13 junio 2015

Los guiños de Patrice Leconte. Por David Guzmán

David Guzmán.

Patrice Leconte

Me encanta el cine de Patrice Leconte. Con el paso del tiempo, este director ha ido refinándose cada vez más y eso es notorio en sus últimos trabajos El Hombre del Tren e Intimos Desconocidos. Gusto de su filmografía porque es un director que, entre otras cosas, transmite el placer que siente él al ver a sus actores trabajando en sus cintas, los apapacha y consiente. Gusto de su cine porque quedé atrapado en sus redes cuando vi El Marido de la Peluquera, pero confirmé que era un gran director cuando vi, curiosamente, una obra anterior a ésta: Monsieur Hire. Es pues, un director en plena madurez profesional, que conoce los secretos para hacer atractivas sus historias, que sabe emocionar con los detalles que a otros ojos parecieran imperceptibles y que él explota con gran inteligencia y sensibilidad a través de su lente.

Contrario a la estética que maneja el cine comercial hollywoodense, Leconte presenta regularmente parejas “atípicas” en sus historias de amor. Esto puede resultar decepcionante para los espectadores que están acostumbrados a ver en pantalla a protagonistas de apariencia física perfecta ó que lucen casi como modelos de revistas. Este aspecto es por demás evidente y recuerdo haber escuchado alguna vez a alguien decir: “Oye, ¿por qué le pusieron a Jean Rochefort de galán a Anna Galiena en El Marido de la Peluquera?”; Rochefort de edad avanzada, tiene encuentros amorosos con la hermosa actriz italiana -en ese entonces casi desconocida- Anna Galiena (Jamón, Jamón de Bigas Luna).

Jean Rochefort y Anna Galiena en El Marido de la Peluquera

Y es que si damos un vistazo a protagónicos de sus films, basta recordar en tónica similar a la excelsa Sandrine Bonnaire y Michel Blanc en Monsieur Hire; Vanessa Paradis y Daniel Auteil en La chica del Puente, la misma Bonnaire y Fabrice Luchini en Intimos Desconocidos y claro, la mencionada dupla de Galiena y Rochefort en El Marido de la Peluquera. Con ellos no queda más que confirmar que la intención principal de Leconte al conjuntar tales extremos, es precisamente buscar un excelente desempeño actoral que evidentemente supla con creces cualquier intento de afinidad física (o fotográfica, según se vea) entre sus protagonistas.

Michel Blanc y Sandrine Bonnaire

Pero el gusto por el cine de Leconte no termina ahí. Es bien sabido que al ya legendario director francés, le gusta explorar diversos géneros, incluso ha mencionado que le divierten las críticas que sus coterráneos especialistas de cine le han hecho pues insisten en que el director no trata de apegarse al término “cine de autor” y así como hoy puede filmar su drama más sublime, mañana lo encontramos divirtiéndose realizando la más disparatada y fina comedia (Ridicule, 1996)… eso también es válido y no implica definitivamente que vaya en detrimento su calidad como realizador, creo que al contrario, deja constancia de una versatilidad que pocos directores pueden presumir.

Fanny Ardant, Jean Roquefort y Leconte en Ridicule

Pero indudablemente son los melodramas los que mejor construye, el retrato de sensaciones, emociones y sentimientos. Sus prolongados close ups a rostros que expresan más que mil palabras y que provocan gozo y nervio cuando presenta situaciones tensas que amenazan una explosión en pantalla y que sin duda obligan a reincorporarnos en nuestro asiento. Es el Leconte que en definitiva más disfruto con momentos inolvidables dentro de su filmografía.

Es por ello que inolvidable está en mi memoria Sandrine Bonnaire enfrentando al vecino que la espía en Monsieur Hire. La mujer se aparece justo en las escaleras que terminan en la puerta del apartamento de Michel Blanc en un acto en el que pareciera decirle: "Aquí estoy..., ¿qué quieres de mi?"... Él permanece impávido mientras ella trata con delicadeza de reunir, en cuclillas, el contenido de su bolso arrojado al suelo intencionalmente, rozándole con femenina malicia al hombre el pantalón al tiempo que murmura: “disculpe”…¡emoción pura! Hoy escucho a Johaness Brahms y mi mente se remite al magnético ritual que ejecuta puntualmente Monsieur Hire cuando se percata de una luz que se enciende en el apartamento de enfrente. Una melodía de Brahms se escucha en su fonógrafo mientras observa, envuelto en sombras y con delirante obsesión, como su bella vecina comienza a desvestirse.

