente frente a los conflictos que plantea. Más bien, intenta que el espectador sea testigo de lo que ocurre y decida por si mismo. Es quizás la filosofía que se esconde detrás de su aseveración de que el film es un documental ficcionalizado y no una cinta bajo el estilo cinema verité.


El hecho de no narrar el argumento con imágenes crudas o descarnadas permite que el espectador no rechace el tema de entrada, sino que se deje atrapar progresivamente, poco a poco, en los problemas de los personajes. De esa aparente asepsia estilística que plantea la directora surge la posibilidad de que el espectador llegue a sus propias conclusiones ante un final en apariencia “abierto”.

El proceso por el cual Solveig Anspach obtiene la participación del espectador es por medio de una historia lineal narrada con elementos cinematográficos sobrios, usados con destreza y una buena economía en su uso.

Para iniciar, muestra a una pareja joven con problemas de relación pero que, al mismo tiempo, confrontan el hecho de que Emma esté embarazada. Paralelamente también se le descubre el cáncer ya avanzado peligrosamente.


El consejo médico es entrar inmediatamente en el proceso de quimio y radioterapia, por lo que lo más aconsejable es que aborte.

Dueña de su cuerpo y de otra vida Emma se niega rotundamente y busca alternativas ante la situación. La encuentra no en la medicina particular sino en la social. Dos médicos proponen un tratamiento dosificado y muy controlado para detener el avance de la enfermedad y ganar tiempo en el embarazo, hasta que el producto se logre.

Ante la situación Solveig Anspach muestra varios matices de conflicto. Por un lado está el deseo de Emma de ser madre, marcado por sus miradas a niños pequeños, el deseo de una vida normal señalado por su actividad profesional como cellista en una orquesta, el miedo que se apodera de su vida expresado en el stress y la ansiedad.


Se inicia así el víacrucis de un enfermo de cáncer, atrapado entre el deseo de vivir y el avance de la enfermedad.

Los ambientes hospitalarios, las terapias, el contacto con otros enfermos, se usan como contrapunto a las situaciones familiares cotidianas que desesperadamente buscan repetir su normalidad ya perdida, como expresión de una vida que parece escaparse con el paso de los meses.

Mucho de lo que logra Solveig Anspach en esta buena cinta se debe a la actuación de su primera actriz, Karin Virad. Emma no sólo es verosímil sino que llena la pantalla con su presencia y su deseo de vivir expresado tanto en su condición como en su embarazo. Virad pasa del amor, del cariño visto en la cocina al preparar un spaghetti, hasta la desesperación por aferrarse a la vida ya en plena enfermedad.


Con este enfoque, hay que fijarse en la escena en la que ella va a una discoteca-bar, ya rapada, y se enreda con un extraño que es médico y no la rechaza. No es una infidelidad dirigida contra su compañero sino la agonía de una persona que se aferra a seguir adelante, en este caso por medio de un encuentro sexual. Representa el último “jalón” de la vida.

Pero si bien Anspach narra situaciones como la anterior observando a su actriz, no le escatima a su personaje momentos dolorosos y simbólicos. Uno de ellos es la perdida del cabello por la terapia, y su decisión de cortarse el pelo a rape como aceptación de lo que ocurre. A partir de este punto debe llevar su lucha por otros medios. La escena es naturalista: Anspach usa el médium close up y se concentra en las expresiones de su actriz – personaje.



Otro ejemplo marcado es cuando se le comunica a Emma el primer diagnóstico de cáncer. La directora deja correr también la escena sin cortes, y todo el poder de la tragedia que se abate sobre Emma, que comprende poco a poco lo que la noticia significa, se expresa en los matices faciales que logra Karin Virad.

Poco a poco la vida cotidiana desaparece, como ocurre con los enfermos de cáncer, y la familia se multiplica para paliar los efectos incontenibles. Anspach narra con soltura y sobriedad los pequeños detalles que manifiestan, día a día, el deterioro del enfermo: no puede recoger un vaso, las ausencias por el tratamiento, la perdida paulatina del contacto con parientes y amigos, el ensimismamiento y la soledad.


Las tensiones de la situación se reflejan en los sentimientos encontrados de la pareja, que pasan de enojos e irritaciones a la solidaridad y el amor profundo.

Finalmente, Solveig Anspach plantea en su guión y su cinta el triunfo de la vida. El mismo día en que nace su hija se somete a la mastectomía.

Logrado su objetivo de tener a su hija, Emma debe ahora luchar por su propia vida, por lo que arregla sus asuntos con una frialdad que oculta una profunda angustia. El deterioro sigue y se plantea como alternativa una terapia tan fuerte que Emma debe aislarse por completo del mundo. Anspach cierra su conmovedor film con un final “abierto” que el espectador debe cerrar por si mismo.

Si la cinta funciona es por la innegable habilidad de la directora y el trabajo actoral de Virad (que ganó el premio César a la Mejor Actriz por esta película).


Es cierto que el espectador intuye la trama de la cinta e incluso puede predecirla, pero no por ello deja de emocionarse.

Si Sacrificio de una madre es una buena cinta se debe a que Anspach no escogió un estilo de cine “melodramático” ni mucho menos hollywoodense. Más bien encontró una distancia adecuada para narrar su historia. En lugar de empujar al espectador a sentir algo lanzándole desde la pantalla imágenes fuertes, colocó a su cámara para captar las emociones que emanan de su actriz – personaje. De esta forma involucra al cinéfilo poco a poco hasta que participa en lo que ocurre.

No es un tema agradable ni sencillo el que aborda la directora, pero la habilidad con que lo narra y resuelve demuestra que el cine francés goza de buena salud y que, en pocos años, podría contar con una nueva realizadora de corte internacional para representarlo.

SACRIFICIO DE UNA MADRE / HAUT LES COEURS!  Producción: Agat Films & Cie., Entre chien et loup, Ex Nihila, Radio-Television Belge Francofone, Dirección : Solveig Anspach. Guión : Pierre Erwan Guillaume y Solveig Anspach. Año: 1999. Fotografía en color: Isabelle Razavet. Música: Olivier Manoury y Martín Wheeler. Edición: Anne Riegel. Intérpretes: Karin Virad (Emma), Laurent Lucas (Simón), Julien Ciottereau (Olivier), Philippe Duclos (doctor Morin), Charlotte Clamens (doctora Colombier), Didier Sauvegrain (doctor Lalande). Duración: 110 minutos. Distribución: Quality Films.