Michel Blanc es Monsieur Hire

Tensión, mucha tensión…casi como una película de suspenso. Ahora imaginen a la misma Bonnaire, casi 20 años después en una de las más recientes cintas de Leconte en un reencuentro con la estrella de su primer éxito comercial y de crítica y en la que el realizador pareciera querer brindar un homenaje a Monsieur Hire en Intimos Desconocidos. Es un deleite ver a la Bonnaire en la estación de tren a la que nunca llegó en Monsieur Hire y que en ese sitio sea ahora vigilada en secreto por su falso psiquiatra.

¿Y que tal Jean Rochefort cuando un peluquero le corta el cabello en El Hombre del Tren siendo este último el otrora Mr. Agopian, dueño de la peluquería en El Marido de la Peluquera?. Indudablemente son guiños de Leconte a los que han seguido fielmente su carrera como realizador.

Jean Rochefort es dirigido por Leconte en El Hombre del Tren

Y lo intangible se vuelve tangible. Podemos percibir el deleite del realizador dirigiendo a la Bonnaire cuando la actriz en una de las secuencias de Intimos Desconocidos, toma el cigarrillo en su mano y lo lleva a la boca como las grandes divas del cine de antaño, mientras impresiona al asustadizo y tímido William Faber cuando le cuenta su inquietante vida sexual; papel interpretado convincentemente por Fabrice Luchini, su coprotagonista en el film…este es Leconte, sutil pero al mismo tiempo directo.

Sandrine Bonnaire fumando en Intimos Desconocidos

“Me gustan los nombres de mis cintas, parecen títulos de cuadros: La chica del Puente, El Hombre del Tren, El Marido de la Peluquera, El Perfume de Yvonne, La viuda de St. Pierre”, ha declarado Leconte. Sus historias, a veces mínimas, las vuelve profundas por la sensibilidad que les imprime. Su atención parece centrarse especialmente en retratar la femineidad y sensualidad de sus actrices. ¿Cómo olvidar el travelling que realiza –de pies a cabeza- para descubrirnos a la sublime Anna Galiena en El Marido de la Peluquera mientras un embelesado Jean Rochefort la observa sentado en ese pequeño y cerrado universo de la peluquería? Ahora, vuelve a hacer lo mismo con Sandrine Bonnaire recostada en el diván en Intimos Desconocidos y antes con Sandra Majani en El Perfume de Ivonne.

La bella peluquera Anna Galiena

Y pueden ser historias mínimas pero cuentan con diálogos excepcionales, como los que entreteje el guionista Claude Klotz en sus colaboraciones con Leconte en al menos tres de sus cintas y muy especialmente en El Hombre del Tren, estrenada hace casi dos años y en donde Jean Rochefort sueña con ser el gángster aventurero encarnado por Johnny Hallyday mientras éste último sólo anhela la tranquilidad y la poesía que emana el viejo profesor de literatura personificado por un nostálgico Rochefort.

Pero hay más con Leconte y es su extraordinaria sensibilidad para la música de sus películas. Hay incluso un disco especial llamado Le Cinema de Patrice Leconte que contiene los tracks más importantes de las bandas sonoras más representativas de su filmografía. Innegable es la excelente atmósfera lograda por el británico Michael Nyman en las posiblemente dos mejores cintas de este director: El Marido de la Peluquera y Monsieur Hire. Nyman le viene bien al cine de Leconte; su minimalismo es perfecto para enfatizar la emoción de una expresión, de una mirada…su música se funde para crear un momento inolvidable, como una imagen que se detiene en el tiempo. Lo anterior -¡claro!- sin denigrar el trabajo de Pascal Estéve, compositor recurrente de Leconte con trabajos notables en El hombre del Tren, La Viuda de St. Pierre y por supuesto en Íntimos Desconocidos.

¿Y qué decir de la magnífica dupla formada por Leconte y su cinefotógrafo de cabecera, el extraordinario Eduardo Serra? Un portugués que ha colaborado con el cineasta en al menos 7 de sus cintas, posiblemente las más importantes y cuyo trabajo muchos recordarán especialmente en la que para mi es su obra maestra en este rubro: La Joven del arete de Perla, del cineasta Peter Webber. Serra es un verdadero mago de la luz, hay que ver los tonos naranja con los que bañó los sets de El Marido de la Peluquera o las tonalidades azules y grises de El hombre del Tren. Ahora vuelve a demostrar su capacidad ayudando a crear la atmósfera laberíntica y cerrada del edificio donde Anna (Bonnaire) se encuentra en secreto con su “terapeuta” en Intimos Desconocidos.

Busquen pues al menos estas dos últimas cintas que se consiguen fácilmente en DVD en México; con sólo ver El Hombre del Tren e Intimos Desconocidosles aseguro que les será fácil convertirse en “Lecontistas” pues disfrutarán apreciando el exquisito mundo creado por este cineasta francés y con el tiempo, seguramente podrán identificar todos sus guiños a lo largo de su filmografía… un verdadero placer.